Nacionalización e hiperpolarización de las elecciones provinciales.

Por Kevin Morawicki

Viernes 2 de diciembre de 2022. Al calor de la manipulación del ciudadano medio crece la fama de Javier Milei, para quien el Papa Francisco es el Anticristo y Domingo Cavallo, un prócer. Esa alternativa a un futuro moderado en la conducción política de Argentina (Massa-Larreta antes que CFK-Macri) alimenta la agresividad social. Promulgar la compra individual de armas y agitar la rebelión fiscal en una orgía de libertinaje de hueco contenido intelectual. Matar al diferente y conseguir dólares: la verde salvación de un capitalismo ateo. El revival de una militarización tercermundista de la sociedad civil.
Sea como fuere, poner a las fuerzas políticas nacionales a replicar en las provincias las grandes discusiones estructurales. El efecto final de profundizar una polarización en la que sólo haya lugar para el enojo y las emociones fuertes. De modo que las posiciones extremas fuercen una nacionalización temática de las elecciones provinciales.
En materia de seguridad interior, poner a las fuerzas armadas en guerra contra el comercio internacional no regulado. O que, por lo menos, monten un teatro de operaciones mediático, caldo de cultivo para la satisfacción del gran público.
En materia económica, eliminación de impuestos y dolarización, la seductora idea de una solución simple y rápida, ese modo de desear que caracteriza la vida actual. La antítesis populista: fuerzas colectivas demandando derechos al líder y políticas estatales satisfaciéndolas. Derechos culturales que integran socialmente, y beneficios distributivos que integran económicamente. El consumo masivo de bienes y servicios financiados por el Estado como motor de crecimiento, por un lado, y la fuerza traccionadora de los individuos en un mercado transparente y libre, por otro.

Ser Argel o ser Sereno: buscando una Puerta hacia la polarización
El acuerdo de las fuerzas políticas nacionales de replicar en las provincias las grandes discusiones estructurales. Potenciando el dramatismo temático en comunicación directa con los teléfonos celulares de los ciudadanos. Hacer crecer la territorialidad de las instituciones nacionales (comités y unidades básicas, organismos nacionales descentralizados, movimientos sociales y universitarios, fundaciones y fondos internacionales de inversión, gremios, gremios, federaciones de trabajadores, cámaras patronales, Cáritas, organizaciones del tercer sector). Acordar una feroz pero controlada batalla discursiva recíproca que construya la polarización provincial de las fuerzas políticas nacionales. Ninguneo táctico a los candidatos renovadores, unidad para atacar los aspectos administrativos que la sociedad detesta, y libertad de conciencia para divulgar las zonas bajas de la moralidad privada.
Se gana aunque no se gane la Gobernación. Imposible ganarle al misionerismo, una sofisticada maquinaria de reproducción de poder en cuyo centro no está el control de los medios de prensa ni una ingeniería electoral de avanzada. Su principal virtud es la de ser una moderna democracia parlamentaria con representación de todas las identidades culturales. Institucionalidad desde la que, en todo caso, se montan los otros ardides. Imposible ganarle. La debilidad de una pequeña provincia fronteriza sobreviviendo con las tácticas del débil frente al Poder Central. La leyenda de David y Goliat en versión empate permanente con quien sea que esté sentado en el Sillón de Rivadavia.
Habida cuenta de este contexto, las fuerzas opositoras ganan sin ganar. Achicando ostensiblemente la brecha, ensayando formas de desestabilización, y llegando fortalecidas a las elecciones legislativas nacionales.
Las provincias chicas argentinas no mueven el amperímetro de las contiendas electorales nacionales, y la distribución centralizada de la recaudación fiscal facilitan el favor de los partidos provinciales en las votaciones del Parlamento Nacional, gobierne quien gobierne. A menos que el plan se aplique sistemáticamente en todas las provincias, y que la meta electoral fuera la de aumentar 7 puntos porcentuales en cada una de las jurisdicciones. Y sólo si la próxima elección presidencial termina siendo lo que parece que será: la contienda electoral más original desde la recuperación democrática. Dos bloques que hasta último momento pueden ser tres: el peronismo unido pero muy condicionado por la economía, a la que logrará pilotear con algunos aciertos importantes pero con sabor a poco en un ballotage; una fuerza de extrema derecha, con imprevistas alianzas de último momento, y Rodríguez Larreta junto a la UCR.
Interpelar políticamente el enojo de una cultura cansada. Si esa fuera la clave eleccionaria, el método sería la manipulación del sentido común plasmado en dioses y diablos, en noches y días, en continuidades o cambios. Una campaña electoral que, en suma, busque la identificación serena del votante, o que agite el sentir argelado del buen provinciano. He ahí la cuestión.