Jorge Víctor Ríos profundizó en la relación entre la militancia política y las luchas progresistas en Argentina, al analizar cómo éstas se enfrentan a las fuerzas conservadoras y las dinámicas de poder globales. El militante y comunicador destacó la necesidad de un enfoque crítico y reflexivo en la militancia, que no solo aborde las desigualdades materiales, sino también las culturales y simbólicas, en un contexto donde el progresismo enfrenta desafíos cotidianos, frente al ataque de las derechas y los sectores conservadores, en todo el planeta.

Martes 13 de agosto de 2024. El comunicador, activista y militante social Jorge Víctor Ríos se enfocó en la metáfora de la militancia propuesta por Damián Celsi, el intendente de Hurlingham, que compara el trabajo político con la práctica de un analista, en donde las preguntas y la introspección ocupan un lugar central, recordó. De esta manera, Ríos retomó ideas de su participación anterior en Plural TV para reflexionar sobre el estado actual del progresismo y la militancia en Argentina.
En este sentido expuso cómo el progresismo, un término amplio que agrupa a diversos movimientos sociales y políticos que buscan una redistribución más equitativa de la riqueza y la defensa de derechos históricamente relegados, enfrenta una crítica constante y ataques desde sectores de derecha y ultraderecha, tanto en el país como en todo el planeta. Subrayó que las luchas progresistas no se limitan a la dimensión económica, sino que también abarcan cuestiones menos visibles como las desigualdades de género, raza, y otras formas de opresión cultural y simbólica.
El comunicador también destacó la importancia de una militancia que sea consciente de las complejidades del contexto actual, evitando la simplificación de las categorías políticas tradicionales y enfrentando los retos que presenta el auge de la ultraderecha en todo el mundo. Según Ríos, las estrategias y retóricas utilizadas por estas corrientes en Argentina reflejan influencias internacionales, adaptadas a las realidades locales, y ponen en evidencia las tensiones dentro del propio gobierno, que, según entiende, exhibe matices diferenciados de derecha dentro de su fórmula.
Ríos también habló de la necesidad de un progresismo que no recurra a la censura, sino que promueva la reflexión y el diálogo para abordar los cambios sociales. En su análisis, llamó a los militantes a adoptar un enfoque pedagógico y empático, especialmente cuando se dirigen al «tercio blando» del electorado, ese grupo que aún puede ser persuadido por las ideas progresistas si se comunican de manera efectiva y consciente de las realidades subjetivas de aquellos a quienes se busca convencer.
A través de su columna en Plural TV, Ríos invitó a una militancia que no solo reaccione ante los ataques sino que se fortalezca a través de la autocrítica y el cuestionamiento constante, utilizando la pregunta como herramienta, siempre con la intención de construir un futuro más igualitario en una Argentina que, aunque enfrenta desafíos racistas y patriarcales, también tiene el potencial de avanzar hacia una sociedad más inclusiva.

Jorge Ríos en Plural TV


-¿Con qué tema venís hoy, Jorge?

-Me gustaría retomar algunas cuestiones que quedaron en el tintero de mi última participación en esta columna, en la línea de política y sociedad, pero sobre todo de la política. Quiero aprovechar este espacio para sumar aportes, reflexiones sobre nuestras militancias también, de lo que hablamos la columna anterior, donde yo traía este aporte que hace Damián Celsi, el actual intendente de Hurlingham, que tiene publicados dos libros y una metáfora que él utilizaba, que tiene que ver con qué es militar, Teoría de la Militancia y La Organización Permanente son sus dos libros. Él propone esta metáfora que me parece fértil, trayendo él a su obra la psicología lacaniana, al comparar el ejercicio de militancia con el ejercicio profesional de un analista y el espacio que se crea en una terapia, en un espacio de análisis, donde la pregunta tiene una centralidad, sobre todo con lo que tiene que ver con discursos y esquemas mentales, que a veces no son los que tienen coherencia con nuestros propios intereses y con el posicionamiento social en múltiples dimensiones, en términos no solamente de clase social, sino también de género, de situación racial -la raza entendida como una categoría social, no biológica- entre otras. Lo que generalmente aborda la interseccionalidad, que es no solamente analizar la clase social, sino también estos otros aspectos sociales que también influyen en la vivencia, en el día a día, y en la experiencia vital de las personas y los grupos sociales.

