La escritora misionera Marina Closs, licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires y preparando un doctorado en literatura alemana, analizó con Misiones Plural el impacto de las medidas gubernamentales en Argentina.
Por Santiago Morales
Viernes 9 de febrero de 2024. La escritora misionera Marina Closs reconoce que su situación puede ser mejor que la de otros pero aún así destaca el impacto emocional y económico que tienen las políticas del gobierno libertario de Javier Milei, sobre todo en la comunidad científica. La escritora, galardonada con premios como el del Fondo Nacional de las Artes en Argentina y el Premio Angélica Gorodischer, revela que, como becaria del Conicet, la incertidumbre y la inestabilidad marcaron su experiencia. «Ya no es solo angustia, es como una peste», define.
La tesis de grado de Closs gira en torno a la reinterpretación de la realidad por parte de un autor romántico alemán del siglo XVIII. Su enfoque radica en cómo este escritor intentó plasmar una visión peculiar de la existencia humana en un género literario convencional de la época.
Además de su labor académica, Closs se encuentra inmersa en la creación literaria, con proyectos como su próximo libro, que quizás se titule «Casa de Agua». Su conexión con su tierra natal, Misiones, se evidencia en su obra, influenciada por la nostalgia y la observación detallada de su entorno.
Surge, como parte de la entrevista, su experiencia al conocer al maestro Ramón Ayala, así como su proceso creativo y la recepción de sus obras, destacando el impacto de su trabajo en lectores de diferentes generaciones.
En cuanto a la distribución de sus libros, si bien cuenta con el respaldo de editoriales y agencias literarias, su madre desempeña un papel crucial en la promoción y distribución de sus obras en Misiones.
Finalmente, en un tono más ligero, Closs comparte sus recomendaciones de lectura, incluyendo obras como «Le Pirá Cambú o El Comedor de Jacintos» de Waldemar Ye Urunday de los Exocetos, y revela sus hábitos de lectura, que parecen estar desconectados de las estaciones del año.
Closs, hoy residente en Chile, publicó los libros Tres truenos (Premio del Fondo Nacional de las Artes en Argentina); Álvar Núñez: trabajos de sed y de hambre (Premio Angélica Gorodischer); Monchi Mesa; Tascá Skromeda y La despoblación. Fue finalista del Premio Finestres por la edición española de Tres truenos y del Premio Ribera del Duero por Pombero.
-¿Cómo afecta en tu vida las medidas de un presidente como Milei? ¿Cómo ves la perspectiva argentina?
-Y es semana a semana; uno se va enterando. Yo era al principio una combinación bastante extraña de pesimista no alarmista que no le caía bien a nadie, ahora creo que ya quedé pesimista nomás. Sobre todo, me afecta como persona involucrada en Conicet. Yo solo soy becaria y ya estoy terminando mi tesis, entonces tampoco soy el mejor ejemplo de lo que está pasando, me afecta menos que a otras personas que confían hace un montón en esa estructura, Conicet es su casa, un proyecto en común y a largo plazo. Anímicamente, económicamente, yo creo que ya se volvió un poco redundante hablar de angustia, habría que inventar una nueva palabra, es como una peste. Por otra parte, confieso que yo siempre me fijo más en los detalles, entonces analizar el futuro del país, ejem, paso. Ojalá no sea tan feo como uno se lo imagina.
¿De qué se trata la tesis del posgrado que estás haciendo?
-De cómo un autor romántico alemán de fines del siglo XVIII trató de escribir una novela (el género más cotidiano y realista que pueda concebirse), pensando que la realidad era una sucesión de mundos y planos en los que las mismas personas una y otra vez se reencontraban, se reconocían y se separaban, sin entender muy bien por qué ni para qué. Es decir, de cómo este escritor trató de meter en un género literario del siglo XVIII una cosmovisión bastante extraña y novedosa para la literatura europea, incluso hasta ahora.
-¿Qué estás escribiendo?
-Muchas cosas a la vez, ahora mismo, arreglando un libro que ojalá salga este año. Creo que se va a llamar “Casa de agua”.
-¿Qué hacés cada vez que volvés a Misiones; qué observás?
-Cada vez es distinto. En general, creo que sufro con los cambios. Soy muy nostálgica, como una especie de ancianita. Al mismo tiempo, siento que uno se desvincula un poco de todo con los cambios, se siente cada vez más extraño, como de una tierra que nunca existió. Me produce bastante impotencia cada vez que vuelvo a la provincia, jaja. Siempre observo o me cuentan alguna cosa que me da dolor de panza para el resto de mi estadía. Debe ser porque me fijo demasiado en los detalles.
