La Argentina más ridícula en su mejor momento: los hermanos Milei, todos los personajes del manicomio y ¡la jueza narcisista que quería ser Demi Moore!

Por Hugo Asch, exeditor general en Perfil

Viernes 30 de mayo de 2025. El cuento es breve y García Márquez lo contó, antes de escribirlo, en una charla sobre sus comienzos como escritor que dio en Caracas el 3 de mayo de 1970 y que luego publicó ‘Edición Dominical’, el suplemento cultural del diario ‘El Espectador’.
La historia comienza en una casa cualquiera de un poblado muy pequeño. La madre, con gesto sombrío, sirve el desayuno y les habla a sus hijos, un chico de 17 y una niña de 14. “Presiento que algo muy grave va a suceder en este pueblo”, dice. Los tres se miran en silencio y cambian de tema.
Más tarde, el muchacho se va a jugar al billar y, justo antes de tirar una carambola muy sencilla, un amigo lo desafía: “Te apuesto un peso a que no la haces”. Los demás ríen. Es imposible fallar. Pero falla.
Sorprendidos, le preguntan qué le pasa. El chico duda, y recuerda la perturbadora frase de su madre.
Más tarde, el amigo que ganó la apuesta vuelve a su casa, le muestra el peso a su madre y, con tono burlón, cuenta cómo lo ganó. Ella, grave, le contesta: “No te rías de los presentimientos de los viejos porque a veces pueden convertirse en realidad”.
Un pariente escucha la conversación y va a comprar carne. Había reservado un kilo pero decide llevar dos. “Dicen que algo grave va a pasar aquí y quiero estar preparado”.
Otros clientes lo escuchan y también piden más carne. Tanta, que el carnicero debe matar otra vaca para cumplir con los pedidos. El rumor crece. Pronto la gente entra en pánico.
La mayoría fantasea con irse, pero nadie se atreve a hacerlo. Hasta que uno se decide. “¡Me voy!”, grita. Los otros hacen lo mismo. El pueblo comienza a ser desmantelado.
Antes de iniciar la huida y para que la desgracia no anide en su casa, un hombre la incendia. El resto lo imita. Las llamas lo devoran todo y los vecinos corren, enloquecidos. Con ellos, la madre del presentimiento, que le dice al chico de la carambola errada: “¿Has visto, hijo, que algo grave iba a pasar?”
“Una fuerte lluvia va a caer”, me advierte desde que tengo uso de razón Bob Dylan, Nobel de Literatura, el mismo premio que con notable obstinación le fue negado a Borges.
Tenía razón, pero no tanta razón.
Fuertes lluvias y tormentas perfectas nos inundaron durante años y acá estamos, todavía. Con el agua al cuello. Vivos de milagro.
Una década esperando a Godot y su diluvio de inversiones, bla, bla, bla, que con Macri eran los brotes verdes que nadie vio, con Alberto fue pandemia o sequía y ahora es el inmóvil RIGI, junto a la sonrisa boba de Sturzenegger.
Luis Caputo, nuestro ministro de Economía, desesperado por los dólares que no le alcanzan, invita a los ‘argentinos de bien’ a sacar los dólares encanutados del colchón, pero se ofende hasta lo ridículo si un periodista le hace la pregunta obvia: cuándo traerá los suyos, que guarda en un colchón de lujo en la Isla de Man, un sitio seguro entre Irlanda y Gran Bretaña.
El bróker financiero ‘nivel Champion League’ no es un buen actor, pero a falta de un buen guion, le pone mucho empeño. Enseguida dejó el tema del colchón para polemizar con Ricardo Darín sobre el precio de las empanadas. Ay.
¿Y qué más tenemos, cada día, en el Manicomio que gobierna la Argentina?

  • Lo represión de todos los miércoles a los jubilados y periodistas que cubren la protesta. Naturalizada, incluida en la agenda. Hace 30 años la columna de viejitos con Norma Plá a la cabeza, marchaba por Corrientes insultando a Cavallo y a Menem, cantando, saludando a los que los aplaudían. El gobierno no les daba bola, pero los dejaban sufrir con salud. Una crueldad módica, comparada esta salvajada de sangre y lágrimas.
  • Los repetidos ataques de furia públicos de Milei –también los privados, que se ocultan pero nunca del todo–, un preadolescente perpetuo que por esas cosas de la vida terminó como presidente, con la única misión de aniquilar la economía del país, liderar el equipo más torpe y más cruel de la historia, provocar a propios y extraños con su cuenta de X, y de paso hacer caja con alguna bonita estafa cripto.
  • Los planes hegemónicos de Karina, ‘El Jefe’, la única estratega de alta política capaz de conducir y bajar línea casi sin saber hablar su propio idioma.
  • El ministro sin cartera Santiago Caputo, el poder en las sombras, que juega a ser un personaje de ‘Peaky Blinders’ solo para huir de aquellos que lo ven parecido a Guido Süller.
  • Lilia Lemoine, la virtuosa del disfraz que ejerce su estupidez con pasión y creatividad, cada día más convincente en su papel de heroína de Alfred Jarry.
  • Patricia Bullrich, la ministra errante, conmovedora en su vana ilusión de disimular sus maneras de boxeador golpeado en el retiro, incapaz de comenzar y terminar ya no una idea compleja, sino una frase cualquiera.
  • El jefe de Gabinete Guillermo Francos, una curiosa mezcla entre Chance Gardiner, Fernando De la Rúa y Fidel Pintos, ya instalado como personaje exótico. Su humor involuntario es muy Buster Keaton.
  • El gordo Dan, fascista módico de internet, otro adolescente tardío, tan pétreo en su forma como en su, digamos, pensamiento.
    Soberbios, audaces, insólitos, se dan el lujo de descartar a prominentes ex integrantes de la carpa oficial como Diana Mondino, estrella del Estado Libre Asociado de Córdoba, la señora bien más bruta y elegante de la historia de la humanidad. O Ramiro Marra, el boludo gris, un muchacho informe, inasible como un globo con agua.
    Un grupo estrafalario que, sin embargo, crea tendencia.
    Allí la tienen a Julieta Makintach, la jueza del Tribunal Oral y Criminal número 3 de San Isidro. Que en lugar de dedicarse a juzgar los hechos que llevaron a la muerte a Maradona, se excita con la fama y se propone protagonizar, con pollera corta, mucha pierna y mohines, su propia miniserie de seis capítulos para convertirse en una honorable Demi Moore con ácido lisérgico.
    Su carrera en la Justicia está terminada pero, quién les dice, tal vez alguien la vea como una candidata a cualquier cosa en el Manicomio de los Milei.
    ¿Por qué no?
    Sin duda, lo merece.