-Analizar cuándo y dónde…
-Analizar justamente desde las propuestas, los programas políticos que defendemos y que llevamos adelante. Para bajarlo un poquito más a tierra, tiene que ver con las militancias sociales como la del movimiento LGBT, de la diversidad sexual y de género, los movimientos antirracistas, y los espacios políticos que buscan de alguna manera luchar por los intereses de lo que también solemos referirnos a pueblo como categoría. Dependiendo de qué esquema, de qué teoría social abordemos la cuestión, vamos a hablar de clase social, de pueblo, de oligarquía, vamos a hablar de diferentes categorías, pero que, básicamente, tiene que ver con apostar a una sociedad más justa e igualitaria. Entonces, cuando hablamos de estas cuestiones, aparece también la categoría de progresismo. De hecho, hoy escuchamos que hay, por un lado, mucha crítica, mucho ataque a lo que es el progresismo, que es un término muy amplio, que nos sirve para referirnos de manera muy amplia a los espacios políticos, a los partidos, a los grupos sociales, a los sectores que buscan una mayor redistribución de las riquezas, en lo económico, y que además luchan por los derechos de sectores sociales o poblaciones que históricamente vienen siendo relegadas y que no tienen una representación en los espacios de poder. Ahí volvemos a esto que yo decía hace un ratito: las luchas sociales, pero también el ambientalismo, ya que el progresismo también incorpora y promueve el cuidado del ambiente.

-¿El cuidado del ambiente por sí mismo, o el cuidado del ambiente para ponerle un freno al extractivismo y al capitalismo salvaje, que también pone un pie sobre la naturaleza?
-A eso justamente iba. En la columna anterior no hablé de progresismo, hablé del campo popular más centrado y focalizado en lo que es nuestro país, en Latinoamérica. Hoy el foco quizás lo ponemos en un escenario más amplio, mundial, y tiene que ver con eso, justamente con las opciones políticas que de alguna manera confrontan con esas otras opciones que están más ligadas al liberalismo, a las derechas. Como vos decías también, “¿a cuál progresismo, a cuál izquierda nos referimos?”, es más compleja la relación, pero que por supuesto, si tenemos que simplificar algunas ideas, encontramos el progresismo vinculado con las izquierdas. En este esquema de izquierda y derecha que necesitamos para, de alguna manera hacerlo más simple, claramente se encuentran contrapuestos el progresismo con las derechas, los liberalismos, los neoliberalismos y las ultraderechas, que están teniendo en este momento un auge relativo en el mundo, y que sin dudas el contexto global, regional y local de alguna manera están propiciando.

-¿Auges cíclicos según tu opinión, o simplemente auges?
-Es una incógnita, no sabemos qué es lo que va a pasar, pero que claramente tiene que ver con las dinámicas del poder mundial también, no solamente con dinámicas regionales o locales, sino que si uno se pone a analizar, incluso los estilos, las retóricas y las estrategias que utiliza la ultraderecha en nuestro país, son prácticamente calcadas de las que se utilizan en otros países. Obviamente no pueden ser del todo calcadas porque no es lo mismo un partido de derecha o ultraderecha en Europa que en Latinoamérica, por la diferencia estructural que existe entre los países centrales, como se los llama, y los del “sur global o periférico” (entre comillas), o en vías de desarrollo. Pero que, por ejemplo, hacen que en los países centrales europeos o en Estados Unidos, incluso, las ultraderechas tengan un sesgo más nacionalista, proteccionista, y las ultraderechas en los países periféricos tiendan a tener un perfil más de apertura al extractivismo, como mencionabas vos, más allá de quizá impostar una cierta retórica nacionalista o no, porque también hay diferentes manifestaciones en ese sentido, incluso si queremos pensar en el Gobierno actual, podemos verlo en la figura del Presidente y la Vicepresidenta, que tienen diferentes matices en este sentido. Pero que de todas maneras, el nacionalismo se queda en cuestiones más retóricas.

