“Aquí no hay soja, hay selva y bosques implantados”. La observación formulada mientras Alberto Fernández sobrevolaba la provincia esta tarde, se abre como las flores de Lapacho que impresionaron al Presidente en dos sentidos: como muestra de la reserva natural que debe sustentarse económicamente y en respaldo al precio del raleo dispuesto por el Instituto Forestal. Si el pino no es negocio para el pequeño productor, la conclusión es inexorable, “tumbará” los árboles y plantará el famoso yuyo.

Viernes, 23 de octubre de 2020. La visita del presidente de la República a Misiones dejó convenios, como habitualmente se realizan en estos actos, en los que también se presentan reclamos desde la provincia mientras la comitiva presidencial habla de obras e inversiones realizadas. Se destacó, por ejemplo, la inyección directa a los ciudadanos de 11 mil millones de pesos por la pandemia y de 2 mil millones para la construcción del hospital de Capioví. Pero más allá del protocolo, la visita del Presidente dejó mensajes políticos contundentes que deben leerse en clave de relación entre gobiernos que trascienden lo institucional. La foto de la mesa en el Teatro de Prosa muestra más que las palabras o tanto como el “querido Carlos” dicho con ese sentido político por Alberto.
No es casual la presencia del Presidente en momentos en que, en el dictamen del Presupuesto Nacional se incluyera la demanda de aplicar exenciones impositivas en todo el territorio provincial para que Misiones se convierta en un polo productivo y no en una mera puerta de entrada. Las restricciones de circulación impuestas por la pandemia demostraron que por las fronteras de la provincia se fugan divisas, como subrayó Oscar Herrera Ahuad en el acto.
La foto también acompaña la contundencia de las palabras del Gobernador, que flanqueado por Carlos Rovira y Alberto Fernández destacó el trabajo que viene realizando el Instituto Forestal de la Provincia. Fue un categórico respaldo a la fijación de los precios del chip y del raleo y que si bien fue determinado por un estudio de costos y aprobado por el Colegio de Ingeniero Forestales y las organizaciones de productores y trabajadores rurales, ha generado en la industria una resistencia que carga los discursos con las retahílas de siempre. No comprar, amenazar con cierres, y amedrentar a través de operaciones mediáticas y de aprietes a los productores cautivos.
“Hay selva porque no hay soja”. El Presidente lo vio con sus propios ojos. De la margen derecha del Paraná ya no hay selva, hay plantaciones de la oleaginosa. “Aquí no hay soja, hay selva y bosques implantados”, se subrayó mientras Fernández sobrevolaba la provincia esta tarde y hacía la comparación. Poéticamente, utilizando la impresión del Presidente por el color de los Lapachos, sus palabras tienen dos sentidos: como muestra de la reserva natural que debe sustentarse económicamente porque el oxígeno cuesta y debe pagarse y en respaldo al precio del raleo dispuesto por el Instituto Forestal. Si el pino no es negocio para el pequeño productor, la conclusión es inexorable, “tumbará” los árboles y plantará el famoso yuyo.