En medio de una escalada militar sin precedentes en el Caribe desde la Crisis de los Misiles, la industria turística de la región observa con tensa prudencia cómo la confrontación entre Estados Unidos y Venezuela redibuja el mapa geopolítico. Mientras aviones de guerra y drones patrullan el cielo, y el bloqueo aéreo a Caracas trastoca rutas y conexiones, el sector —que define su esencia como «retráctil»— se prepara para una contracción. Este análisis recorre desde las bases militares reactivadas en islas paradisíacas hasta el silencio cómplice de los grandes organismos globales del turismo, para responder una pregunta: ¿podrá el «modelo feliz» del Caribe sobrevivir a la tormenta perfecta entre la geopolítica y la seguridad?
Por Oscar Alejandro Degiusti, docente y licenciado en Turismo
Martes 16 de diciembre de 2025. Al describir algunas características del turismo, una de ellas lo define como una actividad retráctil. Es decir, «puede avanzar o adelantarse y, después, por sí misma, retraerse o esconderse»; en otras palabras, puede sufrir modificaciones o alteraciones ante diferentes estímulos.
Como hemos fundamentado en otros artículos, el turismo es una de las principales actividades económicas del mundo y, además, un vector del sistema capitalista, ya que constituye un proceso de producción y consumo basado en la mercantilización y la búsqueda de ganancias.
Históricamente, esta actividad se legitima a partir de sus impactos positivos, especialmente su aporte al PIB, y simultáneamente trata de ocultar aquellos efectos negativos que pueden alterar las condiciones que garanticen la expansión territorial y la libertad para hacer negocios. La denominación de «industria de la felicidad» solo persigue darle un cariz de actividad neutral y sin conflictos. Estos puntos los desarrollaremos con mayor énfasis.
Un conflicto armado, corto o extenso, siempre trae consigo una reorganización espacial y territorial con efectos en la política, en los pueblos involucrados, en los pueblos vecinos, en la economía y, por sobre todo, en el turismo. No son muchos los que opten por vacacionar en un espacio donde la seguridad no está garantizada.
Desde que Donald Trump asumió su segundo mandato como presidente de los Estados Unidos, ha tomado una serie de medidas sobre las cuales no vamos a analizar puntualmente, pero sí vamos a afirmar que muchas de esas decisiones han tenido y tienen un fuerte impacto sobre el turismo. Por ejemplo, la política de aranceles y de deportación de inmigrantes está impactando en que canadienses y mexicanos han dejado de optar por vacacionar en Estados Unidos.
El conflicto entre Venezuela y Estados Unidos
Según palabras del propio Donald Trump, el objetivo es luchar contra el «narcoterrorismo», pero, de acuerdo con analistas de política internacional, esa justificación esconde el objetivo real: conseguir un cambio de régimen en Venezuela. Todo ello a pesar de que, según la DEA, el 74% del tráfico de drogas de los carteles latinoamericanos que se transporta al norte pasa por el océano Pacífico, y no por el Caribe.
Hay que retroceder a la crisis de los misiles de 1962 para presenciar una acumulación de fuerza militar tan importante en el Caribe por parte de Estados Unidos. Según analistas especializados, el despliegue del USS Gerald Ford –equipado con más de 75 aviones–, varios destructores, un submarino nuclear, cazas F-35 y enjambres de drones, que representan el 10% de la fuerza total de su Armada, así lo demuestran.
El inicio de la escalada de tensiones podría ubicarse el 2 de septiembre de este año 2025, cuando se produce el primer ataque contra una embarcación. Estados Unidos asegura que iban a bordo once personas del Tren de Aragua, que habían salido de Venezuela para transportar drogas hacia su territorio. La Administración Trump difundió el video, pero nunca aportó prueba alguna.
A partir de allí, según un informe de la CNN, se han efectuado 21 ataques en aguas internacionales con 22 botes destruidos y 83 muertos contra embarcaciones que presuntamente transportaban narcóticos. Según fuentes de la Casa Blanca citadas por el New York Times, se estarían barajando opciones como atacar el caraqueño Fuerte Tiuna –el cuartel en el que pasa gran parte de su tiempo Nicolás Maduro–, además de objetivos relacionados con el narcotráfico.
Recientemente, el 15 de diciembre, los medios internacionales dieron cuenta de que Estados Unidos realizó tres ataques «cinéticos» letales contra tres lanchas narco en el Pacífico oriental, en los cuales fueron abatidos ocho traficantes. Previamente, el 11 de diciembre, militares armados estadounidenses incautaron un buque petrolero –de los más grandes que existen en el mar Caribe– que presuntamente transportaba petróleo venezolano, con el pseudoargumento de que está implicado «en una red ilícita de transporte de petróleo que apoya a organizaciones terroristas extranjeras».
