Era un hombre inquieto. En sus 96 años de vida, fue docente, político, historiador y, sobre todo, entusiasta a la hora de acompañar luchas y reclamos o ideas de desarrollo por toda Misiones. Fue amigo de Rodolfo Walsh y el escritor lo menciona en sus obras. Es un referente en la zona del Paraná medio, donde transcurrió gran parte de su vida política y docente.
Por Raúl Puentes
Lunes 11 de abril de 2022. El exdiputado Osvaldo Mario Rey falleció este domingo en Posadas a sus 96 años. Fue maestro rural, entusiasta defensor de todo lo pudo significar el desarrollo y el crecimiento de Misiones y un militante activo por las causas justas que movilizaran a la población, hasta sus últimos días.
Estuvo muchos años afincado en las zonas rurales de Capioví y de Garuhapé – fue director de la Escuela 344 de Garuhapé Mí- entre los años 60 y 70, donde conoció y se convirtió en amigo de Rodolfo Walsh, que lo nombra en sus notas.
Don Mario, como lo llamaban sus allegados, fue concejal y también diputado provincial por la zona de Puerto Rico, Capioví y Garuhapé, por la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI), el partido político argentino que surgió de la división de la Unión Cívica Radical en 1957 y, liderados por Arturo Frondizi, propiciaban una ideología propia basada en la corriente económica desarrollista surgida en América Latina en la década de 1950.
Además de integrar la UCRI, fue parte del Movimiento de Intransigencia y Renovación y del Frente Justicialista de Liberación, entre los años 1963 y 1975, cuando más se dedicó a la política partidaria, como representante del pueblo.
En 2003, Mario Rey presentó su renuncia a la UCR, y la hizo pública a través de una nota que hizo pública, donde aseguró que dejaba el partido de sus abuelos, con dolor, frente a “un país devastado y conducido por un establishment apátrida y sin valores morales, con un radicalismo que actúa como furgón de cola, olvidando totalmente, sus orígenes y sirviendo con obsecuencia al mal peor como lo podemos apreciar en las actitudes corporativas y antidemocráticas de un Barrios Arrechea -que de Alem, del ideario de Mayo, del bien común y de la vigencia de la Constitución- no tiene nada. ¿No comprenden que el pueblo, enojado, en estas últimas elecciones, dijo basta a este tipo de camándulas políticas? Por todo ello, mi renuncia y la información de que voy a seguir luchando con todas las fuerzas de mis 77 años de edad, y casi la misma militancia, al servicio de la causa de Mayo y del Radicalismo de Alem, del Socialismo de Juan B. Justo, de la Democracia Cristiana de José Manuel Estrada, de la democracia progresista de Lisandro de la Torre, y del Justicialismo de un Aparicio Almeida”, expresó en ese momento.
La renuncia a la UCR
Mario Rey presentó la nota de renuncia a la UCR en mayo de 2003. El texto, que fue difundido entonces por el exdiputado, consignó:
Sr. Presidente del comité provincial de la Unión Cívica Radical.
