Como sociedad, como Estado, como medios de comunicación, como clubes deportivos, como vecinos, como comunidad, estamos sosteniendo la violencia como parte de la estructura social.

Domingo 15 de mayo de 2022. Un varón joven, violento, deportista del club Guaraní Antonio Franco de esta ciudad, golpeó con furia a su pareja adentro y afuera de su casa, a la vista de los vecinos. Este hombre, peligroso para otros y para sí mismo, fue criado y aprendió sus modos en esta sociedad que sostiene esta práctica violenta, que no es extraordinaria. No es la excepción. Es la norma.
Pero veamos: este hombre quedará abandonado a su buena suerte. Ni la sociedad, ni el Estado, su propia familia o el club deportivo de pertenencia harán nada por él. Nadie se ocupará de reeducarlo, o de recuperarlo. Esta sociedad que pregonamos inclusiva no se ocupará de su suerte, porque su suerte, a futuro, impactará en la vida de otros: sus nuevas parejas, sus viejos y sus nuevos amigos, su familia, su ámbito de trabajo. Su comunidad.
Esta es una sociedad que abandona a las víctimas. Con “más razón”, abandonará a los victimarios.
La víctima es víctima, por eso se queda en esos ambientes. No se queda porque quiere. Se queda y repite patrones de casi todas las víctimas: quedarse en el ambiente hostil y peligro. Desde el entorno de la víctima, tampoco nadie accionó con determinación para sacarla de su contexto.
¿Y los que se quedaron mirando y solo sacaron sus celulares para alimentar los morbos de las redes sociales? Se quedaron en un papel pasivo, observando al macho que violentaba a su hembra y solo la intervención de un par, que entendió que involucrarse en la única manera de salvar a una persona –y a una sociedad– evitó que la noticia sea otra.
¿Y los medios? Leímos en los medios que el club analizaba no sancionar a su jugador para no darle excusa que deriven en represalias más graves contra la víctima. Eso leímos en los medios de Posadas, tirados como si fuera una receta de cocina, sin contexto, sin análisis, sin interpretaciones; una vez más, también los medios, como canales de sostén de casi todo lo que funciona mal en nuestra sociedad.
¿Y el club? Escuchamos en boca de su propio presidente el descompromiso, hablando con distancia y desconocimiento de este flagelo que nos atraviesa en todos, como si el hombre recién salió de un repollo o llegó del planeta Marte, y no entiende, no sabe, no dice, no comprende, no profundiza, no involucra y minimiza. Minimiza.
El violento es un jugador de Guaraní Antonio Franco de Posadas, un club deportivo que la juega de emblema de esta sociedad, dirigido por una persona sin empatía ni formación social, aunque los clubes digan que ofrecen contención social para contener y sacar a los jóvenes de las drogas y las violencias.
En el “nunca nos pasó” encontró la excusa de la institución que no aborda ni contempla estos problemas, en una sociedad que mantiene el status quo. Una sociedad que reproduce el status quo.
Porque como sociedad, como Estado, como medios de comunicación, como clubes deportivos, como vecinos, como comunidad, estamos sosteniendo la violencia como parte de la estructura social.