Docentes de una escuela de Oberá quemaron los carteles de una protesta de estudiantes. Este hecho de censura no entró a la agenda mediática misionera, más allá de un par de notas. «La lucha de estudiantes –en este caso de Oberá– por una educación de calidad pone en evidencia la negación de sus derechos y la represión que enfrentan. Este conflicto revela la necesidad de repensar los roles democráticos en el sistema educativo y escuchar las voces de los jóvenes. Es hora de valorar su participación ciudadana y construir un futuro donde su voz sea escuchada, según propone Myriam Duarte en la columna del programa periodístico Plural TV, de Canal 4 Posadas.

Sábado 15 de julio de 2023. Mientras un grupo de estudiantes de una escuela secundaria de Oberá reclama la vuelta a clases, interrumpidas por una protesta docente que acompañan, los directivos de la institución descalificaron a los estudiantes, llegando a quemar los carteles que los jóvenes utilizaron en sus manifestaciones. Esta quema, a 40 años de la vuelta a la democracia, después de años sombríos caracterizados por la censura (y el terrorismo de Estado), alarmó a un sector de la comunidad que denunció esta práctica todavía instalada en la misma sociedad. “Este incidente pone de manifiesto la necesidad de replantear los roles democráticos tanto de los adultos como de los estudiantes en el sistema educativo. Los docentes deben aprender a desempeñar su función con responsabilidad y respeto, reconociendo la importancia de escuchar y valorar las voces de los jóvenes”, disparó Myriam Duarte en la columna que tiene en el programa periodístico Plural T, de Canal 4 Posadas.
El conflicto surge cuando el grupo de estudiantes del Centro Polivalente de Artes presenta su reclamo al Centro de Estudiantes, que a su vez lo presenta a la institución. Sorprendentemente, la directora no solo niega la posibilidad de la protesta, sino que también se niega a reconocer al Centro de Estudiantes, a pesar de las actividades que realizaron durante el año, a favor de la institución. Cuando les sirve, son legales; cuando reclaman, los desconocen.
Este incidente revela la arbitrariedad con la que los adultos establecen reglas para niños y adolescentes, basándose en sus propias comodidades y necesidades. Los estudiantes, que están utilizando las herramientas que el Estado habilitó –a ellos y a todas las instituciones educativas– para ejercer su participación democrática, se enfrentan a la negación de sus derechos y al intento de restringir su libertad de expresión.
Incluso hubo actos de represalia, como la sanción a un miembro del Centro de Estudiantes y su exclusión del Parlamento Estudiantil, a pesar de haber sido seleccionado anteriormente. Además, como planteó Duarte en la columna, directivos del Centro Polivalente de Artes, una escuela secundaria pública de Oberá, llegó al extremo de quemar los carteles utilizados por los estudiantes para expresar su reclamo, en una clara muestra de censura y represión.
“Es importante destacar que estos estudiantes están reclamando algo legítimo, como el derecho a recibir una educación adecuada, y lo hacen utilizando los canales que se les han proporcionado. Sin embargo, su voz y sus demandas son ignoradas y deslegitimadas por aquellos que deberían velar por su bienestar educativo”, planteó Myriam Duarte.
Resulta alarmante que este conflicto haya pasado desapercibido en toda la provincia y en la mayoría de los medios de comunicación, que por lo general solo se enfoquen en estigmatizar a los jóvenes con noticias negativas. Esto no refleja la realidad de la mayoría de los estudiantes comprometidos con su comunidad y con la construcción de un mundo mejor, planteó la columna de Plural TV.
De todas maneras, la repercusión en la comunidad de Oberá fue significativa, generando discusiones entre los estudiantes de diferentes escuelas. Sin embargo, también se observaron intentos de represión de la misma institución, como la prohibición de discutir el tema en grupos de WhatsApp.
La sanción a un estudiante. Myriam Duarte puso en relevancia hasta dónde puede avanzar la represión, con violencia simbólica: la participación de una estudiante en el Parlamento Estudiantil, seleccionado para tal fin, quedó suspendida, pese a que el alumno demostró ciertos atributos y competencias para esa instancia provincial avalada por la Ley. “Si se descalifica a un estudiante por cuestiones éticas legítimas, sería comprensible. Sin embargo, en este caso, la sanción impuesta a la estudiante que cumplió éticamente con su rol de representante estudiantil parece injustificada”, reflexionó.
Este conflicto en Oberá debe ser un llamado de atención para reflexionar sobre cómo invisibilizamos ciertos problemas y cómo nuestras decisiones y acciones pueden limitar el ejercicio democrático y ciudadano de los jóvenes. Es hora de iniciar debates saludables y reconfiguraciones necesarias en el sistema educativo, reconociendo la importancia de escuchar y respetar las voces de los estudiantes, propuso la columnista en Plural TV.

