Una suerte de bar de hombres manifestó su compromiso de trabajar para terminar con la violencia de género, en el marco de la Campaña Únete de erradicación de la violencia contra mujeres y niños, impulsada en la provincia por el gobernador Hugo Passalacqua, Parlasur Misiones y Naciones Unidas. Después de la reunión, el investigador de la UNaM, Mariano Antón, analizó con Misiones Plural algunos puntos de la estructura machista que impera en una sociedad más abierta pero que aún resiste los cambios de paradigma para parar al hombre, a la mujer y a las diversas fusiones de estos.
Posadas. Estamos obligados a resignificarnos, replantearnos y rearmarnos desde otro lugar. Pararnos diferente, hombres y mujeres, para comenzar a construirnos distinto. Así como la propia escuela debería replantear el mandato verticalista en la decisión del uso de los uniformes, quién usa pantalones y quién usa vestidos, el hombre necesita correrse desde donde mira el mundo para entender que no es el que manda y la mujer, variar su eje, para aprender que no es la que obedece, aún, suponiendo, la existencia de un mundo estrictamente binario de hombres y mujeres. Que no es tal.
Hace una semana, una suerte de bar de hombres manifestó su compromiso en ponerse a trabajar con la intención de terminar con la violencia de género, en el marco de la Campaña Únete de erradicación de la violencia contra mujeres y niños, impulsada en la provincia por el gobernador Hugo Passalaqua, Parlasur Misiones y Naciones Unidas.
Pero los siglos que lleva la reproducción del formato que hoy llaman a redefinir tiene su resistencia, incluso, en los sistemas que deben velar por la integridad de las personas: el del Estado y sus estructuras tradicionalistas, como el Poder Judicial, la policía y el sistema educativo. Estos sectores se resisten al cambio y además, lo ningunean.
¿De qué hablamos? Será difícil entender el cambio hasta que la sociedad no pueda analizar un detalle simple, pero revelador: la juguetería para varones muestra y construye “una vida de aventura y violencia, vinculada al vértigo, a la emoción y al deporte. La juguetería para la mujer propone atender, cocinar, planchar, cuidar”. El que define es Mariano Antón (foto de portada), investigador de la Universidad Nacional de Misiones, abogado y ex titular del INADI Misiones, cargo al que accedió por concurso.
Después de la reunión de Únete, Anton analizó con Misiones Plural algunos puntos de la estructura machista que impera en una sociedad más abierta pero que aún resiste los cambios de paradigma para parar al hombre, a la mujer y a las diversas fusiones de estos.
Por un lado, el Poder Judicial o la Policía, como estructuras rígidas de la sociedad y ante el desconocimiento de estos movimientos de repensamiento, como emancipadores, generan más violencia al plantear o dar algunas reivindicaciones mientras que enfrente, los empoderados de estos cambios que a veces caen en, por ejemplo, el feminismo, van construyendo una nueva subjetividad.
Una nueva subjetividad
La charla con nuestros cronistas se planteó desde conclusiones de la reunión “Seminario Café, Red de hombres por la igualdad” que en el marco de la campaña Unete se realizó el 16 de agosto en Posadas. Alrededor de cincuenta varones, de las Fuerzas de Seguridad, del Poder Judicial, de la Universidad, de la docencia y los medios, entre otros sectores, pusieron de manifiesto diferentes actitudes ante los movimientos sociales que apuestan a la igualdad de género. Por un lado hay abordajes sistémicos de la cuestión. Son los que descreen de cualquier movimiento de resistencia fragmentada mientras el Estado –burgués- reproduzca las relaciones de dominación de clase. Pero la mayoría en sus exposiciones se dividieron entre los varones que se suman a las luchas que tienen logros como la ley de igualdad de género y los enfoques de naciones Unidas y quiénes entienden que las leyes de discriminación positiva, en lugar de atenuar las diferencias exacerban la violencia.
