El comisario Manuel Herrera analiza la creciente siniestralidad en calles y rutas de Misiones y la urgencia de un cambio cultural. El factor humano es responsable de hasta el 88% de los accidentes. Preocupa el alto índice de víctimas mortales en motociclistas jóvenes y la falta de formación en la gran mayoría de los municipios de la provincia.
Miércoles 5 de noviembre de 2025. El comisario Manuel Herrera, de la Policía de Seguridad Vial de Misiones, analizó el creciente y multifacético problema del tránsito vial que deja muertos y lesionados de manera alarmante en la provincia, en un contexto de visible incremento en la siniestralidad que tuvo su punto más fuerte en la tragedia de Campo Viera, con nueve vidas perdidas y 29 heridos. En su paso por Plural, programa periodístico de Canal 4 Posadas, desglosó las causas, las herramientas de control y los profundos desafíos culturales que explican por qué las calles y rutas cuestan cada vez más vidas.
El comisario Herrera comenzó su diagnóstico explicando el concepto de la «trilogía vial», avalado por la Organización Mundial de la Salud. Este modelo identifica tres factores en los siniestros: el vehículo (mecánico), el camino (ambiental) y el conductor (humano). Sin embargo, los datos son contundentes: entre un 85% y un 88% de los incidentes tienen su causa principal en el factor humano, aseveró.
«Los que trabajamos en seguridad vial hace tiempo venimos dedicándonos a analizar justamente cuáles son esas causas», afirmó Herrera, señalando que la impericia, la imprudencia y la negligencia al volante son el núcleo del problema. «Hoy por hoy, trabajamos mucho en lo que tiene que ver con la inconducta del conductor, que es donde está el problema más grave».
Frente a esta realidad, la herramienta inmediata es el control físico. Manuel Herrera defendió su necesidad, aunque reconoció los debates sobre su efectividad. «Lo cierto es que el control en el lugar, físico, sigue siendo la principal herramienta», aseguró.
A esto se suma un despliegue tecnológico creciente: cámaras de seguridad, radares de velocidad, fotomultas y drones que, en conjunto con la Dirección de Videovigilancia, permiten detectar y sancionar malas maniobras en tiempo real. El comisario enfatizó que, más allá de la función punitiva, estos dispositivos deben tener un fin educativo: reforzar la conciencia preventiva para que el conductor respete los límites haya o no un radar.
Al profundizar en las causas específicas, describió un «combo bastante importante» de factores que confluyen: exceso de velocidad, alcohol, distracciones (como el uso del celular), cansancio y la falta de elementos de seguridad como casco o cinturón.
Un dato estadístico dirige las estrategias: más del 50% de las víctimas fatales son motociclistas. Por ello, los controles se enfocan particularmente en este grupo, donde verifican la documentación, la edad y, fundamentalmente, el uso del casco. Herrera aclaró que no se trata de criminalizar al motociclista, sino de protegerlo. «Dentro de ese grupo, los que más accidentes sufren suelen ser jóvenes, entre los 18 y 35 años», explicó, alertando que muchos carecen de documentación o de una formación adecuada.
Más allá de los controles, el comisario Manuel Herrera puso un fuerte acento en la educación vial como la única solución sustentable. Relató el extenso trabajo que realizan junto al Consejo General de Educación, con 27 divisiones de Seguridad Vial en toda la provincia, llevando charlas, talleres y jornadas educativas a establecimientos de todos los niveles.
«Si no formamos conductores responsables desde el inicio, después llegamos tarde», afirmó con convicción. El objetivo es instalar la «percepción del riesgo» desde la infancia, haciendo entender que un vehículo puede transformarse en un arma letal. Ilustró esto con un ejemplo concreto: a 60 km/h, la distancia de frenado en asfalto seco es de 33 metros, pero en mojado se extiende a 88 metros. «Eso marca la diferencia entre la vida y la muerte».
Para cerrar, Manuel Herrera lanzó una alerta sobre un eslabón crítico y débil en la cadena: la emisión de licencias de conducir. Reveló que el 80% de los municipios de Misiones no está adherido al formato nacional de licencia y, lo que es peor, «muchos municipios no realizan ningún tipo de curso previo antes de otorgar la licencia».
