La «sorpresa electoral» del 26 de octubre no es un fenómeno argentino, sino la expresión local de un manual global de la ultraderecha, donde los algoritmos, una nueva moral basada en el dinero y una masculinidad en crisis se combinan para redefinir la democracia a través de una «colonización del siglo XXI» sofisticada y superpoderosa.

Miércoles 29 de octubre de 2025. El comunicador y analista Jorge Ríos analizó el «sorpresivo resultado» de las elecciones del 26 de octubre, que atribuyó a una compleja trama donde convergen el fallo de las encuestas, la profundización de tácticas de manipulación digital y la inserción de Argentina en un manual internacional de la ultraderecha.
En un contexto donde la prensa internacional calificó de «sorprendente» el triunfo del oficialismo nacional, Jorge Ríos señaló la perplejidad que genera la «ciclotimia electoral» actual. “Todo se acelera, todo cambia de un instante al otro”, afirmó, para destacar la impredecibilidad de los fenómenos sociopolíticos contemporáneos y el consecuente vapuleo a los estudios qye surgen de las encuestas.
en ese sentido, interpretó el resultado como una renovación o prórroga de lo que, hace dos años, fue un «cheque en blanco» para el espacio de Javier Milei. Sin embargo, recalcó una fuerte diferencia: “Hoy ya sabemos lo que va a hacer”. Para el analista, esto torna más desconcertante el apoyo popular, que se mantuvo “a pesar del caso Libra, a pesar del financiamiento narco, a pesar del escándalo en la Agencia Nacional de Discapacidad”. Señaló que estos casos incluso permearon la cultura popular, como lo demuestra la viralización de la canción del “3%”, que habla del porcentaje que –según denuncias mediáticas–, se queda en concepto de coimas la hermana del presidente Javier Milei, Karina, como trascendió.
Ante esta aparente paradoja, Ríos coincidió con otros analistas que indican que se subestima el papel de los algoritmos. Trazó un paralelismo con el Brexit, un hecho cuya lógica de fondo solo se comprendió a la distancia. “Desde entonces hubo muchísimos adelantos en términos tecnológicos”, argumentó, sugiriendo que “no es descabellado pensar que esas mismas tácticas, estrategias, el uso de los medios y de los algoritmos, se vienen profundizando cada vez más”. Su pronóstico es que “probablemente no podamos entender qué pasó ayer hasta pasado un buen tiempo”.
Al profundizar en esta idea, Ríos apeló a sus marcos teóricos de cabecera, Giuliano Da Empoli y Yanis Varoufakis, para explicar que lo que sucede es un fenómeno occidental, no meramente argentino. “Vamos a terminar comprendiendo que esto no se trata de Milei, no se trata de algo argentino”, aseguró, vinculándolo con un “manual internacional de la ultraderecha”.
Describió las características comunes de estos líderes, como Trump, Bolsonaro o Bukele: “La crueldad como arma de seducción, de carisma” y una apuesta a un “cambio moral” donde “el dinero es, básicamente, la nueva moral”. Este nuevo paradigma, según Ríos, valida absolutamente todo en nombre del éxito económico, pero siempre acompañado de “un cierto tipo de masculinidad” que barniza el proyecto.
“Podés ser exitoso, pero tenés que, de paso, pisar al otro. Y si el otro fue pisado, se lo merece”, explicó, definiendo este ethos como la “destrucción absoluta de la solidaridad”. Ríos fue contundente al afirmar que la ultraderecha tiene razón, entre comillas, en enfatizar la “batalla cultural”. Citó el libro Los Ingenieros del Caos (de Da Empoli), para recordar que “la cultura precede a la política”. “Si quiero cambiar un modelo económico o político, primero tengo que cambiar un modelo cultural. Y en eso, lamentablemente, pareciera que les está yendo bien”.
También vinculó este éxito con una crisis de la masculinidad tradicional, indicando que son mayoritariamente los varones quienes votan estas propuestas. “Los cambios se dan tan rápido… y de repente necesito referentes que me digan: ‘No, no, vos estás bien. Los que están mal son los otros’”. Milei, en este sentido, es un ejemplo claro al salir a decir que “todo aquello que traía una agenda nueva estaba equivocado”.
En el análisis, Ríos entiende que este impacto de las burbujas algorítmicas se replica en la provincia de Misiones y en el resto del país: «yo creo que sí. No está exenta ninguna provincia, ningún país”.
Ilustró su punto con el asalto al Capitolio (intento de autogolpe de Estado que se produjo el 6 de enero de 2021, cuando partidarios del entonces presidente saliente de los Estados Unidos, Donald Trump, dos meses después de su derrota en las elecciones presidenciales de 2020, irrumpió en la sede del Congreso de los Estados Unidos) y su réplica en Brasilia, donde los participantes actuaban en conjunto pero por narrativas diferentes y personalizadas (Pizzagate, fraude electoral, entre otros). “Lo novedoso no son las teorías conspirativas en sí, sino que eran distintas”. El algoritmo, explicó, detecta qué narrativa es más permeable para cada individuo y la suministran, logrando una movilización coordinada a partir de motivaciones dispersas.
Jorge Ríos cerró su análisis con una definición contundente de este proceso: “Colonización siglo XXI”. Y remató: “Sofisticada y superpoderosa”. Una frase que resume la potencia de las fuerzas que, a su juicio, están redefiniendo la democracia y la sociedad no solo en Argentina, sino en el mundo.

