Por Aníbal Velázquez
El gran armador de la alianza de la UCR con el PRO en la provincia, Ricardo Barrios Arrechea, volvió a defender públicamente la constitución de la Alianza desde una columna firmada en El Territorio y a través de la cual ejerce una presión manifiesta sobre los convencionales. Decimos “volvió”, porque no es nueva la tesitura del ex gobernador. Desde el mismo espacio mediático hubo de pronunciarse en 2003 para legitimar la decisión de Maurice Closs, intendentes y muchos dirigentes radicales, de acompañar a Carlos Rovira en la conformación del Frente Renovador. Desde esta filosofía del “derecho a ganar” intentó también en 2011 unir su partido con el candidato de peronismo duhaldista. Pero hay un antecedente que se remonta a 1975 y del que fui testigo. Se realizaban en Misiones las primeras elecciones sin Perón y desde la conformación del Partido Auténtico decidimos dar la batalla electoral enfrentando incluso al pejotismo de López Rega. Cacho, entonces, hubo de dar un paso, tan audaz como impertinente, al proponerle al apoderado nacional del PA constituir una alianza anti-oficialista, lo que parece su obsesión crónica. Nuestro apoderado era nada menos que Carlos Kunkel y en plena efervescencia revolucionaria. Imagine el lector la respuesta. Evidentemente, esa obsesión de ganarle a los oficialismos de turno nublan la razón del jefe ucerreísta. En la nota publicada hoy argumenta que al radicalismo le piden normas IRAM, es decir, la pureza ideológica que no se pide al peronismo que a lo largo de su historia ha mostrado diferentes caras. Se victimiza, pero no alcanza para cubrir la falacia de su razonamiento que deja varias puntas para el debate. Podríamos discurrir en diferenciar la categoría de “alianza” y “frente”, pero corremos el riesgo de caer en el arte de birlibirloque. El debate por la identidad del partido, por otra parte, es materia de los propios radicales. Un extenso documento elaborado por la mesa nacional de la Franja Morada es, en ese sentido, muy recomendable. (ver http://www.franjamorada.org.ar/documento-de-posicion-de-la-franja-morada-frente-a-la-honorable-convencion-nacional-de-la-ucr-en-gualeguaychu-entre-rios-14032015/). Después de definir un cuadro de situación y de caracterizar los intereses que defienden Massa y Macri, se lamentan “profundamente que la UCR mantenga un rumbo errático y siga postergando estas premisas por seguir el ritmo que marcan los grandes medios de comunicación y el pulso social que muestran las encuestas. Entendemos que aun así es mucho lo que tenemos para seguir entregando a nuestro partido: seguimos confiando en que la Unión Cívica Radical posee los atributos necesarios para poder hacerse cargo de conducir los destinos de nuestro país por el camino que señalamos”.
EL ANTIHUMANISMO DEL FIN DE LA HISTORIA: La desideologización que desnuda el discurso de Barrios Arrechea y el armado –nacional y provincial- de la alianza con Macri, se sustenta en un pragmatismo posmoderno cargado de formulaciones que decretan el fin de las ideologías y en consecuencia el agotamiento de la política rendida ante el altar la gestión. La tesis del posmodernismo del pensamiento francés fue funcional al gran capital. Coinciden con los planteos de Daniel Bell, director de la revista del gran capital financiero Fortune, que ya en 1960 hablaba del fin de la ideología. En los 90, todas estas formulaciones teóricas fueron aprovechadas por el funcionario del Departamento de Estado norteamericano, Francis Fukuyama para sostener “el fin de la historia”.
Brevemente, por cuestiones de espacio, el posmodernismo es heredero del posestructuralismo en la crítica a la noción de “sujeto” y la crítica a la noción de humanismo. Aunque a fines del siglo XIX ya se discutían los ejes del anti-humanismo, fueron los movimientos “pos”, en los 60, los que enriquecieron las fundamentaciones desde las páginas de filósofos muy difíciles de leer por el hábito de utilizar neologismos y de inventar palabras. Primero el estructuralismo de Levi Strauss y Lacan, empiezan a pensar la sociedad a partir de las estructuras y no de los sujetos. Se sostiene que los sujetos no toman decisiones personales sino están atravesados por las reglas, incluso el lenguaje. Es decir que el estructuralismo sostiene que en el centro no se encuentra el sujeto sino las estructuras. Es un pensamiento de oposición al marxismo, al cristianismo e incluso a Freud, Los posestructuralistas dan un paso más y objetan la centralidad de las estructuras. Declaran que no hay centro y renuncian a todo orden. La sociedad, manifiestan, no tiene lógica, tiene varias lógicas. No tiene unidad, tiene fragmentos. Todo está disperso. Del posestructuralismo derivó otro movimiento, también con eje en la academia de París, igual de cargado con esa jerga pretenciosa y disociante, el posmodernismo. Uno de sus fundadores, el francés Jean Lloytard lo definía como la era de incredulidad con respecto a los metarrelatos. Obviamente que el gran relato al que apuntan las elucubraciones son las filosofías humanistas. Insiste en la idea de que no hay sujeto. ¿Y cuál es el sujeto que desplazan de la Historia estos intelectuales? Sin duda, la clase trabajadora.El yanqui Jeremy Rifkin quedó habilitado por toda la academia francesa, para sostener que la gran utopía del capitalismo se estaba cumpliendo. El fin del trabajo llevaba implícita la desaparición de la clase trabajadora. Ya no habría sujeto para rebelarse.
Volvemos así a la alianza de la UCR con Macri. Claramente el nudo de la cuestión es ideológico. Las relaciones de producción en el capitalismo determina la existencia de clases. No puede ser de otro modo desde que las relaciones de producción consisten en el tipo de vínculos que los seres humanos entablan entre sí, a lo largo de la historia, para poder reproducir su vida. Los seres humanos no trabajan sobre la naturaleza de manera aislada sino insertos en relaciones sociales de producción (esclavista-esclavo; señor-siervo; capitalista-trabajador) Y estas relaciones de producción entre las clases sociales están mediadas por las relaciones de fuerza, no son puramente económicas. Un sector social se impone al otro y éste resiste para tratar de liberarse. Hay lucha, no una lucha individual sino una lucha de clases. Volvemos otra vez a los pactos que promueve Barrios Arrechea. Desde este esquema, el «colgarse» de Macri, no es coherentes con la matriz histórica y las luchas del radicalismo ni si ubicación en el campo popular.

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