La RAE flexibiliza pero no sale de su estructura. Santiago Muñoz Machado, director de la Real Academia Española, admite que «es la sociedad, son los hablantes quienes deciden cómo evoluciona su lenguaje», y que «la RAE siempre va un poco por detrás». Y pone en contexto al llamado lenguaje inclusivo: “es tanto un debate lingüístico como un debate político». Hace dos años declaró que el lenguaje inclusivo estropea la lengua.

Miércoles 22 de junio de 2022. «Son los ciudadanos, al usar el idioma, los que establecen las reglas», admite el director de la Real Academia Española (RAE), Santiago Muñoz Machado, en su gira por las academias de la lengua española de Chile, Perú y Uruguay. Entiende que el tema del lenguaje inclusivo es «tanto un debate lingüístico como un debate político».
En el marco del lanzamiento de la Red Panhispánica de Lenguaje Claro, Muñoz Machado fue consultado por el lenguaje inclusivo, un tema sobre el cual la institución se pronuncia bastante seguido en su casilla de consultas virtuales de Twitter con definiciones como esta: «Lo que comúnmente se ha dado en llamar lenguaje inclusivo es un conjunto de estrategias que tienen por objeto evitar el uso genérico del masculino gram., mecanismo firmemente asentado en la lengua y que no supone discriminación sexista alguna».
A pesar de esa posición, la RAE empieza a admitir que el idioma es flexible y que de hecho, cambió con los tiempos; que la población es la que determina cómo expresarse y que esa institución, empieza a comprender que el llamado idioma inclusivo, o no binario, es sobre todo, un debate político.
Político, a partir de la militancia de poner sobre el escenario también lingüístico la deconstrucción del patriarcado que se sustenta con fuerza en el idioma y que los movimientos y organizaciones sociales de la región batallan para garantizar el derecho de las personas a ser nombradas en todas sus diversidades.
Esa apertura, al principio inexistente en la RAE, queda de manifiesto con las declaraciones actuales cuando no se mantienen cerrados a las aperturas del lenguaje siempre que no lesionen el idioma, dicen. Aún, cuando la RAE encuentra marcas ajenas a la morfología del español (como la letra «e» para marca de género inclusiva).
La agencia de noticias Télam rescata el reportaje del diario chileno El Tiempo, que consultó a Santiago Muñoz Machado por el uso de «niñes» y lenguaje inclusivo: “la RAE no es la única que puede normar esto, desde luego. Son los ciudadanos, al usar el idioma, los que establecen las reglas. La RAE siempre va un poco por detrás de la ciudadanía. La RAE lo que puede decir es que una fórmula como ‘les niñes’ no está en los usos generales, no forma parte de la gramática ni es ortodoxa esa manera de hablar y probablemente en muchos lugares no la entenderán. Es más bien una manifestación política, una expresión que no tiene realidad práctica».
«Nosotros constatamos qué clase de castellano es el que se está utilizando por la sociedad en un momento determinado y con estos criterios, que suponen un conocimiento de fondo de la situación, podemos concluir que ‘les niñes’ no se utiliza o se utiliza muy poco en la práctica. Pero si hay colectivos que quieren emplearlo o les parece preferente por razones de cualquier clase, pues son muy libres de tratar de imponerlo. Si alguien quiere implantarlo, adelante, y si lo consigue, pues lo felicitaremos en el futuro y en tal caso habrá que cambiar las normas de nuestras reglas para incorporarlo», declaró.
En esa misma línea, a la salida de un evento en Uruguay aseguró a medios locales de ese país que «es la sociedad, son los hablantes quienes deciden cómo evoluciona su lengua. Lo decidirán también con el lenguaje inclusivo. La lengua cambia muy lentamente siempre», indicó Muñoz Machado y aseguró que en España no existe la «tensión» que se da en países de América Latina en torno a este tema.
Si bien el director de la RAE reconoció que «la reivindicación de igualdad de la mujer es de las más justas y más evidentemente necesarias en nuestros tiempos», al mismo tiempo advirtió que «el lenguaje no tiene la culpa de la desigualdad de la mujer».
Lo que Santiago Muñoz Machado deja de lado en esta última expresión es que el lenguaje contribuye a esa desigualdad con la mujer y con la diversidad de género al pretender reducirlos al sistema binario, dejando sin nombrar a la gran diversidad que compone la raza humana.

