Con Nicanor y los Espíritus, el tercer libro de Jerónimo Lagier, hay un retrato de la misioneridad del campo en clave de ficción, con inspiraciones en la vida cotidiana. A través de esta obra el autor ofrece a través de su nuevo libro una ventana a la Misiones profunda, una tierra rica en historias, cultura y humanidad. Su narrativa no solo entretiene, sino que también educa y reconcilia, logrando que el lector se reencuentre con su propia tierra.
Domingo 14 de julio de 2024. El nuevo libro de Jerónimo Lagier, el tercero, es una mezcla de experiencias personales, anécdotas y vivencias que está vigente en la tradición oral misionera. Es un compendio de historias que representan la esencia de Misiones, una provincia rica en diversidad cultural y patrimonial, con pinceladas del legado familiar y cultural de los descendientes de inmigrantes que hicieron suya esta tierra.
Jerónimo Lagier se crió en Candelaria y pasó sus veranos en Santo Pipó; es la cuarta generación de productores agropecuarios y su paso por la ciudad y la chacra fue, como a muchos, una fuente inagotable de inspiración. «Me crié en el mismo ambiente donde se crió mi papá, donde se crió mi abuelo y donde aterrizó el bisabuelo. Eso va generando un legado y una acumulación de historias que es lindo dejarlas escritas, volcarlas», expresa, en el marco de la entrevista por el libro Nicanor y los Espíritus, una obra que navega sobre leyes y costumbrismo con impronta misionera.
La herencia familiar y cultural es palpable en su narrativa. Lagier heredó, dice, la capacidad de hacer hablar hasta a los objetos inanimados, una habilidad que le permite captar y conservar historias ajenas que luego se transforman en material literario. «Cuando el cuento es bueno y cuenta una buena anécdota o enseña algo, ponerlo dentro de una novela y de una historia más larga me hace sentir más cómodo, me gusta más», comenta.
Lagier describe a Misiones, la tierra colorada, como una provincia con una riqueza cultural única. «Somos una provincia muy particular. Las distintas corrientes migratorias y la influencia paraguaya sobre el Paraná y la brasileña sobre el Uruguay, van marcando cosas absolutamente diferentes». Este crisol cultural y la particularidad de esta región son elementos recurrentes en su obra, donde destaca cómo las distintas raíces y vivencias en Misiones generan interpretaciones diversas ante situaciones similares, reflejando la complejidad y la riqueza de la vida en esta provincia.
Ficción y realidades
La ficción de Lagier está profundamente arraigada en la realidad. Sus historias, aunque transformadas y exageradas, están basadas en vivencias reales. «A veces la realidad supera la ficción. Entonces no hay mucho inventado; hay transformado, agrandado, exagerado, pero son historias reales las que van alimentando eso», explica.
Uno de los aspectos más interesantes de su obra es cómo logra reconciliar al lector con su tierra. «Me gustó mucho lo que dijo una amiga cuando le mandé la novela para que me la critique, que está viviendo fuera de Misiones desde hace unos años: ‘Me reconcilió con mi tierra'», relata Lagier que tuvo como respuesta. Este es uno de los objetivos principales de su escritura: transmitir la esencia de Misiones y enseñar algo a través de sus historias.
El libro Nicanor y los Espíritus es una obra que merece el destaque al rescatar la impronta misionera de la vida de campo y las relaciones entre los peones y los patrones. El personaje principal, un antihéroe, refleja las complejidades y las contradicciones de estas relaciones. «El libro habla de la vida de campo con el personal, para mí es un antihéroe porque es un canalla, pero adoptás al personaje. Son pinceladas de pueblo en una época que no está precisada», dice Lagier.
A través de su narrativa, Lagier no solo rescata la historia misionera, sino que también ofrece una crítica balanceada tanto a los patrones como a los paisanos, evitando demonizar a uno u otro. «Esa grieta no es tal, es inventada si querés. Hay un terreno de entendimiento común, está potenciado a veces por un proceso, sobre todo cuando hay una colaboración», afirma.
En cuanto a la escritura para Jerónimo, que es básicamente un lector y un productor del agro, es un ejercicio que requiere tiempo e inspiración. A lo largo de los años acumuló historias y anécdotas en libretas, listo para cuando surgen. «La inspiración es bastante esquiva y no es que tengo 15 minutos y me pongo a escribir. Además, en un proceso de tantos años había que volver a releer todo para volver a meterte en el personaje y todo ese tipo de cosas, pero la escritura es un ejercicio maravilloso, me gusta mucho», expresa.
