La profesión de guardavidas «salva vidas y abre fronteras», dice Sergio Balatorre, director de la Escuela Municipal, donde detalla además la alta demanda, el rigor de la formación y el impacto social de esta carrera.
Martes 14 de octubre de 2025. En un contexto de creciente demanda turística y una preocupante falta de adherencia a la ley de Seguridad Acuática en la mayoría de los municipios de Misiones, la Escuela Municipal de Guardavidas de la capital misionera cubre una necesidad crítica de personal calificado al tiempo que se consolida como una herramienta de contención y formación para los jóvenes, fortaleciéndolos anímica y moralmente, explica su director, Sergio Balatorre, en una entrevista con Plural, programa periodístico de Canal 4 Posadas.
«Supera la oferta. No estamos llegando con la cantidad de guardavidas», afirmó Balatorre con contundencia al ser consultado sobre la necesidad de estos profesionales en la región. La escuela, que comenzó en 2013, egresó a 350 guardavidas, lo que representa solo el 30% de los ingresantes, un reflejo de la alta exigencia del curso, detalló.
El perfil del alumno es el de un joven que, en un 70%, trabaja y estudia de manera simultánea. La carga horaria es de 730 horas anuales –equiparable a una tecnicatura superior comprimida– y el cursado se extiende los lunes, miércoles y viernes de 22 a 24 horas para natación, más teóricos y preparación física. «Es bravo. Pero está pensado para alguien que trabaja o estudia», explicó Balatorre.
Balatorre destacó que, si bien el objetivo inicial fue ofrecer una salida laboral rápida, pospandemia descubrieron un valor agregado invaluable. «Nos dimos cuenta de que es también una muy buena herramienta para fortalecer anímicamente y moralmente a los jóvenes. Les ayuda a trabajar mucho, a vencer límites, a superar frustraciones, a darse cuenta de que pueden», afirmó.
Este enfoque es crucial para contrarrestar la falta de «habilidades blandas» que, según su observación, pesa en la juventud actual. Para mitigar la alta deserción, la escuela implementa un precurso en enero que prepara a los aspirantes en natación y entrenamiento, buscando evitar la frustración por un nivel inicial insuficiente.
El título obtenido en la escuela posadeña no solo tiene validez local. Balatorre confirmó que habilita para trabajar fuera del país, una oportunidad que muchos están aprovechando. «Están yendo muchos guardavidas a Brasil. Del cuerpo de guardavidas de la municipalidad, han ido seis a trabajar a las playas brasileras», ejemplificó.
La sólida formación de 730 horas –superior a la ofrecida en otras provincias– les permite a los misioneros destacarse. «Cuando nuestros guardavidas van a trabajar a Brasil, quedan entre los 10 primeros de 300 o 400 aspirantes», aseguró con orgullo. Desde allí, muchos continúan su carrera en Europa, haciendo de esta profesión un verdadero pasaporte para conocer el mundo.
Uno de los puntos más críticos que expuso Balatorre es la falta de adhesión a la ley provincial de guardavidas por parte de «la gran mayoría» de los municipios misioneros. Solo Posadas, Candelaria, Oberá y Eldorado están incursionando en su aplicación.
«Todos los balnearios, arroyos, ríos o lugares públicos habilitados para baño, así como todo evento acuático, deberían estar regidos por la ley de seguridad acuática», afirmó. La adhesión a la norma, impulsada también por el incremento de la actividad turística en una provincia de «selva y agua», generaría un «efecto multiplicador en la prevención de ahogamientos».
El trabajo del guardavidas ha evolucionado. Gracias a las actividades preventivas, los accidentes dentro del agua han disminuido, pero se ha incrementado «muchísimo» la atención fuera de ella.
«En la playa se atienden muchos casos de baja presión, insolación, intoxicaciones, ACV, anginas de pecho… muchos casos complicados», detalló Balatorre. Reveló que en la última temporada detectaron fácilmente cinco casos de personas con malestar que, tras ser revisadas, presentaban niveles de presión tan complicados que fueron derivados de urgencia al hospital. «Creemos que en varios casos logramos evitar episodios graves», afirmó, vinculando este fenómeno con la epidemiología general, que muestra ACV en personas cada vez más jóvenes.
Consultado sobre las irregularidades más frecuentes, Balatorre fue directo: «Ingresar a lugares prohibidos y subestimar la capacidad propia. El famoso ‘no pasa nada, yo sé nadar'».
Frente a esto, la escuela lleva adelante el programa «Alerta en el agua», visitando escuelas ribereñas para impartir tips de prevención. «Los misioneros somos de agua: tenemos un arroyo o río a diez metros y preferimos ir ahí, no al balneario con guardavidas que está más lejos», explicó. La iniciativa busca preparar a los niños para que, si van a esos lugares, lo hagan con un adulto, en sitios conocidos y con elementos de flotación.
