En la última entrega de esta serie #ProyectoEstratósfera, los estudiantes y docentes de la Universidad Nacional de Itapúa (UNI) que llevaron la yerba mate al espacio, relatan en primera persona cómo una convocatoria abierta los unió en una misión épica que transformó sus carreras y amplió los límites de la investigación nacional. De la incertidumbre a las expectativas sin límites, guiados por la la academia que supo despertar curiosidad y compromiso.
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Sábado 6 de septiembre de 2025. «Inverosímil». «Magnífico». «Espectacular». Las palabras de los estudiantes de la Universidad Nacional de Itapúa (UNI) no alcanzan para describir lo vivido, pero reflejan la magnitud de un proyecto que los marcó para siempre. En la última entrega de esta serie, los verdaderos protagonistas del hito científico –los estudiantes y docentes que operaron, calcularon y hasta treparon árboles para recuperar el módulo– toman la palabra para contar cómo fue hacer historia desde la facultad. Risas, nervios y picardías en una nota periodística con Plural, que ilusiona, por la pasión que descubre.
La misión de mandar yerba mate y microplásticos al espacio, y que culminó con el descenso del globo sonda en el Parque Nacional Ñacunday y la recuperación de las muestras (de yerba mate y microplásticos) expuestas a la estratósfera, fue posible gracias a un equipo interdisciplinario de doce estudiantes seleccionados no por sus notas, sino por su pasión por la investigación. Acá, el testimonio de algunos de ellos.
De una convocatoria abierta a una misión nacional
Para Víctor Vera, estudiante que ya trabajaba con la doctora Estelvina Rodríguez, fue la chance de «demostrar las habilidades que adquirimos aquí en nuestra casa de estudios». Para otros, como Caterine Arrúa y Micaela Mañko, todo comenzó con una publicación en la Facultad. «Vi la convocatoria, me inscribí y de esa manera llegué al equipo», relató Arrúa. Mañko recordó que su compañero, Víctor, «me había comentado antes de este tema y me interesó. Me postulé, quedamos seleccionadas y hoy estamos formando parte del equipo».
Carlos Bitenfeld, inquieto, se sumó «en el camino», invitado por la doctora Rodríguez, su docente. «No todos los días se tiene la posibilidad de integrar un equipo de trabajo como este», afirmó, destacando el valor de trabajar con expertos internacionales como el doctor Octavio Chon, el investigador de Perú.
El estudiante que trepó un árbol para hacer historia
El momento crítico llegó con el descenso. El módulo, cargado de datos y muestras invaluables, cayó en la copa de un árbol en la reserva ecológica. Allí, Luis Latti, estudiante de informática, cumplió una promesa hecha en broma. «Siempre decía que, si caía en un árbol, yo me animaba a trepar. Y al final pasó», contó entre risas. «Subí al árbol y, entre varios, jalando con lo que encontrábamos, logramos bajarlo». Su relato evidencia el espíritu colaborativo que definió al proyecto: todos hicieron de todo, más allá de su especialidad.
Carreras redefinidas y horizontes ampliados
Si hay un punto en común en todos los testimonios, es que la experiencia redefinió por completo su visión profesional.
-Carlos Bitenfeld (de Ingeniería Ambiental): «Ahora, teniendo una base sólida, con pruebas e incluso con lo que hicimos, podemos decir con orgullo que la Ingeniería Ambiental puede llegar a hacer grandes cosas, incluso más de lo que uno puede imaginar».
-Micaela Mañko: «Al principio no veíamos bien el horizonte; ahora la mirada es mucho más amplia. Se ve todo lo que podemos hacer y cómo aplicar nuestra carrera más allá de lo tradicional».
-Luis Latti (Informática): «Me amplió la visión sobre mi carrera. Muchas veces uno piensa que es solo estar frente a la computadora, pero en este proyecto todos terminamos haciendo de todo».
«Una fusión de carreras inesperada y gratificante»
Las docentes Clara Villalba y Rosa Cohene corroboraron el impacto transformador. Villalba destacó que el proyecto «reforzó mi interés en proyectos de gran relevancia que apuntan a darle mayor visibilidad a la universidad y al país».
Para Cohene, laboratorista de Ingeniería en Alimentos, la revelación fue la interdisciplinariedad. «Si quiero procesar datos, necesito estadística; si quiero registrar condiciones, necesito informática… Es una fusión de carreras dentro de una misma investigación». La experiencia, contó, incluso influyó en su decisión de hacer una maestría en Biotecnología de Alimentos. «Pienso: ‘Wow, puedo hacer esto, puedo salir, no quedarme solo en mi país’. Es totalmente distinto lo que uno es antes y después».
