Daniel Gollán, diputado nacional y dirigente político del campo nacional y popular dijo que las próximas elecciones son la herramienta clave para «frenar» el rumbo actual. Confió en la posibilidad de formar un «gran frente nacional» para 2027, con referentes como Axel Kicillof, que aglutine al peronismo y otros sectores para «volver a poner el país en marcha».

Jueves 16 de octubre de 2025. El diputado nacional y exministro de Salud Daniel Gollán realizó un duro diagnóstico sobre la situación del sistema sanitario argentino, acusando al Gobierno nacional de desentenderse de sus responsabilidades constitucionales, desfinanciar programas esenciales y llevar a la quiebra a miles de clínicas privadas, en el marco de una crisis que, según él, recae de manera desproporcionada sobre las provincias, según expresó durante una entrevista con en Plural, programa periodístico de Canal Cuatro Posadas.
Gollán afirmó que la administración de Javier Milei argumenta «falsamente» que la salud es una responsabilidad exclusiva de las provincias, ignorando su rol constitucional como «último garante del derecho a la salud». Según el dirigente, la Nación ha abandonado su función de coordinar y financiar programas nacionales críticos.
«Todo eso empieza a correrse y la Nación les dice a las provincias: ‘Háganse cargo ustedes'», declaró. Como ejemplos, citó la drástica reducción del Plan Remediar, que hoy entregaría solo un 25% de los medicamentos que proveía antes, y la desaparición de iniciativas de prevención, como la de embarazo adolescente.
El legislador alertó sobre una crisis paralela en el sector privado, donde estimó que unas 4.500 clínicas y sanatorios se encuentran «literalmente fundidos» debido a enormes deudas previsionales y tributarias, poniendo en riesgo entre 170 mil y 180 mil camas de internación en todo el país.
Gollán reveló que tenía proyectos de ley consensuados con el sector para una «salida ordenada» de la deuda, que incluía condonaciones y pagos en cuotas. Sin embargo, denunció que el Gobierno los bloqueó: «Los apretó literalmente, amenazándolos con enviarles inspecciones (…) si votaban un proyecto de ley que era muy constructivo». Para el diputado, la estrategia oficial es que «quiebren y que se tengan que quedar los que se tengan que quedar».
Frente a este escenario, Gollán mencionó la existencia de un colectivo de sanitaristas e intelectuales trabajando en una propuesta para un «nuevo sistema de salud integrado y articulado» que supere la actual desorganización. Señaló la necesidad de combatir la «intermediación innecesaria» y criticó las «enormes ganancias» de las grandes empresas de medicina prepaga y farmacéuticas, que a su juicio se llevan «la parte del león» de los recursos.
Respecto a la acción legislativa, afirmó que el Congreso está aprobando leyes para atender urgencias, pero se topa con la intransigencia del Ejecutivo. Citó el caso de la ley de discapacidad, que fue vetada, luego ratificada por el Congreso con dos tercios de los votos, y finalmente ignorada por el Presidente mediante un decreto. «El presidente escribe: ‘No voy a cumplir una ley del Congreso’, y no pasa nada. (…) Ahí tiene que actuar en forma inmediata y automática la justicia», reclamó.
Al ser consultado sobre la autocrítica de los espacios que no gobiernan, Gollán admitió que no estuvieron «a la altura de las circunstancias» durante la gestión de Alberto Fernández, a pesar de factores externos como la pandemia y la pesada herencia de la deuda con el FMI.
«La autocrítica pasa por reconocer que no estuvimos a la altura y discutir internamente qué tipo de organización política tenemos que tener en la Argentina», afirmó. Subrayó la necesidad de regenerar la confianza a través de la «honestidad, transparencia, eficiencia y cumplir con la palabra empeñada».
Mirando hacia el futuro, Gollán consideró que las próximas elecciones son la herramienta clave para «frenar» el rumbo actual. Confió en la posibilidad de formar un «gran frente nacional» para 2027, con referentes como Axel Kicillof, que aglutine al peronismo y otros sectores para «volver a poner el país en marcha».
Finalmente, en un tono más personal, el diputado confesó que lo que más le duele y preocupa es el «estallido» de su teléfono con pedidos de ayuda para conseguir medicamentos y tratamientos. «Si esto no es estructural, si no es parejo y no les llega a todos por igual (…) los que logran romper esa barrera tienen la posibilidad, y los otros van quedando afuera. Eso duele mucho», concluyó.