“Estropear la lengua”

Pero hace dos años, Muñoz Machado consideraba que el lenguaje inclusivo estropeaba la lengua, tal como expresó en la entrevista de Jesús Ruiz Mantilla en el diario español El País, el 17 de julio de 2020, con el título: Santiago Muñoz Machado: “Tenemos una lengua hermosa y precisa. ¿Por qué estropearla con el lenguaje inclusivo?” y que a continuación se trascribe un extracto, aunque desde este vínculo se puede acceder a la nota completa.

-¿Contarán el momento en que le entregaron el informe sobre lenguaje inclusivo a Carmen Calvo, vicepresidenta del Gobierno, que se lo encargó? ¿Qué paso?
-No lo vamos a contar. Pero ella se disgustó. Le pareció que no quedaba acorde con lo que pretendía. Luego hizo declaraciones sosteniendo que dijéramos lo que dijéramos, esa manera de hablar se iba a imponer, que resultaba irresistible porque concernía a la igualdad de la mujer. Nosotros le explicamos lo que estamos haciendo por evitar la excesiva masculinización del lenguaje.

-¿Y en eso han conseguido suficiente consenso dentro? ¿Ha habido tensión entre algunos académicos y académicas al respecto?
-La posición de la RAE es clara. El desdoblamiento altera la economía del idioma. Y yo añado: y la belleza. Este tipo de variantes la estropean. Es una lengua hermosa y precisa. ¿Por qué tiene que venir usted a estropearla?

-Y de los cristos que han vivido ustedes en torno a este tema, ¿hablarán en esa crónica?
-No vamos a abrir el pleno. En ese sentido, no vamos a contar cómo nos peleamos ahí, pero tampoco vamos a evitar polémicas que han estado y siguen estando vivas con preguntas controvertidas y virales sobre mil cosas.

-¿Andan más calmados sobre los temas de género entonces?
-Sí, bastante más. Estamos de acuerdo. Queda un remanente de disconformidad sobre las tildes. En la palabra solo o en los demostrativos. Ahí no tenemos consenso.

-¿Quiénes son los más irredentos en ese aspecto?
-Los gramáticos son favorables a quitarlas y los creadores prefieren dejarlas.

-En esa crónica, ¿van a contar cómo en los últimos años han ido vagando por despachos para pedir fondos que salven y saneen la institución?
-No entramos en esa clase de intimidades financieras. Ahora que estamos pasando una época de tranquilidad, no lo tengo en la cabeza.

-Pero aquello fue un trauma. Un ser o no ser.
-Cierto. Llegamos a disponer para atender los gastos de la academia de un tercio de lo que necesitábamos. Pudimos sostenernos gastando nuestros ahorros hasta que llegó un momento, cuando yo accedí a la dirección, en que nos quedaba dinero para tres meses. Una angustia. Teníamos más de 80 trabajadores y en una institución tricentenaria a nadie le gusta que se produzca una quiebra durante su mandato. Estuvimos a punto, muy a punto, de entrar en eso. Con toda la prudencia del mundo, tapé varios agujeros de salida, no me parece que tuviéramos que ir por ahí como indigentes. No funciona. Era el momento de sacar pecho y dio buenos resultados.

