El psicólogo Nicolás Andorno habló en Plural TV sobre las nuevas concepciones de padecimiento mental, los cambios de paradigmas en el modo de abordar patologías y el aporte que pueden hacer las distintas disciplinas.


Miércoles 11 de mayo de 2022. El licenciado en Psicología, Nicolás Andorno, expuso en su columna de Plural TV, sobre las nuevas concepciones de padecimiento mental, los cambios de paradigmas en el modo de abordar patologías, atravesadas por la dictadura militar, hasta la comprensión de los aportes que pueden hacer las distintas disciplinas.
Pero aún así, “todavía seguimos pensando en términos de institucionalización”, aseveró.
Andorno destaca también la necesidad de generar iniciativas y financiar dispositivos y prácticas para crear servicios para que se pueda cumplir en el marco de la ley de Salud Mental, que existe. “La Ley de Salud Mental es una gran herramienta para pensar paradigmas y ver qué prácticas se pueden promover, que realmente sean consecuentes con la recuperación de los pacientes”, reflexiona.
Plural TV se emite los lunes de 19 a 20 por Canal 4 Posadas, donde Nicolás Andorno tiene a su cargo la columna de salud mental.

La exposición
Voy a hablar sobre las nuevas concepciones de padecimiento mental. Sobre todo, de la práctica ligada al acompañamiento terapéutico que, claramente, esta disciplina tiene mucho que ver con el campo de la salud mental, de hecho su origen remite a una transformación, a un cambio de visión acerca de las prácticas y las formas de pensar y de hacer, en términos de salud mental.
El acompañante terapéutico surge a finales de los `60, principio de los `70, cuando hubo un gran movimiento que venía a cuestionar las nociones básicas de los abordajes de la psiquiatría tradicional. Sobre todo, ligados a la cuestión de pensar a la enfermedad mental como un problema del cerebro y también las prácticas que derivan de ello, como la institucionalización de pacientes.
Estamos hablando de internar pacientes en el manicomio, y todas las prácticas que le sucedían una vez que el paciente estaba internado. Prácticas que atentaban contra los derechos y las dignidades de las personas que estaban en tratamiento, y también de las libertades individuales. Estamos hablando del encierro en una clínica psiquiátrica, a veces con tratamientos experimentales como el electro shock, la lobotomía, las curas de sueño, los experimentos con psicofármacos, la sujeción mecánica, los chalecos de fuerza y luego el chaleco farmacológico. Una serie de prácticas que además de violatorias de los derechos de estas personas, eran tratamientos también inconducentes en cuanto a la recuperación de la persona. Convengamos que luego de un tiempo prolongado de internación, el paciente no solamente no recuperaba su lucidez, sino que también perdía habilidades para vivir en comunidad.
Estamos hablando de que la internación prolongada de un paciente desprepara a la persona para vivir y circular socialmente. Entonces, estas críticas no solamente tenían que ver con los quiebres y las carencias de saber, sino también, con lo inconducente respecto a la recuperación.
Pero si bien estas prácticas no recuperaban a los pacientes, la realidad es que eran muy efectivas en lo que respecta al control social. Que tiene que ver con la exclusión de este tipo de personas desreguladas que de alguna manera atentaban contra el orden social, establecido. A principios de los setenta comenzaron a haber grandes críticas, que llevaron a replantearnos la cuestión del padecimiento mental, a plantearnos a qué cuestiones responde, como al paradigma biomédico en el cual se concebía a la enfermedad mental como una enfermedad del cerebro, y también a generar prácticas ligadas al lazo social. Prácticas que tengan que ver con preparar al sujeto y en lo posible, no cortar los lazos con su comunidad.
