El 30% de sus habitantes trabaja en Santo Antonio, Brasil: cobran en reales -lo que les permite resguardarse de los cimbronazos de la economía nacional- y gastan en pesos. Otro tanto crearon comercios formales e informales para venderles productos a los brasileros. El real es la moneda corriente aún de este lado de la frontera: los albañiles, plomeros, gasistas, entre otros, cotizan sus trabajos en la moneda brasileña.
Lunes 21 de agosto de 2023 (Diario Ámbito Financiero). La devaluación del 22% que se produjo el lunes después de la Paso golpeó fuerte en el bolsillo de los ciudadanos, sobre todo, de aquellos trabajadores en relación de dependencia y de los que no tienen capacidad de ahorro.
Pero hubo excepciones. Y en tal sentido se encuentra la mayoría de los pobladores de la localidad misionera de San Antonio, ubicada en la frontera con el Brasil, a unos 300 kilómetros al Nordeste de Posadas y separada de la localidad brasileña del mismo por tan solo por un pequeño curso de agua del río San Antonio, que se puede cruzar caminando. Es que casi el 30% de su población cruza todos los días para trabajar en Santo Antonio, cobrar en reales y gastarlos en su ciudad de residencia, por lo que, como se dice cotidianamente, hacen la diferencia a su favor.
Ciudad próspera
Esta situación hizo que esta ciudad misionera se vuelva próspera porque a la vez, quienes no tuvieron la posibilidad de emplearse en las textiles de Santo Antonio (Brasil) o en otros rubros, invirtieron unos pocos pesos para improvisar comercios caseros para venderles a los brasileños que pasan la frontera y se llevan todo lo que se venda: desde combustible –que se vende hasta en bidones- hasta alimentos.
Uno de los rubros que más creció, alimentado por las asimetrías, es el de la construcción, por la compra tanto de propios como de los vecinos brasileños: todos aprovechan los reales recibidos y el valor de esa moneda frente al peso y compran: unos para mejorar sus viviendas desde este lado de la frontera y otros por las mismas causas, incluso para reventas.
San y Santo Antonio
La localidad misionera de San Antonio limita con Santo Antonio, en Brasil, a través de un pequeño curso de agua del río San Antonio. La localidad argentina es parte del 92% del límite fronterizo que tiene Misiones con Brasil y Paraguay. La población, pequeña, está compuesta por unos diez mil habitantes. Viven del trabajo público, de la producción de yerba mate, del comercio local, pero también de la fuente laboral que ofrecen las empresas textiles, comercios y actividades rurales de la localidad brasileña.
Se estima que un 30% de los argentinos de la comuna cruza hacia Santo Antonio para trabajar: es decir que unos tres misioneros trabajan unas 10 horas diarias y cobramos un salario de entre 4.000 y 4.200 reales mensuales, esto significa entre 560 mil y 580 mil pesos mensuales, “dinero que no cobraríamos trabajando en un comercio argentine, en la producción de yerba o como empleados públicos”, dijo Jorge Garmalis, quien reside desde muy chico en la ciudad fronteriza misionera. Su familia tiene dos hijos en edad escolar y de esta manera, admite, sus ingresos rinden mucho porque cobra en reales y compran en pesos.
Su esposa atiende un pequeño comercio en el garage de la vivienda familiar. “Les vendemos a los brasieños. Compran. Vienen con reales y no se fijan el precio”, dice.
La situación de Garmalis es similar a la de otros vecinos de San Antonio. “Camino todos los días, cruzo y trabajo en una de las textiles; hago la diferencia”, dijo Analía Vicovich, una joven de 22 años que reside junto a su madre y dos hermanos en San Antonio y trabaja en Santo Antonio.
Algunos residentes además de trabajar en Brasil cobran algún plan del Gobierno argentino, como el caso de una mujer que pidió la reserve de sun ombre y admitió que con los dos mil reales –unos 250 mil pesos—más el Plan, puede vivir y mantener a sus hijos.
En cierta forma la cotización del Real “Blue” desde hace varios años permite el crecimiento de la ciudad. “Todos, en cierta forma, nos beneficiamos, inclusive quienes no cruzamos a trabajar a Santo Antonio. Yo soy albañil y realmente tengo bastante trabajo porque la gente aprovecha los reales y hace algún arreglo en su casa. Por supuesto que yo cobro mis trabajos en reales”, dijo Francisco Vigosti.
En este contexto, pocos quieren los pesos argentines. “Acá casi todo es en reales, Solo cambiamos lo mínimo para pagar los servicios e impuestos o algunas compras menores”, dijo el comerciante Sergio Zeharie. El real también es una moneda que sirve para ahorrar.
El vecino Jorge Poussa admite que el peso está despreciado. “Casi todos nos manejamos con reales. Esta semana, así como subió el dólar, subió el real que llegó a 140 pesos para la venta. La moneda brasileña es una moneda fuerte; nuestro peso no vale nada”, dijo, para graficar que guarda pesos para pagar impuestos, las cargas sociales, los servicios y las tarjetas. “Voy cambiando los reales a medida que tengo los vencimientos”, dijo.
En cuanto al tema monetario San Antonio parecería ser una ciudad brasileña. “Si bien los precios en los comercios se muestran en pesos, la mayoría de los ciudadanos se manejan en reales”; dijo la comerciante Julieta Kábana.
El negocio del combustible
El combustible es otro de los negocios “rentables” que tiene esta ciudad fronteriza de Misiones. Los brasileños llegan para llenar los tanques de los vehículos y llevarse combustibles en bidones porque es muy barato frente al precio que tiene en su país. El litro del combustible para los extranjeros se ubica en torno a los 500 pesos. Casi el doble de lo que vale para los automovilistas con patentes nacionales. Igual es barato para los brasileños “porque es menos de un dólar y unos 3,5 reales por litro”, explican en una estación de servicio: “Vienen, llenan el tanque y a la vez se llevan bidones de combustible para reserva o comercializar”, admitió.
El costo del combustible motivó la venta ilegal en bidones en domicilios particulares e inclusive el cruce hormiga con bidones por pasos clandestinos, destinados a la reventa en Santo Antonio. “Sabemos que es peligroso, pero lo hacemos para alimentar a nuestras familias”, dice un almacenero que además de productos alimenticios y de limpieza, ofrece combustible en bidones. Y da más detalles: “los que no tienen negocios o no tienen trabajo, trabajan como mulas transportando bidones con nafta o gasoil para comercializar en Santo Antonio.