Myriam Duarte en Plural TV

-¿Myriam, con qué tema venís hoy?
-La idea es revincular algunos conceptos que trabajamos la columna anterior relacionada a la evolución del sistema escuela; hablábamos en su momento de un mundo totalmente analógico pasado a un mundo totalmente digital y los roles y funciones de la escuela en ese marco, que obligan en gran medida a que se reconfiguren las maneras de trabajar en el sistema escolar y de afrontar esos roles por parte de los docentes. Ya abordamos esta cuestión de la mano del análisis de la evolución de la tecnología. En este caso me interesa abordarlo desde el punto de vista de la forma en que los jóvenes van asumiendo roles desde el punto de vista político y empiezan a tener participación ciudadana, partiendo de la base de que somos parte de una cultura que históricamente relegó a los jóvenes, a los niños; por ejemplo no tenemos personas que se hayan dedicado a estudiar qué pasó con las infancias, las niñeces, a través del tiempo; las evoluciones, cómo se van modificando los roles. Yo estudio bastante el tema y tengo registro de que en la cultura que llamamos occidental, en la cultura clásica, los niños son señal de peligro, o potencial riesgo, y sobre todo si son niños desamparados; que haya niños huérfanos era lo peor que podía pasar en los países europeos hasta hace poco tiempo, un siglo y medio atrás; eran los más temidos porque podía pasar cualquier cosa con un niño desamparado. Venimos también en esa conformación dogmática e ideológica de la que no somos conscientes porque nos vamos formando en un sistema-escuela que tiene por rol principal la replicación de la cultura. Cuando esa replicación de la cultura se da de manera acrítica y sin un proceso de reconstrucción o de análisis crítico para construir una sociedad mejor, caemos en muchos riesgos. Primero, subestimar a los chicos: me trae a colación las discusiones que se dieron en su momento cuando se amplió la edad de la autorización para votar, no con la obligatoriedad pero sí con la posibilidad de que chicos a partir de los 16 años tuvieran la posibilidad de elegir si quieren o no ir a votar y de poder hacerlo. Ya se dieron en ese momento una serie de discusiones muy grandes en torno a que los chicos no estarían preparados, lo que significa no solo que los adultos estamos capacitados sino que lo hacemos óptimamente (ironizó), porque el mundo casi no tiene problemas, ¿No? Entonces suponemos que somos los capacitados porque tenemos más de 18 años: si el chico tiene 17 años no tiene capacidad pero si tiene 18, sí (tiene capacidad). Los criterios que aplicamos para definir estas cuestiones en general tienen que ver con prejuicios nuestros y con la forma en que los adultos, con una mirada adultocéntrica tomamos decisiones sobre la vida de los chicos que tienen que ver con facilitarnos la vida a nosotros y nosotras, no con conseguir los mejores resultados posibles para esos niños, esas niñas. Y traigo a colación esto porque charlando con personas conocidas en el ámbito de la comunicación, incluso con el equipo de Plural, se dio una situación la semana pasada que viene arrastrando conflictos anteriores, y que no tuvo ninguna repercusión a nivel provincial, y que me parece una cuestión muy destacada. Hemos visto reiteradamente situaciones en las cuales estudiantes de escuelas públicas de la Ciudad de Buenos Aires toman colegios y demás que también suscitan debates. En este caso se trata de un grupo de estudiantes de la ciudad de Oberá, del Centro Polivalente de Artes, que empieza a demandar el retorno a clases debido a que esa es una escuela de jornada completa, donde a la mañana se dan las materias curriculares, y a la tarde la especialidad relacionada a lo que cada uno de los chicos está haciendo; y por una cuestión reglamentaria del funcionamiento de la institución deben ir ambas cosas de la mano, sin embargo las materias no se estaban desarrollando de una manera coherente para que ellos puedan planificar los avances de sus estudios porque no estaban teniendo clases, entonces estaban demandando volver a tener clases. En este marco, se cruzan varias cuestiones, una es la protesta docente, relacionada a sus reclamos salariales. En ese marco hay muchos docentes que apoyan el reclamo de los estudiantes, y otros que no lo hacen explícitamente pero sí hacen llegar su apoyo. El conflicto se dispara cuando el grupo que decide hacer una sentada en reclamo de retomar las horas de clases, hace este planteo al Centro de Estudiantes, que cuando lleva ese planteo a la institución, la directora les niega la posibilidad de hacerlo, y no solamente les niega la posibilidad de hacerlo, sino que también no los reconoce como Centro de Estudiantes, a pesar de que ese mismo grupo estuvo realizando acciones a lo largo de todo el año para recaudar fondos para pintar y un montón de cosas que serían responsabilidad de los adultos en sus distintas formas, facetas y roles, y sin embargo lo estaban haciendo los chicos en su rol de Centro de Estudiantes, que en ese rol estaban legitimados, pero para hacer reclamos aparentemente no.

