La editorial reflexiona sobre el avance tecnológico y la inteligencia artificial, que puede cambiar la vida tal como la conocemos. Menciona que la tecnología como instrumento de liberación humana -que puede ser peligrosa y poner en riesgo el futuro de la humanidad- pero señala que la máquina nunca podrá ser «socrática» y hacerse preguntas fundamentales: es en las peguntas y no en las respuestas donde se realiza la Humanidad. Si sólo hay respuestas, se cierra la historia, recuerda.

Lunes 17 de abril de 2023. Desde su aparición en 2007, Misiones Plural se propuso ser voz de todas las voces, de expresar desde la tarea periodística la más amplia diversidad de sectores y clases sociales de nuestra provincia.
Hablar desde Misiones y convertir a Misiones en el centro del mundo. Por eso el mapa, sin el norte arriba y el sur abajo. Misiones en el centro.
Esto no quiere decir que no tengamos plena conciencia de que el mundo, el poder del mundo, impone su voz como centralidad, como voz hegemónica y nos coloca en la periferia. Sabemos que no es lo mismo publicar en Londres o en París que en Posadas, Oberá o ser poeta en las colonias del interior de Misiones, como decía nuestro recordado Jorge Varela.
Convivimos, la humanidad convive en un mundo globalizado pero profundamente desigual. Con niveles diferenciados de desarrollo. Mientras en Estados Unidos hay robots que realizan las tareas domésticas y las empresas desplazan mano de obra con máquinas, aquí en Misiones todavía cargamos gas en garrafa y hay barrios sin cloacas ni agua potable.
Pero es el mismo Mundo.
Mientras en Misiones hay zonas sin internet, en el mundo rico hay avances en computación cuántica.
Las últimas noticias abundan en la difusión masiva de la llamada inteligencia artificial que promete un futuro en que la computadora excederá con mucho la capacidad de la mente humana natural.
Ya hace un tiempo las computadoras les ganan a los campeones del mundo en ajedrez.
Sintéticamente, la inteligencia artificial es la base a partir de la cual se imitan los procesos de inteligencia humana mediante la creación y la aplicación de algoritmos creados en un entorno dinámico de computación.
Ustedes habrán escuchado algo sobre el GPT-4. Bien es un sistema de última generación capaz de crear dar respuestas a cualquier interrogante articulando a una velocidad de la luz todo el conocimiento cargado a la máquina.
Como cualquier avance de la ciencia aplicada, como sucedió a la humanidad desde la domesticación del fuego, genera condiciones objetivas de cambios sociales. Y como en cualquier época, y fundamentalmente desde la revolución industrial alrededor de 1.800, todos esos cambios pusieron en alerta a la humanidad.
En estos días escuchamos que la inteligencia artificial pone en un horizonte cercano, en riesgo el futuro de la humanidad.
Se predice la hibridez del hombre y la máquina, con chips en el cerebro capaz de procesar la información que hoy, por ejemplo se encuentra en sitios como Wikipedia.
Más. Un ex ingeniero de Google, predijo esta semana que en ocho años la humanidad conseguiría la inmortalidad gracias a la creación de «nanobots» que podrían revertir la edad. Según Ray Kurzweil, la creación de esta tecnología será posible gracias a la expansión en genética, nanotecnología y robótica.
Cuando esto suceda, nuestro sentido de la humanidad, tal como lo conocemos, habrá cambiado para siempre.
¿Es el final catastrófico y la desaparición de la humanidad?
¿O es el paraíso en la Tierra?
Ni fetichistas ni apocalípticos.
Ni idolatría ni miedo.
Ambas actitudes surgen de prejuicios antagónicos ante el espectacular progreso científico y sus infinitas aplicaciones.
Es de necios negar que el avance tecnológico es un instrumento de liberación humana de las tareas más difíciles y pesadas. El temor de que la tecnología deshumanice la cultura es una de las más frecuentes mistificaciones contemporáneas.
La computadora podrá ganarle a un ajedrecista por su capacidad de cálculo, y porque en la partida no sufrirá cansancio.
La inteligencia artificial podrá responder inquietudes de todo tipo, por ejemplo, hacer el cálculo para la construcción de un edificio en minutos o segundos, hacer ecuaciones, crear imágenes, redactar discursos.

Pero una máquina nunca podrá ser “socrática”.
Nunca podrá hacerse preguntas.
Mirar al cielo y preguntarse:
¿Por qué hay algo y no más bien nada?
¿De dónde venimos?
¿A dónde vamos?
¿Para qué estamos aquí?
¿Hay vida después de la muerte?
¿Podrá descifrar el sentido de la mitología precolombina?
¿Pensar lo inexistente?

Aceptando que el pensamiento filosófico surgió en la Grecia de hace más de 2.500 años, cuando el uso del papiro originario de El Nilo permitió escribir los pensamientos, es innegable que precisamente, la filosofía es un intento de superación del pensamiento mítico empleando una reflexión crítica y fundante.
Sócrates, el último filósofo de la tradición oral utilizó el método de las preguntas para inducir a la reflexión para promover el aprendizaje y acercarse a la verdad en contraposición a las opiniones o consejos, propios de los sacerdotes. Las preguntas socráticas eran exploratorias y abiertas; promovían ideas creativas y el descubrimiento de sí mismo.
Es en las peguntas y no en las respuestas donde se realiza la Humanidad.
Si sólo hay respuestas se cierra la historia.

Y la historia está abierta en nuestros pueblos. La estamos escribiendo los misioneros.