Daniel Gollan en Plural

–¿Cuál es el planteo que hacen en las charlas?
–La primera cosa que estamos planteando es que estamos bajo un gobierno nacional que se ha desentendido del problema de la salud, argumentando que, por la Constitución del 94, la salud es responsabilidad de las provincias. Esta es una afirmación absolutamente falsa, porque por la Constitución Nacional el Estado nacional es el último garante del derecho a la salud de todos los argentinos y todas las argentinas. Pero ellos invocan esto, que en realidad significaba que las provincias se hacían cargo de la atención de los hospitales. Algunas provincias se hacían cargo de la atención primaria, salvo Buenos Aires y Córdoba, donde eran los municipios los que se hacían cargo de la atención primaria. Pero todo forma parte de un sistema: no es cuestión de que la Nación diga “háganse cargo ustedes”, sino que la Nación quedaba a cargo de muchos programas nacionales de salud, incluso de algunos hospitales propios —pocos, pero que quedaron bajo su dependencia—, como el Garrahan, por ejemplo. Y debía aportar los recursos necesarios para que todo ese sistema y esos programas nacionales —estamos hablando de vacunas, prevención de enfermedades, prevención de enfermedades crónicas y agudas, investigaciones, promoción de la salud, prevención, información y estadística— funcionaran adecuadamente. Todo eso empieza a correrse y la Nación les dice a las provincias: “Háganse cargo ustedes”. Cada vez más, con los medicamentos oncológicos, por ejemplo: las provincias pagaban una parte y la Nación pagaba los medicamentos de alto costo. Los municipios hacían su parte. Pero ahora la Nación dice: “Bueno, háganse cargo ustedes de todo”. Del Plan Remediar, que entregaba medicamentos en los centros de atención primaria de todo el país, hoy está entregando solo un 25% de lo que entregaba antes. Y así con todo. La prevención del embarazo adolescente, que habíamos bajado de forma impresionante, la dejan directamente, clausuran el programa y dicen: “Háganse cargo las provincias”. Pero, a su vez, no envían los recursos que son de las provincias, porque este gobierno tiene mal el concepto de que la Nación no produce nada. Las que producimos somos las provincias, y la Nación saca esos recursos de las provincias y les devuelve poquísimo. Encima, te saca los programas nacionales de salud, deja de hacer asfalto —tenemos accidentes—, ¿dónde se atiende la gente? Todo lo que deja de hacer baja la actividad económica, también por el programa económico del gobierno. Recaudamos menos en las provincias y todo recae sobre ellas. Lógicamente, ante eso, hay que plantearse que tenemos que salir de este círculo vicioso. Un dato más: cuando yo hablo de salud, no estoy hablando solamente de la atención que se hace en el nivel público. Hoy hay 4.500 clínicas y sanatorios que, en el país, están literalmente fundidos, quebrados. Tienen una deuda tan grande con el sistema previsional y con la AFIP —la actual ARCA— que están fundidos. Es decir, ahí también debe intervenir el gobierno. Es responsabilidad del gobierno generar un plan. Yo tenía dos proyectos de ley consensuados con el sector para que salieran de esa situación, porque son entre 170 y 180 mil camas de internación que están en riesgo en todo el país. Sería un desastre. El Estado no está en condiciones de tomar, de un día para el otro, esa cantidad. Están pendientes con una espada de Damocles: no pueden pagar sus deudas y, cada seis meses, están en una situación angustiosa. Les llegan telegramas exigiéndoles el pago de la deuda o cartas documento. Están al borde de la quiebra, literalmente, y el gobierno no toma cartas en el asunto. No nos dejaron desarrollar este proyecto de ley, a pesar de que las cámaras que se acercaron estaban muy interesadas, porque planteábamos una salida ordenada de la deuda crónica: una parte se condonaba, otra se pagaba en cómodas cuotas, para que el Estado también pudiera recaudar, comenzando a pagar desde ahora en adelante. Pero el gobierno los apretó literalmente, amenazándolos con enviarles inspecciones de la AFIP, del ARCA o de la ANSES para clausurarlos si votaban un proyecto de ley que era muy constructivo. Entonces, realmente, lo que busca el gobierno es que quiebren y que se tengan que quedar los que se tengan que quedar. Si el mercado dice que tienen que cerrar 100 clínicas y sanatorios en tal provincia, que cierren. Esa es la preocupación, y que la gente se arregle como pueda. De hecho, estamos atendiendo en la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, pero es una situación prácticamente igual en todas las provincias: un 30% más de gente que se atiende en los hospitales públicos porque se fue de las obras sociales, perdió la obra social o tiene prepaga, pero no puede pagar los plus. Y sobre todo uno lo ve después del día 10 o 15: van a una clínica o sanatorio y les dicen “30 o 40 mil pesos de plus, o mucho más”. Entonces responden: “Bueno, me voy al hospital, que no me van a cobrar el plus”, y sobrecargan unos hospitales que —te repito— son de las provincias, pero les están mandando menos recursos.