Balatorre también alertó sobre un peligro constante: el descuido de los padres en las piletas. «Un simple descuido —mirar el celular, darse vuelta— hace que el niño se salga del campo visual». Una estadística interna reveló que la mayor cantidad de rescates en natatorios de Posadas no ocurre en la parte profunda, sino en la baja, con niños de 4 a 6 años que, en un segundo, dejan de hacer pie y quedan sumergidos inadvertidos entre la multitud. Una advertencia silenciosa que resume la urgencia de su labor.
Sergio Balatorre en Plural
—¿Por qué es importante esta escuela, Sergio?
—El curso de guardavidas nuestro comienza en enero porque se hace un precurso para preparar a los chicos que van a hacer el curso de guardavidas, que es muy exigente y tiene mucha deserción. Entonces, los preparamos para que no se frustren y no tengan que dejar después por bajo nivel de natación o de entrenamiento. Es importante porque aporta la mayor cantidad de guardavidas a una alta demanda, una demanda creciente en toda la región.
—¿Hay mucha demanda?
—Hay mucha demanda. Supera la oferta. No estamos llegando con la cantidad de guardavidas. Segundo, porque originalmente le pusimos el foco en dar una salida laboral rápida a los jóvenes ante una situación difícil, y hace cinco años, post pandemia, nos dimos cuenta de que es también una muy buena herramienta para fortalecer anímicamente y moralmente a los jóvenes. Les ayuda a trabajar mucho, a vencer límites, a superar frustraciones, a darse cuenta de que pueden, a trabajar la paciencia, cosa que hoy cuesta mucho en los jóvenes. Les pesa no tener esas habilidades blandas, y entonces le estamos dando esa vuelta de rosca. Nos dimos cuenta de que es muy útil para ellos en ese aspecto. Por eso la importancia de este curso.
—Sin quedarnos en lo que fue la pandemia, ¿trabajaron durante ese tiempo o se detuvieron también?
—No, no. Trabajamos a partir de junio. Se hizo un curso abreviado que se extendió durante todo el verano, pero se dieron cursos.
—Hablabas de la alta demanda en la región. ¿Este título los habilita para trabajar fuera del país también?
—Sí. Están yendo muchos guardavidas a Brasil. De hecho, del cuerpo de guardavidas de la municipalidad, han ido seis a trabajar a las playas brasileras. Allá hacen el curso de bomberos guardavidas, que es militar, y muchos de ahí se van a Europa o siguen otros rumbos. Por suerte, este curso también les da esa posibilidad: abrir fronteras, conocer el mundo. Los jóvenes hoy son muy nómades, y esta carrera les da una herramienta para poder hacerlo.
—¿Quiénes están obligados a tener guardavidas? ¿Una pileta, un balneario?
—En principio, nosotros tenemos una ley provincial de guardavidas. Todos los municipios que adhieren a esa ley están obligados a contratar guardavidas formados con 730 horas, regidos por esa norma. Posadas lo hace hace más de 10 años. Candelaria, Oberá y Eldorado están incursionando, y la idea es que los demás municipios se vayan sumando, dándole valor a la seguridad. Esto también está traccionado por el incremento de la actividad turística en Misiones, que es selva y agua.
—O sea que hay municipios en Misiones que no están obligados a tener un guardavidas en piletas o parques recreativos.
—La gran mayoría. No están adheridos a la ley provincial. Es algo en lo que habría que trabajar, porque adherir a la ley lleva seguridad a los complejos turísticos, a la población, y genera un efecto multiplicador en la prevención de ahogamientos. Tiene su lado positivo. Todos los balnearios, arroyos, ríos o lugares públicos habilitados para baño, así como todo evento acuático, deberían estar regidos por la ley de seguridad acuática, siempre y cuando el municipio adhiera a la ley.
—¿Cuánta gente creés que pasó por la escuela?
—Tenemos 350 egresados desde 2013 a esta parte, lo que representa el 30% de los que ingresaron. Es un curso duro, largo, y hay mucha deserción. Por eso ahora estamos poniendo el foco en que la mayor cantidad de chicos que ingresan puedan terminarlo y conseguir una salida laboral rápida.
—¿Los motivos por los que se abandona son la alta exigencia del curso?
—Sí. No les da el cuero, como decimos. Hay bajo nivel de natación en general en la población misionera, y además la carga horaria es muy exigente: 730 horas en un año, como una tecnicatura superior comprimida.
—¿En qué horarios y días se cursa, para quienes estén interesados?
