En un hecho histórico, el colectivo de personas con discapacidad logró lo que ninguna fuerza política pudo en 22 años: derribar un veto presidencial. Su victoria traza un puente directo con la lucha de los “Rengos Peronistas” durante la dictadura, demostrando que la dignidad, negada y resistida, escribe las páginas más poderosas de la historia argentina, según rescata el autor de este artículo.

Por Carlos Valenzuela

Viernes 5 de septiembre de 2025. A menudo son los sectores más invisibilizados quienes, en la historia argentina, escriben las páginas más importantes de la lucha por la dignidad. Hoy, ese hilo conductor se tensa con una fuerza extraordinaria, uniendo dos momentos aparentemente distantes pero profundamente hermanados: la resistencia de los “Rengos Peronistas” en los años 70 y la contundente victoria legislativa que acaba de derribar el veto a la Ley de Emergencia en Discapacidad.
En los años de plomo de la dictadura, el Frente de Lisiados Peronista (FLP) irrumpió en la escena política para gritar que existían. No pedían caridad; exigían derechos. Eran “rengos peronistas”, “rengos montoneros”, “rengos marxistas”, como rescata la compañera Sandra Ferrero en un artículo donde recuerda a los «pobres, lisiados, no aptos, no normalizados, inhabilitados e improductivos», como los consideraban entonces y también ahora, por «quienes lejos estaban de construir una sociedad habilitada para todas y todos». Eran, sobre todo, sujetos políticos que se negaban a ser anulados como “cuerpos no legitimados”, confinados a talleres protegidos y a la lástima de una sociedad que quería normalizarlos o esconderlos. Su lucha fue una de las más radicales: un poco contra un régimen opresor y mucho más contra un paradigma social que los condenaba a la pasividad. Pagaron un precio alto: muchos fueron desaparecidos, torturados y secuestrados. Su crimen fue creer que su lugar estaba en la calle, en la plaza, en la militancia, reclamando lo que por derecho les correspondía.
Más de cincuenta años después, ese mismo espíritu de lucha emergió con una fuerza imparable. El mismo colectivo, históricamente relegado, fue el único capaz de lograr lo que parecía imposible: que el Congreso derribe un veto presidencial por primera vez en 22 años. Frente a la “insensibilidad y desprecio total” –como bien señalaron los senadores– de un gobierno que responde con recortes a la vulnerabilidad, las familias, las organizaciones y las personas con discapacidad se plantaron. No fue una pulseada partidaria más; fue la convicción de un pueblo abrazando a los más desprotegidos, una batalla de profundidad emocional que logró torcer el brazo de la crueldad y la especulación.
El contraste no podría ser más elocuente. Ayer, bajo una dictadura, el FLP luchaba por salir de la invisibilidad y ser sujetos de derecho. Hoy, bajo un gobierno que intenta desmantelar derechos, lograron una victoria monumental que consolida esos mismos derechos. Aquellos “rengos” que en 1973 entregaron un ramo de flores a Cámpora para simbolizar su proyecto de liberación son los antecesores directos de quienes hoy celebraban con banderas y aplausos en las puertas del Congreso.
Esta victoria es enorme por su impacto concreto –la emergencia hasta 2026, pensiones, actualización de aranceles– y porque marca un punto de inflexión en la conciencia colectiva. Surge, como un manantial en medio del desierto, la sensibilidad social indispensable; también como un recordatorio brutal de que el individualismo feroz no es el destino y que el camino de la recuperación solo se transita con una comunidad organizada que no abandona a sus miembros más frágiles.
La dirigencia política, toda, debe comprender la nueva hora. Los que fueron estigmatizados como “improductivos” e “inhábiles” acaban de dar una lección de fortaleza política y coherencia. Demostraron que la verdadera fuerza no reside en los decretos que buscan gobernar sin consenso, sino en la organización popular que se niega a dar un paso atrás. Y otra vez, recordamos y reaprendemos que eso de que nadie se salva solo.
De los “Rengos” de Perón al rechazo del veto de Milei, hay una línea recta: la de la dignidad que se niega a pedir permiso. Esta no es solo su victoria; es un Norte para todos. La comunidad organizada que soñaron aquellos luchadores no solo merece ser vivida: acaba de demostrar que está más viva que nunca.
Se entiende, una vez más, que se trata de una historia de lucha y conquista de derechos de un pueblo que, con convicción y firmeza –mientras abraza a los más desprotegidos de la comunidad, sobre todo frente a la crueldad del genocidio social llevado adelante por el gobierno nacional y sus cómplices–, logró que una parte de la dirigencia cambie el rumbo y deje atrás sus especulaciones.
Pienso que la victoria es enorme; creo que es una batalla de profundidad emocional y de sentir humano que deja emerger la sensibilidad social indispensable para empezar a dejar atrás el individualismo y comenzar el camino de recuperación de una comunidad organizada que merezca ser vivida. Con una dirigencia –repito– que tendrá que comprender la nueva hora de los pueblos.

Imagen original de la época, sobre la que se generó la ilustración de portada con inteligencia artificial.