-¿Cuáles son las propuestas para salir de esto, para reformular esto?
-Miren, para hacer honor a la verdad, el sistema de salud argentino venía mal desde hace mucho tiempo. Ahora ha empeorado con Milei, brutalmente, por todo esto que estamos hablando. Pero hace rato que un grupo muy grande de sanitaristas, gente de la comunidad interesada por temas de salud y todo tipo de personas preocupadas por el tema, hemos conformado un colectivo muy grande de intelectuales que, supuestamente, sabemos mucho. Hay mucho, por supuesto, intelectual y académico trabajando en una propuesta de nuevo sistema de salud integrado en la Argentina, articulado. Es decir, el sistema está muy desorganizado, y toda desorganización hace que sea menos eficiente y menos eficaz. Y, por supuesto, también hay que descubrir dónde se van los recursos que ponemos en salud, porque vemos que hay sectores que sanitariamente aportan muy poco, pero que se llevan mucho de la torta de los presupuestos de salud. Las farmacéuticas se llevan mucho más de lo que deberían. La ineficiencia del sistema también hace que cueste más, porque hay que repetir las cosas mil veces: no tenemos todavía la historia clínica digital, hay cuestiones que no están articuladas y una intermediación innecesaria. La desorganización genera que aparezca gente que intermedie porque las cosas no están bien articuladas. Ese es un gasto que se puede superar. Grandes corporaciones se llevan también la parte del león y dejan muy poco a los que trabajan en el sistema de salud. Me refiero a las grandes empresas de medicina prepaga, que tienen enormes ganancias: cobran el día primero a todos sus afiliados y luego le pagan a los prestadores a los tres o cuatro meses, mientras ponen la plata en la timba financiera. Entonces, todo eso genera una gran rentabilidad que luego aparece como si fuera un gasto en salud, pero en realidad es renta extraordinaria de algunos sectores muy concentrados, a costa de los que trabajamos —tanto empresarios como personal de salud— en el ámbito público y privado. Esos son los que pierden, a costa de los que se llevan. Eso hay que corregirlo.