Me dirijo a usted a los efectos de presentar mi renuncia indeclinable al partido que representa. Declaro que lo hago con un profundo dolor porque fue el partido de mis abuelos, que con Leandro Alem lo crearon a partir de la Unión Cívica, que compartían con él Bartolomé Mitre, Lisandro de la Torre, Roque Sáenz Peña, Aristóbulo del Valle, Francisco Barroetaveña, Marcelo T. de Alvear, Pedro Goyena, Luis Sáenz Peña, José Manuel Estrada, Juan B. Justo, Michel Torino, José Luis Drago, Federico Ibarguren, Joaquín Castellanos… Es decir la formidable generación de los ’90 que enfrentó a aquella época nefasta de nuestra historia -la del unicato y el contubernio de Juárez Celman y Julio A. Roca- sólo parecida a la que les tocó vivir a la también heroica de 1837 -Echeverría, Sarmiento, Mitre, Alberdi, Vicente Fidel López, Félix Frias-… en plena noche negra de la dictadura de Rosas, la del Preceso de Reorganización Nacional y la actual -Menemnista, Dellaruista y Duhaldista. Estos hombres y otros miles de ambas generaciones, citados precedentemente, representan lo más puro del ideal de Mayo: Libertad, Igualdad, Fraternidad, Legalidad… y combatieron denodadamente, desde el llano y la opresión, a gobiernos poderosos, como corruptos, y con desprecio absoluto por el pueblo y nuestras sangradas instituciones. Hoy, desde la vigencia de las A.A.A. y, con un cortísimo interregno de Alfonsín, el de la compaña electiva de 1983 hasta la aparición del oscuro jefe militar de… «San Javier» estamos viviendo fuera de la ley y el orden, como las citadas generaciones precedentes, en un país devastado y conducido por un establishment apátrida y sin valores morales, con un radicalismo que actúa como furgón de cola, olvidando totalmente, sus orígenes y sirviendo con obsecuencia al mal peor como lo podemos apreciar en las actitudes corporativas y anti democráticas de un Barrios Arrechea que de Alem, del ideario de Mayo, del bien común y de la vigencia de la constitución no tiene nada. ¿No comprenden que el pueblo, enojado, en estas últimas elecciones, dijo basta a este tipo de camándulas políticas? Por todo ello, mi renuncia y la información de que voy a seguir luchando con todas las fuerzas de mis 77 años de edad, y casi la misma militancia, al servicio de la causa de Mayo y del Radicalismo de Alem, del Socialismo de Juan B. Justo, de la Democracia Cristiana de José Manuel Estrada, la democracia progresista de Lisandro de la Torre, y el Justicialismo de un Aparicio Almeida, junto a Carrió y quienes se sepan jugar exclusivamente por el bien de la patria y no por los mezquinos intereses personales o grupos sectarios.
Atentamente. Osvaldo Mario Rey.
Mario, el hombre inquieto
El autor de esta nota entrevistó a Osvaldo Mario Rey en 1998 sobre su relación con Rodolfo Walsh, nota que fue publicada entonces en el suplemente Puntocrítico del diario Primera Edición y que se trascribe a continuación:
Una mirada a través del tiempo

(Por Raúl Puentes. Publicación original en Puntocrítico de Primera Edición, en 1998). Osvaldo Mario Rey admite ser un hombre inquieto. Fue maestro rural «toda la vida» y hoy peina canas desde un tranquilo barrio de Posadas. Tiene un jardín verde, fresco, tan autóctono que recibe la visita de varias aves de la zona. Quizás, el lugar ideal para recordar a uno de sus grandes amigos, uno de los mejores periodistas que dio el país: Rodolfo Walsh.
De calles polvorientas y hombres célebres, una mirada a través del tiempo
“A Rodolfo lo conocí leyéndolo…, la amistad vino después. Yo era maestro en Mbopicuá y un amigo en común, otro periodista al que respeto mucho, Alberto Mónaca, me lo manda para hacer una nota sobre la yerba mate”, dispara el relato de Osvaldo Mario Rey, como si se tratara de un viejo cuento.
Gesticula, se inclina, hace una pausa mientras se le quiebra la voz y sus ojos buscan el piso al dar detalles de la lucha, de la vida y de la muerte de Rodolfo Walsh, a quien a veces llama por el nombre y otras, por el apellido.
Retoma el relato y recuerda que fue “en una época fea. Aparecen unas notas fabulosas, que hablan de revoluciones, en una revista que se llamaba Mayoría. Yo las leía y así descubrí a Walsh, hablando del caso Satanowski. Antes vi la calidad que tenía este hombre cuando leí Operación Masacre. En Mayoría se reflejaban los artículos de Walsh, solventes, donde se percibía el profundo espíritu de investigación que lo caracterizó; él hablaba de frente, sin temores”, repasa Rey mientras sus ojos miran a través del tiempo.
Rescató, con una prosa privilegiada, las particularidades de la gente
De esto hace sólo -ya- treinta años (N de la R: ahora ya son al menos 55 años). Misiones tenía 450 mil habitantes y no más de 55 kilómetros de asfalto, describió Walsh en uno de sus escritos. Pero estaba plagada de personas y relatos. Pintoresca y soberbia de verde seducía a propios y extraños mientras “… Al borde de caminos y picadas el polvo rojo se acumulaba sobre las hojas verdes de los yerbales…” pintó Walsh, entonces, el relato.
