Plural, el ciclo televisivo que se emite desde Posadas desde el año 2007, cerró este 2025 con un diagnóstico contundente: el poder actual ya no gobierna sólo territorios, sino que busca desarmar lo colectivo. Desde la universidad pública hasta la cultura popular, las voces analizaron cómo la dictadura del presente, el dominio algorítmico y la mercantilización de la vida fracturan la sociedad. La conclusión: la única salida soberana es reconstruir comunidad, uniendo luchas frente a un sistema que convierte el tiempo y los vínculos en activos financieros.

Domingo 21 de diciembre de 2025. El ciclo 2025 de Plural TV, emitido por Canal 4 Posadas, concluyó el lunes pasado con una disección sistémica de lo que sus protagonistas definieron como una realidad totalmente inédita. Allí se desplegó un tejido de voces -no un monólogo- que, partiendo desde sus propias disciplinas, confluyeron en un diagnóstico común: el poder contemporáneo ya no solo gobierna territorios, sino que diseña la imposibilidad de lo colectivo.
El intercambio comenzó con una primera puesta en común donde se trazaron las urgencias de la etapa. Carlos Posdeley abrió el fuego al situar a la universidad pública como el pilar de la identidad nacional y la resistencia social frente al ajuste. Le siguió Silvia Kloster, quien advirtió sobre el contraste entre la protección ambiental de Misiones y la desregulación nacional, introduciendo la complejidad del mercado de carbono. Por su parte, Joselo Riedel rescató la función política de las fiestas populares como refugios de identidad, mientras que Myriam Duarte alertó sobre la escalada de violencia de género y el rol de los discursos de odio en la cultura digital. El cierre de esta primera ronda estuvo a cargo de Nicolás Andorno, quien vinculó el malestar subjetivo con el aislamiento de las pantallas, y de Jorge Ríos, quien propuso la clave de lectura global: la política actual es ininteligible sin entender la arquitectura tecnológica de Silicon Valley.
A partir de estos ejes, el debate profundizó en la raíz del conflicto. Carlos Posdeley denunció la instauración de una “dictadura del presente”, esa urgencia económica que obliga a financiar el hambre con crédito y anula la capacidad social de proyectar. Ante este vaciamiento, la universidad pública emergió en el debate no solo como espacio académico, sino como un deber ético para retroalimentar a la sociedad con futuros alternativos frente al desprestigio programado de lo público.
Esta clausura del mañana encontró su raíz en el dominio algorítmico denunciado por Jorge Ríos, quien advirtió sobre una corporatocracia que fragmenta las demandas para impedir la unión de las luchas. El desafío consistió en restaurar una mirada crítica de alta calidad que rompa el aislamiento narcisista propiciado por las plataformas. Allí, como señaló Nicolás Andorno, el individuo quedó encerrado en sus propios prejuicios, clausurando el encuentro con la otredad. En este sentido, propuso validar la ansiedad no como un trastorno, sino como el motor del deseo necesario para la transformación social.
La erosión de la subjetividad se vinculó directamente con el desmantelamiento de las garantías ambientales y sociales. Silvia Kloster advirtió que el negacionismo climático nacional funcionó como una cínica herramienta de mercado para facilitar la mercantilización de la selva misionera, exigiendo liderazgos basados en el conocimiento técnico frente a la vacuidad de los influencers. Esta regresión de derechos se conectó con el análisis de Myriam Duarte, quien situó la realidad local en el marco de un colapso del modelo de Occidente y la deshumanización de los vínculos. Ante esa inercia, instó a utilizar estratégicamente la tecnología para el encuentro artístico y político, rompiendo la narrativa distópica que las nuevas generaciones parecen observar con pasividad.
Finalmente, Joselo Riedel reivindicó la cultura y la fiesta popular como el «alimento del alma» que resiste a la homogeneidad mercantil de la globalización. Allí, donde la lengua y la música local se negaron a desaparecer, la identidad misionera se consolidó como una resistencia ontológica frente a los dispositivos móviles que erosionan lo propio.
La conclusión de este encuentro en Posadas dejó un señalamiento político determinante: la fragmentación es la mayor victoria del poder concentrado. El desafío de la etapa radica en comprender que la construcción de comunidad no es una opción nostálgica, sino la única salida soberana frente a un sistema que busca convertir el tiempo humano en un activo financiero. En la capacidad de unir las luchas y restaurar la agencia colectiva se juega la posibilidad de que el futuro de la provincia deje de ser un diseño corporativo y vuelva a ser una construcción política compartida.