Plural volvió a la televisión, los martes a las 19 horas por Canal 4 Posadas. Publicamos la editorial del primer programa, que repasa la insólita repuesta del rector de una empresa privada de educación universitaria a sus docentes que pidieron compensación salarial -por el trabajo extra- y que la institución rechazó, en tono de burla, aduciendo que imaginaban el trabajo extraordinario en tiempos de pandemia. Un repaso de la sobrecarga laboral en la actividad.

La sobrecarga horaria y el trabajo extraordinario que realizan los docentes en tiempos de pandemia es -para una empresa privada de la educación universitaria-, una mera imaginación. Un grupo de docentes pidió remuneración por las horas extras y el rector de la institución respondió que no existe tal cosa -las horas extras-, excepto en la imaginación de quien redactó la solicitud.
Sucedió acá, en Posadas.
Sorpresa primero, e indignación después -por esta falta de respeto de los directivos hacia sus docentes-, causó la respuesta.
La pandemia de Covid19 disparó el teletrabajo y con ello, se incrementaron las horas de trabajo, de reuniones, de capacitaciones. Aumentó el flujo de mensajes con estudiantes y coordinadores. Hay que usar y acondicionar las aulas virtuales; seleccionar y crear materiales digitales aunque no estén capacitados para hacerlo. Elaboran uno y otro y otro informes, de cómo será, cómo es y de cómo fue esa clase, y la otra clase. Y las otras clases. Deben sortear los problemas que trae la tecnología: conexiones deficientes, herramientas viejas que se descomponen por la sobreexigencia; el estrés ante la extrema falibilidad de la infraestructura y las herramientas tecnológicas y un mayor seguimiento y apoyo académico y emocional a los estudiantes, que tienen en el mundo virtual, los mismos problemas que tienen los docentes.
Este pedido de compensación salarial se dio cuando el Congreso Argentino debatía la Ley de Educación a Distancia, aprobada hace unos días. En ese debate quedó expuesto el intenso trabajo que realizan los docentes por fuera de sus obligaciones, los gastos extras, los costos exorbitantes de una computadora portátil que por estos días valen -cuestan- entre 150 mil y 200 mil pesos, mucho más de lo que vale un auto usado de los años 2000.
En ese contexto, consultamos: Ningún docente aseguró que trabaja menos o igual que antes del aislamiento que suspendió las clases presenciales y disparó el teletrabajo. Trabajan mucho más. La Confederación de Trabajadores de la Educación Argentina (la Ctera) advierte además que los gastos e insumos provienen de los recursos personales de los trabajadores de la educación.
Trabajan mucho más que si estuvieran frente al aula. La falta de conectividad es una constante que afecta tanto a estudiantes como docentes. Vemos como una cuestión romántica que por esa falta de conectividad, docentes y alumnos dictan clases o rinden desde una parada de transporte urbano que tienen conexión; o en iglesias, plazas, comedores escolares o veredas, donde pueden captar la señal de internet, para no abandonar a sus alumnos y también, claro, para sostener el trabajo.
Pasa acá. Pasa en el mundo.
En España, cerca del 93% de docentes sufre desgaste emocional, estrés, angustia o ansiedad a causa del confinamiento y de la educación a distancia, según la encuesta que realizó la Central Sindical Independiente y de Funcionarios (CSIF), de España, sobre 10 mil docentes.
El 77,28 por ciento de esos docentes aseguran que las tareas burocráticas en esta pandemia son «excesivas». Y el 89,11 por ciento aseguró que dedica más horas al trabajo para atender a esta nueva situación, con pocos medios.
Los profesionales de la educación «están al límite» y aseguran, en España, que es momento de reconocer la labor del profesorado, de reducir la burocracia que presiona aún más y resta tiempo para lo verdaderamente importante: enseñar.
Lo mismo que plantean los docentes misioneros, correntinos, chaqueños, formoseños, al igual que sus colegas de todo el país. Lo mismo que plantearon les diputades durante el tratamiento de la Ley de Educación a Distancia en el senado Argentino, hace unos días.
Enfrente, el Ministerio de Educación de Ecuador, por ejemplo, avanzó con un sistema de Seguimiento de Actividades de Teletrabajo de Docentes, donde registra las labores del personal de instituciones educativas para garantizar, así, el aprendizaje diario de los estudiantes pero también, el bienestar de la comunidad educativa de ese país.
Los docentes de la región, que piden compensación por el extremo esfuerzo, multiplicaron las horas de trabajo para cumplir en tiempo y forma y garantizar la calidad educativa. Los esfuerzos son físicos, mentales, emocionales y materiales. Pasan por estrés, angustia, tensión y enfrentan los problemas de cada estudiante; para asistirlos en términos vinculares, emocionales y en sus procesos particulares de aprendizaje.
Pero hacia adentro, soportan interminables horas de reuniones, catarsis y capacitaciones para usar y que funcionen las herramientas, los software, las videollamadas; pensar las evaluaciones y las calificaciones y protocolos para exámenes finales.
Los mensajes de los alumnos llegan a toda hora. Los mensajes de los coordinadores de cada carrera llegan a cada hora, con contradicciones; con convocatorias urgentes o a lo sumo, de un día para el otro, tanto como el cambio de metodología o de procedimientos.
Buscan y crean materiales propios, convirtiéndose en creadores de contenido cuando no están formados para ello.
Los dispositivos dejan de funcionar y deben reemplazarlos con fondos propios, tomando deudas en la gran mayoría de los casos. Y pagar, el uso extraordinario de servicios como electricidad e Internet.
La burocracia los ata, también. Cuentan que están desbordados. Que es imposible organizar el tiempo y mantener los periodos ‘no lectivos’. Que son cientos de correos que reciben de manera constante. Que cada alumno es un universo que va, siempre, a destiempo. Que el aula está, hoy, en sus casas.
Estas son las condiciones del teletrabajo en la educación en todo el mundo. También acá, en la región y en Posadas. Pero algunos empresarios de la educación aseguran, con sorna, que los docentes imaginan que trabajan más.