En aquellas calurosas siestas de hace treinta años, Rey acompañó al periodista por poblados y picada en un viejo Ford T, para que, así como Horacio Quiroga treinta años antes (N de la R: hacen unos 85 años, ahora), solo escuche aquellas historias que después plasmó en obras periodísticas, uno, y en cuentos, otro.
“Por aquellos días conversé tanto con este hombre, nos hicimos tan amigos que se quedó más tiempo del que tenía pensado; escribió unas notas hermosas para la revista Panorama y Adán -Rodolfo hizo esa gira acompañado de un gran fotógrafo, Pablo Alonso-. Esas notas, todas sobre el nordeste argentino, producían un gran deleite al leerlas. Logra describir muy bien a la gente y los lugares. Cuando habla de Corrientes, por ejemplo, describe con todos sus detalles a los carnavales; a los leprosos de la Isla del Cerrito; a los esteros del Iberá; sobre San la Muerte y en Misiones, sobre los japoneses, Quiroga, o a la yerba mate”.
“Son piezas que difícilmente vuelvan a repetirse, una prosa privilegiada que supo rescatar la forma particular de hablar de la gente de la zona; sabía consustanciarse con la gente, el aparecía y ya estaban todos a su alrededor”.
Rodolfo Walsh tuvo muchos oficios, a los que denominó oficios terrestres. Decía que el más violento era el de escritor, el de periodista, no porque contenga violencia en sí mismo sino por la violencia que genera. Yo también tuve muchos oficios aunque me sentí maestro toda la vida, cuenta Rey, enmarcado por el sonido de pajaritos que visitan su jardín en busca, quizás, de los árboles y las plantas de monte que dan sombra a un fresco patio, el lugar ideal para recordar viejas historias, que parecen cuentos, acá en un barrio cerca del centro posadeño.
Un hombre inquieto
¿Mario Rey es un hombre inquieto?, le preguntaron e inmediatamente respondió con una sonrisa abierta: “Sí, porque no sé estar quieto; siempre estoy frente a un nuevo desafío”.
“Yo también tuve muchos oficios -como Walsh-. Fui maestro toda la vida pero el primero de todos fue el de agricultor. Aprendí de chico a domesticar un buey, a domar un caballo, a usarlos tras las rejas de un arado; a carpir con esa asada bien filosa en el yerbal de papá…” y se dispara en tiempo para reflexionar: “el agricultor es el tipo más sano y más lindo que tiene la humanidad porque no hace daño a nadie y trabaja y produce, desde antes que salga el sol y después de puesto; siempre trabaja de la mano del futuro porque él crea futuro”.
“Tuve varias chacras, fui concejal y dos veces diputado por Puerto Rico, siempre a pedido de la gente, porque nunca me postulé por aspiraciones personales.
Después que se jubiló le llegó la pasión por el video y la edición digital, casi por accidente. Filmó muchas horas en lugares insólitos, hoy reflejados en los cientos de videos que esperan su turno de edición, mientras aprende a manejar la computadora editora, montadas en el fondo, rodeadas de verde.
“Esto es un hobby -confiesa-. Estos videos educativos y documentales quedarán para mis nietos”, dice con un mate en la mano y en mente, un nuevo viaje casi todo planificado, para seguir escudriñando el mundo.
“Rescató las voces nuestras”, escribía “extraordinariamente bien”
Mario Rey no puede hablar de Rodolfo Walsh o de Pablo Alonso, el fotógrafo, sin emocionarse. Cada tanto se escurre los ojos y recuerda aquellas travesías por la polvorienta Misiones a bordo del viejo Ford T.
“En esa época no se cosechaba yerba porque había exceso de producción y alguien resolvió que no había que cosechar -aunque los grandes si lo hicieron-. Cuando habló con los tareferos que estaban sin trabajo, en las villas próximas a los establecimientos, rescató sus voces al escribir la historia; llegaban de todos lados, hombres, mujeres, chicos. Todos alrededor de Walsh comentándoles que “…no tenemos p’a comer, la paga es muy chica… y no da ni p’al matecocido”. Son las voces nuestras, la de nuestros tareferos”, recuerda Rey.
