Aunque nos resulte simpática y justa la censura al todavía presidente de los Estados Unidos, no hay que olvidarse que las dos redes sociales más poderosas del mundo son actores con intereses políticos y económicos. “La solución no es delegar en las corporaciones la gestión de lo democrático”, dice Iván Schuliaquer, docente e investigador (UNSAM-Conicet).

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