Esos puntos, dice Antón, están en la agenda de discusión académica, donde se registran las dos posiciones. Los que plantean que todo es puro voluntarismo y los que trabajan sobre la hipótesis de que estos movimientos van influyendo en la construcción de la nueva subjetividad.
Estructuras rígidas
Lo cierto es que las estructuras organizativas más rígidas, como la policía, el sistema judicial y el propio sistema educativo, “tienen un fuerte rechazo o temor al cambio. El sistema educativo, que está obligado a revertir esta mirada naturalizada que cree que el que manda es el hombre y delega a la mujer el papel de gerente del hogar, dependiente de la asistencia, es quien necesita rever dónde se posiciona para proponer, a las generaciones futura, la ruptura de esto”, porque es más fácil trabajar con los que están en formación que con un adulto.
El sistema educativo entendido como docentes en el aula y no el poder político, no aplica la Ley de Educación Integral, que creen que hablar de sexo es hablar de genitalidad. Y es la ley la que pone en evidencia esa dicotomía entre la juguetería del varón y la juguetería de la mujer. Se resisten a esos cambios y en esa resistencia, coinciden con el Poder Judicial, y con las fuerzas de seguridad. ¿Y por qué decimos que resisten los docentes? Porque el cuerpo político impulsó los cambios de paradigma y la Ley. Porque la formación universitaria para docentes, por ejemplo en la Universidad Nacional de Misiones (UNaM), en sus postítulos docentes de la Facultad de Humanidades hablan de derecho y obligaciones de los docentes en el ámbito escolar.
Y Antón explica: “cuando hablamos de la obligación de tratar estos temas, sentimos que no se hacen cargo. Planteamos la obligación de tratar estos temas, de tratar de detectar situaciones de abusos o maltratos hacia la mujer, sean alumnas o sus madres, vemos resistencia. Una resistencia que es la voluntad decidida de no avanzar… porque estamos ante un esquema naturalizado donde a los sectores que resisten les cuesta, además, darse cuenta de la conveniencia de abordar estos temas”.
Desde la investigación, analizan el problema y buscan las causas. Cuando buscaron conocer cómo atendía la Policía de Misiones a las causas de violencia contra la mujer, encontraron una fuerte ineficiencia. Al revisar los contenidos de estudio de los que se forman como suboficiales u oficiales, “descubrimos que en los tres años para ser oficial o un año, para suboficial, en ningún momento abordaban cómo intervenir en un caso de violencia hacia la mujer o hacia niños o adolescentes y eso es una paradoja porque la sociedad le demanda, a la policía, una respuesta para estos casos: si una mujer que aparece muerta fue a pedir ayuda a la comisaría, la sociedad acusa: “la policía no hizo nada”, pero quienes deberían estar preparados para atender estos temas, no lo están”.
No recomiendan la mediación para casos de violencia de género
Mariano Antón también advierte que las recomendaciones internacionales insisten con evitar las mediaciones en casos de violencia de género, que a veces la policía entiende como una solución: ante una denuncia de la mujer, hay que evitar llamar al esposo para mediar en esa situación porque cuando se retira la fuerza, ese marido enojado porque ella convocó a la policía, puede llegar a matarla o, en la misma mediación, esa mujer va a aceptar toda propuesta porque se sabe en inferioridad de condiciones frente a la violencia machista.
En las cuestiones del hogar, el sistema naturalizado pone a la mujer como gerente de esa vivienda mientras el varón entiende que apenas puede ayudar. La propia convocatoria a los hombres que asistieron a la charla que dispara esta nota les hizo pensar que iban a una suerte de taller para ver cómo recuperaban el lugar que estaban perdiendo frente a esta avanzada femenina.