El legado: «Marcamos camino, somos pioneros»
Con el módulo recuperado y los análisis por delante, el sentimiento es unánime: esto es solo el principio. «Marcamos camino. Somos pioneros y esperamos que todo lo bueno que venga ahora podamos traerlo a la facultad y desarrollarlo nosotros», proyectó Víctor Vera con una convicción que resume el espíritu de una nueva generación de científicos paraguayos.
Esta misión que envió yerba mate al espacio también catapultó las carreras de quienes la hicieron posible, demostrando que el futuro de la ciencia paraguaya descansa en equipos audaces, interdisciplinarios y con la vista puesta en las alturas.
Estudiantes y docentes en Plural
Víctor Vera, estudiante
-¿Cómo te involucraste?
—En mi caso particular, vengo trabajando con la doctora Estelvina Rodríguez hace ya casi dos años en otras líneas de investigación. La posibilidad de involucrarnos en este proyecto, único para nosotros a nivel país, y demostrar las habilidades que adquirimos aquí en nuestra casa de estudios, trabajando con mis compañeros —los mejores de la facultad— fue el impulso que me llevó a comprometerme con fuerza en el proyecto y estar aquí hoy.
—¿Cómo resultó? ¿Era lo que esperabas? ¿Colmó tus expectativas? ¿Fue poco? ¿Te dio ganas de más?
—Inverosímil. Lo que pasamos como equipo, lo que realizamos, la travesía y los números de la expedición fueron demasiado importantes para mí. Magnífico, en una sola palabra.
—¿Qué creés que va a pasar de acá en adelante con vos?
—A partir de esta experiencia marcamos camino. Somos pioneros y esperamos que todo lo bueno que venga ahora podamos traerlo a la facultad y desarrollarlo nosotros.
Carlos Bitenfeld – estudiante
—Carlos, ¿cómo te involucraste con este proyecto?
—Bueno, en mi caso particular, me sumé más bien en el camino. Conozco mucho también a la profe Estelina, porque además de trabajar con mi compañero Víctor, ella es nuestra docente en la carrera de Ingeniería Ambiental. Siempre estuve al tanto de lo que iban armando, de cómo lo hacían y de lo que planeaban. Me llamaba mucho la atención, hasta que me dieron la oportunidad y me sumé. No todos los días se tiene la posibilidad de integrar un equipo de trabajo como este, que incluso involucra a gente externa, como el doctor. Vi la oportunidad, la tomé y no la suelto más.
—¿Te gustó?
—Sí, demasiado. Fue muy satisfactorio a nivel personal y también a nivel nacional, ya que no todos los días se hacen lanzamientos con carga útil que se puedan recuperar. Esta experiencia para mí fue única. Ojalá se repita en cualquier momento. Más allá de eso, con esto buscamos también hacer historia, porque fuimos los primeros, al menos en el país, y batimos un récord ya establecido por la Universidad Nacional de Asunción. Ahora la de Itapúa logró superarlo.
—¿Cambió en algo la proyección de tu carrera profesional esta experiencia?
—Sí, la verdad que sí. Normalmente, cuando la gente preguntaba qué podía hacer un ingeniero ambiental, incluso yo mismo tenía dudas, uno explicaba más o menos por arriba. Ahora, teniendo una base sólida, con pruebas e incluso con lo que hicimos, podemos decir con orgullo que la Ingeniería Ambiental puede llegar a hacer grandes cosas, incluso más de lo que uno puede imaginar o esperar.
Caterine Arrúa – estudiante
—Caterine, ¿cómo te involucraste con este proyecto?
—En mi caso fue a través de una publicación de la facultad, donde siempre difunden proyectos de investigación. Vi la convocatoria, me inscribí y de esa manera llegué al equipo. Superó todas mis expectativas, porque uno entra esperando aportar desde su carrera, pero luego, al analizar la yerba que regresó, compararla con la que quedó acá y la que regresó y permite entender lo que pasa en esas condiciones, sentí que fue un logro muy importante. Para mí fue algo espectacular.
—¿Es solo un paso dentro de tu proceso o implica otra mirada?
—Te cambia completamente, porque uno espera seguir en investigación. A mí me gusta investigar y esto es un paso muy fructífero para avanzar en la carrera profesional. Me encantó y, además, trabajar con el equipo, con los doctores y con la doctora, te suma mucho tanto como persona como profesional.
Micaela Mañko – estudiante
—Micaela, cómo te involucraste acá…
—También, como mencionó Caterine, siempre se lanzan convocatorias de proyectos de investigación. Víctor me había comentado antes sobre este proyecto y me interesó. Entonces me postulé en la convocatoria, quedamos seleccionadas y hoy estamos formando parte del equipo.
—¿Colmó tus expectativas? ¿Te superó? ¿Era lo que esperabas? ¿Te costó o te resultó fácil?