Jorge Ríos en Plural


–¿Qué pasó en las elecciones del domingo?

–Bueno, seguimos abordando el monotema. Nos pasa que es ineludible, claramente. El día después hablar de esto, de los resultados, sobre todo porque hasta la prensa internacional en algunos adjetivó, usó la palabra «sorpresivo triunfo», «sorpresivos resultados» a favor del oficialismo nacional en todo el país. Y sorpresivo sobre todo, bueno, básicamente —un poco Myriam lo decía hace un ratito— teniendo en cuenta las encuestas. Tan vapuleadas últimamente como estudios demográficos, demoscópicos, como se les dice. La propia elección, las propias elecciones, de septiembre, en la provincia de Buenos Aires, parecían indicar que hay como una especie de ciclotimia electoral. Como que uno queda perplejo, sorprendido, sobre todo quienes intentan o intentamos hacer un análisis y buscar algunos patrones mínimamente estables en algo que es, en realidad, inabarcable, como son los fenómenos sociales y políticos en los tiempos que nos tocan son absolutamente impredecibles. Todo se acelera, todo cambia de un instante al otro. Por supuesto, intentando sacar alguna conclusión, con trazos gruesos, podemos decir que se renovó —o se prorrogó— lo que dos años atrás fue, como decía muchos analistas, una especie de cheque en blanco. Lo nuevo, la apuesta por lo nuevo, que en este caso está encarnado por Javier Milei y el espacio político que lidera y que hoy gobierna el país.

–Y hoy parece que le dieron de vuelta el mismo cheque.
–Exactamente. Pero en este caso ya claramente no sería un cheque en blanco como fue hace dos años, cuando se escuchaba, por ejemplo, gente que decía: “Bueno, no va a ser todo lo que dice que va a hacer.” Hoy ya sabemos lo que va a hacer. O quienes decían en su momento: “Bueno, algunos dicen que está en negocios turbios…”. Hoy esos indicios saltan más a la vista. Por eso, insisto, fueron tan desconcertantes los resultados. A pesar del caso Libra, a pesar del financiamiento narco, a pesar del escándalo en la Agencia Nacional de Discapacidad con las coimas, a pesar de todo eso. Incluso, esos casos permearon la cultura popular: lo del 3%, la canción que se popularizó… Estamos hablando de elementos que trascendieron los círculos rojos, las burbujas de quienes estamos politizados. Y ahí coincido absolutamente con lo que decía Myriam antes. Probablemente estemos subestimando —y cerrando cada vez más— el papel que tienen los algoritmos. En su momento, salvando las distancias, podemos comparar esto con el Brexit. En su momento fue muy desconcertante para todo el mundo el resultado del Brexit, y solo a la distancia se empezó a descubrir realmente qué estaba operando de fondo. Y de eso ya pasaron varios años, y desde entonces hubo muchísimos adelantos en términos tecnológicos, avances que superan ampliamente las herramientas que existían en aquel momento. Entonces no es descabellado pensar que esas mismas tácticas, estrategias, el uso de los medios y de los algoritmos, se vienen profundizando cada vez más. Probablemente no podamos entender qué pasó ayer hasta pasado un buen tiempo.

