El artista visual Andrés Paredes expone «El oro de los sueños» en la sede del Banco Macro en Buenos Aires, una muestra inspirada en la transformación y la identidad misionera. La exhibición, que incluye obras hechas con pigmentos naturales y materiales autóctonos, refleja la conexión profunda del artista con su tierra natal y su infancia en Misiones. En esta nota a través de Instagram, Andrés repasa sus orígenes en la tierra colorada, la casa grande de su infancia.

Sábado 7 de septiembre de 2024. El artista visual Andrés Paredes presentó una imponente intervención artística en la casa central del Banco Macro en Puerto Madero. La propuesta nació cuando Paredes, artista misionero oriundo de Apóstoles, recibió la invitación para integrar el arte en el nuevo edificio diseñado por César Pelli. La obra, desplegada en los diferentes pisos del rascacielos, incluye dos esculturas gigantes en el comedor y varias piezas repartidas en la edificación corporativa, que hasta ahora solo estaba accesible para los empleados del banco.
La exposición, titulada «El oro de los sueños», explora el proceso de transformación personal y espiritual, inspirada en el ciclo de vida de las mariposas. Paredes utiliza diversas técnicas y materiales autóctonos, como el tacurú y extractos de yerba mate, para crear obras que reflejan la identidad y la naturaleza misionera.
Andrés mantuvo una entrevista a través de Instragram con Misiones Plural, donde recordó que a lo largo de su carrera, fue rescatando elementos de su infancia en Misiones, donde la naturaleza exuberante y la cultura regional marcan profundamente su obra. Recuerda con cariño las siestas misioneras, un tiempo de libertad y felicidad que busca plasmar en sus trabajos.
Graduado en diseño gráfico y técnico ceramista, Paredes comenzó su formación artística en la Facultad de Artes y Diseño de la Universidad Nacional de Misiones, en Oberá, un entorno que describe como muy abierto y enriquecedor. A lo largo de su carrera, incursionó en diversas disciplinas, desde el recorte de papel hasta la escultura en MDF, gracias a una beca que le permitió trabajar con este material y formarse con referentes del arte argentino.
El arte de Andrés Paredes evolucionó hacia la exploración de la naturaleza que nos habita, dice. Trabaja con conceptos biológicos y orgánicos, utilizando pigmentos naturales y materiales locales para crear obras que conectan lo humano con lo natural. Esta búsqueda lo llevó a realizar residencias artísticas a otros lugares donde experimenta con nuevos materiales y técnicas.
Su carrera, desde hace ya varios años, alcanzó reconocimiento internacional, como su intervención en la Casa de América en Madrid, una de las postales más emblemáticas de Europa. Sus mariposas, una de sus obras más icónicas, fueron expuestas en distintos lugares, incluyendo la calle Florida en Buenos Aires y la Cruz del Parque Temático de Santa Ana en Misiones.
En su muestra actual en el Banco Macro, Paredes invita al público a descubrir una selección de sus trabajos más recientes junto con algunas piezas anteriores. Esta exhibición es una oportunidad única para apreciar la profundidad y el compromiso del artista con la identidad y la cultura misionera, reflejada en cada una de sus obras.

Andrés Paredes en Plural


-¿De qué se trata esta intervención en la casa del Banco Macro en Puerto Madero?
-Esto para mí es muy significativo porque yo estuve un tiempo en Buenos Aires y después volví a vivir diez años en Misiones. Un poco mi manifiesto era que todo se hacía en Misiones: los textos, las impresiones, los marcos, los vidrios, todo, hasta que me surge esta propuesta. Cuando estaba en obra la casa central del Banco Macro, que estaba diseñada nada más ni nada menos que por César Pelli, el arquitecto más importante de la Argentina y uno de los más importantes del mundo. Se estaba haciendo este rascacielos como los que tienen en Dubai o Singapur, las Petronas Towers las diseñó César Pelli. En medio de esta obra, me ofrecen como parte del programa del Banco, porque el Macro se fundó en Misiones –el Banco Provincia pasó a ser Banco Macro–, y me invitan a pensar en que el banco tenga arte. Para mí fue un desafío muy grande y me vine a vivir a Buenos Aires por dos años para trabajar exclusivamente en este proyecto. Finalmente quedó dentro de un edificio corporativo. En todos los pisos hay obras y todo el comedor tiene dos esculturas gigantes, esta institución cuenta con un montón de empleados, pero está cerrada al público. A partir de este año, empezaron a hacer un programa de arte federal y la provincia invitada es Misiones, y me invitan a mostrar el resto de mi obra para la gente que ya la conoce porque está en el Banco, pero también para todos los curiosos del arte a conocer lo que está ahí. Es como un doble sentido, por eso es tan importante, porque por primera vez se pueden ver estas piezas que quedaron adentro del edificio y también la gente que trabaja en el banco conocer el resto de mi producción.