–Daniel, hay un trabajo en esto… Y hablando de política en general, en esta reconstrucción que va a haber que hacer —o a partir de ahora o a partir del próximo gobierno—, ¿desde la Legislatura hay un trabajo a corto plazo? ¿Hay un trabajo solo atendiendo lo urgente, o hay también un trabajo a largo plazo, proyectando algo desde la Legislatura?
–Hay, en la Cámara de Diputados de la Nación, y también en el Senado, proyectos que están mirando el mediano y largo plazo. Por supuesto, como siempre, los que tratan de corregir alguna falencia o urgencia inmediata son los que estamos aprobando, por supuesto, con el veto correspondiente. Estamos viendo todo lo relacionado con discapacidad: la parte de atención médica, de atención sanitaria, de rehabilitación, de medicación que ha dejado de dar el gobierno nacional. Esto lo está padeciendo el sector más vulnerable de los vulnerables de la sociedad, porque algunos, además de su discapacidad, tienen pobreza estructural. Y por supuesto, salimos con esas leyes para tratar, en lo inmediato, de parar el daño. Bueno, ustedes vieron lo que pasó: sacamos la ley, la vetó el presidente, insistimos con los dos tercios, volvimos a ganar en las dos cámaras y el presidente saca un decreto donde dice que no va a cumplir la ley. Entonces, uno se pregunta: “¿La justicia para qué está en este país?”. Porque ya nosotros, como legisladores, no podemos hacer nada. Ahí tiene que actuar en forma inmediata y automática la justicia en la Argentina, que evidentemente no mira para este lado. Porque esto es como si usted roba una gallina y lo agarran en flagrancia: va preso. Ahora, el presidente escribe: “No voy a cumplir una ley del Congreso”, y no pasa nada. Eso es lo que estamos viviendo los argentinos hoy.

–¿El Congreso agotó sus instancias, su poder, su capacidad de acción. Está haciendo todo lo que puede hacer, y ahí está?
–Ayer discutíamos esto precisamente, porque se planteó en un momento volver a sacar otra ley que declare de nulidad absoluta el veto del presidente a la ley de discapacidad. Lo que nos dicen los que saben derecho, ¿sí?, es que votemos eso. De hecho, se votó, pero que el presidente va a seguir sin cumplir. Es decir, le estamos diciendo por tercera vez, por otra ley, que haga lo que ya está incumpliendo dos veces: en la primera, que vetó —hasta ahí tenía un derecho a vetar—, después se la volvimos a rechazar y no la cumple. Y lo pone en un decreto por escrito: “No voy a cumplir la ley”. ¿Por qué pone “no voy a cumplir la ley”? Porque dice que no le dicen de dónde van a salir los recursos. Miren, el Poder Ejecutivo acaba de presentar una ley penal juvenil, donde el último artículo, el 51, dice “fuente de financiamiento” y dice lo mismo que dice la ley nuestra: “El jefe de Gabinete arbitrará los medios para que las partidas correspondientes den respuesta a esta ley”. Lo mismo que decimos nosotros. Ahora, si es una ley de ellos, está bien; si es una ley nuestra, dicen que es ilegal y no cumplen la ley. Vuelvo a decir: acá los responsables de que los discapacitados no tengan sus medicamentos y se mueran, además del gobierno nacional que está haciendo esto, es una justicia que mira para otro lado.

–Sin hacer futurismo, ¿por qué Milei sigue siendo presidente de la Argentina?
–Milei fue elegido por cuatro años. Mal que nos pese, los tiempos constitucionales son esos. Uno dirá: “Bueno, pero la situación económica es insostenible, la situación política se está poniendo muy brava, la situación social se está poniendo muy brava”, y uno ve incluso medios de comunicación que han sido muy oficialistas que empiezan ya a ser muy críticos, a retirarse. Uno nota eso. Ahora, también notamos que cuando ellos dicen “los peronistas son golpistas”, la verdad es que nosotros no somos golpistas. El que no se garantiza la propia gobernabilidad es el gobierno, y eso genera enojo. Ahora, si quieren mirar hacia algunos sectores que están haciendo alguna trama, que miren más alrededor suyo, que no miren para este lado, que miren más para su alrededor, porque realmente los movimientos que uno ve en determinadas circunstancias apuntan a que, aparentemente, ese famoso círculo rojo del poder en Argentina está preparando un recambio ordenado de Milei. Uno lo ve, no es tonto, analiza política, ve cómo se mueve su propia vicepresidenta. Entonces yo digo al gobierno que enderece el rumbo, que le dé a las provincias los recursos que les debe a todas: a Misiones, a mi provincia, la provincia de Buenos Aires, nos debe 13,5 billones de pesos; al sistema previsional, ya casi 2 billones de pesos. Entonces, está robando con una justicia que tenemos: ocho juicios, once juicios ya presentados ante la Corte Suprema, demandas, y no hacen nada. Fueron muy rápidos cuando la Ciudad de Buenos Aires reclamó ese punto de la coparticipación —ustedes recuerdan, por el año 2022, 2023—, fueron muy rápidos. Ahora, para la provincia de Buenos Aires, para el resto de las provincias del país, no son tan rápidos. Tenemos una Corte Suprema que evidentemente mira para otro lado.