Antes publicó La aventura de la Yerba Mate y El Asunto Belarmino, ambos agotados pero con planes de reimpresión. Su pasión por rescatar y documentar la misioneridad continúa siendo un motor fundamental en su obra. «Hay por ahí poco escrito de Misiones por misioneros. Igualmente a veces uno gana mucho viendo las cosas de afuera, que venga a escribir otro por ahí sobre nosotros, uno dice ‘Mirá, esto se me había pasado por alto'», reflexiona.
Jerónimo Lagier en Plural TV

-¿Qué hay en tu nuevo libro?
-Hay experiencias, anécdotas y vivencias, algunas de tradición oral. Hay historias bien nuestras, pinceladas de Misiones profunda que uno va tomando primero como cuentos y después, cuando logra encarrilar con una historia, las va volcando ahí. Y la verdad es que estoy muy contento con el resultado.
-¿Te criaste en el interior, viviste en el interior?
-Me crié en Candelaria y los veranos íbamos a pasar al galpón con el personal a Santo Pipó. Soy cuarta generación de productor agropecuario, así que uno viene arrastrando también un montón de cosas, en el mismo ambiente donde se crió papá, donde se crió mi abuelo y donde aterrizó el bisabuelo. Eso va generando un legado y una acumulación de historias que es lindo dejarlas escritas, volcarlas.
-¿Historias, vivencias, pinceladas, expresiones, experiencias?
-Sin dudar. Yo heredé del abuelo la capacidad de hacer hablar hasta un poste (risas). Entonces uno se impregna de cosas ajenas también y las va guardando, ya te digo, como cuentos y después lo va hilando dentro de las novelas porque no me gusta publicar cuentos, tengo pocos publicados, muchos escritos. Cuando el cuento es bueno y cuenta una buena anécdota o enseña algo, enseña cómo se hacía algo, cómo se hacían las cosas, ponerlo dentro de una novela y de una historia más larga me hace sentir más cómodo, me gusta más.
-Te invitaba porque después de leer el libro rescato muchas vivencias particulares también. Yo me crié en Puerto Rico, Garuhapé Mí, en muchos entornos que describís en el libro. Y ya después, como periodista, uno va recorriendo la provincia y se va encontrando con situaciones que, si bien no son las que están en el libro, son de alguna manera las que están allí.
-Sin duda. Es muy gracioso porque el nudo de la historia, si querés, es esa famosa fosa abierta, y cuando escribo los primeros capítulos y se los mando a mi compadre, fue la época en que creo que Ernesto Azarkevich publica en Clarín la historia de la señora que iba a vivir adentro del mausoleo en el cementerio de 2 de Mayo, y dice “qué difícil es hacer ficción en Misiones” (risas). Y a veces la realidad supera la ficción. Entonces no hay mucho inventado, hay transformado, agrandado, exagerado, pero son historias reales las que van alimentando eso, no necesariamente del mismo personaje o esas cuestiones, pero queda bien cuando uno lo va metiendo dentro de una historia.
-Dejemos un ratito el libro de lado, sin dejar el libro, porque lo que vamos a charlar está plasmado allí. Me interesa tu vivencia, tu particularidad dentro de esa Misiones profunda. ¿Te marca?
-Por supuesto. La Tierra Colorada tiñe adentro, tiñe muy fuerte. Somos una provincia muy particular, ya empieza a amalgamar un poco más, a uniformarse si querés, un poco más, pero las distintas corrientes inmigratorias, la influencia paraguaya sobre el Paraná, la brasileña sobre el Uruguay, van marcando cosas absolutamente diferentes, sobre todo en las primeras generaciones e incluso en aquellas colonias que fueron puntualmente de alguna nacionalidad. Uno empieza a ver cosas distintas y que tarda dos o tres generaciones en “cuajar”, por decirlo así. Además, tenés una diferencia muy grande de 30 a 40 años de lo que fue el Far West del Paraná con el Far West del Uruguay, que es mucho más fresco, que tardó mucho más. Entonces, uno charla con la gente que conoce, tengo la bendición de poder recorrer toda la provincia por distintas cosas, de conocer mucha gente y ya te digo, de ponerse a charlar y compartir y es muy sorprendente nuestra realidad y nuestras vivencias. Creo que Horacio Quiroga decía que cualquier vida al norte de Posadas en aquella época tenía historias de pasión, de esfuerzo o de sangre que valían un libro. Cualquier persona que viviera en ese contexto en aquella época tenía algo que contarte que valía un libro o un cuento.
-¿En aquella época?