-Seguramente es una obra inspirada en la naturaleza y en la identidad misionera, pero, ¿de qué se trata en este caso particular?
-La muestra se llama «El oro de los sueños». Habla un poco de ese proceso de transformación que anhelamos los curiosos de poder llegar a nuestra etapa final, eso es como lo veo yo. Está un poco inspirado en el ciclo de vida de las mariposas que llegan a su última etapa, que se llama imago, es cuando están completas. No todas llegan a esa fase, pero a mí me inspira mucho todo este proceso y hago una metáfora con nuestras propias transformaciones, con nuestros propios procesos de redefinición. Para mí, el verdadero oro de los sueños es llegar a una etapa de nuestras vidas donde realmente estemos conformes con quien somos. Y no hablo del cuerpo, sino de una transformación un poco más espiritual. La muestra reúne obras que hablan justamente de la transformación en diferentes momentos. Hay muchas mariposas, hay pinturas que son huevos, pero también hay otras obras más recientes, que son pinturas hechas con un pigmento a base de tacurú. Estuve trabajando con materiales que provienen de comunidades de trabajo: hice pinturas con tacurú, con plasma y glóbulos rojos, también hice unas obras escultóricas muy grandes con planchas rellenas con yerba mate, que ganaron premios de escultura, lo cual fue una sorpresa. También hay algunas piezas pintadas con un extracto de yerba mate que hablan de lo que yo conozco y que es lo que a mí me gusta hablar: el lugar donde nací, donde crecí, donde están la mayoría de mis recuerdos.

-Hay un rescate permanente, no solo de Misiones, sino también de tu infancia…
-Bueno… pero eso es inevitable. Todo el mundo busca volver a su infancia. La mayoría de nosotros tenemos momentos felices de nuestra infancia o de libertad, la búsqueda del recuerdo hacia la infancia, en mi caso, es de mucha libertad y felicidad. Es como un lugar que existe en mi memoria y la gente de mi generación, que es la siesta, y sobre todo la siesta en Misiones. Es difícil de explicar a la gente que no conoce lo que es la siesta misionera. Es un calor, estar al límite de la selva, en todos lados, o de un arroyo gigante, sin ningún temor. En mi casa teníamos ponys, caballos, incluso monos, y al lado estaba el consultorio de mi viejo era toda una mezcla de ciencia y naturaleza fantástica, que cuando empiezo a hablar, la gente cree que estoy hablando de ficción, pero es real.

-Pareciera que estás hablando de un libro…
-Sí, pareciera que es como un producto de la imaginación y acá te dicen “sí claro, obvio…”, pero bueno… en ese lugar se basan la mayoría de mis recuerdos.

