“Los excluidos son nuestros excluidos, los locos son nuestros locos, los delincuentes son nuestros delincuentes; son los que nosotros, como sociedad, generamos”, disparó el psicólogo Nicolás Andorno en la columna de Plural TV. Habló de la necesidad de construir una sociedad más comprensiva que actúe por sobre la etiqueta que implican los diagnósticos, sociales y sobre todo en salud mental, centrada en comprender el sufrimiento y la historia detrás de cada individuo. “Solo a través de la colaboración y el respeto mutuo podremos crear una sociedad más inclusiva y compasiva para todos”, reflexionó.

Viernes 28 de julio de 2023. El licenciado en Psicología Nicolás Andorno habló sobre el impacto negativo de los diagnósticos en el campo de la salud mental. Cuando se tratan de etiquetas pueden operar como una maquinaria de categorización que deshumaniza a las personas, “convirtiéndolas en meros diagnósticos con patas” y alejando a los individuos de la posibilidad de ser reconocidos como seres sociales con historias únicas y complejas, planteó durante su columna en Plural TV.
En su intervención también destacó la entrevista de la semana anterior al ministro de Adicciones, Samuel López, quien resaltó la importancia de establecer alianzas estratégicas con diversas instituciones y comunidades para abordar los problemas de adicciones y consumos problemáticos. Andorno considera que estas alianzas son cruciales, ya que gran parte de las conductas psicopatológicas o diagnosticables en salud mental tienen sus raíces en las condiciones de producción de la sociedad.
“El diagnóstico no solo afecta a personas con trastornos psicopatológicos evidentes, sino que también puede estigmatizar a aquellos que enfrentan problemas de adicción o delincuencia. La sociedad tiende a ver a estos individuos como «el otro», despojándolos de su humanidad y sufrimiento subyacente. De esta manera, en lugar de orientar hacia el tratamiento y la comprensión, los diagnósticos pueden generar segregación y exclusión social”, enfatizó. “Se deshumaniza a la persona y al hacerlo se deshumaniza el sufrimiento que está detrás de ese diagnóstico”, dijo.
El problema, según Andorno, se extiende a lo largo de diversas instituciones, comenzando con la familia, donde los modelos de crianza y los valores inculcados pueden influir de manera significativa en la formación de la subjetividad. La escuela también juega un papel fundamental en la socialización de los individuos y en la promoción de valores que afectarán su vida futura. Sin embargo, si la educación se enfoca únicamente en el presente y el individualismo, se corre el riesgo de criar individuos alienados y desapegados de la sociedad, recordó.
Para revertir esta situación, Andorno destacó la importancia de visibilizar y considerar estos problemas sociales como relacionados con la salud mental. “Las redes institucionales deben trabajar en conjunto para generar un futuro viable, superando la indiferencia hacia el sufrimiento del otro. Es fundamental dejar de pensar en términos de «nosotros» y «ellos» y comprender que todos somos parte de una misma comunidad. En este sentido, el Estado también debe asumir su responsabilidad en la creación de condiciones equitativas y la asistencia a aquellos que más lo necesitan”.
El psicólogo reconoce que revertir esta situación puede ser un desafío, pero destaca que hay sociedades que lograron esa meta. Sin embargo, para llegar a ese resultado habrá que replantearse los mecanismos tradicionales y trabajar para educar a las generaciones futuras de manera más comprensiva y empática. “Es necesario cuestionar las demandas sociales que buscan mayor castigo y represión, ya que esto solo aumenta la brecha entre los incluidos y los excluidos y aleja aún más las posibilidades de recuperación”, advirtió.