–No hay razones, digamos, para avanzar de otra manera. No digo un juicio político, pero sanciones reales del poder político o del poder político que está en el Congreso…
–Sanciones… La única que le cabría institucionalmente al Congreso es hacer un juicio político. Hoy, yo te digo que no hay números, claro, para lograr esa votación. Es decir, hay muchos partidos que nos están acompañando en muchas votaciones en estos últimos tiempos: al peronismo, a los que estamos tratando de defender a la gente, al pueblo de alguna manera, a través de leyes. Nos están acompañando mucho más que antes. Incluso votaron la Ley de Bases, votaron el DNU 70, y ahora están votando en contra de leyes o decretos delegados que se produjeron a partir de esos que votaron antes. Bueno, no importa. Fenómeno que estén votando de este lado. Pero no hay números hoy. Estaríamos con una determinada oposición que no llega a los 129 votos con los votos propios, para poder ganar.

–¿Cómo se reconstruye esta Argentina en este contexto, con este punto de partida, y cuál es la autocrítica de los espacios que hoy no gobiernan?
–La reconstrucción… Tenemos ahora, a la vuelta de la esquina, una posibilidad de empezar a reconstruir la Argentina. Uno dirá: “¿Y si le ponemos un límite, un freno con el voto?”, que es el arma principal que tiene el ciudadano. El ciudadano puede movilizarse, puede opinar, puede ir a los medios, pero el día que se vota le pone un límite: “Hasta acá, Milei. Basta, porque por este camino no vas a ningún lado”. Políticamente hablando, así no podemos seguir, y lo expresamos con el voto. Es la primera cosa que la gente tiene que saber: es útil su voto este 26 de octubre para frenar todo lo mal que le está pasando en su vida, ya sea empresario, obrero, trabajador, desocupado, lo que sea.

–¿Y creés que hay conciencia en la población de eso?
–Mirá, a nosotros nos sorprendimos con la votación en la provincia de Buenos Aires porque venían dando muy baja la participación y aumentó casi 13 puntos respecto a otras. Un 50% en Santa Fe, 63% en provincia de Buenos Aires. Todavía tendríamos que subir un poco más, pero lo que sí vimos es que había una expectativa en la provincia de Buenos Aires, hasta dos semanas antes, de que ganaba el oficialismo… y le dimos una paliza tremenda. Eso creo que es un mensaje muy claro. Es un mensaje muy claro. Así que ahí empezamos un proceso de reconstrucción y después, no me cabe duda —bueno, acá yo voy a tirar mi parecer— de que nosotros tenemos hoy, y no estoy poniendo ninguna cuestión de candidaturas, pero tenemos algunos referentes en el país que pueden llegar a aglutinar un gran frente, no solamente del peronismo, sino del peronismo y sectores del campo nacional y popular que defienden los intereses de las grandes mayorías populares: la economía, la economía doméstica, las exportaciones en lugar de estar importando todo, el trabajo, la salud, la educación, la ciencia y la tecnología. Bueno, tenemos hoy referentes. Mi provincia tiene un referente que, después de la última elección, quedó muy bien visto en el país, que es Axel Kicillof. Obviamente hay un proceso que recorrer todavía, habrá que caminar estos dos años que faltan, pero hay una necesidad de que el pueblo ponga un límite ahora y nos preparemos para que en 2027 hagamos un gran frente nacional que vuelva a poner el país nuevamente en marcha, porque lo han parado. Literalmente han parado la locomotora productiva del país. Hoy, la principal provincia productiva e industrial del país —que concentra el 50% de la producción industrial— está literalmente parada.