La situación de desigualdad está en todos los ámbitos: ellas no pueden salir solas porque pareciera que se están exponiendo a que las violen, abusen, o agredan. Ellos sí, porque el mundo les pertenece y a lo sumo, saliendo solos, apenas se exponen a la pérdida material de un teléfono celular pero no a lesiones de integridad: “a los varones no nos violan, no nos tocan el cuerpo sin que lo habilitemos, no tenemos miedo a salir “solos”. Las mujeres, en cambio, tienen un montón de restricciones culturales que se asumen propias de los varones. Si les pasó algo, se entiende que andaban solas, por eso les pasa. Ellas no pueden andar solas por Latinoamérica como un hombre, como se dijo de las turistas argentinas asesinadas en Ecuador”.
El compromiso misionero
Ahora, desde el Estado misionero, hay un compromiso formal que se dispara con, al menos, estas discusiones y el apoyo específico de la máxima autoridad política, como la figura del gobernador Hugo Passalacqua, que dice de manera tajante que todo esto hay que revisar. Esto permite a quienes trabajan estas temáticas en primer lugar, contar y constituir con un fuerte referente que dice claramente, acá estamos. Después, hacia abajo, permitirá que algunos Ministerios del Gobierno que no logran percibir la problemática, puedan agendar y estar atentos. Con esta reunión de reflexión inicial se generó, después, otro proceso de reflexión por fuera de lo que fue e café y la convocatoria.
Por supuesto que no es suficiente, define Antón. Al debate –dice- hay que nutrirlo de contenido y es una instancia que habrá que sumar a los que pueden contrarrestar posiciones dominantes, como las que están representadas en las declaraciones de Gustavo Cordera, un referente social, del rock y de la Argentinidad.
“Todavía algunos hombres se preguntan por qué lo atacan a Cordera por lo que dijo, porque cuestionan a un par. Y si bien hubo rápida reacción de sectores vinculados a los derechos de las mujeres, los hombres quedaron sorprendidos. Pero más allá de sus dichos –sobre la violación, el abuso, la iniciación sexual de niñas a temprana edad-, por los que deberá responde y hacerse cargo, lo más preocupante es el cuestionamiento de la mujer por sus decisiones: cuando dice que hay que violarlas porque son histéricas, que en realidad quieren sexo pero no se animan, está diciendo que el NO de la mujer no vale nada, que es el macho el que otorga ese deseo que tiene reprimido. Esa es la complejidad, la ratificación de ese discurso. Si te dice que NO, es porque es histérica porque si no lo fuera, por qué vino al auto conmigo, o a mi departamento, o porqué llegó hasta acá. Llegó hasta acá porque le faltaba ver cuánto amor le puedo dar –ironizó-. A los hombres les cuesta entender eso”.
-No es casual lo de Cordera, un emergente de la descolocación que tienen los hombres. La misma voz de un Lanata que salió a defenderlo, como otros hombres referentes que salieron a defenderlo, y aducen, por ejemplo, que no hay tal desventaja porque hay mujeres presidentas, legisladoras o empresarias…
-Sí, pero son mujeres excepcionales que llegaron acompañadas. No llegaron ellas, sino como hijas, esposas, primas. Un “tipo” les dijo a los “otros” tipos que “esta es la que nos representa”. En la política latina se descubre este fenómeno, de abrirles las puertas porque no alcanza con que sean dirigente. Porque el problema es intrafamiliar, profundo, donde impera la violencia física, se lesiona la autoestima, se coartan las libertades como el salir a estudiar y se determina, incluso, a quién amar. Todo eso está en el hogar. Lo que hablamos del fenómeno Cordera y la reacción de los hombres, tiene otro costado llamativo: hace un tiempo todo esto no hacía ruido y lo de Cordera hubiera pasado desapercibido.
El disparador reciente, para abordar estos temas, fue el Seminario Hombres por la Igualdad, donde los participantes se comprometieron a “realizar una cotidiana evaluación personal e institucional de sus comportamientos y actitudes, para no reproducir los prejuicios y estereotipos que sostienen la discriminación sistemática hacia las mujeres, que evita que estas accedan a sus derechos en igualdad de condiciones que los hombres”. También, se comprometieron a “no ejercer directamente ni tolerar u observar pasivamente, ningún tipo o modalidad de violencia”.
