Política, no deporte. En la antesala del enfrentamiento futbolístico entre Argentina y Francia en los Juegos Olímpicos de París, el deporte se convierte en una metáfora de las tensiones políticas que atraviesan el país. La Vicepresidenta, en un acto de defensa nacionalista, utiliza la rivalidad deportiva para enarbolar un discurso sobre «argentinidad» y desafío a las intervenciones extranjeras. Pero detrás de las declaraciones incendiarias y los cánticos de cancha, resurge el debate sobre la liberación de genocidas y el rol de la nación en un mundo cada vez más globalizado. La identidad nacional y los fantasmas del pasado se entrelazan en un complejo entramado que va más allá del fútbol.

Jueves 1 de Julio de 2024. Un partido de fútbol previsto para mañana en Paris se está viviendo aquí como una cuestión de “argentinidad”. La ampliación del campo de batalla fue una operación política de la Vicepresidenta de la República que no defiende a jugadores de fútbol, ni argentinos ni a hijos de inmigrantes de las colonias francesas, sino que avisa que ninguna intervención extranjera, ni los organismos de derechos humanos van a impedir que siga peleando por la liberación de los genocidas detenidos por el Poder Judicial Argentino.

Yendo por partes:

Los equipos de las federaciones de fútbol de Argentina y Francia se enfrentarán en el marco de las Olimpíadas en el que participan representaciones de 206 países. Aunque hace tiempo dejaron de ser “los juegos olímpicos” entre amateurs, el acontecimiento deportivo mantiene el espíritu de encuentro entre los pueblos. Eso no quita que existan rivalidades históricas derivadas de enfrentamientos geopolíticos e históricos, con triunfos y derrotas cuyos festejos y frustraciones se extienden a toda la sociedad que no integra habitualmente ninguno de los submundos de las disciplinas deportivas.

Y los argentinos sabemos de esto. Alcanza con recordar las movilizaciones de euforia popular después de la consagración del fútbol en campeonatos mundiales.

Sobre fútbol y sociedad se ha escrito bastante y desde abordajes psicosociales hasta filosóficos se encuentran explicaciones de esa relación de “argentinidad” y fútbol.

Como toda identificación identitaria que necesita del contrario para reconocerse, la rivalidad futbolística argentina se espeja tradicionalmente en los brasileños y uruguayos, pero desde el último campeonato mundial y el frustrado paso de la estrella Messi por el Paris Saint Germain, la fantasía identitaria nacional cambió el espejo al rostro que nos devuelve Francia.

La figura del otro, Francia, donde nos miramos para reconocernos como Argentina, ganó en sentido por el choque de estrellas Messi-Mbappe y los cánticos xenóbos y homofóbicos entonados como liturgia por los jugadores argentinos después de consagrarse campeones de América. Sólo ese fenómeno de reconocerse en oposición al Otro justificaba burlarse de los franceses que no participan del torneo de América.

Son archiconocidas las estrofas que divulgó un jugador de apellido Fernández y las publicaciones en X del Presidente, un ministro que tuvo que renunciar y la intervención de Victoria Villarruel que, no casualmente instala en el debate la categoría “argentinidad”. En el contenido del mensaje de la Vice, que se revela minuciosamente pensado, salir a defender el exabrupto acusando a los franceses de colonialistas e hipócritas, forzosamente dio volumen político a las contiendas para que rompan los muros de las canchas de fútbol.

La dimensión que se dio a la rivalidad perforó las subjetividades de la sociedad francesa que desde el inicio de las competencias olímpicas, abuchean nuestro himno y muestran hostilidad contra cualquier deportista argentino.

Argentinidad y dominación

Es el contexto en el que se desarrollará mañana el partido de fútbol entre las federaciones de nuestro país y de Francia.

Después del aleluya xenófobo del vestuario argentino, fue la federación de fútbol de Francia la que hizo una presentación. Nada que ver la Embajada ni la Cancillería. No era para tanto.

Fue Villarruel la que aprovechó la queja para escribir en X: “Argentina es un país soberano y libre. Nunca tuvimos colonias ni ciudadanos de segunda. Nunca le impusimos a nadie nuestra forma de vida. Pero tampoco vamos a tolerar que lo hagan con nosotros. Argentina se hizo con el sudor y el coraje de los indios, los europeos, los criollos y los negros como Remedios del Valle, el Sargento Cabral y Bernardo de Monteagudo. Ningún país colonialista nos va a amedrentar por una canción de cancha ni por decir las verdades que no se quieren admitir. Basta de simular indignación, hipócritas. Enzo yo te banco, Messi gracias por todo! ¡Argentinos siempre con la frente alta! ¡Viva la Argentinidad!”.

Mañana ¿está la “argentinidad” en juego?

Habría que precisar el alcance del término “argentinidad”. Pareciera oponer un pensamiento nacionalista al antinacional y globalista del presidente Javier Milei.