-Vos sos diseñador gráfico de base. ¿Cómo empieza esto de incursionar en las artes visuales, ampliando un poquito el diseño gráfico, y teniéndolas ya como una forma de vida?
-Yo empecé en la Facultad de Artes y Diseño en el 97, y estudié técnico ceramista y diseño gráfico al mismo tiempo. Eran dos cosas completamente diferentes. Ahora estoy volviendo a la cerámica después de muchos años, no quiero decir cuántos, pero bastantes (risas). Estoy volviendo a los orígenes y también es una búsqueda que tiene que ver con mi herencia, que es nuestro vecino país del Paraguay. Esa vuelta al origen para mí tiene que ver con el barro y con la arcilla y con mi inicio en el arte, que es la escultura cerámica. Estudié en la Facultad de Artes, que fueron cuatro años donde terminé la carrera de Diseño. La facultad de mi época era muy abierta, donde pude hacer talleres de fotografía, grabado, escultura, pintura, y era tan fácil entrar a un taller y participar en cualquier actividad que eso es lo que rescato mucho de nuestra universidad y de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Misiones, que es una altísima casa de estudios. En mi caso, fue un lugar donde pude saciar muchas técnicas y mucho conocimiento. En ese momento que sos como una esponja, lo absorbía todo. Justamente a partir de un curso que hice con una alemana en la Facultad de Artes, que a mí me gusta decir que es la capital nacional del inmigrante, y yo hice un curso con una alemana o descendiente de suizos alemanes, que me enseñó una técnica folclórica que había aprendido de su abuela, que en la montaña, cuando nevaba, se sentaban a recortar papelitos con tijera y cuando se iba la nieve se regalaban entre ellos los papeles. Bueno, es un poco que siempre uno como artista arma su declaración de artista, su statement, le dicen, y para mí es eso, es como el paisaje misionero atravesado por un montón de capas que lo van cortando, una de ellas es la cultura, justamente esta cultura inmigrante, la cultura tanto del inmigrante como de la cosecha, la yerba, la naturaleza, sus habitantes, las fronteras, los ríos, y los 80 kilómetros que nos unen al resto de la Argentina y todo el resto que nos une a otras culturas. Entonces, eso también me gusta dejar sentado en la obra, que si bien hablo de la selva, no es una selva amazónica, sino que es una selva donde se escucha el chamamé. Me gusta tratar de meter esos guiños y elementos que hablen de nuestro lugar. Mucho tiene que ver con la cultura jesuítica también, que se mezcla, que hay como una dicotomía en este momento porque entra todas las culturas prehispánicas y hoy en día hay mucho debate sobre eso, pero en nuestro caso, en Misiones, fue un poco más una simbiosis que en otros lugares del mundo. Y de ese legado jesuítico tomo algunos motivos del arte barroco porque me siento dueño del barroco por haber nacido en un pueblo jesuítico que es Apóstoles.

-Me acuerdo de que empezaste recortando billetes…
-Sí. Empecé con tickets de números y después se fue complejizando.

-Y después pasaste a la madera…
-Sí. Tuve una beca de materiales y de formación que fue muy importante para mi carrera profesional en el mundo del arte. Había un premio de una empresa que produce MDF en Misiones, junto con la Universidad Nacional de Misiones y la Fundación Arteba. En su momento, nos llevó a los referentes más importantes del arte argentino, Gumier Maier era uno de ellos, aunque ya no vive, pero fue el artista y gestor del Centro Cultural Rojas, que descubrió a todos los grandes talentos de los 90. Tenerlo de padrino fue muy importante. Con esa beca, que era de material (MDF) y de formación artística, empecé a trabajar con MDF. Fue un momento significativo, aunque ahora algunas cosas siguen igual, porque hoy en día la búsqueda va por otro lado.

-En esos momentos, tratabas con la maraña, la entraña, el entramado de la selva misionera…
-Sí. A mí me gusta decirle»horror vacui, que es como el miedo al vacío. En Misiones, todo es exuberante, no hay lugar para el vacío, hay gente que se siente agobiada cuando entra a la selva, y algunos sienten claustrofobia si no están acostumbrados a otro tipo de experimentación en la naturaleza. Nosotros nacemos y crecemos con ese barroquismo incorporado. Incluso, hay que cerrar las puertas porque, de verdad, se te llena de plantas adentro. No es una suposición, tenés que cerrar, si no, la naturaleza te invade. Eso es lo que yo trataba de representar en esos trabajos del comienzo, esa trama orgánica que iba tejiéndose y apoderándose de todo, como sucede en la naturaleza. No es ciencia ficción; es captar cómo en el día a día cómo la naturaleza va tomando todo, incluso en lugares tan urbanos como lo son las ciudades de Misiones, donde todo crece y lo atrapa.