A partir de allí salieron muchas experiencias como talleres protegidos, centros de formación laboral, casas medio camino, casa de prealta, casas de convivencia y entre ellos el acompañamiento terapéutico. Cuando empezamos a hablar sobre este cambio de paradigma y cambio en las prácticas que se habían iniciado a principios de los setenta, surge un hecho histórico muy lamentable en Argentina, que es la dictadura, el terrorismo de Estado. Esta dictadura consideró a estas prácticas desmicomializadoras, ligadas al nuevo modo de pensar la salud mental, subversivas. Estas prácticas se desmantelaron, quemaron muchos libros y muchas facultades y universidades cerraron. También hubo muchos profesionales exiliados o desaparecidos. Recién con la vuelta de la democracia (en 1983), en el año 84, surge el primer libro de acompañamiento terapéutico y, en los congresos de profesionales de salud mental, se comienza a hablar del nuevo paradigma. En paralelo a todas las prácticas surge el acompañamiento terapéutico, que hoy por hoy tiene una biblioteca que le da fundamentos teóricos a esta práctica. Que comienza siendo una cuestión muy experimental que respetaba los derechos de las personas y luego empieza a tener autores y marcos teóricos que le dieron fundamento.
Esta práctica comienza en la práctica de la psiquiatría, en la externación de pacientes psiquiátricos y adictos. Es muy llamativo que luego, con el paso del tiempo, se va diversificando y, a medida que se empieza a pensar la salud mental como la posibilidad de brindar al sujeto herramientas para vivir en sociedad, ya no se habla del paciente psiquiátrico, del loco que habla solo, o del adicto, sino que empezamos a pensar otros campos. Donde la salud mental tendría mucho para aportar, como ser el campo de la discapacidad.
Por ejemplo el campo de la demencia en adultos mayores, los consumos problemáticos, los trastornos alimenticios, trastornos del desarrollo con niños y lo último que se está trabajando es en las posibilidades de reinserción social de una persona en conflicto con la ley penal, sobre todo luego de haber cumplido una pena. Porque convengamos que la institucionalización no es un mecanismo que incumbe solamente a la cuestión psiquiátrica o a los manicomios, sino que hay otros campos y sectores de la sociedad que también se han resuelto con prácticas excluyentes, con la institucionalización de esas personas. Se han intentado resolver problemáticas sociales. Cuestiones que no se resolvieron de fondo porque encerrar a una persona por una transgresión con la ley penal, tenerlo un tiempo encerrada en la cárcel corre una suerte muy similar a la del manicomio. Es meter a una persona en una lógica institucional que dista bastante del funcionamiento social. Estar en una cárcel durante muchos años, incorporar los códigos y tratos propios de la lógica carcelaria, como también, estar internado muchos años en un manicomio e incorporar los códigos y lógicas de ese espacio y ámbito interno, claramente hacen que ese sujeto vaya perdiendo otras habilidades que son fundamentales para vivir en sociedad, como la capacidad de tomar decisiones, la autodeterminación, ciertos niveles de autonomía y autovalimiento, toma de iniciativas, cuestiones ligadas a la voluntad. Se dañan muchísimo estas funciones cuando se habla de la institucionalización de personas. Así que el acompañamiento terapéutico como otras prácticas ha intentado aportar su granito de arena en función de lo que tiene que ver con la recuperación de la persona pensada desde el lazo social.

-¿Es nueva en Misiones la figura del acompañante terapéutico o están hace mucho?
-Si bien el acompañamiento terapéutico data de principios de los setenta, en Misiones comienza con el proyecto del Cismat que viene a formar acompañantes terapéuticos en el año 2012. Así que están a punto de cumplirse diez años (los primeros egresados fueron en 2013), y a partir de ahí una serie de convenios y articulaciones institucionales que permitieron el reconocimiento de la prestación de acompañamiento terapéutico. Tiene diez años de trayectoria, lo que hace que sea muy joven, una disciplina muy emergente. Y también los campos de acción para el acompañamiento terapéutico están muy limitados al reconocimiento de las prepagas, obras sociales y ART. Sobre todo porque está muy ligada a la discapacidad, a adultos mayores, y no a otro tipo de problemáticas.
Hay experiencias muy interesantes a partir de prácticas de estudiantes en lo que era el campo de la violencia de género, trabajando también con unidades penitenciarias, geriátricos, entre otras cosas. Si bien es una práctica muy nueva, ha sido muy enriquecedora y se han abierto muchísimos caminos en lo que tiene que ver con el ejercicio del acompañante terapéutico.

