Carlos Posdeley, estudiante universitario y columnista, analizó la derrota legislativa del Gobierno, desmontó el argumento de “no hay plata” y pintó un crudo panorama de la crisis que vive el sector universitario, donde el acceso a la educación superior pende de un hilo.

Domingo 24 de agosto de 2025. La semana política de principios de agosto tuvo un claro vencedor en el campo de juego legislativo: el Congreso de la Nación le ganó “2 a 0” a Javier Milei. Así lo definió Carlos Posdeley, estudiante universitario y columnista, en un análisis que va más allá de los números y se sumerge en la profunda crisis social que atraviesa el país.
En un diálogo con Plural -programa periodístico de Canal Cuatro Posadas-, Posdeley destacó que la Cámara de Diputados le dio media sanción a doce proyectos con dos particularidades fundamentales: un “amplio consenso” de bloques opositores y dialoguistas, y mayorías abrumadoras que contradicen el relato oficial que estigmatiza a sus opositores como “orcos”. Entre las leyes clave se encuentran el Financiamiento Universitario, la Emergencia Pediátrica y el freno a los decretos que desmantelaban organismos de ciencia y técnica como el INTA y el INTI.
Frente al argumento gubernamental de que no se explica el origen de los fondos, Posdeley fue contundente: “Eso es un mito”. Aclaró que la ley de financiamiento no busca un aumento exorbitante, sino una actualización por la inflación acumulada de 2023-2024 y la devaluación de diciembre de 2023, para mantener el poder adquisitivo de 2022. Señaló la contradicción de un gobierno que gobierna sin presupuesto y reparte fondos con valores de hace dos años, mientras la recaudación nacional (como el monotributo) se ajusta a la inflación real.
“Si el gobierno insiste en que no hay plata para las universidades, los jubilados o los hospitales pediátricos, no debería haber bajado los impuestos a los bienes de lujo o las retenciones a sectores poderosos”, argumentó, subrayando que se trata de una cuestión de prioridades políticas que privilegian a los sectores más acaudalados.

La crisis en las aulas: estudiantes que desaparecen
El análisis de Posdeley se tornó más grave al describir la realidad dentro de las universidades. Alertó sobre un “deterioro muy fuerte” con una consecuencia directa: cada vez hay menos estudiantes. “Muchos jóvenes tienen que trabajar para aportar en la casa, ya que dos sueldos prácticamente no alcanzan para sustentar una familia”, explicó.
Citó un relevamiento en Posadas donde el 50% de los jóvenes que alquilan trabajan, y de ese grupo, la mitad necesita un segundo empleo solo para pagar el alquiler. Estos trabajos son, mayormente, “en negro” y en la economía popular: emprendimientos de comida, atención al público en comercios o manejo de Uber. “No podemos todos dedicarnos a manejar un Uber porque pronto no habrá clientes, solo choferes”, ejemplificó con crudeza.
Consultado sobre el contacto con la clase política, especialmente crítica con la representación misionera que no apoyó la ley, Posdeley fue claro: “No hay un ámbito ni un espacio” para el diálogo. Esta falta de comunicación clara y asertiva, dijo, alimenta una “pérdida de representatividad” y una profunda “insatisfacción democrática”.
De cara al futuro, el panorama es “álgido”. Con paros universitarios y un segundo cuatrimestre que empieza bajo la incertidumbre de si habrá clases, exámenes y funcionamiento normal, la lucha se extiende. “La sociedad a veces no entiende por qué seguimos discutiendo lo mismo. La respuesta es que necesitamos nuevamente una ley este año”, concluyó Posdeley, resumiendo una batalla que es, en esencia, por la supervivencia del sistema educativo público y la posibilidad de un futuro para miles de jóvenes.