-Me explicabas recién al principio de la nota las técnicas que estabas utilizando en estas nuevas intervenciones, pero hoy en general, ¿con qué conceptos estás trabajando?
-Estoy trabajando con una idea de la naturaleza que nos habita y que es común a todos: la naturaleza microscópica. Fue un ejercicio de tratar de encontrar esa naturaleza que nos habita, es, o sea, todos somos naturaleza. Es muy extremo lo que voy a decir, pero si te ponés a copiar la naturaleza, también estás depredándola de alguna manera, porque te sentís como un ente superior a esa naturaleza que podemos ver. En cambio, nosotros somos tan naturaleza como un árbol o cualquier otro organismo. Al pensar en nuestros propios procesos, como las canas, las arrugas, nuestro propio organismo, somos un eslabón más de toda esta cadena que somos todos los seres vivos. La idea es ponernos al lado, ser uno más con la naturaleza, y retratar o tratar de representar una ficción celular o biológica que llevamos dentro y que nos hace comunes a todos. Fue un ejercicio que empecé dibujando con la mano izquierda, siendo diestro, para perder un poco el control y ver qué salía. Por supuesto, empezaron a salir unos garabatos muy de niños, pero también en esos dibujos encontré algo súper orgánico y despojado de ese horror vacui que era al principio, y traté de enfocar una visión más microscópica, que tiene una relación con la infancia y con el microscopio de mi padre. Ahora, el foco está puesto en una naturaleza que nos habita y que también está relacionada con estos lugares. Por ejemplo, estuve en Paraguay trabajando dos meses, haciendo cerámica, pero también trabajando con pigmentos naturales que obtuve de los yuyos que usan para el tereré. En Posadas se ve poco, pero en Paraguay es muy común ver a los que venden remedios para el tereré. Se pueden lograr pigmentos de esos remedios, y empecé a pintar, hacer estos dibujos y experimentos con esa carga de pigmentos naturales. También hice una residencia en Iguazú en un programa internacional de artistas. Me fui a pintar a una cascada que no tenía nadie, y esa cascada tenía una espuma con muchos sedimentos de tierra y madera, incluso larvitas. Agarraba esa espuma y pintaba con ella, agregando algunas tintas. No es una representación del paisaje, sino que, para mí, es parte del paisaje, estoy usando el paisaje. Dentro de este mismo programa de la residencia estuve en el desierto de Atacama, fue algo muy shockeante porque casi no se ve la vegetación; la vegetación lucha mucho por sobrevivir. Pinté en un géiser con agua que tiene sales y un montón de minerales, pero también hay tapetes microbianos, unas formaciones que tardan miles de años en hacerse, donde no habita nadie, el agua está hirviendo y congelada al mismo tiempo. Son experiencias que inspiran y me motivan a crear hablando justamente de esta naturaleza que nos habita y que nos hace ser lo que somos.

-Veo que tu incursión va explorando un poquito por dentro y un poquito por fuera, yendo siempre a lo natural. ¿Planificas esto o va surgiendo? ¿Lo vas pensando a largo plazo o aparecen a medida que te encontrás con paisajes, ideas, personas?
-Hay una búsqueda que siempre está presente, que es constante, que tiene que ver justamente con el paisaje. Pero mi marco teórico hasta ahora siempre fue la tierra colorada, es como el sur de Brasil -yo viví cuatro años en Brasil- el norte de Corrientes, en Apóstoles, que es límite con Paraguay y, por supuesto, todo lo que es Misiones, que es casualmente la zona de la cultura guaraní. Entonces, mi búsqueda siempre estuvo relacionada hacia ese lugar donde la tierra es roja, donde crece la yerba, pero de a poco se va abriendo hacia nuevas búsquedas. Es interesante, un poco va surgiendo y otro poco voy ajustándolo a lo que va apareciendo. Pero creo que la curiosidad es el efecto fundamental de mi trabajo y también tratar de… Yo estoy invertido dentro de un sistema del arte. Tengo una galería que me representa acá y afuera, en varios lugares, entonces, el galerista dice: «Bueno, ok, experimenta, pero también se tiene que vender», esa es la otra parte. A las obras anteriores les iba muy bien, y el cambio el año pasado fue bastante bien aceptado. De hecho, el Museo de Salta adquirió obras para su colección permanente. Y bueno, es un poco de todo, de venir armando, experimentando, exponiendo, que es lo más importante para un artista, es la devolución del otro. Si un artista no expone, no existe; la obra no existe. Ya no existe más ese concepto romántico del pintor que se muere y toda su obra se valoriza después. Eso es parte de la historia.