-(Risas) Se ha extendido bastante, eso sigue vigente…
-La verdad que meterse un poquito en los caminos de tierra es encontrar hoy parte de lo que vas describiendo.
-Absolutamente. Y uno se sorprende siempre, porque tenés paralelismos muy marcados y formas de vida muy diferentes, vivencias muy diferentes, y ante la misma situación, interpretaciones totalmente diferentes. Eso es muy particular de nuestra tierra, de las distintas raíces que tiene, del crisol que es Misiones.
-¿En qué momento uno empieza a separar la experiencia personal de vivir en Misiones al observarla desde afuera, como para poder interpretar: esto es una novela, esto es un cuento?
-Me gustó mucho lo que dijo una amiga cuando le mandé la novela para que me la critique, que está viviendo fuera de Misiones desde hace unos años: «Me reconcilió con mi tierra». Porque igual que muchos inmigrantes, a veces cuando uno se va de Misiones, como que hace cierto corte para no sufrir tanto. Y cuando te sopapea de vuelta nuestra realidad, nuestras cosas pintorescas, nuestra Tierra Colorada pura, tiene que ser una linda emoción y es lo uno que trata de transmitir. Además, soy muy lector desde muy chiquito y me gustan mucho los libros que enseñan algo, que leyendo una historia que no pasa por ahí, te enseña cómo se hacía algo. Y trato de volcar eso en mis libros.
-¿Qué querías lograr con el libro y qué crees que lograste?
-Es temprano para decir qué creo haber logrado. Me gusta mucho escribir desde hace muchísimo tiempo, desde chico, para lo cual uno tiene que tener historias que contar. Entonces en la vida, ir recolectando esas historias, ir viviendo, ir experimentando es muy interesante. Simplemente lo que tenía ganas de hacer es contar cosas en forma de novela, que es el género que me gusta, y me parece que el resultado está en el lector. No tengo nada que decir en ese sentido.
-Te hago esa pregunta porque después de leer observo que hay una crítica al patrón rubio y hay un rescate de las bondades del patrón rubio; y hay una crítica al comportamiento del paisano y a la vez hay un rescate del comportamiento del paisano. Por lo general, las novelas o los libros se suelen escribir solamente desde un lado, rescatando un sector y demonizando o mandando al frente al otro. Y acá veo que hay en todo momento, a través de los personajes, hacés un rescate de los dos lados. Esa grieta profunda que tenemos…
-Es que para mí en parte la grieta no es tal. El ser humano tiene las mismas pasiones, los mismos miedos, las mismas traiciones. Es lo mismo, sea del color que sea. En ese sentido creo que está dentro, tanto los vicios como las virtudes son parte esencial del ser humano. Y esa grieta no es tal, es inventada si querés. Hay un terreno de entendimiento común, está potenciado a veces por un proceso, sobre todo cuando hay una colaboración. Hay un proceso cooperativo, los dos nos necesitamos y llevamos lo mejor posible la vida. Y siempre tenés esas mixturas y siempre tenés esos compromisos y esas lealtades dobles, recíprocas, que son muy humanas también, sobre todo cuando tenés gente que ha sufrido junta. La vida no era fácil, no era tan fácil como ahora, que no es fácil tampoco, pero quizás tenés otras comodidades y otros desafíos. Hay una esencia humana en eso. En una de las ediciones que leí del «Nombre de la Rosa» de Humberto Eco, que venía con las apostillas -el libro es uno de los tres mejores que he leído en mi vida, me encanta- él contaba que el proyecto original, en vez de ser un manuscrito de Aristóteles en el bajo medioevo europeo, era el Manifiesto Comunista en un convento durante la Segunda Guerra Mundial en Italia. Entonces, vos ves cómo el tipo pasó totalmente el escenario siendo la historia la misma, porque las pasiones son las mismas, las virtudes, los miedos. Entonces la historia la hacés a caballo, en bicicleta o en auto, depende de la época, pero la esencia del ser humano es la misma, un poco más civilizado filosóficamente, ya lo aberrante es aberrante, cuando antes por ahí se naturalizan algunas cuestiones, pero en realidad, a esa historia podés trazarla en escenarios diferentes y en cuestiones diferentes, es la maleabilidad que tiene la literatura.
-¿Hay historias reales en tu libro?
-Sí, por supuesto. No voy a decir cuáles (risas).
-Es un cuento con pinceladas reales…
-Claro, porque uno toma el cuento transmitido por alguien, lo exagera, lo lleva, lo trae, lo moldea y lo instala dentro de una novela que por ahí, en un cuento de diez páginas, para mí no tiene el mismo sabor, no tiene el mismo color. Pues algo que empieza y termina acá, en vez de ser una historia más larga, como son las novelas.