-Fue cuando dijo usted que la Academia era cuestión de Estado y les dieron cinco millones de euros. ¿Cómo es posible que no lo vieran así los gobernantes anteriores?
-Tuve la fortuna de dar con un buen eslogan. Lo relaté con especial dramatismo porque siempre se pueden contar con mucha fuerza las cosas en las que crees. El Estado dejó de preocuparse del asunto de la lengua desde 1713, el bien cultural más importante que tenemos, cuando la RAE se ocupó. La atendía con cuatro perras y fue muy respetada en todo el ámbito de habla hispana, incluso por las repúblicas independientes que decidieron no romper con el idioma como antes en Europa ocurrió con el latín. El Estado por sí solo no lo habría podido evitar. Las nuevas naciones no querían en parte seguir dependiendo culturalmente de España cuando habían roto políticamente con ella. Muchos deseaban establecer sus propias lenguas: esa idea estuvo viva y la RAE lo paró, con su auctoritas.

-¿Cómo?
-Por ese poder cultural y esa capacidad de convencer a los hablantes mediante indicaciones de cómo se debe utilizar la lengua, las reglas, algo para lo que, por cierto, tampoco tenemos poder de imposición, pero se acepta y se acata. Por eso, por un poder de autoridad.

-Lo acatan, pero también porque ustedes proponen reglas acordes con el uso y se adaptan a ellas.
-Eso es, nosotros no inventamos la lengua, ni la imponemos. Es una retroalimentación. Lo único que hacemos es elegir entre diversas opciones dadas por los hispanohablantes. Al dar la respuesta, volcamos hacia la gente lo que hemos recogido de ella. Y nos hacen caso. Hubo un momento en que se perdió el sentido de lo que hacía realmente la Academia.

-¿Cuándo?
-Yo andaba ya por aquí. Lo he vivido. Todo ha ocurrido en esos últimos 20 años de los que hablábamos antes. El sentido de la función que cumplíamos. Por eso dije que era una cuestión de Estado. Se entendió y lo trasladé con toda urgencia al presidente del Gobierno.

-¿Les ingresó ya el dinero el Gobierno?
-Sí, y es lo mínimo que necesitamos para sobrevivir porque esta es la institución cultural más importante de España. Tenemos más de 80 personas que trabajan aquí y una actividad incesante con América. Para mantener esa actividad de normalización lingüística global lo necesitamos. Es nada. Se gasta más en actividades que no tienen tanta relevancia.

-¿Cómo actúa la RAE en la política de la lengua?
-Eso no le corresponde a la Academia, sí al Gobierno a través de instituciones como el Cervantes.

-¿No está echando balones fuera?
-No, eso no está en los estatutos. Dicho lo cual, nos comprometemos en ello con arreglo a posicionar el español en el mundo con distintas iniciativas. Queremos ser los primeros en esto. Ponemos de manifiesto el acervo de nuestras palabras y definiciones frente a términos científicos, por ejemplo, que vienen de otros idiomas. No nos dejamos ganar ninguna batalla.

-¿Por qué quiso usted ser director de la RAE?
-¡Eso me pregunto yo todos los días ahora! Hubo compañeros que me animaron a hacerlo. Es un sitio maravilloso este y las vanidades humanas nos llevan a veces por caminos así.

-¿Con su punto de intriga también?
-Bueno… esa vanidad quizás es estimulada por los colegas. Somos capaces de crear cierta competición entre nosotros en un sitio tan pequeñito.

-¿Con quienes dicen que le van a votar a uno y luego no lo hacen?
-Eso es divertido, sí. Hay que llevar siempre descontado un 30%. Para la elección de nuevos académicos yo siempre lo advierto. Pero eso es humano. Si aparece un señor y te dice: “Me vas a votar, ¿verdad?”, tú ¿qué le respondes? Esas cosas no se preguntan.

-¿Cómo pedía usted el voto? ¿Con eufemismos?
-Decir a la gente que me iba a presentar, simplemente. No pregunté nunca si me iban a votar. Me parece desvergonzado. Lo más que llegué a hacer fue visitar a algunos académicos.

-¿Ah sí? ¿Continúa esa tradición con todos?
-Con todos no, con quienes te conocen menos. Previamente has escrito una carta para anunciar la candidatura. Lo llegué a hacer con 10 o así. Hay que hacer campaña.

-¿Cambia mucho la vida?
-Mucho más de lo que yo pensaba. Dedico a esta casa todo mi tiempo.

RP – Misiones Plural