En el marco del Día Mundial del Turismo 2024, el autor de esta nota de opinión reflexiona sobre cómo la paz fue tanto un catalizador como una víctima del turismo global. Desde la posguerra hasta la era post-pandemia, el sector enfrenta nuevos retos para pacificar destinos saturados y promover un desarrollo sostenible en un contexto de cambio climático y conflictos sociales.
Por Oscar Alejandro Degiusti, licenciado en Turismo
Martes 1 de octubre de 2024. Desde el año 1980, se celebra el 27 de septiembre el Día Mundial del Turismo. La fecha marca el aniversario de la adopción de los Estatutos de la Organización en 1970, allanando el camino para el establecimiento de la OMT (Organización Mundial del Turismo) y recientemente ONU Turismo. Este año 2024, el lema del festejo es “Turismo y paz”. Se puede leer en la web institucional que “El tema es particularmente oportuno a la luz del clima mundial actual de conflicto y división”. Además, se resalta que “el turismo siempre debería servir como recordatorio de la importancia que revisten el diálogo, la paz, la tolerancia y las interacciones mutuamente beneficiosas entre las personas y los países”.
En retrospectiva, y asumiendo que el turismo es un vector de la globalización y el capitalismo, podemos reflexionar que justamente fue la paz resultante del período de posguerra la que posibilitó, junto a otros factores como las conquistas sociales de los trabajadores, el transporte ocioso fruto de la terminación de la guerra y el combustible barato, el desarrollo del turismo como producto de consumo masivo o “turismo fordista” como lo conocemos en la actividad. Esa paz favoreció la circulación de personas y, sumado a las ansias de viajar tras el tiempo de encierro por la guerra, posicionó al turismo como una actividad rentable y estacional pero de gran potencial y en crecimiento. Eran tiempos del Estado de Bienestar.
La década del 80 asoma con el desvanecimiento del Estado de Bienestar y su reemplazo por el Estado Neoliberal, marcando un cambio absoluto de época. El mercado reemplaza al Estado en muchas de sus funciones y se torna global en un proceso de liberalización del comercio internacional, desregulación de la economía, y de flexibilización, precariedad laboral y concentración empresarial. El turismo no es ajeno al cambio de época y asume otras características: las vacaciones se fragmentan, las nuevas tecnologías permiten ampliar los destinos fuera de las playas y las estrategias financieras para el consumo. Los turistas asumen una actitud más activa y comienzan a exigir un mayor respeto por la naturaleza y el ambiente, en vista de la sobreutilización de los recursos y los impactos negativos generados durante el período anterior. La paz seguía dominando y fundamentando el turismo. En 1989, cae el Muro de Berlín, el mundo se vuelve unipolar y el turismo expande sus fronteras, continuando su crecimiento en los años próximos. Y la paz continúa.
Durante los años subsiguientes, el turismo sigue en crecimiento exponencial y se consolida como la actividad económica lícita más grande del planeta. Hacia el 2018, el gran crecimiento del turismo en el mundo empezaba a mostrar signos de saturación en algunos destinos, y entonces llegó el COVID, anulando la línea de flotación del turismo, que es la movilidad, y todo se paralizó. La naturaleza y los destinos se tomaron un respiro. La no movilidad volvía inútil a la paz como escenario central para el turismo.
La finalización de la pandemia detonó y aceleró las ganas de viajar y el interés de “recuperar el tiempo perdido”, los ‘viajes de venganza’ como los llamaron en España. Así, los viajes se recuperaron y el turismo renació, pronto volviendo a los niveles prepandémicos, y en muchos destinos el turismo comenzó a desbordarse, alterando la paz interna. Es decir, las sociedades anfitrionas empiezan a sentir cómo el exceso del turismo modifica su vida y la armonía social: la contaminación, la caída de los salarios, la pérdida de calidad de vida, los atascos en carreteras y playas, el ruido, el consumo del territorio, el precio de la vivienda y el aumento de los alquileres.
En definitiva, si nos atenemos a la definición de la RAE, la palabra “paz” se define como la relación de armonía entre las personas, sin enfrentamientos ni conflictos. Entonces, en un primer sentido, la “paz” entre países fue la que posibilitó el gran desarrollo y expansión del turismo a partir de la posguerra, y que con algunos matices continúa. Por otro lado, la paz en los destinos se está viendo alterada, consecuencia de los urgentes conflictos entre turistas y residentes, conflictos que no pueden esconderse ni pasarse por alto.
Por todo ello, más que un eslogan vacío, los desafíos que tiene el turismo actualmente pasan por “pacificar” los destinos saturados a partir de decisiones reales y anticiparse a futuros inconvenientes en otros. Desde los 80, conceptos como el ecoturismo, el turismo responsable, e incluso hasta el momento el turismo sostenible, han sido caminos hacia medidas de sostenibilidad, pero el greenwashing o lavado verde se ha convertido en una práctica habitual, no solo en el turismo.
El pacificar los destinos masificados deberá realizarse mediante políticas de decrecimiento reales y de redimensionamiento de los mercados turísticos locales, dejando de lado los argumentos del capitalismo concentrado como la digitalización, el marketing y la inteligencia artificial, para intervenir en estas situaciones. Además, el desafío de alcanzar una verdadera “paz con la naturaleza” deberá resolverse de manera urgente.
El cambio climático se vuelve cada vez más notorio en el turismo, por su doble rol como víctima y victimario. Como victimario, por constituir una de las actividades responsables respecto al calentamiento global (el 8% de los GEI); y como víctima, porque las variaciones en las temperaturas y precipitaciones y la frecuencia de los eventos climáticos extremos afectarán indudablemente la demanda y los destinos.
El Pacto del Futuro recientemente firmado en la ONU por 193 países, por el cual se establecen nuevos planes de acción ante la lentitud y casi fracaso en los plazos de la Agenda 2030 y los ODS (Objetivos del Desarrollo Sostenible) en los cuales la ONU Turismo fue firmante, constituye un indicador de que se deberán redoblar los esfuerzos hacia una verdadera sostenibilidad, donde las medidas no signifiquen elegir algunas modalidades de turismo que excluyan a sectores de la población de la práctica del turismo.
¡Feliz Día del Turismo alentando la paz entre los pueblos, la paz con quienes habitan en los lugares de turismo y una paz duradera con la naturaleza!