–Jorge, vos venís profundizando en esto, estudiando todas estas prácticas, estas nuevas tecnologías, estas nuevas tendencias, estas nuevas manipulaciones. ¿Vos creés que es un camino que no tiene retorno, que vamos a ir profundizando cada vez más?
–Mi marco teórico de cabecera, al que siempre hago referencia en mis columnas en este programa, tiene que ver con Giuliano Da Empoli y con Yanis Varoufakis. Son, para mí, dos autores que tienen ideas potentes, que vienen intentando entender y dilucidar un poco qué es esto que está pasando que nadie realmente entiende bien en el mundo, al menos en Occidente. Y que tiene que ver con los cambios tecnológicos, pero sobre todo con lo que provocan esos cambios tecnológicos: qué implican en la forma de pensar, de sentir y de comunicar. Hoy la comunicación se da básicamente en entornos que son redes sociales: Instagram, TikTok, X, Facebook, todo lo que tiene que ver con Meta, con Google, con los conglomerados tecnológicos que concentran la información y los datos. Y no es casualidad —como dicen estos autores— que las seis personas más ricas del mundo estén directamente relacionadas con esas plataformas. Y que no casualmente también son seis varones. Y ahí aparece también la cuestión del género, que es otro eje que siempre traigo a colación. Es una de las tantas variables que se pueden analizar también para entender un poco este fenómeno: por qué las ultraderechas, la ultraderecha y las ultraderechas —o los populismos de derecha— se están internacionalizando. Y me arriesgo a decir, en esto que recién decíamos —que probablemente lo que está pasando ahora lo vamos a entender mucho más adelante—, que vamos a terminar comprendiendo que esto no se trata de Milei, no se trata de algo argentino, sino de algo que trasciende completamente las fronteras. Por eso también, en columnas anteriores, hablé de aquel manual internacional de la ultraderecha, porque lo que está ocurriendo acá es una parte más de un mismo fenómeno global. Porque cuando uno empieza a indagar y a hurgar un poquito, se da cuenta de que, bueno, incluso lo hacen explícito ellos mismos. Lo de MAGA, por ejemplo. Incluso usan la misma sigla —en inglés, por supuesto— con la coincidencia de “America”, que hace referencia a Estados Unidos, y la “A” de Argentina, en este caso. Pero digo, esa articulación, esa orquestación de fondo que vincula a estos nuevos líderes que tienen una impronta más o menos parecida —la crueldad como arma de seducción, de carisma— y esa apuesta a un cambio moral, no solo en el modelo económico sino de la propia moral. Donde el dinero es, básicamente, la nueva moral.

-En nombre de la «guita» está convalidado absolutamente todo. Todo vale.
–Exacto. Pero al mismo tiempo con un cierto tipo de masculinidad, que barniza todo esto. Una imagen de vanguardia, si se quiere, cuando en realidad es simplemente una restauración conservadora, una vuelta a estructuras de poder que ya existían. Solo que ahora con tecnología, con este barniz de modernidad, de vanguardia tecnológica, de éxito, de dinero, de superación económica, pero siempre pisándole la cabeza al otro. Entonces, la destrucción absoluta de la solidaridad.

