La posadeña Josefina Escalada está exponiendo pinturas en el Multiespacio Korova que se encuentra en la esquina de Paraguay y Gurruchaga, en el barrio de Palermo donde Borges imagina la fundación mítica de Buenos Aires. Presentó “Autorretrato” que define como “una obra que materializa sobre tres piezas una sugerencia acerca del pensar y el sentir propio”. Las tres piezas que abarcan la obra son -un lienzo, -un cuaderno, y -una placa entelada.

Miércoles 30 de agosto de 2023. La posadeña Josefina Escalada está exponiendo pinturas en Buenos Aires. Fue invitada por los curadores del Multiespacio Korova después de haber descubierto sus dibujos realizados como extensión del mundo de formas, espacios, contenidos y colores del que se va apropiando desde la matriz de arquitecta.
Con esa formación académica se aventura en la plástica y en esta su primera exposición pública, que es colectiva, se presentó a sí misma en Autorretrato. Sin embargo, su ensayo no es una simple interpretación de lo que le devuelve el espejo. Lejos de Narciso, su obra clama por la mirada del otro. Es mucho más de lo que exhibe. Allí están sus palabras “Autorretrato es una obra que materializa sobre tres piezas una sugerencia acerca del pensar y el sentir propio”.
Las tres piezas que abarcan la obra son un lienzo, -un cuaderno, y -una placa entelada, tal como se muestra en las imágenes:

Autorretrato por Josefina
La autora acompaña la exhibición con el siguiente texto:
“Autorretrato es una obra que materializa sobre tres piezas una sugerencia acerca del pensar y el sentir propio. Estas piezas interactúan constantemente siendo una extensión ideográfica que da muestra de un ciclo que termina con una vuelta sobre sí mismo, retorno cargado de afectividad y quizás dramas.
Las tres piezas que abarcan la obra son -un lienzo, -un cuaderno, y -una placa entelada.
La primera pieza presume de ser un cuerpo mental con una estructura menos consistente, como una sustancia nebulosa que pierde progresivamente la pigmentación y los contornos con el fin de expresar los cambios constantes que sufrimos en función de las emociones.
La acción de difuminar da muestra de lo irrevocable, de aquello que el destino ha cumplido agotando sus posibilidades.
Luego, bajo el intento de alcanzar alguna justificación, el cuaderno capta detalles que señalan sucesos y sensaciones propios de la incomodidad. Las palabras y el repaso de los hechos son sólo una de las vías de observación de las que no sabemos si por ellas huye o emerge, eventualmente, la luz. Aunque tal vez esa difícil elección se vea entorpecida por un toque de determinismo.
Manifestar. Procede de mano, como si esta fuera a la acción lo que el pensamiento al cerebro.
Gracias a la mano el ser humano se afirmará de manera más o menos explícita, pasando de un tiempo que lo ha hecho a un tiempo que él puede hacer. Cuando el hombre toca con su mano está intentando emigrar fuera de su corporeidad para ir al encuentro del otro pero se encuentra sin cesar remitido a su propio yo. La mano tiene asignado el sentido del tacto y en su ámbito de acción entre los polos de separación y contacto puede encontrar constantemente su máxima expresión”. Y firma Josefina Escalada. Jjosefinaes_

En la esquina mítica de Borges
En el bar de Burgess y Kubrick
La trilogía de Josefina articula así la mirada, el tacto y la palabra en función de las emociones, la acción y la luz del entendimiento.
Pero no cualquier mirada. La acción de difumar en la primera pieza, va ocultando en las sombras el ojo derecho. Su pintura no nos mira a los ojos como quien mira a la cara. Nos obliga a ver el ojo izquierdo. Como si nos estuviera diciendo que hay dos maneras de mirar el rostro de otro. Una es mirar los ojos como parte del rostro, la otra es mirar los ojos como si fueran el rostro. Desde el Ra de los egipcios, el Shiva del budismo, el triángulo de los illuminati, los ojos y la mirada su hicieron mitos.
Si para el Antiguo Testamento el ojo derecho representa la providencia y la luz de la razón, si el ojo derecho todo lo ve, el ojo izquierdo diferencia el ver de ser visto. El rostro del alma –como dice el proverbio- se muestra en el ojo izquierdo. Es el que muestra para ser mirado.
¿Y qué otra intención puede tener una exposición?
Josefina entonces se muestra. Y como lo dice en sus palabras, lo hace en un contexto.
Y es donde emerge lo mágico de la muestra del colectivo en el Multicultural Korova.
Korova remite al escritor Burgess que escribió y a Stanley Kubrick que llevó al cine La Naranja Mecánica. Korova era el bar donde concurrían los jóvenes rebeldes protagonistas de la historia. En ruso Korova es vaca. El bar sólo servía leche, pero eso sí, con el agregado de mescalinas sintéticas. Leche con drogas alucinógenas.
En el Korova porteño se vende alcohol y se come pizza. Es otra cosa. El Multiespacio es un lugar destinado al arte, donde conviven un teatro, una galería de arte, un bar con música en vivo, una escuela.
Y es Korova como una metáfora de rebeldía ya que sobre todo es un nuevo espacio para aquellos que no siempre encuentran uno. Socializa. Canaliza pensamientos alternativos, si no contraculturales, al menos, de producciones originales, lejos de las enajenaciones de las corrientes dominantes que aprisionan en una moda los pensamientos.
Si Korova y su reminiscencia rescata la rebelión de los olvidados, lo diferente y lo nuevo, el lugar donde se encuentra rescata la tradición y la identidad borgiana de un barrio con historia. Se encuentra en Paraguay y Gurruchaga, límites de la manzana porteña en la que Jorge Luis Borges imaginó la fundación mítica de Buenos Aires.
Es el contexto que, como afirma Josefina con un toque de determinismo: “da muestra de lo irrevocable, de aquello que el destino ha cumplido agotando sus posibilidades.