
Título del libro: Le pirá Cambú. Firmado por: Ye Urunday de los Exocetos W. “El comedor de Jacintos” funciona como acápite o como segunda opción del título.
Tal vez su 1º y única edición se terminó de imprimir en noviembre de 1983, en uno de los formatos más lindos para la edición de un libro, por su tamaño, calidad de sus hojas y encuadernación. Muchos librófilos han rastreado, infructuosamente, su continuación o segunda parte. Tapa: blanca. Contiene en el centro, esférica, la reproducción de una obra firmada por Zigmunt Kowalski donde relucen unos jacintos en un ambiente verdoso. El epígrafe del libro es una hipálage que dice: “Un pájaro lleno de árboles”
La definición de hipálage se encuentra fácilmente leyendo el libro o leyendo a Pizarnik, y a poetas surrealistas. Antes de comenzar, a modo de aclaración sobre la verdadera dimensión y extensión de la obra, dice que esta es una edición abreviada.
Recomendación: “leer con determinada música de fondo”
Decepción para los curiosos: No hay foto del autor en la solapa. Está verdaderamente ausente. Como máximos datos personales encontramos, en la contratapa, una biomicro del seudónimo. Nació en Buenos Aires en 1929, en 1960 vino a “las comarcas zoovegetales de Misiones. La antropometría regional lo fascina”
Dicen que tiene un programa de radio, pero algunos lo desmienten y otros lectores prefieren no indagar demasiado sobre la existencia cotidiana del autor, para no estorbar su método creativo, y seguir leyendo uno de los mejores libros de poesía que circulan por la ciudad de Posadas. Por lo pronto hay un poema que no hay que saltearse menos que los demás. Se llama “A Salvador Lentini Fraga” ¿A quién hace acordar? ¿Qué estilo tiene? ¿Nicanor Parra visitó Misiones? Lo seguro es que confirma la existencia de poetas misioneros con todo ese bagaje e irreverencia para hacer literatura.
En una de las primeras páginas del libro dice que está prohibida su reproducción. Así que se desvanece la idea de transcribirlo textualmente y dejar lo ambages, elogios, excesos y variaciones. Solo podemos agregar que dice cosas como “Culturalmente la región es inconcebible sin el guaraní. Esta Logía es un latín indoamericano”
La seudonimia es una licencia que no perjudica esta obra sino que es coherente al contenido; y agudiza el “pinchazo a la médula” que provoca esta lectura.
Antes del final incluye un capítulo que se llama “Acotaciones a discreción” que bien podría parecer un diccionario pero no es sólo eso, aunque contenga definiciones como la que explica que el Exoceto es un pez volador.
Lo único que se puede adelantar es que no deja ser este libro, de alguna manera, un panfleto en defensa de la fauna regional. A partir de la lectura de la parte acaso más profunda de este anexo entendemos la importancia el oso hormiguero, el yacaré, y Le pirá cambú para contener todo tipo de plaga acechante. Sin embargo, paradójicamente, son especies como el oso hormiguero las acechadas.
Pocos saben que tras el seudónimo se hallaba Rodolfo Vicente Robertson Stoof, más conocido como “El viejito del Sinte” que falleció en Posadas en 2015. Músico, escritor, poeta y conductor de radio. Entremezclaba música electrónica, alguna hecha por él mismo, con relatos, poemas, frases, lecturas, que iba haciendo en vivo sobre las mismas mezclas, con un estilo muy surrealista y original. Consideraba que “la poesía moderna encaja perfectamente en la música electrónica”.
Por Santiago Morales
