Con una mirada crítica pero esperanzadora, Rafael Lozina, músico y gestor cultural, analiza las igualdades y contradicciones de prácticas y políticas de América Latina: “Plantarse desde la izquierda en países con compromisos internacionales es casi imposible” y aún así, “hay que abrir el debate, tener posturas y discutirlas”, propone, en una entrevista con Plural, programa periodístico de Canal 4 Posadas.
Martes 22 de abril de 2025. Rafael Lozina es un personaje de la cultura. Músico, recorre América Latina desde hacé más de 15 años, primero estudiando música en La Habana, Cuba, y después, radicado en Colombia desde hace unos doce años. Como hombre de la cultura y una fuerte influencia política de sus padres y abuelos, “Rafa” analizó el escenario regional donde transcurre este primer cuarto del siglo 21, arrastrando como es lógica la historia y las costumbres que se repiten en los países latinoamericanos desde hace décadas.
En esta entrevista con Plural, trazó paralelos e impresiones sobre los escenarios políticos de Argentina, Colombia y Cuba, de donde rescató el papel de la transformación social.
En Colombia hubo cambios, asegurá. Como habitante de ese también convulsionado país, donde reside hace unos doce años, lo describió como un territorio de profundas contradicciones, donde la sombra de la violencia y el narcotráfico persiste mientras emergen, tambi{en, nuevas esperanzas. «Colombia estuvo 200 años dominado por unas pocas familias», señaló, refiriéndose al bipartidismo tradicional que se quebró con la llegada de Gustavo Petro.
Aunque admite que el proyecto de «paz total» de Petro no se materializó por completo, rescata un cambio cultural: «La juventud que antes no hablaba de política hoy participa». Sin embargo, advirtió sobre las limitaciones estructurales: «Es un país con siete bases estadounidenses y una economía atada al extractivismo. Difícilmente pueda virar hacia un modelo de izquierda sin represalias», considera.
En la entrevista con Plural (programa de Canal 4 Posadas, los lunes de 21 a 22 horas) surgió la inevitable comparación del suelo que lo acogió con su país natal. “Me da verguenza lo que pasa acá”, dice, con pesar, al analizar los últimos años de la economía, la política y la violencia mediática de Argentina.
En ese sentido, Lozina no ocultó su malestar y criticó la polarización y la falta de diálogo bajo el gobierno de Javier Milei, al tiempo que rescató una frase del expresidente uruguayo, José “Pepe” Mujica: «La alarma no es Milei, sino la cantidad de gente que lo votó».
Para este joven despierto e interesado en la cultura y en la política, que mamó de niño, el problema de fondo es la desesperanza: «El ‘que se vayan todos’ solo sirve al sistema capitalista, que está colapsando a nivel ecológico y social». También cuestionó la negación del cambio climático y el consumismo desmedido: «Es un modelo insostenible, pero nadie lo discute».
«El arte siempre es político»
-Y dónde se cruza el arte y la política en tu vida-, le consultaron. La sonrisa antecedió a una respuesta conocida: «Se cruzan todo el tiempo, quizás en algún pasillo de mi casa”, con la música de Mercedes Sosa, Silvio Rodríguez o Charly García -entre tantos otros- que marcó su formación, pero aclaró: «No todo arte debe ser panfletario, pero toda creación transmite una postura, incluso el reguetón o el entretenimiento masivo».
Y de nuevo la mirada crítica emerge en su reflexión, al señalar la industria cultural que «aplasta con contenido vacío», mientras esa misma reflexión le devolvió otros personajes conocidos acá y en el mundo: Ramón Ayala, cuyo trabajo —dijo— lleva un mensaje político implícito: «Hablar del amor, del río o del laburante del interior ya es un acto de resistencia».
Lozina, Rafita, para sus allegados, cerró con un llamado a evitar el discurso simplista: «El ‘todos son iguales’ nos paraliza. Hay que abrir el debate, tener posturas y discutirlas». Y aunque se mostró pesimista sobre el futuro inmediato —»el sistema va a explotar»—, confió en que el arte y la conciencia colectiva pueden ser herramientas de cambio.
