El mensaje de Macri a la Asamblea Legislativa hoy estuvo marcado por un fuerte tono de campaña electoral. Cuando las encuestas -que rigen la toma de decisiones del Gobierno- revelan fuerte caídas en la imagen del Presidente, su forma de retomar la iniciativa es levantar al kirchnerismo como oponente para demonizarlo como la vieja política.

Posadas (Miércoles 1 de marzo) El mensaje de Mauricio Macri a la Asamblea Legislativa para dejar inaugurado hoy las sesiones ordinarias en el Congreso, más bien dejó inaugurado el año electoral. El eje de su discurso puede ser resumido en las frases que intentan poner en tensión lo nuevo, que pretende iluminar su gestión, con lo viejo, demonizado en el populismo y la corrupción que apuntan al kirchnersimo. En el guión de cine eso se le llama Story line.  Es el término que designa el conflicto matriz de una historia. Vale resaltar en este sentido, algunas de esas frases, que tienen vasos de comunicación con el planteo electoral de mostrarse el cambio ante lo viejo que no permite que se asome el sol de lo nuevo. Fueron pronunciadas en forma sistémica intercalando los datos concretos y la reafirmación del rumbo del dicurso, que en estos aspectos es analizado en notas aparte. Veamos:

-“…necesitamos más acuerdos y más realidades, menos exaltación y menos símbolos, menos relato y más verdad”.

-“Hablar con la verdad es comunicar las cifras, las reales, A algunos les parecerá menos épico que la retórica de las grandes batallas, pero no asumimos la Presidencia para que nos hagan un monumento”.

-“Baradel no necesita a nadie que lo cuide”

-“Después de una década de despilfarro y corrupción, empezamos a normalizar el sector energético”

-“Superamos lo más difícil de esta transición y el país está cambiando. Argentina se está poniendo de pie”.

-“Durante años fuimos conducidos a un enfrentamiento permanente, padeciendo persecuciones y un estilo de pensamiento que descalificaba al otro”.

-“ A más de dos años de su muerte, queremos saber qué pasó con el fiscal Nisman y con su denuncia”.

-“Hoy la obra pública dejó de ser un sinónimo de corrupción”.

-“…no escuchemos las voces de aquellos que nos quieren desanimar, que nunca quisieron el cambio, y que ni siquiera hacen autocrítica de lo que han hecho en el pasado”.

Si mi enemigo es demonio yo soy santo

Este esquema reduccionista, lo nuevo contra lo viejo, la demonización del otro para mostrarse santo, es la matriz de las operaciones electorales desde la derrota de la dictadura. Desde 1983 todos los gobiernos plantearon una ruptura fuerte con el pasado. No es un invento de Durán Barba, sino el manejo del discurso dominante. Alfonsín, Raúl, fue la diferencia entre la vida y la muerte, la democracia contra el pacto militar – sindical. Menem fue el orden contra la híper. Duhalde y con mayor fuerza los Kirchner fueron la refundación de la Patria contra el pasado neoliberal sometido al FMI y la globalización. De la Rúa, quizá duró poco porque fue la continuidad del uno a uno. Esa demonización del pasado, que deriva en la ilusión de refundaciones, y a la que apela Macri más allá de mostrarse humilde, que por otra parte forma también parte del nuevo relato al diferenciarse de la soberbia de CFK, esa demonización decíamos, es la forma de construir legitimidad desde hace tres decenios en la política argentina. Pero es una legitimidad borgeana porque tiene lo efímero de la unión por el espanto. La unión por las ideas, la transversalidad, es así neutralizada por esas urgencias de rupturas virtuales con el pasado. El macrismo, siguiendo esta línea argumental, que se instala como un corset desde el poder real, viene entonces a exhibirse como la ruptura con el pasado inmediato de la corrupción y el despilfarro. Así, su pretensión menos dominante de cerrar un largo ciclo de decadencia en materia económica y desencuentros, queda opacado y subordinado al marketing.

Rescatando a Cristina

En el mensaje Macri reforzó también el concepto de “transición”, lo que implica un pasaje desde un lugar a otro. El populismo es lo viejo, pero el Presidente no termina de definir lo nuevo ya que en las definiciones estructurales más categóricas que pronunció hoy, ratifica el rumbo, de la Argentina que se pone de pie, hacia la restauración del modelo agroexportador, con el agregado de minería y turismo. No debe ser la vuelta a la inserción neocolonial como “granero del mundo” la propuesta. Y esta ausencia de definiciones es precisamente la observación más crítica que le hacen desde el “círculo rojo”.

¿A dónde va a la Argentina? No se sabe. Mientras tanto  la transición genera costos, como la caída del poder adquisitivo de los ingresos de las mayorías, clase media incluida, y la ortodoxia ni siquiera puede dar respuestas en la lucha contra la inflación sin afectar el consumo. Macri llegó hoy al Congreso en momentos en que las mediciones, de amigos y no amigos, revelan una pronunciada caída en su imagen. Para colmo, el eje puesto en la demonización del kirchnerismo, por corrupción, se convirtió en un arma de doble filo por las denuncias que también lo afectan a él, la vice y a integrantes de su gabinete.  La estrategia es obvia: evitar alternativas y colocar al kirchnerismo como una fuerza resentida que pone palos en la rueda y está agazapada para volver con el populismo. Cristina es parte del eje del mal.  Si el demonio está en la Tierra y es el otro, en consecuencia yo soy el santo, al menos el que represento al Arcángel Gabriel. Macri todavía necesita de Cristina, así hostigada por jueces y los medios hgemónicos. Polarizar la elección para seguir vivo.

Nota: foto de  Ricardo Pristupluk, tomada de Internet.