-Y en la parte romántica del arte…
-Sí. Hoy en día hay que laburar mucho, hay que trabajar prácticamente como si fueses una marca, hay que comunicar. Nunca antes en la historia fue tan fácil tener al público del otro lado. Por ejemplo, ahora que estamos hablando por una comunicación en Instagram, nunca en la historia se dio esta proximidad con el público, con nuestro público objetivo o directamente con los museos, curadores, galeristas, críticos. Está todo en un mismo lugar, tanto el público común como el espectador de arte. Está todo muy fácil, pero también requiere de muchísimo tiempo, de poder hablar, la gente quiere conocerte, quiere verte la cara, quiere verte trabajando. Hay que estar, hay que hacer de todo un poco. Está todo, pero hay que saber usarlo también.

-Sé que sos un artista consolidado, que Andrés Paredes es una marca ya, por lo menos muy fuerte en nuestra región. ¿Pero hasta dónde llegaste? ¿Expusiste en Europa?
-Sí, la muestra que tuvo más visibilidad, y es algo que fue muy interesante, fue exponer en Casa de América, en Plaza Cibeles, que es algo que ni los españoles pueden hacer; intervenir una de las postales de Europa, que es la Cibeles, durante un mes, interviniendo la fachada. Eso fue como una postal que va a ser bastante difícil de superar, porque nosotros construimos imágenes, los artistas vamos construyendo imágenes que quedan en la memoria de la gente, y lo que recuerda la gente es esa sucesión de imágenes. Hice unas mariposas que estuvieron cuatro años en la calle Florida, y llegó el momento en que había que renovar seguros, tenía que hacer la donación y yo las doné al Estado misionero, y hoy están en la Cruz de Santa Ana. Para mí es un orgullo, porque yo trabajo mucho con estas mariposas, y desde que se fundó ese mariposario, las visito constantemente, también biólogos, la gente que trabaja ahí me regala material biológico. Me parece un lugar súper inspirador, y devolver un poco a este lugar estas mariposas que ya están en su emplazamiento definitivo, que estuvieron mucho tiempo en Florida y ahora están ahí, casi en la entrada de la selva, lo cual es muy lindo.

-Para los que recién se van uniendo a esta transmisión, y para cerrar, contame de qué se trata nuevamente la exposición que está en la torre central del Banco Macro en Buenos Aires. ¿Qué podemos ver ahí?
-La muestra reúne una selección de trabajos de mi última producción y también algunos trabajos anteriores. La curadora es Patricia Risso, que hizo un trabajo excepcional al elegir piezas fundamentales para que dialoguen en el edificio, que es la última obra que hizo César Pelli estando vivo, que es un arquitecto muy famoso. Se puede visitar hasta el 27 de septiembre. La entrada es gratuita y la verdad es que es un lugar que vale la pena conocer, y visitar esta muestra que toma toda la planta baja de este edificio, que es de la Fundación Macro.

-¿Qué proyectos se vienen, en qué estás ahora?
-Estoy a punto de trabajar porque en un rato voy a firmar un contrato por un taller muy grande por tres años acá en La Boca, para producir una muestra que se hace en diciembre en el Museo de Arte Contemporáneo de Salta, que es todo el museo: planta baja, diez salas arriba y todas las vidrieras, que es un montón. Lo próximo es Arteba, que se inaugura el 29 de agosto, yo voy con la galería Cott, con diferentes obras, pinturas, cerámica que hice en Areguá, una buena mezcla. Y después viene la producción de Salta, que dentro de la producción, la curadora me pide una especie de película del paisaje misionero. Así que vamos a ir con un equipo grande a hacer una producción en Misiones, fotográfica y de video, de ver algunas comunidades, de mostrar un poco otra frontera a la gente del NOA, lo que es nuestra frontera del NEA. Entonces, parte de la producción de esta muestra es un poco documentar nuestro paisaje, nuestros bordes. Y el año que viene ya hay proyectos bastante grandes, pero se están aceitando fechas y ajustando todavía algunas cuestiones… cada cosa a su tiempo, pero por ahora viene bien esta gran muestra a fin de año y Arteba.

Andrés Paredes.