—De todo un poco. Las expectativas sí, totalmente superadas. Al principio no entendía muy bien el propósito al entrar al proyecto, pero ahora veo todo el camino que está por forjarse, lo que hicimos y lo que podemos lograr con los resultados de este primer lanzamiento. No puedo decir que fue fácil, pero tampoco difícil. Creo que lo más interesante fue la fusión entre todas las carreras de nuestra facultad: ver cómo se puede trabajar de manera integrada y cómo cada uno aporta desde su perspectiva.
—¿Habías pensado en la posibilidad de trabajar con otras carreras en algún proyecto o fue algo totalmente novedoso?
—Desde que estoy en la carrera siempre tuve la intención de trabajar con mis compañeros dentro de la facultad, pero nunca imaginé un proyecto en particular. Esta fue una oportunidad que aprovechamos muy bien.
—¿Te gustó?
—Sí.
—¿Te cambió algo a futuro?
—Creo que sí. Al principio no veíamos bien el horizonte; ahora la mirada es mucho más amplia. Se ve todo lo que podemos hacer y cómo aplicar nuestra carrera más allá de lo tradicional.
Luis Latti – estudiante
—Luis, ¿cómo te sumaste a este proyecto?
—Me sumé gracias a la invitación de Víctor. Una vez nos habíamos juntado a almorzar, empezó a contarnos sobre el proyecto, las expectativas que tenía y, como dijo Mica, nos invitó a participar.
—¿Y qué te interesó como para decir «voy»?
—Me interesó cuando comentó que íbamos a lanzar un globo al espacio. Dijo “espacio” en vez de estratósfera, y eso me llamó la atención. Es algo que no pasa todos los días y poder ser parte de un proyecto así me pareció muy interesante.
—¿Cómo viviste la experiencia?
—Antes de la implementación del proyecto era muy interesante, aunque a veces frustrante por las tareas que había que hacer. A mí me tocó el control aéreo: todos los días debía mirar qué avión pasaba, por dónde, anotarlo. Fue algo nuevo, nunca lo había hecho, y me ayudó a formarme en esa parte. También participé en la recuperación del globo.
—¿Vos recuperaste el globo?
—Lo recuperamos entre todos, pero yo fui el que trepó para agarrarlo.
—¿Cayó en la copa de un árbol?
—Sí, y tuve que subir para sacarlo. Siempre en broma decía que, si caía en un árbol, yo me animaba a trepar. Y al final pasó. Como estaba muy alto, entre todos sorteamos y me tocó a mí. Subí al árbol y, entre varios, jalando con lo que encontrábamos, logramos bajarlo.
—Luis, ¿te cambió algo la proyección de tu carrera profesional esta experiencia?
—Sí, mucho. Me dejó una experiencia enorme, algo que nunca pensé que haría. Y más en el ámbito de la informática, que es lo que estudio. Me amplió la visión sobre mi carrera. Muchas veces uno piensa que es solo estar frente a la computadora, pero en este proyecto todos terminamos haciendo de todo, no solo lo que marca nuestra especialidad.
Clara Villalba – docente UNI
—Clara, ¿cómo te involucraste?
—Ingresé también gracias al contacto de la doctora Estelvina Rodríguez. Ya trabajábamos en investigaciones y tuve la oportunidad de involucrarme en este proyecto.
—¿Querías hacerlo? ¿Querías entrar?
—Sí, totalmente.
—¿Qué experiencia te dejó?
—La más satisfactoria.
—¿Cambió tu proyección profesional, aunque ya venías trabajando en investigación?
—Sí. Reforzó mi interés en proyectos de gran relevancia que además apuntan a darle mayor visibilidad a la universidad y al país.
Rosa Cohene – docente – laboratorista
—Rosa, ¿cómo te involucraste?
—La doctora Estelvina es docente en esta facultad, ya nos conocíamos y recibí su invitación para sumarme al equipo. Me explicó de qué trataba y acepté enseguida. Siempre quise trabajar con ella. Al principio no entendía mucho porque lo veía más desde el área ambiental que desde alimentos, que es mi carrera. Pero una vez que fuimos viendo cómo se incorporaba la yerba mate, nos dimos cuenta de lo compenetradas que están todas las carreras. Si quiero procesar datos, necesito estadística; si quiero registrar condiciones, necesito informática; si quiero estudiar el impacto ambiental, necesito lo ambiental; y para los equipos, electrónica. Es una fusión de carreras dentro de una misma investigación. Fue algo inesperado y muy gratificante. Ahora estoy haciendo una maestría en Biotecnología de Alimentos y esto me abre mucho más el panorama. No me quedo encerrada en un área, sino que se expande el campo en el que puedo desarrollarme. Pienso: “Wow, puedo hacer esto, puedo salir, no quedarme solo en mi país, sino también proyectar afuera”. Es totalmente distinto lo que uno es antes y después de esta experiencia.

