El profesor y economista Darío Ochoa combina datos concretos (inflación, deuda, balanzas) con una narrativa crítica sobre las elites, en un relato que excede lo económico para adentrarse en la crisis política y social. Su tono, directo pero pedagógico, refleja la urgencia de un debate que Argentina sigue eludiendo.

Viernes 30 de mayo de 2025. El economista Darío Ochoa desmenuzó con crudeza el escenario económico argentino de este mediadio de 2025, marcado por un «esquema inconsistente», una «elite degradada» y la sombra de un «suicidio colectivo» de las dirigencias políticas y empresariales. Con un tono directo y sin eufemismos, Ochoa trazó un diagnóstico que combina la coyuntura electoral, la crisis del poder adquisitivo y la falta de un proyecto nacional, durante su paso por Plural, programa periodístico de Canal 4 Posadas.
Ochoa destacó que el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) generó una «pax cambiaria», pero advirtió que se trata de una calma precaria: «El esquema es macroeconómicamente inconsistente. Es un ensayo que ya se hizo en Argentina cantidad de veces». Para el economista, el rumbo depende de los resultados electorales: si el gobierno sale fortalecido, habrá margen para prolongar el ajuste; si no, «vamos a estar en un tema», en alusión a una posible devaluación postelectoral.
El modelo, según Ochoa, repite patrones históricos: «Esto es 1991 o 2017». La referencia no es casual: compara la convertibilidad —que duró una década— con el experimento macrista, que colapsó en dos años. «Hoy hay menos activos para reventar que en 1991», alertó, sugiriendo que la única salida para las elites sería «entregar provincias enteras» o recursos estratégicos, en un contexto global donde «las fronteras ya ni siquiera son estables».
Uno de los puntos más duros de su análisis fue el deterioro social. Criticó las paritarias «intervenidas al mejor estilo soviético», con aumentos del 1% frente a una inflación que superó el 28% mensual: «La gente compra menos hoy con su salario. Es un oximorón: dicen que la inflación baja, pero los precios suben». Ejemplificó con casos como Molinos Río de la Plata, que reportó pérdidas y descargó el costo sobre sus trabajadores modificando convenios laborales. «Es una paradoja de frugalidad: si todos hacen lo mismo, nadie va a consumir», remarcó, subrayando el círculo vicioso de recesión y desempleo.
Ochoa, además, apuntó contra las grandes corporaciones y sus líderes —mencionó a la familia Pérez Companc y Paolo Rocca—, a quienes acusó de «primarizar» la economía y depender de prebendas estatales. «Estos sujetos económicos no tienen interés en competir globalmente. Quieren ganar en Argentina y fugarlo», dijo, y citó el absurdo de importar carne de Brasil pese a ser un país ganadero.
También cuestionó al ministro de Economía, Luis Caputo, por su opacidad patrimonial («tiene su plata en la Isla de Man») y las medidas «improvisadas» como «Tus dólares, tu decisión», que interpretó como un intento desesperado por atraer divisas sin controlar su origen. «No somos Ecuador, pero parecemos un narcoestado», ironizó, aludiendo al riesgo de convertirse en un «lavadero» de capitales.
El economista alertó sobre el «sobreendeudamiento en pesos y dólares», con bonos «bullet» que postergaban pagos y una balanza comercial incapaz de generar los dólares necesarios. «El superávit fiscal es un espejismo: no incluyen los intereses de la deuda», explicó. Advirtió que, sin inversión en infraestructura (rutas, energía, industria), «la timba financiera» solo profundizará la crisis.
En cuanto a geopolítica y disolución nacional, advirtipo que «Argentina está regalada». Ochoa cerró con una reflexión geopolítica: «Somos el octavo país más grande del mundo, con recursos estratégicos. Estamos baratos para los de afuera». Planteó que el FMI podría verse forzado a aceptar un default, pero el costo sería «entregar más que plata». Su crítica final fue a la dirigencia en general: «Da pavor. Solo piensan en su chacrita», dijo, y llamó a superar los «ismos» para evitar una «disolución nacional».
Para el economista Darío Ochoa, la economía es «implacable»: «Las contradicciones siempre pasan factura». Aunque evitó cargar las tintas solo contra el gobierno actual («es el segundo tiempo de Macri», definió), dejó claro que, sin un cambio estructural, el colapso es inevitable. Su mensaje, más que un diagnóstico, es una advertencia: «Esto no es sustentable. Y cuando reviente, lo pagaremos todos».