Carlitos Posdeley en Plural

—¿Con qué tema venís hoy?
—La semana pasada fue bastante diferente a lo habitual a nivel nacional. Me parece que el gran protagonista fue el Congreso de la Nación, que —si tuviésemos que ponerlo en términos futbolísticos— le ganó 2 a 0 a Javier Milei. Y lo decimos así porque se aprobaron doce proyectos de ley que ahora tienen media sanción y esperan su paso por la Cámara de Senadores, con dos particularidades. La primera es que, a diferencia del relato habitual del gobierno —que tilda de “orcos” o “ogros” a todos los que se le oponen—, estos 12 proyectos contaron con un amplio consenso de distintos sectores políticos. La segunda es que obtuvieron una gran cantidad de votos afirmativos, con una diferencia importante respecto a los votos negativos, muy por encima de lo que se había visto en votaciones anteriores. Esto muestra que hay consenso amplio entre bloques legislativos que van desde opositores más férreos hasta los llamados “dialoguistas”. Son proyectos que tocan temas centrales para estos dos años de gestión de Javier Milei. Por mencionar algunos: la Ley de Financiamiento Universitario, la Ley de Emergencia Pediátrica para hospitales de todo el país y el freno a decretos del Ejecutivo que desmantelaban organismos de ciencia y técnica muy importantes como el INTA y el INTI. Tuvo un freno que ahora esperamos que el Senado acompañe para proteger esos trabajos y esas instituciones que gozan de amplio consenso a nivel nacional. Y acá me imagino que muchos televidentes estarán pensando: “Otra vez estamos discutiendo los mismos temas”. El año pasado se intentó una ley muy similar sobre el financiamiento universitario, que se aprobó en ambas cámaras pero Javier Milei vetó, por lo que no tuvo efecto. Este año se intenta nuevamente. El gobierno volvió a justificar su rechazo diciendo que no se explica de dónde saldrían los fondos, pero eso es un mito: la ley no busca aumentar el presupuesto de manera exagerada, sino actualizarlo en base a la inflación acumulada de 2023-2024 y la devaluación de diciembre de 2023, manteniendo el mismo monto real que en 2022. Recordemos que Milei lleva dos años gobernando sin presupuesto, por lo que distribuye a organismos y provincias los mismos montos que en 2022. Sin embargo, la recaudación nacional sí se actualizó por inflación. Un ejemplo claro: el monotributo más bajo costaba 6 mil pesos en diciembre de 2023 y hoy cuesta 32 mil, cinco veces más. Pero la redistribución nacional no sigue ese ajuste. En primer punto, el gobierno incurre en una falsedad cuando dice que no tiene plata o que el Congreso no le dice de dónde sacarla: simplemente se pide que los gastos se actualicen por inflación acumulada. Por eso se vuelve a discutir el financiamiento universitario. El proyecto ya tiene media sanción en Diputados y esperamos que el Senado lo apruebe, aunque Milei dijo que volverá a vetarlo e incluso recurrirá a la Corte Suprema para no actualizar los fondos. En este contexto, Misiones, tanto el año pasado como este, fue la única provincia que no aportó votos positivos para esta ley. Esperamos que en el Senado sí haya un aporte para el sector universitario, que es muy popular y sensible en el país. Si el gobierno insiste en que no hay plata, nosotros podemos proponer respuestas: no se deberían haber bajado las retenciones al campo, que volvió a ponerlas en el mismo nivel que estaban en 2023. Si no hay fondos para esta población tan vulnerable, no bajemos las retenciones de la minería extractivista, por ejemplo. Es ilógico pensar que se pueda extraer oro, litio y cobre de la Argentina, que esos minerales no tengan ningún tipo de valor agregado en el país y que se exporten directamente. La verdad es que, si Javier Milei dice que no hay plata para las universidades, los jubilados o los hospitales pediátricos, no debería haber bajado los impuestos a los bienes de lujo.

