En un mix de crónica parlamentaria y carta abierta a Héctor “Peloncho” Escobar, Aníbal Velázquez, como ex preso de la dictadura que compartió la cárcel con el diputado, cuestiona que haya optado por votar con la orgánica del bloque para rechazar un repudio a la orden de detención de Hebe de Bonafini. “¿También la órganica te haría votar en contra de tu madre, que fue un Hebe misionera?, le pregunta. Por Aníbal Velázquez

Posadas (Viernes, 12 de agosto) La Cámara de Representantes se solidarizó anoche con la lucha de las Madres de Plaza de Mayo al cumplirse las dos mil marchas alrededor de la Pirámide en reclamo inclaudicable de “aparición con vida”. La multitud que las acompañó en la tradicional ronda fue una respuesta contundente a la ofensiva que ha desatado el gobierno neoconservador de Macri en contra de las organizaciones por los derechos humanos. La campaña de desprestigio se ha centrado en la figura emblemática de Hebe de Bonafini acusándola de corrupción por el programa de auto-construcción de viviendas populares conocido como “Sueños Compartidos”. Aquí sabemos, por la denuncia que involucró a los responsables de aplicar el programa en la provincia, que es una causa sin sentido ni sustento judicial. Meramente política. Pero esto es otro tema.
Desde el pedido de detención de Hebe librado por un juez que integra sin ocultarlo su pertenencia al llamado “partido judicial” en connivencia con el “partido de los grandes medios de comunicación”, mucho se ha escrito sobre la significación real y simbólica de Hebe al punto de haberse convertido en una referente mundial en defensa de los derechos humanos y de resistencia a las impunidades de las dictaduras. No vamos a abundar en ese sentido.
Interesa aquí subrayar el contexto político, que se puede resumir en lo que dijimos: la ofensiva neoconservadora en contra de todas las organizaciones de la sociedad civil que puedan resistir el avance contra los derechos, no sólo los más esenciales de los seres humanos, sino de los de segunda y tercera generación en los que se ha avanzado y mucho en los últimos años.
La adhesión de la Cámara al valor simbólico de las dos mil marchas se convierte así en un dato político si se tiene en cuenta que el proyecto de comunicación fue votado por los 38 diputados presentes en el recinto, entre los que estaban cuatro de la UCR y dos del PRO, es decir oficialistas en el orden nacional. Fue una iniciativa del diputado del partido provincial Pays, Martín Sereno, que pidió el tratamiento sobre tablas del beneplácito.
La orgánica y las convicciones
Los siete oficialistas en el orden nacional cambiaron su voto cuando el mismo Sereno pidió tratar sobre tablas un repudio a la detención del juez federal De Giorgi. Se argumentó el voto negativo desde un abordaje técnico-jurídico del pedido de detención. Sin considerar que hasta en el diario La Nación, que viene editorializando en favor de la impunidad de los genocidas, publicó comentarios que destruyen la razón procesal del pedido ya que en el proceso a indagatoria de Hebe, como imputada, es un derecho que puede ejercer si sólo ella lo decide. Lo que quiero remarcar es que la argumentación en contra de repudiar la orden del juez no se justifica meramente desde lo jurídico. Es político. Y en ese sentido se entiende la decisión de los seis diputados de Cambiemos, aunque tiene bastante contrasentido si dos minutos antes votaron el reconocimiento del valor de las Madres en la resistencia a la dictadura. Pero grande fue la sorpresa cuando los diputados del Frente Renovador votaron también en contra del repudio, o más precisamente a su tratamiento sobre tablas.
Y aquí llego al punto que quiero rescatar para formular una pregunta de fondo. Nuestro amigo de militancia y ex preso, torturado y vejado por la dictadura, mi amigo Peloncho Escobar también votó en contra. Parado frente a la disyuntiva de votar por convicción u orgánicamente con la orden del presidente del bloque, optó por la orgánica.
Mi amigo Peloncho
Todo lo acontecido irremediablemente me remitieron al recuerdo de los tiempos en que con jueces ausentes por las noches en la cárcel de Candelaria nos sacaban con mi amigo para torturarnos y dejarnos tendidos en las camas casi moribundos. “Si salimos de esto, decías Peloncho entre gemidos, no habremos de abandonar la lucha”. ¡Qué tiempos!.
¿Habremos superados los traumas que dejan esas secuelas invisibles en nuestros cerebros?. Cuando me llamaron a declarar contra los que nos torturaron, que fueron condenados después, en mis sueños volvían los colores verdes de los uniformes tiñendo las paredes que me rodeaban y que se corrían apretándome hasta asfixiarme, escaleras que a medidas que subía no tenía regreso. Toneladas de aguas me ahogaban como cuando nos hacían “submarinos”. Pero todo fue temporario… ¿Temporario?
Regresión llaman los psicoanalistas. Pero tales secuelas no justifican algunas actitudes. Desde nuestras convicciones juveniles aprendimos que hay cosas innegociables. Tu madre, querido Peloncho, doña Germania también fue una Hebe, recorrió cárceles remotas siguiendo nuestros rastros sin una queja. “Ahora sí puedo llorar” dijo cuando los vio regresar con tu hermano, que le fuera negado a Hebe. ¿También “la orgánica” te haría votar en contra si a ella la hubieran ordenado detener?. Cuando gritábamos “la vida por Perón” lo hacíamos convencidos, ninguna bajada de línea de la Conducción nos haría callar. ¡Qué tiempos!
Discúlpame Compañero esta epístola en primera persona, pero entre las evocaciones y la tristeza que me invaden no quería dejar pasar para decirte que hay razones de vida que no se negocian. Dos mil rondas con las “Madres de la Plaza” no valen solo un homenaje sino valen mucha actitud.