Buscando bibliografía en las redes virtuales descubrimos que el sociólogo Luis García Fanlo, desde hace años, estuvo “enfocado en la construcción de un marco interpretativo que permita un abordaje sobre los modos y formas de ser argentinos -sobre la argentinidad- de un modo diferente al de los enfoques tradicionales fundados en el positivismo, el funcionalismo, y el tradicionalismo esencialista”. Recomendamos “La Argentinidad, un marco interpretativo” en este enlace.

Del trabajo, sin ánimo de desvirtuarlo, rescatamos este párrafo: “… La lógica de la argentinidad no es una racionalidad sino un conjunto heterogéneo de racionalidades en pugna que producen maneras, modos y formas de hacer luchando por imponerse unas a las otras y que como producto de esos enfrentamientos modifican hasta cierto punto las reglas del juego; se modifican las configuraciones estructurales del ser argentino aunque no la estructura que responde al sostenimiento de un determinado orden de las palabras, las imágenes, y las cosas funcional a un estado de dominación.

En este contexto conceptual un orden social o estado de dominación no se define como algo rígido, inflexible, cristalizado, irreversible, sólido, incapaz de tolerar la más mínima variación, sino por el contrario como una lógica de la argentinidad que está en movimiento, que reproduce el orden y la dominación a partir de variaciones, dispersiones, y estados de relaciones de fuerzas que se revierten, se reinventan, dando lugar a que el cambio social se produzca ordenadamente en función de que los sujetos argentinos sean gobernables siempre dentro de los límites de la sociedad burguesa…”

Subraya también Fanlo que “La argentinidad está estructurada como un régimen de verdad (Foucault, 2007: 30-41). La verdad que define quién es argentino, qué es ser argentino, cómo es ser argentino y cómo se puede llegar a serlo, y todos sus contrarios. De modo que existe una verdad del hacer-ser argentino que hace existir lo argentino. La argentinidad como régimen de verdad significa entonces un régimen particular de enunciación y visibilidad propio de lo argentino, y una lógica de la argentinidad que define el modo en que funciona el hacer-ser argentino (García Fanlo, 2009c)”

Pareciera avalarse entonces, desde la academia, la articulación del discurso de la “argentinidad” con el discurso de la dictadura. Videla, en declaraciones a periodistas británicos en 1977 decía: “La Argentina es un país occidental y cristiano, no porque está escrito así en el aeropuerto de Ezeiza; la Argentina es occidental y cristiano porque viene de su historia. Es por defender esa condición como estilo de vida que se planteó esta lucha contra quienes no aceptaron ese sistema de vida y quisieron imponer otro distinto […]. Por el solo hecho de pensar distinto dentro de nuestro estilo de vida nadie es privado de su libertad, pero consideramos que es un delito grave atentar contra el estilo de vida occidental y cristiano queriéndolo cambiar por otro que nos es ajeno…”.

En un recordado discurso en la Universidad del Salvador, el almirante Massera sostuvo que “el alma del hombre se convirtió en un campo de batalla, los valores de la argentinidad están bajo acecho”.

La visita a Ezeiza
Así, es presumible que el mensaje de la Vice denunciando el colonialismo francés, no haya sido motivado por las rencillas entre jugadores de fútbol.
Es inevitable conectar el enojo de Villarruel con la reacción de la embajada francesa, movida por los organismos de derechos humanos de ese país, por la visita de cinco legisladores del oficialismo a la cárcel de Ezeiza donde se reunieron con los genocidas presos que vienen reclamando que Milei cumpla con la promesa de indultarlos.
«Francia no olvida», es el título de una carta abierta publicada por Sophie Thonon-Wesfreid, abogada de las familias de franceses desaparecidos en Chile y Argentina, y Jean-Pierre Lhande, de la organización Franceses Desaparecidos en Argentina.
«Denunciamos la intención de liberar a Alfredo Astiz, responsable de la desaparición de monjas francesas durante la dictadura argentina», advirtieron.
Y es oportuno subrayar que la carta previene sobre las manipulaciones, como la de reducir el conflicto a las diferencias en el fútbol: Dice: «Ni los fastos de los Juegos Olímpicos ni las razones políticas o económicas deben hacernos olvidar la exigencia francesa de justicia».

Villarruel ¿nacionalista?
Puede Villarruel estar expresando la resistencia de las naciones al poder cada vez más influyente de las corporaciones financieras aliadas a los Musk y cía que manejan la virtualidad que se construye en las plataformas digitales.
Es una posibilidad concreta este posicionamiento.
Pero, si Villarruel habla de argentinidad y Milei de un mundo sin Estados ¿es la Vice la nacionalista que se opone desde adentro al anarquismo?
Más preguntas que respuestas.
¿Se puede ser nacionalista y avalar el RIGI?
¿Se puede ser nacionalista y avalar la destrucción del Banco Central y el Estado como regulador?
¿Se puede ser nacionalista y avalar la extranjerización de las tierras en las fronteras?
¿Se puede ser nacionalista y desfinanciar fabricaciones militares y desarmar el plan nuclear?

EV – Misiones Plural