Y después repasa la gira por Colonia Luján, “donde viven los japoneses que habían vendido todos los dólares que trajeron, porque no resultaron sus trabajos. Vivían muy mal; había que ver cómo estaba esa pobre gente. Ellos también supieron llegar a Walsh, contarles su situación con su poca lengua y con la traducción de una maestrita que apenas entendía el japonés y que tuvo que aprender a la fuerza, para enseñar a los chicos japoneses”.
Quienes escuchan los detalles que Rey da de aquella época, en compañía de Walsh, van imaginándose cada cuadro, cada situación y es probable que se sienta algo de envidia: es que recuerda con tanta pasión aquellos días y su relato, el de Rey, deja la incontenible necesidad de leer, o releer a Walsh.
“Una mirada sobre su tiempo”
Rodolfo Walsh integra en la actualidad la lista de desaparecidos durante la última dictadura militar. Quienes lo conocieron no se cansan de rescatarlo como un hombre humilde y de buen corazón, pero también como un periodista extraordinario. Rogelio García Lupo escribió de él: “El periodismo de Walsh continúa siendo una lectura apasionante, treinta o cuarenta años después de haber sido escrito… No podía escribir de otra manera que como lo hizo siempre, extraordinariamente bien… escribía rápido. Volver a leer el periodismo de Walsh es encontrarse con una mirada sobre su tiempo, a menudo generosa, frecuentemente ácida pero nunca recargada por el discurso. Escribió con una franqueza que en su época causaba tanto estupor como ahora, al releerlo”.
“Después de su paso por Misiones -cuenta Rey- volví a tener contactos con él en Buenos Aires. Teníamos un nombre clave y yo, en una determinada editorial, debía preguntar por fulano quien se aseguraba que fuera realmente amigo de Walsh y recién entonces alguien me hablaba por teléfono para avisarme que Walsh me esperaba en tal parte.
Fueron años muy duros, repite un par de veces, antes de recordar que estuvo muy cerca de Walsh, casi sobre su muerte, allá por el 75 o 76. “Los últimos años fueron de trabajo, y de trabajos extraordinarios. Había creado, en Cuba, Prensa Latina; acá, pasado a la clandestinidad porque ya estaba Videla y a un año del golpe de Estado, publica su Carta Abierta a la Junta Militar, fechada el 24 de marzo de 1977. “La carta abierta de un periodista a la dictadura”, acota Rey. Walsh tiene seguidores, “como Jorge Lanata u Horacio Verbitsky pero están lejos, muy lejos, de tener su dominio de la lengua, de la forma de escribir o de consustanciarse con los oprimidos. En sus últimos días vivió muy modestamente; colaboraba con una CGT muy valiente y combativa, la CGT de los Argentinos, y dirigía su publicación. Ese fue uno de los diarios más hermosos que dio la Argentina; se hablaba de los temas reales que pasaban en el país”.
“Entre los oficios terrestres, el más violento es el de periodista”
Rodolfo Walsh contaba que tuvo muchos oficios, a los que denominaba oficios terrestres. Y entre los oficios terrestres, para él, no existía ninguno más violento que el de escritor, del periodista, “porque el periodista debía escarbar la realidad, donde quiera que esta esté. No porque el escritor sea violento sino porque la violencia viene para que no se diga la verdad”, dice Mario Rey.
Entiende que el escritor que quiera “cantar la verdad, decir la verdad, en todo momento se expone a lo que le pasó a Walsh. Es un oficio tan violento, tan violento que Rodolfo terminó como terminó”.
Después de una pausa recuerda que el día de su muerte (desde el 25 de marzo de 1977 está desaparecido), Walsh salió a defender a la madre de alguien que había muerto -en uno de los enfrentamientos de la época con Vicky, su hija-. “Ese día Rodolfo abandona las precauciones que siempre tomaba, para llegar rápido a la casa de esta mujer cuando lo sorprenden. Cuando se ver rodeado, cuando descubre que no hay más nada para hacer, saca su pistolita como para enfrentarlos a todos, cuando en realidad buscaba que lo maten, porque no quería morir en la cámara de torturas, donde antes harían lo imposible para que él denunciara a los que estaban en Prensa Latina, en Ancla, en las agencias informativas a través de las cuales el mundo entero sabía qué pasaba en Argentina”.