Nicolás Andorno en Plural TV

-¿Con qué tema venís hoy, Nicolás?
-Con un tema que atraviesa todo el campo de la salud mental, que son los diagnósticos. Muchas veces estos diagnósticos terminan operando de manera negativa en el abordaje de las problemáticas. Escuchaba la entrevista al ministro de Adicciones, Samuel López, que daba cuenta de todo lo que viene haciendo la Provincia en relación al tratamiento y al abordaje de las adicciones y los consumos problemáticos; me pareció muy interesante cuando habló de las alianzas estratégicas con el Ministerio de Salud Pública, con las comunidades de fe, con los clubes, porque me parece que ahí están las condiciones de producción, de base, de muchas conductas psicopatológicas o comportamientos diagnosticables en salud mental. Muchas veces estos diagnósticos operan como una maquinaria de etiquetaje categorizando al sujeto y por lo tanto, deshumanizándolo. Muchas veces “Pepito” deja de ser “Pepito” para convertirse en un “diagnóstico con patas”, como un esquizofrénico, adicto, ludópata, una persona que tiene trastornos de alimentación, violencia, y demás. Se deshumaniza a la persona y al hacerlo se deshumaniza el sufrimiento que está detrás de ese diagnóstico; en lugar de orientar el tratamiento, ese diagnóstico termina alejando a la persona de sus posibilidades de ser reconocida como un ser social, no con una condición esencial de esa patología sino con algo que se fue produciendo a partir de su proyecto de vida, y esto se vincula directamente con la cuestión de ética ciudadana y lo que pensamos como crueldad, considerando que la crueldad no es solo el ejercicio de la violencia o el ejercicio malvado sobre el otro, sino que también aparece bajo la sombra de la indiferencia por el sufrimiento del otro. Si pensamos que estamos en una cultura en la que durante muchos años se planteó el “no te metas” mientras el otro está siendo torturado, violado o asesinado, si a eso le sumamos también estos discursos que circulan en torno al “sálvese quien pueda”, o salvarse en torno a lo que sea, me parece que esto es un tema central porque de alguna manera se transforma en un principio de vida y también en un modelo de ejercicio social. Este es el punto donde los diagnósticos terminan invisibilizando estos procesos, y aquí es donde me gustaría poner el acento no tanto en el diagnosticado, sino en la sociedad que a través del diagnóstico termina segregando, etiquetando y encapsulando a estas personas…

-Se sigue haciendo…
-Así es, y no solamente en diagnósticos bien psicopatológicos como en el caso de la esquizofrenia, sino también en el caso de las adicciones, y de la delincuencia también, con las categorías penales con las que se considera a un sujeto en conflicto con la ley penal. Esto me parece fundamental de visibilizar porque estos diagnósticos coartan la posibilidad de visibilización, coartan la posibilidad de reconocerlo como un sujeto que sufre y que es el resultado de una historia; por eso me parecía tan interesante cuando Samuel López habló de las alianzas estratégicas con las instituciones, ya que la responsabilidad está en las instituciones, ya que los sujetos son producto de esos atravesamientos institucionales. Me gustaría pensar primero en la familia como la primera institución que introduce al sujeto a la sociedad a partir de los modelos de crianza, a partir de los valores que propone, a partir de los discursos que circulan, de los chistes que muchas veces se escuchan en los almuerzos o las cenas familiares.

-Chistes que descalifican…
-Así es, que promueven miradas o comportamientos que después se transforman en actos discriminativos. La escuela también es un lugar fundamental; entendemos que muchas veces la realidad que estamos viviendo los misioneros y los argentinos en general es muy complicada, y muchas veces eso lleva a fallas en la comunicación o disfuncionalidades familiares, entonces la escuela aparece en un lugar protagónico en sus posibilidades de socialización del sujeto, no tanto como impartiendo contenidos de historia, matemática y demás, sino inculcando valores y sistemas de creencias sobre las cuales el sujeto después puede encarar o pensar su vida. Vuelvo con esta cuestión de la educación para el futuro, una psicoanalista argentina, Silvia Bleichmar, planteaba que si educamos para hoy, estamos educando psicópatas porque lo que circula hoy en modo reinante es el individualismo.