-Trajiste al Presidente (Javier Milei) y a la Vicepresidenta (Victoria Villarruel) y me quedé pensando por un segundo: dos modelos diferentes de derecha también, en la misma fórmula de gobierno.
-Exacto, hay matices, claramente no todas son iguales, pero que sí tienen y conservan en común los puntos principales como contrapuesto y en las antípodas de lo que es el progresismo o las izquierdas. Hoy hay un ataque a lo que es el progresismo, se habla de la progresía, los progres, para desdeñar, para bajarles el precio, para descalificar. Y es en un punto lógico, porque esta lucha, esta propuesta, este programa político que llevan adelante los espacios que podríamos denominar como progresistas, claramente cuando proponen una redistribución de las riquezas, entran en contraposición directa con lo que proponen las derechas y ultraderechas. Inclusive el progresismo propone la lucha contra la desigualdad, no solamente material, sino también otras luchas contra las desigualdades que tienen que ver con cuestiones menos visibles, menos obvias, y que son más difíciles de abordar porque responden más bien al ámbito de lo cultural. Lo cultural en términos de lo simbólico, es decir, si nos vamos a los papeles, y acá es donde hay cierto lugar para el negacionismo, que es una de las grandes herramientas que tienen las derechas y ultraderechas, a decir: «¿De qué desigualdad de género me hablás si no hay ninguna ley que prohíba que una mujer pueda llegar a ser presidenta? De hecho, hemos tenido presidentas. O ¿En qué ley aparece que una persona de tez oscura no pueda acceder a tal trabajo, o una persona trans?». Pues bien, no está reglado pero sucede, es lo que llamamos la igualdad formal versus lo que sería la igualdad real. En otros momentos de la historia sucedió que en las leyes aparecían estas diferenciaciones, cuando las personas no podían casarse con otras personas de su mismo género, por ejemplo, o las mujeres no podían votar. Derechos que claramente eran diferentes en las propias leyes, ahí es donde hablamos del ámbito formal. Se viene avanzando y progresando en ese sentido, impulsadas por el progresismo, pensemos en el feminismo también en ese sentido. Sin embargo, las diferencias reales que son de una naturaleza cultural son mucho más difíciles de detectar y de visibilizar. Porque si hablamos de lo cultural, hablamos de lo simbólico, de cuestiones que están naturalizadas y que nos parecen que ese orden es el natural, cuando en realidad fue instituido.

