Cambiemos quedó como la única fuerza de alcance nacional después de las elecciones del domingo. Sin embargo lejos está de expresar un proyecto capaz de construir hegemonías ya que se basa en la tradicional Argentina agroexportadora aggiornada a la globalización financiera y mediática. Pero enfrente no tiene un vacío, están los gobernadores y el otro país.

Posadas (Martes, 15 de agosto) Las elecciones legislativas de medio término tienen el propósito concreto de poner a consideración del pueblo la renovación de bancas. Pero la tradición argentina la ha investido de características plebiscitarias. Por eso tanto dramatismo. Sin embargo, la historia reciente abona la elaboración de hipótesis para todos los gustos.
En las primeras legislativas del período de Raúl Alfonsín fueron realizadas en 1985. Fueron las únicas puramente legislativas ya que las de 1987 elegían también gobernadores y la cosa cambia. Por eso la plebiscitaria de esos años fue la de 1985. Entonces la UCR obtuvo en la suma de todos los distritos el 45% de los votos, porcentaje similar al obtenido en la provincia de Buenos Aires. El Plan Austral, que había bajado la inflación abruptamente, después se supo que artificialmente, llevaba pocos meses de vigencia. El respaldo fue contundente. Tan contundente como las derrotas de las dos elecciones posteriores.
En el mismo sentido, las elecciones puramente legislativas de Carlos Menem fue la de 1993. La convertibilidad establecida dos años antes ya generaba desempleo y desindustrialización, pero la estabilidad monetaria llevó a los argentinos a darle un respaldo que llegó al 49% en todo el país, con la novedad del primer triunfo del PJ en la siempre refractaria, por no decir gorila, Capital Federal, donde un riojano, Erman González obtuvo el 43% de los votos duplicando a la UCR. En Buenos Aires, donde ya se sentía la pobreza y el cierre de fábricas, la adhesión había bajado al 33% pero le alcanzaba para superar holgadamente al segundo.
En 2001, se rompió la tradición de ese eslogan vacío de contenido: “hay que darle tiempo” y de la Rúa sufrió una categórica derrota. La Alianza apenas tuvo el respaldo del 23% en todo el país y en la provincia de Buenos Aires sólo el 15%. El final es conocido.
Néstor Kirchner que había llegado a la Presidencia con el 22% de los votos por la huida de Menem de la segunda vuelta, en las parlamentarias de 2005 obtuvo en todo el país el respaldo del 45% de los votos y en la provincia, donde se jugó la patriada de enfrenar “a las mafias”, si, las mismas “mafias” y el mismo discurso de siempre, ganó con el 46%.
Cristina Fernández de Kirchner, en las dos elecciones de medio tiempo, tuvo performances muy parecidas a la de Mauricio Macri en las Paso del domingo. En 2009, el FPV cayó con Néstor, Scioli y Massa en la boleta ante el aluvión marketinero de de Narváez, hoy paradójicamente fuera de la política, por 34,5% a 32,1%. Pero en la suma de todo el país, el FPV fue la primera minoría con el 31% de la suma de todas las provincias. En 2013, la paliza que sufrió CFK en la provincia de Buenos Aires fue contundente, le ganaron a su candidato 44 a 32 por ciento. Pero como dos años antes al sumar el resultado de todas las provincias ganó con el 34%.
Es la película de hoy. El triunfo de Cambiemos el domingo se inscribe en esta tradición argentina. Mauricio Macri tuvo su triunfo nacional de mitad de mandato con el 35% muy parecido al de CFK en 2013. Como porcentaje en sí mismo no avala la interpretación triunfalista de que la sociedad decidió respaldar el rumbo de las políticas económicas y sociales. No se equivoca el que interpreta que el 65% le está marcando límites.
Los números no develan con claridad la existencia de ese apoyo ya que el gobierno nacional que venía arrinconado, no sólo por las encuestas, sino por el mensaje de la calle que en abril se expresó contra el sentido neoliberal de las reformas en varias movilizaciones, decidió aflojar el ajuste. Tomó medidas que en FIEL, el centro del pensamiento liberal argentino las calificaron de populistas. “Están haciendo todo lo que le criticábamos al kirchnerismo” opinó Daniel Artana en una reunión con funcionarios y criticó en ese sentido los 50 mil millones de pesos en préstamos blandos con plata de la Anses, descuentos del 50 por ciento en supermercados a clientes del Bapro, obra pública a fondo, obras públicas y gastos en las provincias, entre otras medidas. LPO hizo pública la respuesta del ministro Nicolás Dujovne: «yo entiendo lo que me decís, pero ustedes con esa receta duraron quince días en el Gobierno, si perdemos las elecciones no se puede hacer nada, la prioridad es la fortaleza política».
En síntesis: para ganar elecciones el gobierno hace lo que le criticaba al peronismo, pero quiere ganar elecciones para no hacer lo que hacía el peronismo. En consecuencia, la lectura del 35% de respaldo a Macri no es tan transparente desde la formalidad de los números. Pero hay algo concreto, Cambiemos quedó el domingo como la única fuerza organizada y con presencia en todos los distritos del país. Tampoco es una novedad. Lo mismo se decía del Frente Para la Victoria en 2013 y 2009. Una lectura mordaz concluiría que desde la crisis del 2001 los únicos partidos que sobreviven son los que manejan el aparato del Estado.
Por eso es necesario una abordaje diferente para interpretar el pronunciamiento popular del domingo, que a contramano de los tiempos de la pos-verdad posmoderna y otros “pos”, siguen explicando la relación entre base económico – social y superestructura. Vale en ese sentido comparar visualmente dos mapas: el de la zona sojera en la Argentina y el mapa electoral del domingo que muestra dónde ganó Cambiemos. Desde esta perspectiva, nadie puede sorprenderse del respaldo obtenido en Córdoba, La Pampa y Entre Ríos, como en la zona rural de Buenos Aires. Lugares de residencia de los líderes de la famosa movilización de las patronales del campo que sedujeron a la civilidad al punto de confundir la Sociedad Rural con la argentinidad. Es la misma Argentina que desde la creación del Virreinato se ha vuelto el centro del país.

Tampoco sorprende lo cordobés o lo entrerriano si se tienen presentes las traiciones desde los años de Artigas y Andresito a lo que hizo Urquiza. El domingo ganó la Argentina agroexportadora aggiornada a los tiempos de la globalización financiera con anclaje en los medios de comunicación. Evidentemente hay corrientes subyacentes en la historia argentina que todavía fluyen con fuerza, afloran como el domingo en las urnas pero sin encontrar el cauce de un río que se nutra de todas las vertientes. Este Cambiemos, centralista porteño no es la síntesis sino que expresa con vigor una de las fuerzas en pugna. La otra está expresada en el mapa electoral. Son las provincias que resisten las concepciones unitarias desde el mismísimo 1810. Sin organizaciones políticas nacionales que disputen el poder a Cambiemos es hora de los gobernadores para poner equilibrio y buscar la síntesis. Porque la lectura contundente del domingo 13 es que Macri ganó, pero lejos está de instalar su proyecto como hegemónico. El cierto que el neoliberalismo es una fuerza desatada con respaldo de los poderes fácticos, pero los argentinos, aun los que lo votan no están convencidos de una Argentina, que para resumir extremadamente el proyecto, una Argentina donde la salud y la educación de calidad no estén garantizadas por el Estado.