—Lunes, miércoles y viernes de 22 a 24 horas nadamos todo el invierno, hasta medianoche. Los martes tenemos cuatro horas de teórico y los lunes a la siesta, preparación física. Es bravo. Pero está pensado para alguien que trabaja o estudia. De hecho, el 70% de los alumnos trabaja y estudia.
—Cuando comenzó esta escuela, era una novedad. ¿Sigue siéndolo en otras provincias o ya es algo común?
—No, no es común. De hecho, hay provincias con formaciones de guardavidas con muchas menos horas que la nuestra. Nosotros tenemos 730 horas porque es la carga horaria que exigen las principales provincias de Argentina y también en el exterior. Por eso, cuando nuestros guardavidas van a trabajar a Brasil, quedan entre los 10 primeros de 300 o 400 aspirantes. Vienen con una formación muy sólida, y eso les permite ranquear. En Brasil, los primeros en la selección son los que consiguen los mejores trabajos.
—¿Tenés alguna proyección de lo que fueron estos años, en cantidad de salvamentos o acciones efectivas?
—No tengo las estadísticas exactas. Lo que sí hacemos todos los años, como tenemos a cargo todos los balnearios, es analizar los datos, ver qué está pidiendo la sociedad y readecuar los programas de estudio y los entrenamientos.
—¿Qué pide la sociedad? ¿En qué sentido? ¿Cuáles son los problemas que se presentan en las playas?
—En los últimos años, gracias a la actividad preventiva que venimos desarrollando, han bajado los accidentes dentro del ámbito acuático, pero se incrementó muchísimo la atención fuera del agua: primeros auxilios y atención prehospitalaria. Estamos trabajando mucho en mejorar ese aspecto. En la playa se atienden muchos casos de baja presión, insolación, intoxicaciones, ACV, anginas de pecho… muchos casos complicados.
—¿Muchos ACV ahí, en el momento, en la playa?
—Sí. En la última temporada detectamos fácilmente cinco casos de personas con malestar que fueron trasladadas a la sala, se les tomó la presión y tenían niveles muy complicados, por lo que se las derivó de urgencia al hospital. Creemos que en varios casos logramos evitar episodios graves.
—¿Eso es algo accidental o tiene que ver con el sol, con el calor?
—Tiene que ver con la epidemiología de la población en general. Los accidentes cerebrovasculares se están dando cada vez en personas más jóvenes y en mayor cantidad. Por eso siempre hacemos hincapié en los protocolos. Hace poco asistimos en Rosario al Congreso Sudamericano de Atención Prehospitalaria, donde vimos cómo se está trabajando en este tema. Todos los instructores viajamos, y esa información se baja luego a los guardavidas y a las escuelas.
—Sergio, la última. No sé si hablar de irregularidades, accidentes o irresponsabilidades. ¿Cuál es la más frecuente en el ámbito acuático?
—Ingresar a lugares prohibidos y subestimar la capacidad propia. El famoso “no pasa nada, yo sé nadar”. Nosotros tenemos un programa en la Escuela de Guardavidas que se llama Alerta en el agua. Vamos a todas las escuelas ribereñas llevando tips y lineamientos de prevención, que son muy básicos y fáciles. Porque los misioneros somos de agua: tenemos un arroyo o río a diez metros y preferimos ir ahí, no al balneario con guardavidas que está más lejos. Entonces, lo que hacemos es preparar a la población escolar para que, si van a esos lugares, vayan con un adulto, a sitios conocidos o habilitados; que lleven algún elemento de flotación con soga, que sepan cómo actuar si ven a alguien ahogándose, para evitar tener varias víctimas en lugar de una. Esa acción la realizamos para bajar el nivel de ahogamientos.
—Es común, porque lo vemos quienes recorremos la provincia: la costa del Paraná, la del Uruguay, los gurisitos metidos en el agua, sobre todo a la siesta o a la tarde. ¿Eso sigue pasando?
—Sí, eso sigue, y es un foco de peligro. Uno, cuando es guardavidas, lamentablemente ya no puede disfrutar de una playa. Vayas donde vayas, estás mirando, escuchando gritos, contando cabecitas. El fin de semana pasado, por ejemplo, que hacía muchísimo calor, estaba en un club de Posadas observando a los chicos con sus padres, y muchas veces ves que un simple descuido —mirar el celular, darse vuelta, tomar sol de espalda— hace que el niño se salga del campo visual. Es muy común ese caso que mencionás: el descuido de los padres, un segundo de distracción y se produce el accidente. Hace años hicimos una estadística en una temporada en 25 natatorios de Posadas y detectamos que la mayor cantidad de rescates no se da en la parte profunda de las piletas, sino en la parte baja, entre niños de 4 a 6 años, al lado de la escalerita donde hacen pie y, en un segundo, ya no hacen pie. Se quedan tomando agua entre la multitud y no nos asombramos de esos resultados.