—Carlitos, a veces un razonamiento tan simple como ese, tan sencillo y a la vez tan descriptivo, parece que no se entendiera. Hay toda una reestructuración del país: se quitan impuestos o retenciones a los sectores más poderosos, mientras a otros se les quita el dinero para sobrevivir, existir o permanecer. Y sin embargo, pareciera que ese “no hay plata” fuera incuestionable.
—Parece como si la voluntad política tuviese que regirse simplemente por cálculos económicos que, bajo cualquier gobierno, serían iguales. Cuando la realidad es que la política es la lucha de intereses, y evidentemente Javier Milei prefiere siempre el interés de los más poderosos al de los más desprotegidos.

—La libertad que propone es la libertad para esos grupos de empresarios o sectores económicos.
—Es una libertad basada en lo financiero, en hacer dinero con dinero, y no en que cada persona pueda liberarse mediante su fuerza de trabajo. Estamos viviendo situaciones en las que trabajadores que hasta hace dos años cumplían 8 horas y se iban a su casa a descansar, ahora tienen que manejar un Uber para poder pagar las mismas cuentas, o hacer pan casero. Y la verdad es que no podemos todos dedicarnos a manejar un Uber porque pronto no habrá clientes, solo choferes. Tampoco podemos todos abrir un emprendimiento o una cervecería artesanal, porque muy pronto habrá menos consumidores y todos vamos a tener que trabajar en otra cosa. La realidad es que no hay consumo.

—Te escucho y pienso: yo vivo en Itaembé Miní, barrio de las afueras de Posadas, lo sabemos. Cada fin de semana hay un puestero nuevo vendiendo pollo asado. Cada vez hay más gente en las esquinas con la parrillita, con el tambor cortado, vendiendo pollo. Y como decís vos, cada vez que pregunto, la respuesta es la misma: son trabajadores que necesitan ese refuerzo para llegar a fin de mes.
—Y para sumarte algo más, cada vez hay menos estudiantes universitarios, porque muchos jóvenes tienen que trabajar para aportar en la casa, ya que dos sueldos prácticamente no alcanzan para sustentar una familia. Nosotros hicimos un relevamiento de unas 100 encuestas, y el 50% de los jóvenes relevados que alquilan en Posadas trabajan. De ese 50%, la mitad buscó un segundo empleo solo para poder pagar el alquiler. Es un deterioro muy fuerte.

—¿En qué trabajan los estudiantes?
—En exactamente lo mismo que el resto de la economía popular. Cada uno intenta abrir un emprendimiento de comida. Los que tienen un poco más de recursos aspiran a un trabajo en un local comercial, en atención al público.

—En negro, por supuesto.
—En negro, por supuesto. Son trabajos que buscan porque el aporte de sus padres ya no alcanza para que puedan estudiar una carrera universitaria.

—Es una realidad triste.
—Recorrer los pasillos de la universidad es muy difícil y doloroso, porque uno piensa si el compañero que está estresado por un final también lo está porque no sabe si el mes que viene podrá pagar el alquiler. Y muchas veces, en Argentina, algo que logramos construir como país es que la educación era una salida, una herramienta para tener un salto social. Y esa educación no debe ser solo para poder entrar a la universidad, sino que necesitamos medios para mantenernos dentro de ese sistema.

—Carlitos, ¿cómo los contiene la universidad teniendo en cuenta que hoy la noticia fue el anuncio de un futuro paro del sector universitario, porque están sin sueldos actualizados y sin paritarias?
—Primero, es muy difícil. Además de luchar por el salario docente, también se lucha por las becas estudiantiles que antes ayudaban a mantener a los chicos en el sistema. Contener a los compañeros es complicado, porque no se trata solo de que puedan asistir a la universidad, sino de que se sientan motivados por el país en el que se están formando. Formar un profesional que no sienta que tendrá salida laboral es muy difícil. La universidad tiene herramientas, como el régimen de alumno trabajador, que permite regularizar una materia sin asistir, completándola de forma virtual. Pero eso también va en detrimento de la presencialidad, que es clave en la formación. No es lo mismo formarse mediante la virtualidad, sin tener el diálogo y el debate con los compañeros, que formarse dentro de un aula, donde uno ve la corporalidad, la gestualidad y puede discutir con los demás sobre las ideas. Esa otra herramienta puede ser, en cierta forma, una contención, pero muchas veces también termina invisibilizando el verdadero lugar que deberían ocupar los estudiantes: el aula.

