Tras 19 años de lucha judicial, los tres rugbier correntinos que mataron a golpes al turista bonaerese en las playas brasileñas de Ferrugem, en Santa Catarina, fueron condenados a siete años de prisión que cumplirán en Corrientes. Se trata de Eduardo Braun Billinghurst, Horacio Pozo y Carlos Andrés Gallino Yanzi, responsables del brutal ataque que terminó con la vida del argentino en enero de 2006.

Lunes 31 de marzo de 2025. Después de casi dos décadas de obstáculos legales, apelaciones y una incansable búsqueda de justicia por parte de sus padres, los tres acusados del crimen de Ariel Malvino fueron condenados por un tribunal brasileño. Horacio Pozo, Carlos Andrés Gallino Yanzi y Eduardo Braun Billinghurst (de izquierda a derecha en la foto), oriundos de Corrientes, recibieron sentencias que suman 21 años en total (7 años cada uno) por su participación en el brutal ataque que terminó con la vida del joven argentino en enero de 2006.
Ariel Malvino, un estudiante de Derecho de 23 años, estaba de vacaciones con amigos en la playa de Ferrugem, Santa Catarina, cuando truncaron su vida durante la madrugada del 19 de enero de 2006. Según la reconstrucción judicial, los tres rugbiers —entonces de entre 22 y 27 años— se involucraron en una pelea callejera con otro grupo. Malvino, quien observaba la escena, hizo un comentario crítico sobre su comportamiento.
La reacción fue inmediata: Gallino Yanzi y Pozo lo atacaron a golpes, y uno de los puñetazos lo hizo caer, golpeando su cabeza contra el suelo. En un acto de extrema violencia, Braun Billinghurst levantó una piedra de 17,5 kilos y la arrojó contra el pecho de Malvino, ya inconsciente. El traumatismo craneoencefálico causado por el impacto contra el pavimento fue la causa de muerte, según la autopsia.

Una larga batalla legal


El proceso judicial por la muerte de Ariel Malvino (foto superior) enfrentó múltiples demoras: traducciones de testimonios, recursos de la defensa y la pandemia de Covid19. Los acusados, pertenecientes a familias influyentes de Corrientes (apodados «hijos del poder» por la prensa), negaron siempre su participación. En 2017, la jueza Elaine de Souza Freitas destacó que el crimen respondió a «motivos fútiles»: un comentario que hirió el orgullo de los agresores.
Finalmente, el Tribunal de Jurado de Garopaba los declaró culpables a Billinghurst por tentativa de homicidio; y a Pozo y Gallino Yanzi por lesiones seguidas de muerte.
La sentencia fue dictada en ausencia de los condenados, representados por sus abogados. Cumplirán la pena en prisiones de Corrientes, bajo régimen semiabierto.
Después de la condena, los padres de Ariel, Alberto Malvino y Patricia Martin, emitieron un comunicado donde agradecieron a los fiscales Mirela Dutra Alberton, Luana Pereira y Fabio Lyrio, así como a los testigos que aportaron pruebas clave.
«Querido hijo: mamá y papá, frente a tu tumba, te prometieron que habría justicia; ese día llegó. Descansá en paz, amado Ariel», escribieron, recordando la promesa hecha 19 años atrás.

El perfil de los condenados

Sobre los tres condenados por el homicidio de Ariel Malvino, distintos datos de los medios de prensa, consignan que Eduardo Braun Billinghurst (ahora de 44 años), dirigía una empresa de maquinaria pesada. Su madre, Nidia Billinghurst, es jueza en Corrientes.
Carlos Gallino Yanzi ( de 45 años), está radicado en Neuquén y dirige o dirigía un emprendimiento turístico en la ciudad de Bariloche mientras que Horacio Pozo (de 43 años) es veterinario y exempleado de una empresa constructora familiar. Su padre, máxima autoridad del área de Turismo de Corrientes al momento del asesinato, también fue diputado provincial.
Aunque todos los protagonistas del llamado Caso Malvino (la víctima y los victimarios) son argentinos, el ataque y la muerte sucedió en Brasil, así como el juicio. Este caso tiene el paraleismo de las peleas callejeras, la violencia desmedida y los protagonistas jóvenes con el crimen de Fernando Báez Sosa, dos hechos que con cerca de dos décadas de diferencia, marca un precedente en la lucha contra la impunidad de crímenes cometidos por grupos violentos.
La condena, aunque tardía, cierra un capítulo doloroso para una familia que nunca claudicó.