-Ejemplos de esto que decís son los ejércitos que incorporaron mujeres o el fútbol que incorporó mujeres, por ejemplo, esos cambios que se van dando…
-Exacto, que quizá estos ejemplos no parecen tan relevantes o tan trascendentales, sin embargo, son parte de procesos que sí lo son. Desigualdades que, si no hay datos empíricos, que son fruto de investigaciones, muchas veces es muy difícil verlas y pareciera que son simplemente elucubraciones o ideas sin sustento. Entonces ahí la cosa se complica y se complejiza mucho más, porque justamente se necesita inversión en ese sentido. El Estado necesita invertir en investigación para, por ejemplo, tener datos que demuestran la distribución de las tareas de cuidado, de las tareas domésticas, que recaen en ellas mayoritariamente, y descubrir esas brechas de género, por ejemplo, o investigar cuál es el acceso de las personas racializadas a ciertos trabajos, a ciertos espacios de poder, o incluso al sistema educativo universitario. Eso requiere de inversión y, por lo tanto, si ya desde un primer momento no hay una inversión en ese sentido, la tarea de poder visibilizar esas desigualdades que no son formales se multiplica por mucho. Entonces realmente los espacios, los partidos, los movimientos progresistas, sin duda, la tienen muchísimo más difícil, porque no solamente son contrahegemónicos respecto a que tienen que luchar contra lo que ya está instituido, sino también en el sentido de que luchan contra el poder que domina, que es justamente el que viene siendo instaurado por muchos años, que está ligado al patriarcado, al colonialismo, a la concentración de poder en unas pocas manos, en detrimento de las mayorías populares. En ese contexto tan complejo es que el progresismo, los partidos, los espacios progresistas tienen que operar. Por un lado, quienes nos posicionamos en estos espacios tenemos una buena noticia y una mala noticia. La buena noticia es que contamos con que estamos del lado de la verdad, por decirlo de alguna manera, con lo cual también podemos recurrir a la lógica, a los ejemplos, y ahí volvemos a este plan inicial que hacíamos, de la pregunta y la reflexión como una herramienta fundamental en nuestras militancias. Y también la autocrítica de la que hablamos en la columna anterior, que tiene que ver con no negociar ni postergar las agendas, porque la lucha se tiene que dar sí o sí. Lo que sí tiene márgenes de revisión, por supuesto, son las metodologías y las formas de llevar adelante nuestras militancias, que creo yo tienen que pasar un poco más, cuando sea posible, por el poder que tiene la pregunta para interpelar, abrir dudas, sobre todo en el paradestinatario, que en una categorización, el semiólogo Eliseo Verón, hablaba de los tres destinatarios: el contradestinatario es alguien que no le vas a convencer nunca porque ya tiene lo que cree, no hay posibilidades de cambiar su opinión, su posicionamiento. El prodestinatario ya está convencido de lo mismo que vos. Pero hay un paradestinatario, que se suele decir que en nuestro país es el tercio blando electoral, al que hay que volver a hablarle de otras formas, de otras maneras, hay que hacerle cuestionar lo que quizá en este momento piensa. Y creo que la manera es no adoptando justamente las formas de quienes tenemos enfrente, sino desde la propia militancia, la propia forma, el ethos, podríamos decir, de la propia militancia, apelar a esas otras formas que tienen que ver con la persuasión, pero una persuasión inteligente. En otras geografías, cuando se habla de progresismo, por ejemplo, en Estados Unidos se habla del progresismo woke, que tiene que ver esa palabra con estar despierto, ser crítico de alguna manera, pero que se usa también para descalificar. Y tiene que ver con cosas que son criticables, y a esas cosas que son criticables se las procura o se trata de tomarlas como un todo, “todo lo que hace el progresismo es criticable”, ese es el juego, la operación lógica que se intenta hacer. Y hay cosas que son criticables, a mi modo de ver, por ejemplo, la censura de ciertas obras literarias que contienen una matriz machista o racista, y creo que, en lugar de apelar a la censura, lo que hay que hacer en esos casos, por ejemplo, es apelar a la reflexión, al estudio, a poder decir cuál es el problema con esto, por qué esto va en contra de los principios que decimos sostener de una sociedad igualitaria. Pero no apelar a la censura, por ejemplo. Y quizás poder entender que hay cambios sociales que también requieren que los expliquemos, que podamos tener esta tarea pedagógica de explicar los porqués de muchas decisiones, y de poder también empatizar con ese sujeto histórico que está de alguna manera en esa trama de pensamiento hegemónico, y poder entender, por ejemplo, que un varón heterosexual cisgénero, en las últimas décadas, en nuestro país y en muchos países del mundo, viene sintiendo subjetivamente que todos los demás grupos son los que ganan, y dicen: “¿Y para mí cuando un derecho?”. Poder explicar que esa sensación de pérdida de derechos en realidad es eso, es una sensación, es una vivencia subjetiva. Objetivamente, todos esos derechos que los demás grupos sociales fueron ganando son los que él siempre tuvo. Y si ese varón heterosexual cisgénero, clase media, clase media alta, con propiedad, no racializado, pertenece a ese paradestinatario, a ese tercio blando, si hacemos bien las cosas, en un punto lo va a terminar entendiendo y va a terminar votando gobiernos que no van en contra de los intereses de las grandes mayorías.

-¿La Argentina es racista? ¿El fútbol argentino es racista?
-Sí, pero podemos trabajar en eso, debemos trabajar en eso…