En ese sentido hizo un llamado urgente a estas comunas a regular la formación de los conductores, ofreciendo la colaboración de su dirección para capacitar y asesorar. «Tenemos que entender que la trilogía vial… es un sistema que funciona o falla en conjunto. Y cuando falla, el resultado son vidas perdidas».
Enfático, el comisario dijo que «nuestro trabajo en tránsito, además de resguardar los bienes, lo principal es resguardar las vidas» y, frente a lo que calificó como una «pandemia mundial» de muertes en el tránsito, en un mensaje final exhortó a la responsabilidad individual y colectiva: «Cada acción, por más mínima que parezca, suma para salvar una vida». Un recordatorio de que en la ruta, la elección entre la vida y la muerte a menudo está en manos de quien conduce.
Manuel Antonio Herrera en Plural

—¿Qué nos está pasando, Manuel? ¿Qué está pasando? ¿Estos números de accidentes y de muertes van creciendo o no van creciendo?
—Bien, las estadísticas sí marcan que en los últimos meses hubo un incremento en la siniestralidad vial, más aún en los casos de fatalidad vial. A eso se suma el hecho conocido públicamente que fue el del fin de semana en Campo Viera, el mismo día de las elecciones, donde un colectivo, a consecuencia de una colisión, terminó con la pérdida de nueve vidas. Y esto no es nada nuevo. Si hacemos un estudio o un relevamiento específico sobre las causas, vemos que no hay nada novedoso. Los que trabajamos en seguridad vial hace tiempo venimos dedicándonos a analizar justamente cuáles son esas causas. Respecto a esto, podemos hablar técnicamente de lo que se llama la trilogía vial, un concepto que, aunque no quiero aburrir con tecnicismos, es importante entender. La Organización Mundial de la Salud tomó un conjunto de siniestros viales para determinar cuáles eran los factores determinantes. Porque si tenemos un problema y queremos abordarlo, primero tenemos que saber cuáles son sus causas. De este estudio se desprenden tres factores principales: El principal, y al que se le atribuye el mayor porcentaje, es el factor humano, ya sea por impericia, imprudencia o negligencia. El resto de los factores —el mecánico y el ambiental— tienen un peso mucho menor. Dentro del factor humano encontramos entre un 85% y un 88% de incidencia, dependiendo del lugar o la zona donde se tomen los datos. Entonces, hoy por hoy, desde la Policía de Seguridad Vial trabajamos mucho en lo que tiene que ver con la inconducta del conductor, que es donde está el problema más grave. La herramienta que tenemos actualmente es el control. Si bien se discute mucho qué tipo de controles hay que aplicar —si los actuales son obsoletos o no—, lo cierto es que el control en el lugar, físico, sigue siendo la principal herramienta. Pero también se están incorporando muchas tecnologías nuevas vinculadas al control y la fiscalización del tránsito, como cámaras de seguridad, radares de velocidad, cámaras en semáforos, fotomultas, incluso drones que utilizamos en conjunto con la Dirección de Videovigilancia. Con estas herramientas podemos detectar malas maniobras o conductas indebidas, como un adelantamiento en doble línea o en curva, y también realizar la sanción y la constatación de la falta en el momento y en el lugar. Es cierto que esto genera críticas. Se habla mucho sobre qué tipo de controles deben hacerse: si móviles, si estáticos, si solo de documentación. Pero yo creo que todos los tipos de controles son necesarios. Y hacemos más hincapié en ciertos grupos, teniendo en cuenta las estadísticas. Hoy, más del 50% de las víctimas fatales son motociclistas. Entonces, los controles están más enfocados en ellos: en la conducción responsable, en el uso del casco, en la documentación y en las edades de quienes conducen.
—¿Los motociclistas son los que generan los accidentes o los automovilistas?
—Hablar de causas directas es complejo. Engorroso, porque nosotros, digamos, ya al momento de llegar al hecho, ya está consumado, y más aún cuando hay una víctima fatal. Siempre lo que se hace primero es trabajar en la prevención en el lugar, para que no ocurra otro accidente en el mismo punto, y después, sí, los resultados se cargan y se analizan con fines estadísticos. Pero por eso justamente, en los informes que nosotros elaboramos, siempre somos imparciales: se hace un breve relato de lo que ocurrió —si fue una colisión auto-moto, o entre vehículos—, pero atribuir responsabilidades ya es algo mucho más complejo. Eso forma parte del estudio criminalístico posterior, donde intervienen otras áreas.
