Analicemos las tareas y las políticas de cuidado en el marco de la economía del cuidado, recién hoy analizadas, después de siglos de naturalizar que eran tareas propias de la mujer, sin reconocimiento social ni económico, propone Myriam Duarte en su columna de Plural TV, programa que se emite los lunes de 19 a 20 por Canal 4 Posadas.
Domingo 26 de junio de 2022. Sin las tareas de cuidado, desde la primera etapa del proceso civilizatorio, no hubiese sido posible la evolución económica con el proceso civilizatorio, recuerda Myriam Duarte en su columna de Plural TV, programa que se emite los lunes de 19 a 20 por Canal 4 Posadas. Y rescata también los conceptos vertidos en su anterior exposición, sobre el rol del Estado, el rol del mercado, el de la comunidad y el de la familia, en las tareas de cuidado.
Desnaturaliza así un nuevo paradigma de la sociedad que por año dejó a las mujeres la tarea de cuidado, sobre todo dentro del hogar, sin remuneración. Nuevos estudios y el cambio de paradigma que impulsan sobre todo las organizaciones sociales en todo el mundo, permiten evaluar económicamente la contribución que realizan las mujeres en la vida cotidiana, en esos trabajos que no están remunerados.
Y grafica: “El señor tiene un trabajo remunerado; la señora también. Cuando llegan a la casa, ¿las tareas que tienen que ver con cuidado –por ejemplo de los hijos- son compartidas? Casi siempre no”, responde.
Contribución en la vida cotidiana
Myriam Duarte en su exposición:
-En la columna anterior revisamos el concepto de tareas de cuidado, conceptualizando un poco en qué consiste este ámbito de la vida cotidiana y en su distribución, sobre todo en lo que tiene que ver con el uso del tiempo para realizar tareas de cuidado. Hoy, la idea es introducirnos un poco en el análisis económico que tiene que ver con las tareas y las políticas de cuidado, eso que se denomina hoy, la economía del cuidado. Y digo que se denomina hoy, porque en general, la economía y todas las teorías económicas como disciplina, han sido desarrolladas fundamentalmente por varones. La intervención académica de las mujeres en el ámbito de la economía es bastante reciente, aunque las producciones en ese sentido son muy contundentes e importantes. Margaret Mills, que es una antropóloga muy conocida en la historia de la antropología, cuando le preguntan respecto del proceso civilizatorio, dice que la primera señal de civilización es un fémur roto y curado. Siendo que, para cualquier otra especie animal, la rotura de un hueso que le impide huir de sus depredadores implica la muerte. Sin embargo, el hecho de que una persona haya tenido un hueso roto y que haya tenido a alguien que se haya quedado, que se haya ocupado de que esa persona pudiera reponerse y retomar luego sus tareas habituales, implicó ya una conceptualización de la tarea de cuidado en la primera etapa del proceso civilizatorio, sin el cual no hubiese sido posible la evolución económica, porque estamos hablando precisamente de esto: del tiempo y la tarea de cuidado destinado a preservar la salud física de una persona, para que pueda seguir desarrollando sus tareas habituales. Ahí también vemos una mirada que tiene un sesgo de género, cuando una mujer valora este aspecto del cuidado en su trabajo disciplinar que no había sido visto antes. Entonces vemos la importancia que tiene esa tarea de cuidado en el proceso civilizatorio, por un lado. Por otro lado estamos diciendo que la intervención de la mirada femenina en la economía es muy reciente, muy novedosa. Es decir, hubo un proceso de muchos miles de años en los cuales el rol de la mujer fue entendido como un rol reproductivo, y por lo tanto hacia el interior de la casa, de la vivienda del grupo familiar, y el rol productivo del varón que por lo general tenía que ver con la vida externa, con la vida social, productiva en términos económicos. En gran medida, el cuidado hizo posible todo este proceso de evolución de tantos años del ser humano, llegando hoy al nivel de tecnologización que tenemos y demás, contando con ese trabajo y dando por hecho que ese trabajo es natural.
-Otra vez lo que se considera natural, termina siendo netamente cultural.
-Exactamente. Como decimos siempre, la cultura hace que asumamos como naturales cosas que no lo son, y muchas veces cuestionamos lo que es natural, y naturalizamos lo que es cultural. Y ese es un proceso de reconocimiento que tenemos que hacer en nuestra vida personal y en nuestra vida en sociedad, de cuáles son los roles realmente culturales, y cuáles los que son realmente naturales. En términos de género, el rol natural diferencial tiene que ver con la capacidad de concepción y de parir. No hay otra diferencia, o no debería haberla. Pero en términos culturales hemos naturalizado una serie de cuestiones, y sobre todo, las mujeres hemos sido enseñadas para cuidar. En nuestra provincia todavía tenemos un importante porcentaje de población femenina que crece en sus hogares cuidando hermanitos pequeños, y que cuando se va de su casa, se va ya porque se casa o porque se pone en pareja y tiene hijos. O sea, que hay todo un rol que sigue siendo netamente reproductor, y que hace que muchas de esas mujeres nunca se hayan podido plantear un rol productivo en términos económicos.
-La historia de nuestras madres y abuelas todavía vigente.
