Sergio Álvez, periodista y escritor misionero, indaga en el legado guaraní de Maradona, la conexión del mito con Corrientes, la teoría del fútbol guaraní y la dimensión identitaria— con un relato sencillo y un lenguaje preciso, sin grandilocuencias, para descubrir al otro Diego de la gente, el que se llenaba de orgullo al rescatar su origen y reivinidicar su identidad. Sergio Álvez describe su libro –Maradona, Sangre Guaraní–, en Plural.
Lunes 25 de agosto de 2025. Diego Armando Maradona nunca editó su origen sino que, por el contrario, lo enarboló con un orgullo que le salía de las vísceras, como casi todo lo que hizo. Esa reivindicación constante de sus raíces —“soy negro, villero, tengo sangre guaraní”— no era una mera pose ni un slogan casual. Era la clave de una identidad tan compleja y poderosa como su fútbol. Así lo revela el periodista y escritor posadeño, Sergio Alvez, en su último libro, una obra que profundiza en el costado menos explorado del Diez: su conexión con la tierra de la región, con el chamamé y con la herencia guaraní.
El punto de partida, cuenta Alvez en una charla con Plural, fue una entrevista de 1993 del periodista español Jesús Quintero, en La Boca del Lobo. Ahí, Maradona declaró: “Soy hijo de correntinos, tengo sangre guaraní”. Esa frase, viralizada décadas después, detonó la curiosidad de Alvez. ¿Qué significaba esa sangre guaraní en alguien nacido en Villa Fiorito? ¿Era solo un dato genealógico o algo más?
La investigación lo llevó por caminos desconocidos. Uno de los más fascinantes: la teoría —sostenida por investigadores paraguayos— de que el fútbol no fue un invento inglés sino un legado de los guaraníes, documentado por los jesuitas en las reducciones de los siglos XVI y XVII. “En San Ignacio Guazú, Paraguay, tienen un reclamo formal como cuna mundial del balompié, basado en textos misionales”, recordó Alvez. “Ahí describen un juego muy similar al fútbol. Es un dato potente, poco difundido, que quise vincular con la historia de Maradona”.
Pero el libro no se queda en lo simbólico. Alvez viajó a Esquina, Corrientes, la tierra de los padres de Maradona, y descubrió que el vínculo de Diego con su “correntinidad” era mucho más profundo de lo que se creía. “Todos los veranos volvía. Jugaba al fútbol en la calle, nadaba en el río, pescaba, escuchaba chamamé, comía comida guaraní… Era un niño correntino más”, relata. Incluso en su primera entrevista, a los 12 años, ya se declaraba “correntino” y fanático de Bochini.
La sangre guaraní de Maradona, precisa Alvez, viene de ambos lados: de su padre, Diego “Chitoro” Maradona, y de su madre, Dalma “Tota” Franco. Pero el autor advierte: hablar de lo guaraní hoy es hablar de mestizaje. “Nos podaron hasta el idioma”, cita un chamamé de Julián Zini. “Queda la identidad, el orgullo, aunque el guaraní ya no se hable tanto”. Maradona, sin embargo, nunca perdió ese orgullo. Lo llevaba como estandarte, junto a sus otras raíces: la afrodescendencia (un antepasado sanjuanino que luchó con San Martín) y la croata (por su madre).
¿Por qué importa esto? Porque en esa mezcla —negra, villera, guaraní, europea— se condensa la identidad de millones. “Maradona alcanzó dimensión de símbolo porque el pueblo se ve reflejado en él”, analiza Alvez. “Lo encuentras en una trinchera en Palestina, en una marcha de jubilados en Buenos Aires; en Nápoles… Trasciende lo deportivo porque encarna luchas, orígenes y resistencias”.
El libro también traza un paralelo sutil con otra figura iconica: el Che Guevara, que aprendió a caminar en Misiones. Su padre atribuía su valentía “a la raza guaraní, que es sumamente brava”. Una foto en Caraguatay lo muestra de la mano de una mujer guaraní. “Esta sangre trasciende incluso a quienes no nacieron aquí”, reflexiona Alvez.
El trabajo de Sergio Alvez no es una hagiografía más de Maradona. Es un ensayo documentado, una indagación identitaria que entrelaza historia, futbol y cultura popular. Un libro necesario para entender que el genio de Diego no salió solo de su pierna zurda, sino de una tierra con memoria guaraní, de un río que canta chamamé y de un orgullo que nunca claudicó.
«Maradona: La Sangre Guaraní» se consigue en Posadas en la librería Tras los Pasos y en la revistería Piturro, en el centro de Posadas. «Y próximamente en otras provincias».
Sergio Álvez en Plural
—¿Cómo surge esto de rescatar ese costado de Maradona?
