José Ingenieros en El Hombre Mediocre describe a ese sujeto como aquel que se conforma con lo que le dan, que se refugia en la rutina y rehúye el desafío de lo extraordinario. Entiende a la mediocridad como sinónimo de la ausencia de una identidad propia y del miedo a destacarse por encima del rebaño.

Domingo 4 de agosto de 2024. La mediocridad no es un defecto individual, sino una condición social que permea nuestro tiempo y que José Ingenieros ya desenmascaró con lucidez en su obra «El hombre mediocre», publicada en 1913. Más de un siglo después, sus reflexiones resuenan con una vigencia inquietante, revelando la permanencia de las dinámicas que acallan la originalidad y premian la conformidad. Es que en el mundo hay, siempre hubo, estas fuerzas que siguen moldeando nuestras vidas y sociedades.
José Ingenieros despliega una crítica mordaz a la falta de aspiraciones y a la complacencia de vivir dentro de la norma establecida. Describe al hombre mediocre como aquel que se conforma con lo que le dan, que se refugia en la rutina y rehúye el desafío de lo extraordinario. Entiende a la mediocridad como sinónimo de la ausencia de una identidad propia y del miedo a destacarse por encima del rebaño.
La obra parte de la premisa de que los ideales son motores de progreso humano, y en su ausencia, la sociedad se estanca. La mediocridad se convierte entonces en un peligro para la evolución, un lastre que arrastra a las mentes inquietas hacia el pantano de la resignación. El libro llama a la juventud a que despierte del letargo y se atreva a pensar por sí misma, a cultivar sus propios sueños en lugar de aceptar las limitaciones que otros imponen.
Uno de los conceptos clave de Ingenieros es la distinción entre el «hombre ideal» y el «hombre mediocre». El primero es un visionario, un creador de su destino que desafía las normas y lucha por sus convicciones. El segundo, en cambio, es una sombra que sigue el camino marcado por otros, sin cuestionar ni rebelarse. Esta dicotomía resalta la importancia de la autenticidad y la pasión en la construcción de una vida significativa.
Ingenieros subraya que la educación y el entorno social juegan un papel crucial en la perpetuación de la mediocridad. En su crítica a los sistemas educativos tradicionales, señala cómo muchas instituciones se enfocan en la repetición mecánica de conocimientos en lugar de fomentar el pensamiento crítico y la creatividad. La verdadera educación, sugiere, debería ser un proceso liberador que encienda la chispa de la curiosidad y motive a los individuos a explorar nuevas posibilidades.
A través de «El hombre mediocre», Ingenieros también advierte sobre el peligro de los líderes mediocres, quienes, por miedo a lo diferente, tienden a castigar la innovación y glorificar el conformismo. En una era donde las redes sociales y los medios de comunicación a menudo premian lo superficial, esta reflexión resulta más pertinente que nunca. La idolatría de lo trivial y la perpetuación de la ignorancia son una amenaza latente que obstaculiza el progreso y la justicia social.
El autor enfatiza que la mediocridad no debe aceptarse como una fatalidad inevitable. Es posible rebelarse contra ella mediante la auto-reflexión y la acción decidida. El cambio comienza con el reconocimiento de nuestras propias inclinaciones hacia la comodidad y el esfuerzo consciente por superarlas. Ingenieros aboga por una vida guiada por ideales y un compromiso con el mejoramiento personal y colectivo.
Hace más de cien años, el libro proponía examinar nuestras propias vidas y a cuestionar si estamos siendo auténticos y valientes o si nos atrapó la inercia de la mediocridad. Mediocridad que no es solo una falta de talento sino una elección de vida.