-Podés ser exitoso, pero tenés que, de paso, pisar al otro. No es solamente tu construcción. Y además.
-Y si el otro fue pisado, se lo merece, porque no ganó, porque ganaste vos, porque fuiste el más fuerte en ese sentido. Por supuesto que —y digo— esta cuestión también del varón, vuelvo a eso, a la cuestión de género. Existen indicadores de que son los varones los que votan en su mayoría este tipo de políticas, de miradas. Y eso tiene que ver, por un lado, con el rol en crisis en el que están los varones según los esquemas tradicionales con los que, de hecho, fuimos criados. Porque los cambios se dan tan rápido que tienen que ver con cómo me criaron a mí. Y resulta que, en determinado momento, eso se rompió. Dejó de ser algo aceptable, y de repente necesito referentes que me digan: “No, no, vos estás bien. Los que están mal son los otros”.

-Milei es un ejemplo de eso. Salió desde el principio a decir que todo aquello que traía una agenda nueva estaba equivocado.
–Exacto. Milei, pero también Trump, pero también Bolsonaro, pero también Bukele. Por eso insisto: las cuestiones en común son muy claras, pero son fáciles de dejar de ver cuando nos miramos el ombligo y pensamos que esto tiene que ver solo con Argentina.

–No sé si tiene que ver, pero me hiciste acordar: el nuevo presidente del Perú (José Jerí Oré, que el 10 de octubre de 2025 reemplazó a la destituida Dina Boluarte, por incapacidad moral) —lo advirtieron los periodistas— inmediatamente después de asumir, tras la destitución de la presidenta anterior, que era de su mismo equipo, entraron a sus redes y notaron que esa misma noche dejó de seguir a una gran cantidad de personas. ¿Quiénes eran esas personas? Modelos y actrices. Ahí me hiciste acordar esa cuestión del varón y ese formateo tradicional, sexista, de para qué “sirven” las mujeres, incluso en el campo de la política.
-Y que es un andamiaje sistemático que va todo de la mano. Porque si hay algo en lo que, entre comillas, tiene razón la ultraderecha —en este caso Milei y La Libertad Avanza— es en la tan mentada batalla cultural. Y esa es una de las ideas que aparece con mucha claridad en Los Ingenieros del Caos: que la cultura precede a la política. La política depende de la cultura. Entonces, si quiero poder, son los marcos de referencia los que tengo que modificar. Si quiero cambiar un modelo económico o político, primero tengo que cambiar un modelo cultural. Y en eso, lamentablemente, pareciera que les está yendo bien. Y digo “lamentablemente” porque, por supuesto, representa todo esto que venimos diciendo: pisarle la cabeza al otro y creer que yo voy a ser exitoso. Porque de fondo está ese mito: que puedo ser yo el siguiente Elon Musk.

–Sí, estoy ahí, a un clic de serlo.
–Exacto.

–Jorge, ese análisis que hacés con la política nacional, ¿creés que esas burbujas que se arman impactaron también acá en la provincia?
–Sí, yo creo que sí. No está exenta ninguna provincia, ningún país. De hecho, Myriam hablaba recién de esta cuestión de las burbujas que crean los algoritmos y los bots, la inteligencia artificial y quién sabe qué más —nuevas herramientas que todavía no conocemos, que todavía no salieron a la luz—. Por ejemplo, en el asalto al Capitolio en Estados Unidos, cuando se entrevistaba a las personas que estaban participando de ese asalto —que después fue replicado también en Brasilia por los seguidores de Bolsonaro—, la mayoría daba razones diferentes. No estaban ahí por una sola causa. Algunos decían que era por el Pizzagate, la pedofilia de Hillary Clinton; otros decían que era por fraude electoral, otros por distintas teorías conspirativas, muchas totalmente disparatadas. Lo novedoso no son las teorías conspirativas en sí, sino que eran distintas. No estaban ahí por una misma idea o causa. Había personas haciendo lo mismo, apoyando al mismo líder y al mismo espacio político, pero por narrativas diferentes. Narrativas que probablemente el algoritmo detectó como las más permeables para cada persona en particular.

–Colonización siglo XXI.
–Exacto. Sofisticada y superpoderosa.