Mario Rey hace una larga pausa. Tiene la voz quebrada -una vez más entre tantas- y es quizás la mejor oportunidad para hablar de él y del libro que resume las obras de Walsh (El Violento Oficio de Escribir) donde su nombre, el de Rey, a la misma altura que el de Horacio Quiroga aparece en varias oportunidades como una voz calificada para hablar de Misiones. Y de su gente.
“La Argentina de hoy necesita de los Walsh que la defiendan”
Y para cortar esa pausa fría, helada, el cronista le preguntó a Rey cómo se sentía hoy, a casi 30 años de todo aquello, al encontrarse con un libro de Walsh y descubrir su propio nombre y en él, el reconocimiento de alguien a quien admiró y respetó. Qué piensa al ver que Walsh lo respeta, lo nombra y lo rescata como una voz autorizada para hablar de la actualidad de entonces, y nombrarlo varias veces, pintándolo como a un personaje más, irremplazable, de la polvorienta y calurosa Misiones de hace treinta años. Quizás la pregunta fue muy larga; quizás le sonó a un halago y su modestia le impidió responder. Sonrió, y sin hablar, pareció preguntar: “y a vos, ¿qué te parece?”.
De inmediato lamentó que haya mucha gente que no conozca a Walsh pero enseguida los disculpó: “es que estamos hablando de hace más de treinta años; la juventud prácticamente no lo conoce”.
“Hermoso sería -enfatiza- que ustedes, los periodistas, que son jóvenes y que lo pudieron conocer a través de sus escritos, hagan lo indecible para que la juventud lo conozca, para que la gente lo conozca. Hoy la juventud cree que no hay, que no hubo, idealistas en Argentina, o que el idealismo no vale nada. Yo estoy seguro que los escritos de Walsh, un libro de Walsh, se va a seguir leyendo por muchos años, por varios siglos: no perderán vigencia. Siempre, de una u otra forma, estarán los intereses oscuros contra los que luchó el periodismo de Walsh. La Argentina de hoy, pisoteada como está, necesita de los Walsh, faltan aquellos que no se callan, que la defiendan. Y gracias a ellos hoy todavía se puede caminar por este país, aunque hayan torturadores y asesinos libres, como los Videlas, los Violas, los que robaron, torturaron y masacraron a un pueblo y hoy caminan libres. Mientras estén presentes los seguidores de Walsh, siempre habrá alguien que los señale con el dedo y gente que le siga escupiendo a la cara”.
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Nota de la Redacción (N de la R):
Mario Rey, Don Mario, falleció este domingo 10 de abril de 2022 en Posadas. Tenía 96 años. Me contó que una vez sacó a los indios Cainguás del monte y los llevó a un escenario a que bailaran sus danzas perdidas, una anécdota que después Walsh rescata en sus memorias.
En los últimos meses, Mario visitó a varios de sus amigos o colegas docentes. Lo recuerdo siempre, siempre, recostado con un libro en la mano. Fue el director de la Escuela 344 de Garuhapé Mí donde hice mi primaria. Fui muy cercano a él. Lo recuerdo siempre con una historia, una anécdota y sus camisas guayaberas. Siempre me hablaba de sus hijos, Taitá, el varón que estaba en Europa, y sus tres hijas: Susana, María Luisa y Suzuky. Mario solía pasar mucho tiempo acostado, leyendo, a cualquier hora del día cuando no estaba en la escuela.
Yo tenía 7 u 8 años. Vivía en la casa de al lado. Un día, la curiosidad del niño pudo más y le pregunté:
-Mario, ¿por qué estás todo el día acostado? (mi viejo se hubiera muerto de la risa y mi vieja me hubiera matado por la pregunta.
-Para leer y no fumar. Leer, leo en cualquier lugar, pero la única manera de no fumar es cuando estoy acostado. Vos también tenés que leer mucho, siempre que puedas. Y nunca tenés que empezar a fumar, eh…, nunca.
