El licenciado en Psicología Nicolás Andorno rompe con los lugares comunes y explica por qué no se puede meter todo en la misma bolsa cuando se habla de consumo y adicción. En su columna de Plural, programa periodístico de Canal 4 Posadas, diferencia el consumo cotidiano de la patología adictiva y señala que el problema no está en la sustancia, sino en el vínculo que se genera con ella.
Sábado 21 de junio der 2025. «Si no diferenciamos, nos empantanamos», reflexiona el columnista en Plural, Nicolás Andorno, que diferencia consumo de adicción sin eufemismos. Para él, hay un error de base cuando se habla de adicciones: confundir el consumo ocasional con una patología mental. «Vivimos en una sociedad donde el consumo nos atraviesa en todo: desde un asado con amigos hasta un helado para calmar la pena. Pero eso no lo hace adicción», aclara.
Andorno, licenciado en Psicología, insiste en que el consumo es parte de la vida cotidiana, mediado por la publicidad, las costumbres e incluso los afectos. «El tema es cuando ese consumo se vuelve compulsivo, cuando la persona siente que ‘se le va de las manos’ y no puede parar». Ahí, dice, ya no hablamos de un hábito, sino de una patología.
Como resume, plantea que «la droga no te domina sino que el problema es el vínculo».La palabra adicción viene de «lo no dicho». «El adicto es el que se queda pegado donde otros pasan de largo», explicó, citando al especialista Juan Fernández. No se trata de la sustancia en sí, sino de cómo la persona se relaciona con ella. «No es el alcohol, el celular o el juego el problema, sino qué hace esa persona con eso».
Pone un ejemplo m{as fácil de entender: «Hay gente que toma alcohol y sigue con su vida, y otros que no pueden funcionar sin él. La diferencia está en el descontrol, en esa sensación de que ‘algo me posee’». Y aquí viene otro mito que derriba: «Ninguna sustancia tiene poder por sí sola. No es el porro o el vino el que ‘domina’ a alguien. Es la persona la que desarrolla un vínculo patológico con eso».
La solución, para Andorno, no está en demonizar el consumo ni en buscar fórmulas mágicas. «La adicción se alimenta del silencio. Si no hablás lo que te pasa, no lo podés pensar ni resolver», sostiene. Y recalca que la salida es humana: hablar, pedir ayuda, romper con la culpa y la vergüenza.
«Cuando alguien acumula problemas sin ponerlos en palabras, termina ahogándose en un consumo compulsivo. Pero si lo nombra, puede empezar a trabajar en eso». No hay atajos.
¿Y cuándo hay que preocuparse? Andorno explica que «si sentís que no podés parar, que ‘no sos vos’ el que decide, que todo gira en torno a ese consumo… Ahí hay que pedir ayuda». Pero insiste: no es lo mismo un consumo ocasional que una adicción. «El problema no es la sustancia, ni el acto en sí, sino cómo te vinculás con eso», vuelve a insistir.
Entiende que «atacar al objeto –ya sea el alcohol, el juego o el celular– no sirve. Hay que mirar a la persona, su historia y lo que calla. Ahí está la clave».