—Manuel, ¿cuáles son las principales causas? ¿Irresponsabilidad, alcohol, mala señalización de ruta…? ¿O es todo junto?
—En realidad hay un combo bastante importante. Son varios factores que confluyen. Si uno hace una especie de recapacitación personal, e incluso institucional, se nota mucho hoy la dificultad para comprender el riesgo real que implica conducir un vehículo. Hay una falta de percepción del peligro. La gente muchas veces no dimensiona que un vehículo puede transformarse en un arma. Se habla mucho, por ejemplo, de los radares, de la cantidad de equipos que hoy están operando o que van a operar en el futuro. Pero casi nadie habla de que esos equipos de medición, si bien son sancionatorios o punitivos, también deberían tener un fin educativo. Es decir: yo circulo por una ruta, haya o no haya radar, y debería respetar los límites de velocidad tanto en zonas urbanas como rurales. Observar la señalización vertical, las advertencias, las marcas en el asfalto. Todo eso también salva vidas. Entonces, creo que el trabajo con esta tecnología debería apuntar a reforzar esa conciencia preventiva. Pero, como te decía, es un combo muy amplio: exceso de velocidad, alcohol, distracciones, cansancio, uso del celular, falta de casco, falta de cinturón… todo eso suma. Lo que sí puedo destacar es que desde la Dirección General de Seguridad Vial, en estos últimos años, con la provisión de nuevos equipos a través de convenios entre Provincia y Nación, se sumaron muchísimos alcoholímetros. Y aun así, los resultados de alcoholemias positivas durante los fines de semana —aunque también hacemos controles toda la semana— son altísimos. Pero, lamentablemente, ni siquiera con eso sentimos que se logra la concientización que buscamos, más allá del trabajo preventivo constante. También quiero resaltar el enorme trabajo educativo que estamos realizando hoy desde la Dirección General junto con los establecimientos escolares. De hecho, tenemos un convenio con el Consejo General de Educación que nos permite trabajar en toda la provincia, a través de las 27 divisiones de Seguridad Vial distribuidas en Misiones. Nosotros asumimos un compromiso muy grande: dar todo lo que podamos aportar en materia de seguridad vial. No nos limitamos únicamente a hacer controles o labrar infracciones. Buscamos todas las herramientas preventivas posibles: charlas, capacitaciones, talleres, jornadas educativas. Capacitamos también a nuestro propio personal, pero además a docentes, municipios y estudiantes de todos los niveles: primario, secundario y terciario. Y estamos en constante evaluación, viendo en qué podemos mejorar, qué cosas están funcionando y qué otras no tanto.
—Te iba a preguntar justamente eso, ¿a quiénes hay que capacitar hoy? ¿Quiénes son los que más accidentes sufren? ¿Dónde hay que poner el foco?