–De muchos sectores decía: hay reclamos de autocrítica.
–Tienen razón, porque nosotros hemos hecho una autocrítica. Y la autocrítica no es solamente plantear que no estuvimos a la altura de las circunstancias de lo que la población esperó con mucha esperanza, que se expresó en los votos en el año 2019. No estuvimos a la altura de las circunstancias. Es cierto que tuvimos un desastre internacional, como fue la pandemia, que obligó a endeudarse mucho para que la gente comiera, literalmente, y luego ese déficit quedó. Es cierto, pero heredamos un país que no tenía crédito porque Macri nos había dejado un país superendeudado, con un préstamo del Fondo Monetario que se lo patinaron y se lo fugaron todo. No sabemos dónde están esos 45 mil millones de dólares. Sobre esa base, sí, tuvimos esos problemas. Pero evidentemente, grandes decisiones que hubo que tomar no las tomó el presidente Alberto Fernández. Hay que hacerse cargo, y la gente nos lo hizo saber en las urnas. De la misma manera que ahora se lo vamos a hacer saber a Milei. Nosotros lo que decimos es que la autocrítica pasa por reconocer que no estuvimos a la altura de las circunstancias y, además, discutir internamente no solo el proyecto de país, la propuesta y los programas —que obviamente tiene que haber—, sino también qué tipo de organización política tenemos que tener en la Argentina. Porque nos hemos distanciado de las necesidades del pueblo y de lo que el pueblo espera de la política. Hay descreimiento en la política, y los responsables somos nosotros. No es la gente, somos nosotros. Entonces, claramente, tenemos que no solamente ser, sino también parecer. Y tenemos que generar una nueva forma de hacer política en términos de honestidad, de transparencia, de eficiencia, de cumplir con la palabra empeñada, de tener una vida normal. Los que son funcionarios deben vivir como cualquier otro argentino o argentina, que nos vean como personas normales, comunes y corrientes, gente de a pie, y que vean honestidad. Bueno, todo esto nosotros lo tenemos que rehacer para ser creíbles. Por supuesto, vuelvo a insistir, con un programa, un proyecto en el que la gente pueda creer y, básicamente, que empiece a ver —de a poquito, cuando volvamos a ser gobierno— que su vida empieza, como fue en 2003, a mejorar de a poco: de peor a mejor, no de un día para el otro. Sabemos que no se hacen milagros, pero la gente sabe esperar cuando ve que todos los días su situación va progresando, que tiene un gobierno que se le parece y que es honesto.

–Daniel, en lo particular, ¿qué te preocupa?
–Me preocupa y me duele ver todos los días cómo este teléfono estalla de situaciones que uno no sabe cómo resolver. Es decir, estalla de necesidades: medicamentos, tratamientos, situaciones tremendamente angustiosas. Y uno dice: si estas son las que logran llamar acá, ¿cuántas miles quedarán indefensas? Entonces, uno se va a dormir a la noche tratando de decir: “Bueno, hoy por lo menos estos cinco o seis los pudimos resolver”, que lo resolvimos con la obra social, que lo resolvimos con el ministerio, que lo resolvimos con el Ministerio de Nación —muy difícil, porque no hay comunicación, no atienden estas cosas, no les interesa—, con el gobierno de la provincia, por supuesto, y su ministerio, resolvemos gran cantidad de estas demandas. Pero si esto no es estructural, si no es parejo y no les llega a todos por igual, bueno, los que logran romper esa barrera de poder acceder tienen la posibilidad, y los otros van quedando afuera. Eso duele mucho.