El Caribe: ¿qué es?
Desde la geografía política, el Caribe es una región de América que comprende el mar Caribe, sus costas circundantes y las Antillas. Pero, desde el turismo, la región incorpora además aquellos atractivos –especialmente de sol y playa– que se encuentran en «sus fronteras», es decir, ubicados en los países que hacen de límites.
La región, situada en gran parte en la placa del Caribe, cuenta con más de 700 islas, islotes, arrecifes y cayos. Incluso varias regiones de América del Norte y del Sur continental también suelen considerarse parte del Caribe por sus vínculos políticos y culturales con la región o por tener litoral en el mar Caribe. Entre ellas se encuentran Belice, la región caribeña de Colombia, el Caribe venezolano, Quintana Roo en México (formado por Cozumel y la costa caribeña de la península de Yucatán) y las Guayanas (Guyana, Surinam, Guayana Francesa, la región Guayana en Venezuela y Amapá en Brasil).

La región es una de las zonas más vulnerables al cambio climático, como el aumento de la intensidad de las tormentas, la intrusión de agua salada, la subida del nivel del mar y la erosión costera, y la variabilidad de las precipitaciones. Factores que afectan especialmente a la agricultura y al turismo, en economías también vulnerables y con amplios sectores de la población bajo la línea de pobreza.
El Caribe, desde el punto de vista turístico, se distingue especialmente por las playas y el clima, con una temporada alta que va desde diciembre hasta mediados de abril. Es una región que compite por las visitas del turismo internacional, con diferentes destinos que intentan diferenciarse de cada uno de los vecinos, pero que, en la percepción de muchos turistas, se percibe como un destino único.
El modelo turístico del Caribe está «orientado al turismo de masas, a los cruceros de breves escalas –pero que causan un elevado impacto– y a los paquetes de “todo incluido” en resorts que limitan el disfrute de la diversidad territorial, cultural o ambiental» (Luque Gil y Ruiz Sinoga, 2014).
El conflicto también toma partido
En un artículo de la BBC, describen –refiriéndose al presente conflicto entre Estados Unidos y Venezuela– que toda movilización, por más poderosa que sea, necesita todo tipo de asistencia: pistas de aterrizaje, puntos de abastecimiento, radares en puestos avanzados, maniobras o campamentos para sus soldados, y espacio para almacenar equipos.
Precisamente, los siguientes territorios aparecen brindando y facilitando logística diversa a Estados Unidos en su avance hacia Venezuela, de acuerdo a un artículo del medio BBC News del 8 de diciembre:
Aruba, Curazao y Bonaire: se encuentran a 80 kilómetros de Venezuela. Son territorios de ultramar que pertenecen a los Países Bajos. Estados Unidos tiene una base de operaciones avanzada en Curazao y una más pequeña en Aruba.
Trinidad y Tobago: son las más cercanas a Venezuela (11 km). Recientemente, el gobierno de Trinidad y Tobago recibió buques de guerra estadounidenses y facilitó entrenamiento de fuerzas especiales de Estados Unidos. Además, varios aviones militares han usado la isla para reabastecerse de combustible.
República Dominicana: se beneficia enormemente del turismo que llega desde Estados Unidos y del acceso al mercado estadounidense a través del Tratado de Libre Comercio. Incluyen el uso militar de zonas restringidas de la Base Aérea de San Isidro y del Aeropuerto Internacional de Las Américas. También permite el reabastecimiento de combustible a naves estadounidenses, el traslado de equipos y de personal técnico a través de su territorio. Es parte de la estrategia para contener el problema de Haití.
Granada: 145 km separan a esta isla de Venezuela. Estados Unidos es uno de sus principales socios comerciales, y desde hace años vienen firmando tratados para la cooperación policial y el intercambio de información y capacitaciones dadas por el ejército estadounidense.
Puerto Rico e Islas Vírgenes de EE.UU.: ambos son territorios estadounidenses y se encuentran a unos 800 km de Venezuela. Puerto Rico es el principal centro de operaciones. Incluso cerca del Aeropuerto José Aponte de la Torre han sido desplegados los cazas F-35 de última generación. También hay movimientos de aviones militares y de tropas en las Islas Vírgenes.