-Yo insisto: queríamos invitarte a hablar del libro, no por el libro en sí mismo, sino por el rescate que hacés de esa historia tan nuestra, tan misionera, parte de nuestra idiosincrasia profunda con esa amalgama de todas las corrientes migratorias que terminamos conviviendo en esto, en Misiones, para hacer una provincia con una particularidad.
-Sí, yo marco rasgos muy distintos, dependiendo de la herencia y de la zona, no necesariamente en esta novela, pero sí somos muy pintorescos. Misiones, más allá de lo bella en paisaje y todo lo demás, tiene una riqueza humana y una riqueza de historia, que en mi opinión falta rescatar un montón de cuestiones de la historia de Misiones, que da gusto seguir escribiendo.
-¿De qué habla el libro?
-El libro habla de la vida de campo con el personal, para mí es un antihéroe porque es un canalla, pero adoptás al personaje. Son pinceladas de pueblo en una época que no está precisada, por ahí podés entender por los modelos de autos y ese tipo de cosas, pero habla de la vida de campo y de las relaciones entre la peonada y los patrones; cómo se comportan las familias, cómo una estupidez puede llegar a generar un problema mayor cuando la vida debería ser mucho más sencilla. Hay muchos personajes de la vida real, conocidos por mí o por mi familia, y otros personajes transmitidos por otra gente. Me hubiera gustado desarrollarlos más, pero en algún momento hay que terminar el libro porque tengo poco tiempo para escribir. Creo que lo empecé en 2013, pero costó mucho.
-¿Te lo machetearon mucho? (Risas)
-(Risas) Lo amputaron bastante, era más grande, pero cuesta encontrar el momento y la inspiración es esquiva. A veces pasás 15 horas frente a la computadora y no sacás dos páginas buenas, y a veces en una hora escribís 20 imperdibles para mí, igualmente no es el autor el que juzga. Así que la inspiración es bastante esquiva y no es que tengo 15 minutos y me pongo a escribir. Además en un proceso de tantos años había que volver a releer todo para volver a meterte en el personaje y todo ese tipo de cosas, pero la escritura es un ejercicio maravilloso, me gusta mucho.
-¿Cómo escribís, en algún horario, en algún lugar?
-No, es variable. El machete está. Para el próximo tengo 24 páginas de machetes, pero sí, la libretita en el bolsillo y el lápiz. La idea viene, cae como un rayo y la tenés que anotar porque además, me la olvido. Uno lleva una vida bastante entretenida y dispersa como para llevar esas cosas en la cabeza. Entonces sí, escribo todo. Tengo cuatro libretitas escritas, más cuadernitos y todo con anécdotas o ideas. La otra noche me estaba durmiendo y se me ocurrió cómo resolver una cuestión, te levantás a escribirla, o te mandás automensajes en el celular para no perder ese hilo.
-Gerónimo, sos básicamente productor, pero ¿sos escritor también?
-Sí, soy escritor también. Soy poco publicador, pero bastante escritor. Me gusta mucho.
-Es el tercer libro de todas maneras…
-Sí, La aventura de la Yerba Mate salió en 2008, tiene dos ediciones en castellano, está agotado, tiene preparada una tercera, pero es muy onerosa la impresión. El Asunto Belarmino, que debería haberlo reimpreso, se agotó en 2015 creo, pero me había prometido que hasta no publicar este no volvía a hacer una reimpresión del otro. Así que está en la gatera también.
-¿De qué va el segundo libro?
-El segundo es Misiones en la época de la revuelta anarquista de los años 20, con un personaje central que es raptado y llevado al monte como mensú; formaba parte de la antena anarquista acá. Venía con una misión que era la toma de Encarnación, que después se produjo. Te va a gustar. Ese me ha dado grandes satisfacciones también. Con ese libro gané el premio Arandú de Literatura en 2011.
-¿Siempre con el rescate de nuestra misioneridad?
-Así es. Me encanta. Hay por ahí poco escrito de Misiones por misioneros. Igualmente a veces uno gana mucho viendo las cosas de afuera, que venga a escribir otro por ahí sobre nosotros, uno dice «Mirá, esto se me había pasado por alto» porque uno naturaliza un montón de cosas.
-¿Dónde se puede conseguir el libro?
-Está en Tras los Pasos, en Bookstar y en el Montoya por ahora. Falta tiempo para llevar a más lugares también.
