La multitud sigue tomando las calles en señal de protesta por la muerte de Masha Amini, la joven iraní que apareció muerta después que la Policía de la moral del régimen teocrático la detuvo por no llevar el velo como le exigían. Al grito de “mujeres, vida y libertad” las marchas encabezadas principalmente por mujeres expresaban su repudio a las estrictas medidas que -desde 1979- las obliga al uso del velo ya que sin él estarían “desnudas”. Reclaman, gritan, se manifiestan, por la brutal muerte de Amini.

Miércoles 21 de septiembre de 2022. Mahsa Amini tenía 22 años. Era una joven iraní con toda la vida por delante. Una joven con vida.
El martes pasado, la Policía de la moral la detuvo por no llevar bien colocado el velo y fue trasladada a una comisaría para asistir a «una hora de reeducación»; fue detenida junto con otras mujeres para recibir explicaciones e instrucciones sobre el código de vestimenta. Horas más tarde la ingresan a un hospital, en coma, porque sufrió un ataque al corazón, dicen.
El mundo reaccionó con indignación, sobre todo a través de las redes sociales. El rechazo a la versión oficial y las protestas alrededor del planeta no terminan, al punto que el presidente del país, Ebrahim Raisí, ordenó una investigación «con urgencia y especial atención». Mientras, Amnistía Internacional (AI) solicitó una investigación criminal al considerar sospechosa la muerte de la joven que estaba bajo custodia policial.
La sepultaron el sábado, antes de ayer. Las fuerzas de seguridad iraníes usaron gases lacrimógenos para dispersar una manifestación por la muerte de Masha, frente a las oficinas del Gobernador, en el Kurdistán iraní. Muerte en manos del Estado. Represión en manos del Estado.
Los medios reformistas pero también la agencia de noticias oficial Fars, que depende de la Guardia Revolucionaria iraní, cuerpo militar e ideológico de élite del régimen de la República Islámica, publicaron una petición abierta a firmas en la que se pide «poner fin a la ley no escrita del uso obligatorio de hiyab» y «una investigación de las causas de la muerte de Mahsa Amini».
Este no es el primer incidente reciente de este tipo. En julio un policía detuvo a una mujer que fue acosada, golpeada y grabada por incumplir la norma no escrita sobre el hiyab. Fue trasladada a un hospital con hemorragias internas y luego obligada a disculparse públicamente en la televisión estatal.
«Que muera una mujer tras ser detenida por cómo iba vestida es una prueba de una depravación inaceptable. Es absolutamente necesaria una investigación transparente, que los responsables de la muerte de Mahsa rindan cuentas», dijo públicamente Human Rights Watch, la reconocida ONG internacional de derechos humanos.
El grupo pide además «la abolición de la ley sobre el hiyab obligatorio» y de otras normas que privan a las mujeres de su autonomía y derechos.
La muerte de Masha pone en evidencia que “Existe una enorme parte del mundo que odia a las mujeres”.
La muchacha fue detenida por llevar de forma «inadecuada» el hiyab o pañuelo islámico.
Son miles de organizaciones de todo el planeta que piden «investigar por vía penal las acusaciones de tortura y otros malos tratos bajo custodia (…). Todos los agentes y autoridades responsables deben ser sometidos a la justicia».
Nacemos libres. Las creencias, las culturas y sobre todo, las religiones, van haciendo los moldes y las cárceles con o sin barrotes, donde nos encierran, pretendiendo que lo que alguien diseñó alguna vez, sea el modo correcto de vivir.
No hay modo correcto. Hay normas inventadas que terminan creando normalidades. Y esas normalidades impuestas, siempre, siempre, se llevan vidas, casi siempre, de personas disidentes. Y casi siempre también, de personas que empiezan a vivir.
A esta altura de la humanidad, Mahsa Amini es un ejemplo de estos terribles modelos que nos quieren imponer para vivir.
Tenía 22 años. La mató su Estado, porque no tenía bien colocado una prenda de vestir.
Masha tenía 22 años. Masha tenía vida.