—Hoy, sobre todo en redes, se notó una reacción molesta de muchos misioneros con la corporación política por no haber prestado los votos o no haber ido a votar a favor del presupuesto. ¿Ustedes, como estudiantes, tienen algún tipo de contacto con esa política? ¿Se reúnen con los diputados para plantear lo que necesitan?
—El año pasado, durante la toma de la Facultad de Humanidades, por ejemplo, se declaró persona no grata a los siete diputados por no haber votado afirmativamente la ley.

—Pero eso no es un contacto.
—No, claro, eso no es un contacto. Y tampoco hubo un acercamiento real. Sé que el diputado Carlos Fernández se acercó a la Universidad Nacional y dialogó con la rectora, pero ese diálogo con los estudiantes, para que podamos entender a qué se deben o qué motivan ciertas decisiones, yo creo que no llega. No hay un ámbito ni un espacio para formular preguntas y recibir respuestas. Eso también contribuye a una insatisfacción democrática y a una pérdida de representatividad,

—Porque a veces no se comprende del todo cómo funciona la política y el juego de intereses. “No voto acá porque necesito aquello del otro lado”… no es tan lineal la cuestión.
—Creo que si hubiera una comunicación más clara, asertiva y efectiva, el estudiante podría entender algunas decisiones, esté o no de acuerdo. Porque podemos estar o no de acuerdo, pero los canales de diálogo muchas veces no existen. Y la representación política tiene que ver con que uno conozca la decisión, la entienda y luego la comparta o no. Quizás muchas veces hay, no sé si decirlo un vacío o un gris, en el cual las respuestas llegan por rumores, por lo que se dice o lo que se lee.

—Siempre con información inflada a favor o en contra, y eso termina manejando la situación…
—Eso también produce que uno no comprenda las intenciones de esos discursos construidos. Uno tiene que saber quién dice qué para entenderlo realmente y conocer las implicancias, porque si bien la realidad es una sola, también se construye y puede leerse desde distintas perspectivas.

—¿Qué viene ahora, Carlitos, desde el estudiantado?
—Ahora comienza el segundo cuatrimestre, que va a ser álgido, y se llegó a rumorear que podría no comenzar. Esta semana hay paros y jornadas de visibilización todos los días. También hay la idea de generar un diálogo entre los distintos sectores de la universidad, entre los claustros, para ver qué respuesta conjunta podemos dar. El cuatrimestre comienza en una situación realmente peor que en los anteriores. Antes había un paro por semana y una movilización pactada para dentro de dos meses. Ahora, el paro de actividades es completo: no hay toma de exámenes, no sabemos qué va a pasar. Sin embargo, vamos a apostar a seguir yendo a la universidad y ver qué construcción conjunta podemos hacer para dar a conocer la situación a la sociedad. Creo que muchas veces la sociedad se pregunta: ¿por qué seguimos discutiendo el financiamiento universitario si el año pasado se aprobó la ley? La respuesta es que necesitamos nuevamente una ley este año. Se aprobó en Diputados, pero falta que se apruebe en el Senado. Y si se aprueba y se veta, que el veto se caiga. Y si el veto se cae, falta saber qué dirá la Corte Suprema si Javier Milei llega hasta las últimas instancias. Es realmente complejo. Muchas veces el camino no está claro. La lucha se ha extendido tanto en el tiempo, y se seguirá extendiendo, que se dificulta comprender ambas posiciones: la de la sociedad, que en un momento dice “No entiendo qué está pasando”, y la del sector universitario, que sigue luchando por el aumento docente, el aumento en los gastos de funcionamiento y el aumento en las becas estudiantiles.