El autor de este artículo analiza el papel mezquino de los diputados radicales que este jueves votaron en contra del Presupuesto provincial 2026. La Legislatura de igual manera aprobó el proyecto y le dio previsibilidad y una herramienta de gestión al Gobierno, en un contexto de crisis, recortes y ensañamiento de la Nación contra todo el país.

Por Carlos Valenzuela

Viernes 3 de octubre de 2025. El Presupuesto no es un trofeo partidario. No se trata de un papel administrativo ni de un número frío: es el plato de comida en un comedor, la cama disponible en un hospital, el aula con techo para los chicos. Es, en definitiva, la previsibilidad que necesita la gente para poder vivir con un mínimo de certezas. Convertirlo en un botín de guerra política es reducir la política a su versión más mezquina, justo en un tiempo en que la sociedad reclama seriedad.
En un país marcado por la incertidumbre económica, donde la Nación, con maldad manifiesta y violencia expuesta, recorta fondos y las provincias deben hacer malabares para sostener servicios básicos, la única actitud responsable es sumar certezas. Y Misiones lo hizo: fue la primera en presentar y aprobar su Presupuesto 2026, con partidas que superan los cuatro billones de pesos y casi siete de cada diez destinados a salud, educación y programas sociales. Esa decisión práctica —tener la “ley de leyes” lista antes que nadie— es la diferencia entre navegar con brújula o a la deriva.
En ese marco, la actitud de los diputados provinciales del radicalismo quedó fuera de lugar. Eligieron votar en contra del Presupuesto provincial sabiendo que la norma de todas maneras iba a ser aprobada por la mayoría oficialista y el acompañamiento de otros espacios. Es decir, los radicales optaron por un gesto vacío: un “no” que no cambió el resultado, pero que sí intentó restar previsibilidad al gobierno y, por extensión, a la sociedad. El problema no es la crítica —toda oposición debe fiscalizar, cuestionar y proponer—. El problema es hacerlo sin alternativas, sin enmiendas ni propuestas concretas, y a sabiendas de que la decisión afecta la herramienta que garantiza el funcionamiento del Estado.
El Presupuesto no es un trámite burocrático. Es el mapa que le dice a hospitales, escuelas, municipios y pymes cómo transitarán el año que viene. Por eso, un voto en contra no se traduce solo en un gesto político: se transforma en un acto de desconsideración hacia los vecinos. Las transferencias a los municipios, los programas sociales, las guardias médicas o las becas escolares no entienden de banderas partidarias. Necesitan previsibilidad, no chicanas.
En la sesión de la Cámara, el proyecto se aprobó con 32 votos a favor y 6 en contra. La cifra demuestra que Misiones eligió ordenar sus cuentas aun en un contexto adverso. Sin embargo, hubo quienes prefirieron el ruido antes que el aporte serio. El bloque radical justificó su rechazo señalando supuestas opacidades o desequilibrios, pero sus críticas no se tradujeron en propuestas de mejora ni en objeciones técnicas de peso. Fue un gesto más cercano al postureo político que a la fiscalización responsable.
Y lo más grave es la incoherencia: algunos de esos mismos legisladores que posan en redes sociales reclamando por más inversión en salud o educación, en el recinto votaron en contra de un Presupuesto que justamente destina su mayor esfuerzo a esas áreas. Esa doble vara erosiona la confianza pública y degrada la política a un espectáculo vacío, donde importa más la foto que la gestión de una ambulancia, un aula o una guardia hospitalaria.
La política útil es la que mejora las cosas, no la que las complica. En tiempos en que la Nación abandona a las provincias a su suerte, la previsibilidad local es un recurso de supervivencia. Si la oposición decide sacrificar esa previsibilidad por una maniobra partidaria, quien paga el costo no son los partidos, sino los vecinos: menos escuelas abiertas, menos programas sociales eficaces, menos obras ejecutadas. La oposición tiene mecanismos legítimos para marcar diferencias: presentar enmiendas, pedir informes, proponer reasignaciones. Votar en contra sin alternativas no es oposición responsable, es mezquindad.
La sociedad sabe que cuando se juega con el Presupuesto, no se juega con el oficialismo de turno ni con la oposición: se juega con la vida cotidiana de la gente. Los radicales eligieron el gesto vacío antes que la responsabilidad. Y en un tiempo de crisis, esos gestos no se olvidan: la sociedad, tarde o temprano, termina pasándoles factura. Porque la política puede admitir diferencias, discusiones y tensiones, pero lo que no admite es la irresponsabilidad de quienes, en lugar de garantizar certezas, se dedican a dinamitarlas.