-¿Cómo se revierte esto?
-Creo que en principio es importante visibilizarlo, considerarlo y son importantes las redes institucionales que se pueden plantear porque todos parecemos muy preocupados por las problemáticas sociales, que en el fondo son problemáticas relacionadas a la salud mental, a con cómo se va cocinando ese sujeto social, y en este sentido voy a hablar de las condiciones de producción de la subjetividad, esas condiciones están en la familia, en las escuelas, los clubes, las iglesias, en los espacios sociales, los ámbitos laborales, y por último podríamos pensar en los sistemas penitenciarios, ya que es la última institución que se plantea como resocializadora de un sujeto. Muchas veces estas instituciones que deberían revertir ese proceso fallido que sucede desde las familias terminan reproduciendo las mismas condiciones de producción que hicieron que el sujeto termine como está. Hay un texto que escribí en relación al abordaje en las cárceles, donde muchas veces no es la madre la que abandona, sino el defensor, no es el padre, padrastro o abuelo el que lo golpea y abusa de él, sino muchas veces lo hacen conductas naturalizadas dentro de esos espacios, invisibles en la sociedad. Así es que me parece que si queremos revertir estos procesos debemos apostar a crear, en principio, un futuro viable lejos de la incertidumbre que estamos viviendo, y sobre todo trabajar lo vincular, si quiero moldear una conducta en el otro, me tengo que implicar con él, no lo puedo hacer desde afuera, mucho menos tirándole piedras desde la vereda de en frente, o encapsulándolo en la categoría diagnóstico de decir “hace eso debido a que es depresivo, o porque es adicto”, o haciendo hincapié en lo que muchos quedan fascinados, en la envoltura formal de los síntomas, con el fenómeno psicopatológico, ver cuánto alcohol consume, cuánta sustancias consume, si se corta o no, si agrede a otros o no. Parece ser que muchas veces quedamos fascinados con el fenómeno psicopatológico, la conducta fallada y nos olvidamos e invisibilizamos tanto el sufrimiento del sujeto que no puede articular con lo social, como también esa trayectoria, esa historia relacionada a fallas institucionales y de toda la sociedad. Muchas veces vi que el Estado, que tiene la responsabilidad de lograr cierta equidad y de asistir a los que menos tienen, es visibilizado como un actor que hace caridad a costa de los bolsillos de los incluidos, y esto genera mucho más resentimiento y distancia de estos semejantes vulnerables con el resto de la sociedad.

-Sigo pensando en cómo revertir esto, porque este fue un proceso: llegamos hasta acá. Ahora lo vemos y lo entendemos pero cómo se desata…
-Así como la Comisión de la Prevención de la Tortura, por ejemplo, emite informes acerca de los indignos y malos tratos que sufren muchas personas privadas de su libertad, me parece que también debe visibilizar la indiferencia que hay frente al sufrimiento del otro, y entender como sociedad que acá nadie se salva solo; nos salvamos todos. Debemos preguntarnos cuando las personas, desde la demanda social que es creada por la agenda política, piden mayor castigo, mayor ejercicio de la represión y de la fuerza: ¿Qué está pidiendo? Porque en realidad están pidiendo incrementar ese resentimiento social, incrementar la brecha entre los incluidos y los excluidos y alejar cada vez más de las posibilidades de recuperación.

-¿Hay sociedades que han logrado revertir esto?
-Por supuesto, pero para nosotros es Disneylandia (risas). Estamos lejos de revertir esta cuestión porque en algún punto intentamos insistir con los mecanismos que nunca funcionaron, pero que de alguna manera nos hacen sentir seguros o cómodos, que cumplimos con la ley. Creo que si no pensamos en educar para el mañana debemos preguntarnos: ¿Cuál es el mañana? ¿Bajo qué términos sucede ese mañana? ¿Cómo se plantean ese futuro, esas posibilidades de inserción social y laboral los pibes que están en el secundario?

-No solo es un tema laboral, sino social.
-Por supuesto, y me parece importante destacar la corresponsabilidad social que hay; los excluidos son nuestros excluidos, los locos son nuestros locos, los delincuentes son nuestros delincuentes, son los que nosotros como sociedad generamos. Así es que tenemos una responsabilidad como sociedad cada vez que entendemos que el semejante es solamente alguien de mi familia o alguien de mi entorno a quien quiero mucho, y a los demás no los considero semejantes a mí, por lo tanto, lo que les pase a los demás “me resbala” en todo sentido; de esta forma seguimos generando una sociedad que termina reproduciendo sus condiciones de peligrosidad.

-¿Las instituciones que tienen competencia en estos temas entienden este planteo?
-Es muy diverso el campo pero me parece que es algo en lo que se tiene que ir trabajando si –como decía Samuel López– queremos tener una provincia preventiva. Debemos trabajar desde la escuela, impartir valores, crear espacios que alojen a las personas, no que las segreguen; por eso con los diagnósticos hay que ser muy cuidadosos (digo esto a pesar de que soy psicólogo y diagnostico) y me parece que hay que reafirmar más esta cuestión de repensarnos como comunidad y el sentido que tiene esa comunidad, que esto no sea solamente una cuestión de fe, o de discurso religioso, sino que realmente sea un discurso de ética social.