Rafael Lozina en Plural

—¿Cómo está, según tu mirada…, cómo venís viendo el escenario y el contraste… qué comparaciones podés hacer de lo que nos pasa en Argentina y de lo que pasa, por ejemplo, en este momento en Colombia y un poco, hace una década, en Cuba? En lo político, social, cultural, claro…
—Este nuevo escenario… bueno, es la constante sensación de que la realidad supera la ficción. Me refiero tanto al escenario político-social en Colombia como al de acá, y bueno, al de Cuba también. Empezando por Colombia: yo llegué hace 11 años. Es un país que definitivamente es muy, muy complejo de comprender. Muy complejo, casi tanto como Argentina… pero con otros niveles de complicaciones, ni mejores ni peores. Aunque, claro, bastante lejos… o por lo menos eso creía yo hasta este nuevo escenario que se está planteando aquí en Argentina, y que tiene que ver con aquella cuestión de la guerra. Linqueando un poquito, asociando con la literatura: me acuerdo que un par de años antes de ir a Colombia —sin saber que iba a ir—, me leí Cien años de Soledad, en La Habana. Un libro que, en la secundaria, nos obligaron a leer como trabajo práctico, pero nadie le dio bolilla. En esa época, quizás en los 90, no tuvo en mí el nivel de profundidad que tuvo cuando lo leí ya más grande. Y estando 11 años en Colombia, me di cuenta del nivel de genialidad de Gabo (Gabriel García Márquez) para escribir en esa historia, la historia de su país. Esa novela es completamente política, con toda esa cosa jugosa de lo real maravilloso que tiene esa corriente en nuestro continente. Pero hoy, cuando uno va compartiendo con gente de allá o leyendo la historia, te das cuenta de que es la historia de ese país. Entonces, volviendo a los escenarios: Colombia es un país que estuvo 200 años manejado por pocas familias. Si bien había dos bandos clásicos, se repartían el poder. Ahí pasó lo de Jorge Eliécer Gaitán, un tipo muy poderoso a nivel ideológico allá por el 47, 49 —no recuerdo bien— (Jorge Eliécer Gaitán Ayala, conocido como El Caudillo del Pueblo o El Caudillo Liberal, fue un jurista, escritor, profesor, orador y político colombiano, líder del Partido Liberal Colombiano, asesinado el 9 de abril de 1948 en Bogotá). Luego vino el Bogotazo, y ahí ya se desata todo. En Latinoamérica, la gente comenzó a irse a las montañas y surgen las guerrillas y demás. Desde ahí, un enfrentamiento muy fuerte, después el azote de la droga en los 70, 80, 90; el ejército, los paramilitares… Todo ese combo hoy sigue vigente, y parte de una problemática gigante, que es el tema de la coca —en el mal sentido de la palabra—, porque la coca es una planta importantísima para las comunidades allá, que son muchísimas. Hay hasta guerras ideológicas y legales sobre qué hacer con la coca: ¿cómo manejamos su uso ancestral versus el narcotráfico? Con la llegada de Petro (Gustavo Francisco Petro Urrego, actual presidente de Colombia desde el 7 de agosto de 2022) —un personaje que también estuvo en las montañas— se cortaron 200 años de mirada de derecha. Él llegó con un mensaje que, tristemente, a un año de terminar su mandato, no se está viendo: la paz total. Pero aun así, cuando triunfó, sentí mucha felicidad y euforia entre los músicos y artistas con los que me muevo. No por Petro en sí, sino por las posibilidades que se abrieron. Desde la cultura, lo vivimos más fuerte. Pero no es solo un nombre: hay todo un sistema detrás. No logró la paz total, pero algo cambió: antes, la juventud no hablaba de política; hoy sí participa. Él ya había perdido por poco antes contra Duque —un personaje similar a Milei, que aparece de la nada, sin historia política clara— (Iván Duque Márquez, abogado, catedrático, escritor y político colombiano, miembro del Partido Centro Democrático, fue presidente de Colombia desde el 7 de agosto de 2018 hasta el 7 de agosto de 2022). Colombia es un país aterrorizado por la violencia y los medios. Tiene dos océanos, siete bases gringas, minería, el Amazonas… Difícilmente se convierta en un sistema de izquierda. Después de vivir en Cuba, estoy seguro: hoy, plantarse desde la izquierda en países con compromisos internacionales es casi imposible. Terminás ahorcado, como Cuba o Venezuela.
-Con algunos parecidos con Argentina…
-Sí, hay cosas que nos igualan —derecha e izquierda—: la corrupción, el exceso de poder… Pero en Colombia, al menos, la restitución de tierras está pasando, el arte llega a lugares nuevos. Petro dio discursos en la ONU que, aunque no estés de acuerdo, te hacen pensar. Y comparando con Argentina… es vergonzoso. Me da mucha vergüenza lo que pasa acá (en Argentina). Si algo nos caracterizaba era el diálogo político en las mesas familiares, no esta polarización. Como decía el Pepe Mujica: «La alarma no es Milei, sino la cantidad de gente que lo votó». Y todavía, un año después, la gente se pregunta por qué no se fue en helicóptero. Hay que tener postura y debatir. El «que se vayan todos» solo sirve al capitalismo, que —ojalá— esté cerca de su funeral. Siento que hay un colapso humano y ecológico. No puede ser que aún se discuta si el cambio climático existe.
—Rafa, ¿dónde se cruzan la música, la cultura y la política?
—(Risas). Se cruzan todo el tiempo. Desde chico, escuchando a Mercedes Sosa, Silvio Rodríguez, Charly García, en algún pasillo de mi casa. No todo arte tiene que ser panfletario, pero todo transmite una postura. Hoy, con la masificación, el arte puede inquietar o… solo hacerte pensar en un cuerpo. La industria nos aplasta con entretenimiento vacío. No digo que el reguetón sea malo, pero hay diferencia entre entretener y adoctrinar. Ramón Ayala, por ejemplo, no era explícito, pero hablaba del amor, del río, del laburante… y eso ya es político. No estoy de acuerdo con Vargas Llosa en eso.