-Retomando la columna, ¿estos cambios de paradigma, tuvieron resistencia; quiénes la ofrecieron, desde dónde?
-Yo creo que la resistencia se veía cuando se empezó a asumir estos nuevos paradigmas. Yo creo que en materia de salud mental en la provincia, la idiosincrasia, el imaginario social, está muy ligado a los dispositivos de la psiquiatría tradicional. Todavía seguimos pensando que si estás loco, ándate al Carrillo, que si sos adicto te internamos en una comunidad terapéutica. Todavía seguimos pensando en términos de institucionalización. Entonces todavía la demanda de tratamientos sigue estando muy ligada a estas cuestiones, así como determinados profesionales que imponen un fundamento o un saber cuando en realidad no es así. Una impronta propia del nuevo paradigma de salud mental es hablar de inter-disciplina. Es decir, que el campo de la salud mental debe estar abordado por un montón de disciplinas que forman parte del campo de la salud. Sin embargo, muchas veces parece que la palabra del médico o del psiquiatra se impone, y deja a las demás disciplinas como accesorias a la psiquiatría. Esto también tiene que ver con el fundamento. Porque se sigue insistiendo en que el padecimiento mental tiene que ver con una enfermedad del cerebro, cuando no se considera dimensiones ligadas a la historia del sujeto, al modo de organización mental de ese sujeto, a los vínculos que atravesó en la vida, a los aspectos socioambientales por los que circula la vida de esta persona, a las posibilidades de acompañamiento o de contar con otras personas que le hayan sido validantes o la hayan incorporado en un proyecto comunitario. Se sigue haciendo hincapié en la cuestión de los neurotransmisores y de la falla cerebral, en vez de hacer hincapié en lo que tiene que ver con diferentes cuestiones de la salud mental del ser humano, que son todas dimensiones afectadas cuando se trata de una problemática de salud mental.
Cuestionando este discurso biomédico se le da importancia y cabida a nuevos discursos, y por lo tanto a nuevas prácticas. Yo creo que cuando la sociedad comience a apropiarse un poco más de otras prácticas, y no solamente trate de resolver padecimientos mentales con abordajes psiquiátricos, se va a dar el conflicto ligado a discutir el caso clínico. Qué tiene cada disciplina para aportar. En el cual la psiquiatría tiene un lugar importante, pero también lo tienen la psicoterapia, la psicopedagogía, el trabajo social, la terapia ocupacional, la enfermería, el acompañamiento terapéutico, la kinesiología, la nutrición, muchísimas diciplinas que deberían intervenir.

-¿Quién fomenta o presiona para que estos cambios se den?
-Antes la única respuesta que había era la internación de pacientes y la medicación, hoy por hoy creo que la sociedad misionera cuenta con un repertorio de prácticas, incluso instituciones como el Carrillo se han transformado y hoy hacen mucho hincapié en los consultorios externos. Por lo que lasmisma instituciones se van transformando y ofreciendo otras alternativas terapéuticas que no sean ligadas estrictamente a la internación y a la medicación. Me parece que es responsabilidad de las instituciones y de los profesionales hacer hincapié en esto, como también del sector de gobierno que ponga en agenda esta cuestión, así como lo hizo el presidente de la Nación la semana pasada, que puso en agenda la importancia de invertir en salud mental, y sobre todo dar lugar a estas nuevas práctica que escapan un poco a lo que es el abordaje mono diciplinar desde la psiquiatría.

-¿Importa la reciente intervención que hizo el Presidente (Alberto Fernández) sobre salud mental?
-Creo que es muy importante porque estamos a doce años de la promulgación de la Ley de Salud Mental, y a nivel presupuestario distaba mucho de lo que propone la ley, y el nivel de prácticas también. La Ley de Salud Mental existe, pero hay que generar iniciativas y financiar dispositivos y prácticas para crear los servicios para que se pueda cumplir. La Ley de Salud Mental es una gran herramienta para pensar paradigmas y ver qué prácticas se pueden promover, que realmente sean consecuentes con la recuperación de los pacientes.