El cierre de Télam tiene repercusiones profundas y preocupantes. En una era dominada por la inmediatez y las operetas, la falta de una agencia estatal que actúe como contrapeso y filtro puede llevar a situaciones de desinformación, como la falsa muerte de Chomsky.

Miércoles 26 de junio de 2024. La semana pasada, los medios de comunicación de todo el mundo se hicieron eco de una noticia falsa que anunciaba la muerte del renombrado lingüista y filósofo Noam Chomsky. También los medios reconocidos de la Argentina replicaron la información sin corroborar su veracidad. Pocas después, desmintieron la noticia y se disparó el caos.
¿Murió o no murió? Dónde, con quién, cómo corroboramos.
Este incidente se produce en un contexto en el que la agencia estatal de noticias Télam, el tradicional bastión del periodismo responsable en Argentina, está cancelada por el gobierno del ultraderechista Javier Milei, dejando al periodismo en medio de un vacío significativo y todavía no dimensionado. O que empezamos a dimensionar con esta noticia falsa a través de medios, redes sociales y periodistas desinformados…
La agencia Télam es muy importante para el periodismo argentino. La fundó Perón en 1945 pero después, sin importar qué gobierno democrático transcurrió, se destacó siempre por su compromiso con la veracidad y la integridad periodística, ofreciendo una fuente confiable de información tanto para medios nacionales como internacionales. La importancia de Télam radica no solo en su capacidad de distribuir noticias, sino en su rol como garante de la verificación de la información antes de su difusión, con todos los Gobiernos.
El cierre de Télam tiene repercusiones profundas y preocupantes. En una era dominada por la inmediatez y las operetas, la falta de una agencia estatal que actúe como contrapeso y filtro puede llevar a situaciones de desinformación, como la falsa muerte de Chomsky.
Los medios, en su afán de no quedar rezagados, a menudo priorizan la rapidez sobre la precisión: la falsa muerte de Chomsky evidencia los peligros que representa la ausencia de una agencia como Télam. En un mundo inundado de información, donde las redes sociales y los medios digitales amplifican noticias a una velocidad sin precedentes, el papel de entidades dedicadas a la verificación es más crítico que nunca.
Los medios provinciales dependíamos de Télam para confirmar noticias, sabiendo que no publicaría sin corroborar la información. Ahora estamos a merced de los medios nacionales. Esto nos deja vulnerables a replicar los intereses y las intenciones de medios de izquierda o derecha, en lugar de basarnos en hechos comprobados. Ahora replicamos sus intereses y las noticias que ellos deciden difundir.
De todas maneras, la propagación de noticias falsas no es solo un problema de los medios, sino un fenómeno que afecta a toda la sociedad. Las noticias no verificadas pueden influir en la opinión pública, generar pánico innecesario, y en casos extremos, provocar consecuencias políticas y sociales significativas. La responsabilidad de los medios en este contexto es mayúscula, y la existencia de agencias informativas es trascendental.
El gobierno de Milei justificó el cierre de Télam bajo el argumento de la reducción de gastos. Sin embargo, esta medida tiene efectos colaterales que van más allá de lo económico. La pérdida de una institución que, independientemente de las inclinaciones políticas de turno, siempre fueron un referente en el periodismo argentino, deja un vacío que no puede ser llenado fácilmente por medios privados, que también enfrentan sus propios desafíos en términos de recursos y credibilidad. Pero el periodismo responsable y de calidad es fundamental para la democracia.
El episodio de la falsa muerte de Noam Chomsky es un llamado de atención tanto para los medios de comunicación como para los responsables de las políticas públicas.
La integridad del periodismo no puede ser sacrificada en el altar de la inmediatez o de intereses políticos coyunturales. Tampoco de una crisis económica y mucho menos del capricho de un gobernante.
Necesitamos a Télam.
Que el ejemplo de matar a Chomsky no dé lugar a otros ejemplos más.