-Cuando me conviene “sí están legitimados” y cuando no me conviene, “los desconocemos”…
-Ahí aparece lo que acabo de mencionar, las reglas que deben cumplir los niños, niñas y les adolescentes y que establecemos los adultos de acuerdo a nuestras necesidades y a donde nos quede cómodo. Esto es una gran demostración de eso, por un lado, porque en algún momento fueron de utilidad para los reclamos de la propia institución y para resolver ciertas situaciones. Pero además porque después aparece la descalificación de los estudiantes como ignorantes, como que no entienden nada, de hecho, hay una persona que como forma de chicana les pide que reciten el Artículo 14 de la Constitución Nacional, que ocurre para sorpresa de la persona mencionada. Digo, si chicos de 14 años no conocen el Artículo 14 y 14 bis de la Constitución, el problema es del sistema educativo, no de los estudiantes si es que se hubiera corroborado esa hipótesis, algo que no ocurrió. No conozco a esta persona que los trató de ignorantes, pero se trata de la supervisora de nivel medio, y ni siquiera tomé nota del nombre porque no se trata de una cuestión personal, sino que tiene que ver con los roles que asumimos los adultos frente a la cuestión educativa, tanto los padres respecto a cómo educamos a nuestros hijos, como al Estado en la manera en que presta el servicio educativo a los estudiantes. Estamos hablando de chicos que están reclamando volver a clases -no están reclamando nada descabellado- y lo hacen utilizando las herramientas que nosotros desde el Estado, aprobando leyes relacionadas con la posibilidad de crear el centro de estudiantes les habilitamos, pueden hacerlo porque ya lo hemos habilitado, sin embargo no podemos respetar eso relacionado a nuestras propias reglas, y estamos cercenándoles además el ejercicio de la democracia; al punto que al menos una integrante del Centro de Estudiantes de esa institución de Oberá fue sancionada, degradada en su rol -tenía un rol jerárquico en esa institución- y por otro lado fue retirada por decisión de la directora de la institución, del Parlamento Estudiantil, para el cual había sido seleccionada anteriormente. Esto habla de un nivel de represalia que conlleva esto, que es un conflicto muy sencillo, que ni siquiera entra en conflicto directo con el derecho de los docentes a protestar, en el que los estudiantes están haciendo un reclamo muy puntual, que no medió agresión a ninguna persona, de ningún tipo, ni ninguna falta de respeto; sin embargo se ha procedido a quemar los carteles que los chicos llevaban.

-Eso fue algo muy fuerte, pasó desapercibido. Quemar la herramienta de expresión de los chicos es muy fuerte.
-Que además, por las fotos de esos carteles, sabemos lo que decían, y no había ninguna cuestión agraviante de ninguna índole. Eso es censura en una institución que tiene el rol de ser replicadora de cultura. Por otro lado censura el ejercicio democrático y ciudadano con el que van construyendo su propia subjetividad política los estudiantes. Sin embargo qué fácil nos resulta después encontrar en los medios de comunicación que los chicos cometen delitos, consumen sustancias. Ese tipo de noticias que son las únicas que aparecen en los medios de comunicación no dan cuenta para nada de la gran mayoría de los chicos que habitan esta provincia y que tienen un compromiso con el lugar donde viven, con el mundo que quieren, y que empiezan a tomar decisiones porque pueden hacerlo y porque nosotros, adultos, hemos habilitado esa posibilidad que luego les negamos de manera tan violenta.

-¿Sigue ese reclamo?
-Así es, y me parece que también es un llamado de atención socialmente, por qué ese tipo de cuestiones se invisibilizan y por qué no podemos poner en cuestión cuáles son los roles desde el punto de vista democrático, tanto de los adultos como de los estudiantes en este caso -al decir adultos nos referimos a padres, docentes y directivos-. Esta es una de las tantas reconfiguraciones que necesita el sistema educativo, repensarnos primero como docentes, como quienes hemos elegido un ámbito de desempeño para el resto de nuestras vidas; cuando los estudiantes van a la escuela porque tienen una ley que los obliga; nosotros elegimos ese rol, así es que lo mínimo es aprender a desempeñarlo con responsabilidad y respeto.

-¿Qué repercusión tuvo este hecho en la comunidad de Oberá? En la provincia no se vio más allá de alguna publicación en los medios.
-Por eso me pareció importante ponerlo de relieve en este espacio, porque vi que no tuvo mucha repercusión a nivel provincial y me pareció de mucha gravedad. En Oberá tuvo altísima repercusión. Los estudiantes de las distintas escuelas están discutiendo esto, y también se ven niveles de represión en ese sentido, de que los chicos no hablen de eso en los grupos de WhatsApp, por ejemplo. Yo creo que esto va a ser el punto de partida de muchas otras discusiones que, me parece, sanamente es momento de empezar a dar.

-¿Le corresponde a la docente avalar o bajar la participación de un estudiante en el Parlamento Estudiantil?
-Desconozco cómo son los mecanismos de selección, pero supongo que si un estudiante fue seleccionado es porque debe tener algunos atributos para llegar a esa instancia, si algunos de esos atributos fue desmerecido por cuestiones éticas, yo lo entendería, pero en este caso estamos hablando de una persona que tenía el rol de ser delegada de sus compañeros y que cumplió ese rol cabalmente, llevando un planteo a la dirección de la escuela, diciendo que los chicos querían hacer una sentada, no recibiendo el apoyo de la parte directiva. Esta chica asumió su responsabilidad, no la deslindó, y sin embargo tiene una sanción por haber cumplido éticamente con su rol.