—Es importante, para quienes trabajamos con los libros aquí en la región, poder tener un lugar donde compartir un poco esto así que, gracias. Si tuviera que ubicarme en un punto como disparador para la idea de este trabajo, de este libro, yo diría que fue haber escuchado con atención esa entrevista que, en 1993, concede Maradona al periodista español Jesús Quintero en un programa de aquella época que se llamaba La Boca del Lobo. Ahí, Maradona dice claramente: “Soy hijo de correntinos, tengo sangre guaraní”…
—Año 93 dijiste.
—1993, sí. Es algo que se viralizó recientemente, hace un par de años. Y de ahí surgió la idea de profundizar un poco: ¿qué implica esa sangre guaraní en un personaje tan importante como Maradona? Más aún, siendo alguien nacido no en Misiones, no en Corrientes, mucho menos en Paraguay, sino ya en Buenos Aires. Qué había detrás de eso. Quise profundizar lo máximo posible, abrir más que cerrar conclusiones, y a partir de ahí la investigación me fue llevando hacia otros lugares. Ahí es donde aparece otra cuestión que quise traer y poner en valor: esta teoría o hipótesis del fútbol como un invento indígena ancestral guaraní, y no inglés. En Paraguay lo vienen trabajando hace muchos años investigadores a través de libros, documentales y análisis de documentos misionales.
—Hay un relato de los jesuitas sobre un juego muy parecido a lo que hoy es el fútbol.
—Se trata del fútbol como un invento guaraní, basado en estudios pretéritos que quise traer a colación y vincular con la historia de la sangre guaraní de Maradona, donde se mezcla no solo lo genealógico, sino también lo identitario. Me pregunté: bueno, si nosotros acá en Misiones también tenemos sangre guaraní, ¿qué nos puede unir? ¿Qué códigos culturales en común existen, más allá de lo genealógico? Eso me llevó a distintos lugares. Hice un viaje a la ciudad de Esquina, de donde son los padres de Diego Maradona, y me encontré —a través de entrevistas y otras indagaciones— con que ese vínculo de Diego con su “correntinidad” era mucho más fuerte de lo que pensaba.
—No estaba negado, al contrario, estaba bien marcado.
—Hay un periodista de la revista El Gráfico, llamado Horacio del Prado —un mítico periodista gráfico— que se jacta de haberle hecho la primera entrevista a Maradona cuando él tenía 12 años, jugando en los Cebollitas, las divisiones infantiles de Argentinos Juniors. En esa primera entrevista, el pequeño Diego Armando dice: “Soy correntino. Mi ídolo es Ricardo Bochini”, entre otras cosas. No dijo “soy hijo de correntinos” como lo hizo 30 años después frente a Jesús Quintero; ya tenía ese arraigo tan fuerte que, a través de esta investigación, me permitió entender el porqué de esa conexión con la sangre guaraní. El libro también pregunta qué queda de eso cuando hablamos de “sangre guaraní”. Como dice un chamamé de Julián Simi, “nos podaron hasta el idioma”, somos nacidos allá, pero muy pocas personas conservan hoy el idioma guaraní, que es central en una cultura y en la identidad regional. Eso ha sido un proceso de despojo complejo, no solo por la escolarización que no lo transmitió, sino por un entramado mayor. Por eso es significativo que alguien que no había nacido en Corrientes, como Maradona, lo señale con tanto orgullo. Y no era la única raíz: genealógicamente también tenía ascendencia afrodescendiente, a través de un esclavo sanjuanino que combatió en el ejército de San Martín.
—Todo eso está plasmado en tu libro…
—Sí. si nos vamos por el lado de doña Dalma, “la Tota”, su madre, encontramos un linaje que nos lleva hacia Croacia, por ejemplo. Y pasa como con nosotros cuando nos preguntamos de dónde venimos: no solamente quizás tengamos sangre guaraní, sino también otras ascendencias, como la afrodescendencia, la inmigración europea y muchas más.
—¿De dónde viene el linaje guaraní de Diego? ¿Del padre, de la madre; de ambos lados genealógicamente?
—Exactamente, de padre y madre. Don Diego “Chitoro” Maradona y doña Tota nacieron en la ciudad de Esquina, Corrientes. El papá de doña Tota, Ramón Franco, era de origen guaraní; y a través de su madre hay un linaje que, como decía, lleva hacia lo que hoy es el territorio de Croacia (ex Yugoslavia, dividida en seis países). Por el lado de Chitoro Maradona, hay un rastro que lleva hasta San Juan, y otro rastro maternal que se ubica más en el componente indígena de la sangre guaraní. Hablar de lo guaraní hoy también es hablar de mestizaje, pero sin dejar de referenciar la cultura indígena de quienes habitaban la selva y estos territorios antes del proceso jesuítico.
—Sergio, ¿qué otra cosa te encontraste en esta búsqueda?
