Myriam Duarte reflexiona en Plural sobre los tiempos políticos y la reconfiguración que pretenden imponer a través de lo que el capitalismo llama ahora batalla cultural. Pero el voto es una herramienta de defensa social, de reconfiguración. Una reflexión profunda sobre democracia, derechos y la trampa «de la envidia».
Jueves 29 de mayo de 2025. Mientras la polarización y el discurso del «castigo al otro» dominan el debate político, la columnista Myriam Duarte planteó una reflexión urgente al sostener que el voto no debería ser un arma de retaliación (no un castigo contra alguien) sino un instrumento para ampliar derechos y defender la humanidad compartida. Este análisis a través de Plural, desde las pantallas de Canal 4 Posadas, desnuda las contradicciones de un sistema que promueve la envidia en lugar de la justicia, al tiempo que advirtió sobre los riesgos de un Estado que restringe derechos en nombre de un falso progreso.
Duarte recordó un principio fundamental: la democracia no se agota en el voto sino que es el primer paso para habilitar otros derechos. «Se supone que la construcción democrática busca incorporar más y mejores derechos para las mayorías», señaló, para criticar también la demonización del término «progre». «El progresismo no es un insulto: es la idea de que las leyes deben avanzar, no retroceder».
Sin embargo, ese avance está en riesgo. La lógica del «castigo al otro», especialmente hacia los más vulnerables —quienes usan hospitales públicos, escuelas estatales o transporte subsidiado—, domina el discurso político. «Pero ese ‘otro’ somos nosotros —alertó—. Si votamos pensando en perjudicar a alguien, en realidad nos perjudicamos a nosotros mismos».
En su exposición, Duarte citó al filósofo rumano Emil Cioran (referenciado como La Boxisec) para describir el estadio actual del sistema: ya no prima el individualismo («yo estoy bien, el resto no me importa»), sino la envidia («lo importante es que el otro no esté bien»). Este mecanismo, según Duarte, se alimenta de identificar como «enemigos» a quienes reclaman derechos básicos, mientras se invisibilizan los privilegios de las élites.
«Hay unos ‘otros’ que no vemos —dijo—: los que reciben subsidios millonarios disfrazados de ‘incentivos fiscales’, los que fugan dólares con respaldo estatal, los que gastan 50 millones en el supermercado mientras hablan de ajustar». Y remarcó una paradoja: se critica el subsidio al transporte pero no la plata pública que termina en paraísos fiscales.
Uno de los puntos más contundentes fue su defensa de los subsidios como herramienta de justicia económica. «Un subsidio al transporte, a la energía o al combustible no es un gasto: es lo que permite que la gente trabaje, consuma y mueva la economía», explicó. Pero destacó la hipocresía del sistema:
Para los pobres: los subsidios son «asistencialismo» y se exigen contraprestaciones. Para las grandes empresas: son «incentivos» sin condiciones, aunque luego despidan trabajadores o fuguen capital, insistió.
«El ministro Caputo habla de gastar 50 millones en el supermercado como si fuera algo normal —ironizó—. ¿Quiénes son los que realmente drenan los recursos del Estado?».
Al ser consultada sobre por qué en Argentina se vota a favor de proyectos que recortan derechos, Duarte fue clara: «Porque no sabemos qué significa ‘derecha'». Recordó que históricamente la derecha era sinónimo de conservadurismo, pero hoy se disfraza de libertarismo y hasta se apropia de consignas progresistas («tus dólares, tu decisión», parodiando el «mi cuerpo, mi decisión» del feminismo).
«Es mentira que esos dólares sean ‘nuestros’ —afirmó—. Argentina no produce dólares; los compra con pesos. Y si no hay control estatal, solo beneficia a quienes especulan».
Duarte cerró con un llamado a recuperar la esencia de lo humano: «Somos la especie más frágil. Sobrevivimos colaborando, no compitiendo. Si perdemos la noción de derechos, nos deshumanizamos». Su mensaje final fue un desafío: el voto debe ser un acto de defensa social, no de renuncia al futuro.