—Bueno, como te mencionaba hoy, el porcentaje más alto de víctimas fatales lo representan los motociclistas. Y dentro de ese grupo, los que más accidentes sufren suelen ser jóvenes, entre los 18 y 35 años. Y hay un dato que también preocupa: muchos de ellos no tienen la documentación reglamentaria, o conducen sin haber hecho un curso de formación. A veces ni siquiera conocen las normas básicas de tránsito. Por eso insistimos tanto en la educación vial desde edades tempranas. Porque si no formamos conductores responsables desde el inicio, después llegamos tarde. Cuando la persona ya tiene el vehículo, ya maneja, y recién ahí empezamos a hablar de respeto, de señales, de casco, de cinturón… ya estamos corriendo de atrás. De hecho, hay campañas que se están haciendo a través del Ministerio de Gobierno junto con el Consejo Provincial de Seguridad Vial, en distintos municipios, donde se brinda capacitación sobre conducción segura de motocicletas. También nosotros aportamos desde nuestro lugar, con el Gabinete de Educación Vial —del cual no soy parte directa, pero colaboro activamente—. Pero cuesta muchísimo entrar en la cabeza de cada conductor, hacerle entender el riesgo que conlleva la mala utilización de un vehículo. Es muy difícil apuntar ahí, a ese cambio de mentalidad. Aun así, creo que el trabajo que estamos haciendo hoy en los establecimientos educativos es fundamental, porque probablemente los resultados no se vean ahora, ya que la mayoría de esos chicos todavía no conduce, pero ya están incorporando la idea, ya están entendiendo lo que implica excederse en velocidad, manejar sin casco, o distraerse al volante. Hoy justamente veíamos unos gráficos: por ejemplo, a 60 km/h, se necesitan 33 metros para frenar completamente en un pavimento seco. Si ese pavimento está mojado, la distancia de frenado se extiende a 88 metros. Eso, que parece un detalle técnico, marca la diferencia entre la vida y la muerte. Y así hay montones de factores que influyen en la conducción y que tienen que ver con la percepción del riesgo, con entender que cualquier vehículo puede convertirse en un arma. Ya sea una moto o un auto, un siniestro vial puede terminar en la pérdida de una vida, y eso es lo que más valoramos nosotros. Siempre digo cuando charlo con mis compañeros o camaradas: nuestro trabajo, muchas veces, no es bien visto. Porque la gente dice: “Ah, mirá, le sacaste la moto a ese pobre laburante”, o “Le secuestraste la camioneta al tipo que apenas estaba trabajando”. Pero hay que entender algo: si esa moto o ese vehículo no está en condiciones de circular, puede provocar una tragedia. Si ese vehículo choca y muere alguien, ¿qué pasa entonces? Sacar de circulación un vehículo que no está en condiciones es salvar vidas. Es resguardar la vida del propio conductor y también la de otros.
—Hablale a un amigo, a un familiar. Desde tu experiencia, decile directamente qué es lo que tiene que hacer y qué no cuando se sube a un vehículo.
—Yo creo que hoy por hoy, hablando con una mano en el corazón, la mayoría de la gente sabe lo que hay que hacer. Lo sabe, porque quien se sube a un vehículo tiene una licencia de conducir, y eso supone que ya fue evaluado y está habilitado para conducir. Ahora, hay otras cuestiones. Y ahí quiero detenerme un poco, porque si bien tenemos la Ley Nacional de Tránsito 24.449, con sus decretos reglamentarios —que son varios—, no hace falta ponerse demasiado técnico para entender lo básico: respetar la ley, las normas y la conducta vial. Y lo digo desde la experiencia: es muy doloroso ver a un padre perder un hijo, o a un hijo perder un padre, o a cualquier familia atravesar la pérdida de una vida por algo evitable. A mí mismo me tocó vivirlo. En mis años en el interior de la provincia, una vez me tocó darle la noticia a un compañero de que su propio familiar había fallecido en un siniestro vial, mientras él estaba de guardia. Y eso es devastador. Por eso siempre remarco: nuestro trabajo en tránsito, a diferencia de otros dentro de la institución, no es resguardar bienes materiales; nosotros resguardamos vidas. Y eso hay que valorarlo.
—Me querías decir algo de los carnets, de las licencias, para cerrar…
—Sí. Hoy por hoy, tenemos un dato preocupante: el 80% de los municipios de la provincia todavía no está adherido al formato nacional de licencia de conducir. Y dentro de ese 80%, lo digo con conocimiento de causa, porque recorremos constantemente el territorio, muchos municipios no realizan ningún tipo de curso previo antes de otorgar la licencia. Entonces, quiero hacer un llamado de atención o una recomendación a los municipios: hay que avanzar en esto, adherirse al sistema nacional o, al menos, crear normativas locales que regulen adecuadamente la formación de los conductores. Desde nuestro lugar, siempre estamos dispuestos a colaborar, ya sea con capacitaciones, materiales o asesoramiento. Pero es fundamental que cada municipio aporte lo suyo. Tenemos que entender que, como te mencionaba hoy, la trilogía vial —compuesta por el conductor, el vehículo y el entorno— es un sistema que funciona o falla en conjunto. Y cuando falla, el resultado son vidas perdidas. Las muertes en accidentes de tránsito hoy se consideran una pandemia mundial. Son miles y miles en todo el planeta, y Misiones no está exenta de esa realidad. No estamos lejos de esas cifras. Por eso, cada acción, por más mínima que parezca, suma para salvar una vida.