La inestabilidad geopolítica en el turismo
Cualquier inestabilidad en la región implicará efectos sobre los destinos turísticos o lugares para vacacionar, sobre las empresas turísticas, sobre los turistas y sobre las poblaciones locales. Si bien aún no hubo ningún enfrentamiento, los funcionarios y operadores de los destinos turísticos del Caribe empiezan a demostrar preocupación y dudas respecto al futuro de la temporada. Años de construir una imagen de seguridad y estabilidad se traducen, en el presente, en una tensa cautela que puede romperse en cualquier momento.
La escalada del conflicto se profundizó cuando el 29 de noviembre de 2025, Trump declaró el cierre total del espacio aéreo de Venezuela, con lo que se empezó a aislar a este país. A partir de ello, empezamos a observar algunos de los impactos sobre los viajeros y las empresas de aviación y cruceros, especialmente.
Es imperioso destacar que, generalmente, son los países los que cierran su espacio aéreo, no otros países. Recordemos, como ejemplos, cuando se produjo la invasión de Rusia a Ucrania, o el conflicto entre Pakistán e India: fueron los países los que cerraron sus cielos a compañías aéreas de determinados otros países, pero nunca han sido «bloqueados» por terceros países.
Solo la suspensión de los vuelos entre Venezuela y Madrid (empresas como Iberia, Air Europa, Plus Ultra, Iberojet y Láser) afecta a 2.000 viajeros por día, que ya suman más de 20 mil personas, muchos de los cuales carecen de recursos para permanecer en la capital de España. Incluso hay turistas que se encuentran en destinos venezolanos.
Actualmente, solo cuatro aerolíneas extranjeras mantienen operaciones regulares con Venezuela. Además de Copa Airlines –que se retiró temporalmente–, siguen operando Wingo (Colombia), Satena (Colombia) y BoA. Compañías de referencia regional como Latam, Avianca, Turkish Airlines, TAP o Gol ya habían suspendido sus servicios. Desde el 8 de diciembre, la aerolínea venezolana Estelar anunció que retoma el tramo Caracas–Madrid con escala en Barbados, como parte de una alianza comercial con Iberojet. Y a partir del 10 de diciembre, la venezolana Laser Airlines hará Madrid–Cartagena–Caracas en un acuerdo con Plus Ultra, que operará el tramo europeo.
La cercanía de Venezuela a corredores de navegación aérea y marítima, en caso de aumentar la tensión, obligaría a reconfigurar rutas que eviten el espacio aéreo venezolano, lo que implicaría «mayores distancias y mayores costos de combustible, retrasos y encarecimiento de boletos hacia destinos como Aruba, Curazao, Trinidad y Tobago y parte del Caribe oriental».
Las empresas de cruceros también deberían considerar nuevos itinerarios, afectando a islas pequeñas como St. Kitts y Nevis o Santa Lucía, altamente dependientes del tráfico marítimo.
Los destinos, en caso de escalar el conflicto, deberían diseñar mecanismos de vigilancia y prevención, lo que acrecentaría los déficits fiscales de los países –mayoritariamente ya con diferentes conflictos– y los obligaría a resguardar sus fronteras.
Todo conflicto no extingue la actividad turística, sino que más bien la reconfigura en función de otros territorios. El temor es latente de que una potencial guerra podría afectar la demanda de turistas procedentes de los países de Sudamérica, Centroamérica y el Caribe, así como de Estados Unidos y Canadá, que son los principales mercados emisores. Incluso, como ejemplo, podemos agregar que uno de los mayores operadores turísticos rusos informó que redirigirá sus vuelos de Venezuela a Cuba, a pesar de la crisis eléctrica que vive la isla.
Como un ejemplo reciente de otro de los posibles accidentes aéreos, el viernes 12 de diciembre, un vuelo comercial de JetBlue que había partido de Willemstad, Curazao, y tenía como destino Nueva York, y un avión cisterna de la Fuerza Aérea de Estados Unidos estuvieron cerca de colisionar en el aire sobre el mar Caribe, cerca de Venezuela.
El silencio de los no inocentes
Hoy, la temporada está en marcha y los cruceros, las playas y los resorts en cada uno de los destinos funcionan con normalidad y continúan recibiendo turistas. En los distintos países caribeños reina la cautela y la prudencia mientras «intensifican contactos diplomáticos, coordinan estrategias con socios internacionales y revisan planes de contingencia» (Caribbean News Digital, 2 de diciembre).
Ante un conflicto que puede tener consecuencias negativas para el turismo en la región, indagamos acerca de las respuestas, opiniones o tomas de posición de los organismos internacionales directamente relacionados, como los de la aviación y del turismo. El título del apartado adelanta las respuestas.
La Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), que funciona desde 1944 en el marco de las Naciones Unidas como organismo que establece las normas y métodos recomendados para la protección y la seguridad de la aviación civil, emitió un tenue comunicado donde dejó sentada su posición al recordar que «cada Estado tiene soberanía completa y exclusiva sobre el espacio aéreo que cubre su territorio». El comunicado, según varios medios, llegó horas antes de que Donald Trump ordenara y declarara cerrados los cielos de Venezuela, y posteriormente anticipara la inminencia de operaciones terrestres.
La Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA), la asociación comercial de las aerolíneas del mundo que representa a unas 360 aerolíneas (más del 80% del tráfico aéreo mundial), ante la situación expresó que «las aerolíneas deben mantener la libertad de evaluar de forma individual los riesgos, incluidas las medidas de clausura de espacios aéreos, poniendo por delante la seguridad de los pasajeros y las tripulaciones en la toma de sus decisiones operativas (…) La seguridad es y seguirá siendo la principal prioridad de la aviación». Además, enfatizó: «Las aerolíneas han manifestado públicamente su disposición a reanudar los servicios hacia Venezuela tan pronto como existan las condiciones necesarias para hacerlo de manera segura y eficiente».
El Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC) es una organización internacional integrada por los presidentes y consejeros delegados (CEOs) de más de 200 de las principales compañías de la industria global de viajes y turismo, incluyendo aerolíneas, cadenas hoteleras, grupos de cruceros, agencias de viajes, turoperadores y empresas tecnológicas vinculadas al sector. En definitiva, es la «patronal global del turismo».
Como organización que expresa que su «misión es maximizar el potencial de crecimiento inclusivo y sostenible del sector de viajes y turismo mediante la asociación con gobiernos, destinos, comunidades y otras partes interesadas para impulsar el desarrollo económico, crear empleos, reducir la pobreza y fomentar la paz, la seguridad y la comprensión en nuestro mundo», hasta el momento el silencio está primando en un conflicto que podría escalar y afectar a muchos grandes operadores internacionales.
La Organización Mundial del Turismo de las Naciones Unidas (ONU Turismo – Ex OMT): el lunes 10 de noviembre, en el contexto de la 26° Asamblea General, la ministra de Turismo de Venezuela, Leticia Gómez, denunció que las sanciones impuestas por Estados Unidos a Venezuela han afectado el desarrollo de su sector turístico nacional. Expresó que su país se enfrenta «a grandes desafíos como las medidas coercitivas unilaterales, las advertencias de viaje y la campaña mediática de descrédito internacional que han afectado gravemente al sector».
Recordemos que, al momento de la invasión de Rusia a Ucrania, el entonces secretario general de la hoy ONU Turismo, Zurab Pololikashvili, impulsó la suspensión de la membresía rusa. Es cierto que aquí no ha habido ningún ataque directo al territorio venezolano, pero al menos un comunicado de la flamante secretaria general, la emiratí Shaikha Nasser Al Nowais, hubiera sentado alguna posición. Hasta el momento, un silencio absoluto que, de por sí, sienta posición.
Casi al final…
El martes 9 de noviembre, los medios reprodujeron expresiones de Donald Trump en el sentido de que no descartaba una intervención militar en Venezuela, y que «Nicolás Maduro tiene los días contados». El escenario no ha cambiado.
Todo indica que el bloqueo continuará, y en un país que depende enormemente de la conectividad aérea, no solo hay pasajeros que seguirán afectados, sino también los intercambios humanitarios, comerciales y turísticos. Es pertinente mencionar que el turismo internacional en Venezuela arrojó un aumento de más del 50% en el primer semestre respecto al mismo período de 2024.
Tal vez la palabra «cautela» no sea el mejor sinónimo para describir la sensación de todos los destinos turísticos que conviven y compiten en el Caribe, sino más bien «prudencia», como moderación ante una situación «que puede pasar pero que no pasó aún», y que saben que tampoco pueden controlar, motivo por el cual la temporada sigue su marcha.
Un economista de la región expresaba que «es la incertidumbre lo que afecta la confianza». Llevado al comportamiento de la demanda, implicaría que, si el viajero percibe una falta de certezas en el destino, inmediatamente modificaría sus elecciones hacia nuevos territorios libres de conflictos.
Mientras el conflicto no se agudice, todo continuará: con las aerolíneas impotentes, y los países –de un lado o del otro– junto a los organismos internacionales del turismo guardando absoluto silencio. El capital, sin problemas –ya lo hizo en otras crisis–, marchará a otros territorios que garanticen la continuidad del proceso de acumulación. Los pueblos anfitriones, en cambio, sí sufrirán.
En esta historia, desconocemos el final.