-¿Cómo fue la experiencia, hace algunos años antes de publicar tus libros, conocer a Ramón Ayala para escribir una crónica?
-Le hice dos visitas. Una fue horrible, me hizo darle un beso cual señorita vestida de paisana. Pero se lo perdono todo. Era una fuerza de la naturaleza.
-¿Sos como Ramón, que por más lejos que estuviera escribía sobre las cosas de acá? Con esa especie de condición de distancia para el paisaje.
-No sé; yo nunca me propuse escribir sobre Misiones y un día comenzó. Y comenzó con la distancia. Es raro, yo nunca sentí que estuviera ocupando el lugar que yo quería, cuando vuelvo me pasa un poco eso, que no quiero ser yo. Cuando me voy, igual, siempre pienso que me estoy perdiendo de algo, como que mi vida real está sucediendo en otro lugar. Quiero decir, para mí es el lugar más importante del mundo, nunca logré recuperarme de eso.
-Otra vez nació un librito. ¿Cómo fue la concepción de Cosito? (hablando de su último libro editado por Ediciones de la Biblioteca Nacional, cuando era dirigida por Juan Sasturain, e ilustrado por Cecilia Codoni).
-Fue repentina, casi soñada. En verdad, más bien fue una cosa que pensé despierta, entre un sueño y otro. Un día la gente de la Biblioteca Nacional me propuso escribir algo para niños. No llegué a decir que no (porque fue por mail) y, esa misma noche, me desvelé varias veces y anoté las partes principales de dos poemas. Después escribí varios más, me volví medio adicta al género. No sé si son para niños. O son para niños porque yo los escribí pensando en niños, pero no sé si a los niños les gustan. No soy ninguna profesional.
-¿Cuál fue el libro que más devolución en elogios te trajo o el de mejor recepción?
-¿Supongo que Tres truenos? Después, yo creo que cuenta como muy halagadora una conversación que tuve con un grupo de estudiantes de un profesorado de letras en mi pueblo. Yo no tenía ni idea de qué me esperaba y resulta que dos chicas se habían leído Monchi Mesa en un día y medio y se mandaban mensajes entre ellas diciéndose “¿Llegaste al segundo capítulo?” “¿Leíste la parte tal?” Todo en un estado de frenesí que me impactó. Yo nunca pensé que mis libros se pudieran leer con ese nivel de interés y escándalo. Me encantó todo eso.
-¿Quién se encarga de la distribución de tus libros, cada editorial que te publica? ¿Tenés agente literario? ¿Vos misma?
-Ja… ahí, en Misiones, mi mamá va a Tras los Pasos, deja ejemplares (y después los va a cobrar, como un año después). Ella se autodesignó esa especie de misión en la provincia. El año pasado, Pombero fue mandado directamente por la editorial y mi mamá me mandó un mensaje que decía así: “Avisá que llegó Pombero a Tras los Pasos. Hay cuatro ejemplares, pero yo compré uno y papi compró dos, así que todavía queda uno igual». Claro, como no los fue a dejar mi mamá, inmediatamente subieron las ventas. Hablando en serio, en general, es cosa exclusiva de las editoriales y las librerías (yo puedo mandar un mail a un editor, pero es como un teléfono descompuesto, lo mejor es que se comuniquen entre ellos). Y ahora estoy en una agencia también.
-¿Cuál fue el libro más divertido que leíste últimamente?
-Ya sé, fue ese librazo de poemas Le Pirá Cambú o El comedor de jacintos, de Waldemar Ye Urunday de los Exocetos, un libro que me regalaron hace poco. Perdón si cambié el orden de sus nombres. ¡Qué libro! Me resulta muy difícil imaginarme al poeta. Y encima no hay ningún material para imaginarse nada (o nada más que tenía un programa de radio y recitaba con fondo de sintetizador). Pienso que habrá sido como una especie de Francisco Madariaga lleno de piques. Qué tipo impactante. Es muy raro lo que hace. Da gracia, también en el sentido de felicidad y alegría.
-¿Qué estás leyendo? ¿Existen lecturas de verano?
-No sé, yo vivo en un estado medio indiferenciado, como una vida paralela entre leer y sentir las diferentes temperaturas. No se relacionan de ninguna manera. Ahora terminé los cuentos completos de Mario de Andrade. Máxima joya.