—La verdad es que me encontré con cuestiones que me sorprendieron mucho, a pesar de estar tan cerca. Por ejemplo, en un municipio paraguayo muy próximo, a 160 km de Posadas, llamado San Ignacio Guazú —por donde pasamos camino a Asunción— tienen un reclamo muy fuerte para ser considerados la cuna mundial del fútbol (o del balompié, como ellos dicen). Es un reclamo formal, seguramente con fines turísticos, pero muy válido porque está sustentado en documentos y textos jesuíticos, documentos misionales. Sabemos que los jesuitas fueron los primeros en traer la imprenta a Latinoamérica. Entre sus escritos, como los de Antonio Ruiz de Montoya y otros sacerdotes, aparecen descripciones de un juego muy similar al fútbol. San Ignacio Guazú fue la primera reducción de nuestra región, y eso también le da valor. Me llamó mucho la atención que, siendo la sede de la CONMEBOL Asunción, este reclamo no sea suficientemente escuchado.
—En esa zona también está la mayor fábrica de pelotas de fútbol de Paraguay.
—Así es. Recorrer esa ruta es entrar en una historia tras otra en pocos minutos.
—También hay un rescate en el libro de la correntinidad que quedó ligada a Diego y su vuelta permanente a esa zona.
—Sí, eso también me sorprendió mucho. En Esquina encontré personas muy cercanas al Diego niño. Aunque él nació en Villa Fiorito, muchos de sus familiares seguían en Esquina, y todos los veranos era habitual que regresara con ellos. Cultivaba amistades, jugaba al fútbol con chicos más grandes, deslumbraba con su talento, nadaba en el río, pescaba, cazaba, participaba de los carnavales, escuchaba chamamé… como cualquier otro niño correntino. Además, tenía un gran aprecio por la gastronomía, y en cualquier lugar del mundo donde estuviera intentaba que la comida guaraní llegara hasta él. Son muchos los elementos culturales que lo vinculaban a ese territorio.
—¿Qué análisis hacés, Sergio, teniendo toda esa información y mirando a la distancia, sobre esa reivindicación permanente que hace Diego de su identidad?
—Me parece que es algo que trasciende lo de la sangre guaraní. Es una persona, un referente, que siempre tuvo muy claros sus orígenes y no solo desde un reconocimiento, sino también desde un lugar de orgullo, con un fuerte sentido de pertenencia por su identidad. Maradona decía: “Yo soy negro, villero, tengo sangre guaraní” y, además, fue muy claro y participativo en sus preferencias políticas, militante de muchas causas. Creo que eso lo convierte en un personaje reconocido no solo por lo deportivo. En el libro cuento que uno puede encontrar una bandera o una estampa de Diego en una trinchera bombardeada en Palestina, en una marcha de jubilados en Buenos Aires o en cualquier otro lugar del mundo, en situaciones ajenas al fútbol. Alcanzó ese símbolo, creo yo, porque el pueblo se ve reflejado en él, ya sea en Argentina o en otro país. Tal vez en Nápoles sea donde eso se expresa con mayor claridad: allí su dimensión más política se manifestó con mucha fuerza.
—También hacía una reivindicación de la bravura y de la fuerza guaraní. Cuando leí eso, recordé que en el libro Mi hijo el Che, al preguntarle al padre de Ernesto Guevara de dónde creía que su hijo sacó esa valentía, él respondió: “Mi hijo aprendió a caminar en Caraguatay, Misiones, y creo que pudo haberla sacado de la selva, pero también de la raza guaraní, que es sumamente valiente”. Hice un paralelo personal al leer esa frase.
—Hay una fotografía en el museo de Caraguatay donde se ve al pequeño Ernesto Guevara junto a una mujer guaraní, seguramente una criada de la época. Seguramente aquello también tuvo su influencia. Incluso, una de las canciones que escuchaban en Cuba, El Mensú, sonaba en la Sierra Maestra; está todo bastante entrelazado entre quienes han estado aquí. Creo que esta región y esta sangre guaraní tienen algo que trasciende incluso a aquellos que no nacieron aquí, pero que de algún modo fueron atravesados por ella.
—Sergio, ¿tiene una segunda parte el libro o ya está?
—No, lo que pasó es que, por suerte, mucha gente se comunicó queriendo aportar y sumar con muy buena intención, pero creo que eso debe quedar ahí, para que cada uno después profundice hacia donde quiera. Mi aporte ha sido hasta acá. Es un libro que tuve que resumir bastante porque el personaje es realmente muy abarcativo.
—¿Dónde lo conseguimos?
—Para las personas que están en Misiones, en la librería Tras los Pasos, aquí en Posadas, y en la revistería tradicional Piturro. También pueden comunicarse directamente conmigo a través de redes sociales. Ahora estamos en el proceso de llevarlo a otras provincias y empezar de a poco a hacerlo circular.