-Tremendamente. Si nos ponemos a recorrer las historias de estas mujeres, que con toda la dedicación, el amor y demás, han hecho esas tareas de cuidado durante generaciones y generaciones, pero a la vez, con una gran contradicción. Porque la responsable casi absoluta de las tareas de cuidado es la mujer. Sin embargo, como sabemos, para la mujer no hay lugar más peligroso que la casa donde vive. Entonces, hay roles que son contradictorios, y que muchas veces llevan a tener que ejercer tareas de cuidado en el medio de un vínculo que no es sano. Hablábamos anteriormente de lo que implican las tareas de cuidado para las personas que necesitan ser cuidadas. Y que ese cuidado no solamente tiene que ser un derecho, sino que tiene que ser un cuidado de calidad. Y muchas veces, estas imposiciones de cuidado que tienen que ver con que las mujeres ejerzamos estos roles porque así es y así tiene que ser, expone a que esos vínculos que no son sanos, impliquen alguna suerte de maltrato. O la propia sensación de maltrato de la mujer, que fue maltratada toda su vida por personas que después tiene que cuidar. Esto es todo un tema acerca del cual todavía se está indagando e investigando, porque todavía las investigaciones que hay son muy recientes. En los países de Latinoamérica el aporte económico de las mujeres está alrededor del 20 por ciento del Producto Bruto Interno. Incluso, estuve viendo algunas investigaciones hechas en otros países, también en Europa, donde varios estudios dicen que los recursos familiares de las clases medias no alcanzarían más allá del 11 del mes, si tuvieran que pagar los servicios de las tareas de cuidado que realizan las mujeres.
-En esas tareas de cuidado no está solamente la crianza de los hijos.
-Y todo lo que eso implica. ¿Porque qué implica criar? Implica limpiar, educar, cocinar, acompañar los procesos médicos, una cantidad de cuestiones. La crianza en sí es una tarea muy compleja. Pero además las tareas en el hogar tienen que ver con un montón de cuestiones, con organizar la casa, la comida, las compras. Son una cantidad de tareas que siempre terminan quedando en el rol de las mujeres. Ahora se habla incluso de un síndrome de la abuela impuesta, que tiene que ver con que para que una generación pueda desarrollar las tareas económicas deja a sus hijos con las abuelas. Entonces las abuelas terminan siendo responsables para que haya una parte de ese grupo familiar que pueda recibir una remuneración por el trabajo que hacen. Particularmente las mujeres latinoamericanas que se van a Europa, realizan esas tareas de cuidado en las casas que permiten que las mujeres puedan realizar sus tareas remuneradas. Todos estos estudios hacen que hoy se pueda evaluar económicamente la contribución que realizan las mujeres cotidianamente. ¿Y en dónde se puede evaluar esto en nuestra vida cotidiana? El señor tiene un trabajo remunerado, la señora también, cuando llegan a la casa, ¿las tareas que tienen que ver con cuidado son compartidas?
-Casi siempre no.
-Así es. Y si la señora no tiene un trabajo remunerado y el señor sí; el señor termina la jornada laboral y vuelve a su casa a descansar. ¿La señora también termina su jornada laboral? ¿No debería también terminar su jornada laboral y que el resto de las tereas fueran compartidas? Estas tareas que tienen que ver con nuestra vida cotidiana nos permiten analizar cuáles son las tareas de cuidado que podemos desarrollar todos, y que no tienen que ver con una cuestión de género, tienen que ver con una cuestión de reciprocidad. Si en un grupo familiar determinadas personas realizan determinadas tareas, que esto sea una cuestión distribuida, tanto en términos materiales, de ingreso económico, como también en términos del cansancio que producen las tareas de cuidado. Pienso siempre en esto que decía sobre nuestras abuelas y madres, qué frustrante debió ser para tantas mujeres que todo lo que tenían que hacer en su vida era cocinar, lavar, limpiar, y que eso que era todo lo que tenían que hacer para que la familia funcione, para que su grupo familiar esté bien y para que puedan progresar, estudiar e ir a trabajar, ni siquiera requirió nunca un gracias. Un nivel de frustración tremendo para muchas mujeres, que es lo que en definitiva determina el inicio de los estudios de género. La depresión de mujeres que aparentemente tienen su situación económica resuelta, sin embargo, su autoestima y su propósito de vida son prácticamente inexistentes.
-¿Qué se hace con esto, dónde se analiza, dónde se está contemplando? ¿Lo hace Naciones Unidas, los países, las provincias?
-Naciones Unidas promueve la equitatividad en lo que tiene relación con la propiedad de la vivienda y de la tierra, que le garantiza cierta seguridad a la mujer para desarrollar tareas, ya sean económicas o no. Y esto es una discusión internacional muy fuerte. En el país, recién se está llevando adelante la primera encuesta del uso del tiempo, que la está realizando el Indec. En la Provincia recién estamos haciendo un paneo del porcentaje de población que tenemos en esos ejercicios para hacer interactuar los cuatro componentes que mencioné en la columna pasada, que tiene que ver con el rol del Estado, el rol del mercado, de la comunidad y de la familia en las tareas de cuidado.
-¿Qué pasa con esas mujeres que se dedicaron toda la vida a las tareas de cuidado, y llega una etapa en que tienen que ser cuidadas?
-Por un lado está la trascendencia de que existan las jubilaciones para amas de casa, o moratorias para la jubilación, o el reconocimiento del año de aporte por cada hijo criado. Pero como en todos los ámbitos, todas las personas que requieren cuidados, dependen estrictamente de si tienen o no una obra social, y segundo, de si tienen una familia en condiciones de velar por ellas. En muchísimos casos esto no ocurre. Y la verdad que es un problema en este momento, porque las instituciones que cuidan a personas mayores también deben tener un acompañamiento que hoy se está rediseñando porque estamos hablando de una mirada de la política y de la economía que hasta ahora no existía, y que recién se está instalando.
