#Editorial – Defendemos la libertad de expresión, plena, incondicional, como pilar inquebrantable de la democracia.
Lunes 19 de agosto de 2024. Reconocemos a la libertad de expresión como un derecho fundamental que no se pone en discusión. No se trata de un concepto abstracto o de un privilegio de unos pocos; es el cimiento sobre el cual se sostiene la democracia y la sociedad civilizada. La posibilidad de expresarse con libertad, sin miedo a represalias, nos permite avanzar como comunidad, confrontar ideas y así construir futuro.
Pero este derecho está bajo amenaza constante, especialmente en un contexto global marcado por el avance de ideologías que buscan restringir y controlar la libre expresión. Allá y acá también. Las derechas en diversas partes del mundo, incluida Argentina, siempre mostraron un interés particular en limitar lo que se puede o no se puede decir. Estas fuerzas conservadoras, bajo el pretexto de preservar el orden o evitar la «diseminación de noticias falsas», buscan en realidad erosionar una de las libertades más esenciales del ser humano.
En Argentina, la Constitución Nacional es clara al respecto. Establece por un lado que «todos los habitantes de la Nación gozan del derecho de publicar sus ideas por la prensa sin censura previa»; o por las redes sociales, digámoslo también. Por otra parte, especifica también que «el Congreso Federal no dictará leyes que restrinjan la libertad de imprenta o establezcan sobre ella la jurisdicción federal».
Estas disposiciones no son palabras vacías; no es un wara wara, al decir misionero. Son garantías concretas que protegen nuestra capacidad de expresarnos, de debatir, de cuestionar, y de disentir.
Por supuesto, como toda libertad, la de expresión tiene sus límites. Es necesario recordar que las expresiones injuriosas, mentirosas o que lesionan el buen nombre y honor de las personas tienen su correlato en la justicia, cuando merecen sanciones. Aún así, aceptamos que puedan decirlo y que después den cuentas en la Justica. Pero si quieren decir, que digan.
La historia cuenta que los intentos de limitar la libertad de expresión vienen acompañados por un retroceso en otras libertades y derechos fundamentales. Cuando un gobierno o una ideología busca callar a las voces críticas, en realidad está sembrando las semillas de la opresión y el autoritarismo. La libertad de expresión no es solo el derecho a decir lo que pensamos, es también el derecho a escuchar, a ser informados, a ser parte activa de la conversación pública.
En un mundo cada vez más polarizado, donde las voces extremas y los discursos de odio parecen ganar terreno, es más importante que nunca defender este derecho con firmeza. La solución no es acallar a unos para dar espacio a otros, sino garantizar que todas las voces sean escuchadas,
No podemos ni queremos permitir que el miedo, la intolerancia o la ignorancia dicten lo que podemos o no podemos decir. La libertad de expresión es un derecho que nos pertenece a todos, y su defensa es una responsabilidad colectiva que no vamos a eludir. Sabemos que la lucha por la libertad de expresión es una lucha constante. La censura, en cualquiera de sus formas, es un enemigo insidioso que puede aparecer bajo las más variadas justificaciones, pero su objetivo final es siempre el mismo: silenciar, controlar, reprimir.
Acá estamos atentos, plurales, sosteniendo la convivencia democrática.
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Editorial – Misiones Plural
