La pandemia trajo cambios fuertes en la actitud cotidiana. “Cuando se levanten las medidas de aislamiento vamos a ver qué pasa, porque otra vez deberemos cambiar todo el funcionamiento, toda nuestra dedicación y tiempo laboral”, reflexiona el licenciado en Psicología, Javier Andorno, sobre lo que trajo el Covid19. En Plural TV, por Canal 4 Posadas, habló también del impacto sobre la salud mental que vino con este problema planetario.
Lunes 25 de octubre de 2021. Tanto la pandemia de Covid19 como las medidas sanitarias de aislamiento dejarán secuelas en la salud mental de la población, todavía no cuantificada. La irrupción de este problema planetario afectó de lleno en el sentido de la vida y en los vínculos creados a partir de la circulación, que de la noche a la mañana quedó cercenada.
En ese contexto, el licenciado en Psicología, Nicolás Andorno, reflexiona sobre lo que vendrá y lo que está dejando la pandemia en cuestiones de salud mental que afectó de diferentes maneras a la mayoría de la población, con secuelas que se pueden manifestar a mediano y largo plazo.
Con el Covid19, la demanda en los consultorios pasó por la angustia que genera la propia muerte, que comenzó a estar más presente en las consultas. “La angustia por la propia muerte es una angustia que no se puede articular simbólicamente como para, en función de eso, construir algo distinto. Así es que esta idea de muerte comenzó a estar mucho más presente” dijo Andorno en Plural TV, por Canal 4 Posadas.
E ilustró la situación con datos del Observatorio de Psicología Social Argentino con base en la Universidad Nacional de Buenos Aires, “donde se plantea cuestiones estadísticas, que si bien corresponden a una muestra determinada de Capital Federal, lo podemos pensar en función de todo el territorio argentino: aumentó un 10% el riesgo a experimentar algún padecimiento mental; un 24% aumentaron los trastornos de ansiedad, depresiones, insomnio, ataques de pánico, síndrome de agotamiento mental frente a, a veces, no hacer nada. Los consumos viciosos se incrementaron. El cigarrillo un 12%, el alcohol un 32%. Yo creo que en Misiones particularmente aumentó un poco más, sobre todo el aumento de psicofármacos. Y también, de consultas psicológicas”.
La entrevista
-¿Qué pasó, que está pasando, con la salud mental en estos casi dos años que llevamos de pandemia?
-Qué está pasando, porque creo que las consecuencias de la pandemia y las medidas sanitarias las vamos a ver a mediano plazo. Lo interesante es destacar la paradoja que existe entre el aislamiento como medida sanitaria y el aislamiento que es siempre iatrogénico (condición dañina generada por la salud pública). Causa de muchísimos problemas de salud mental, de alteraciones que se van dando en el funcionamiento mental de una persona, en lo cotidiano, en los vínculos cercanos, en su actividad, en su rendimiento, en su ciclo del sueño, en su alimentación. Son todos efectos que tienen que ver con el aislamiento. Por eso está bueno pensarlo como la pandemia por un lado, como esa enfermedad que irrumpe en un momento cuando en diciembre estábamos todos celebrando las fiestas en familia, y en marzo suspendimos todas las actividades, y fuimos obligados a cambiar nuestra rutina, nuestro modo de trabajar, de vincularnos con los demás, los circuitos sociales, lo recreativo, lo ocupacional en todo sentido. Y de alguna manera esta enfermedad terminó generando situaciones de miedos y de muchísima incertidumbre en mucha gente, y cuestionamientos que tienen que ver con la muerte o la afectación a la integridad física de la persona.
-La muerte como muy inmediata, porque todos la tenemos como una cuestión a largo plazo.
-De hecho es uno de los grandes agujeros, porque el psicoanálisis se plantea que es imposible de representarse. Es decir que nadie volvió de la muerte como para decirnos qué pasa después de la muerte. Entonces, es uno de los grandes interrogantes del ser humano, que de alguna manera hace de base a la representación mental. La cultura siempre ofreció una respuesta, sobre todo a partir de diferentes religiones y credos; intentaron dar una respuesta para cerrar este agujero de sentido que tiene que ver con la muerte. Pero si lo pensamos, la muerte es el fin de la vida. Desde el momento uno, en que nacemos puede transcurrir en infinidad de cuestiones. Ahora, la realidad es que todos nos vamos a morir. Lo que hace la vida, la cultura y los vínculos es construir sentidos, nos ofrecen sentidos para circular socialmente, y en esa circulación nuestra vida tiene sentido. Y a la muerte la vamos pateando para adelante, ni siquiera nos preguntamos por eso.
-No está planificada.
-Totalmente. Uno siempre está pensando en lo que va a hacer el año que viene, en las vacaciones, o cómo voy a hacer para que mis hijos vayan a la universidad, o qué va a suceder cuando este proyecto se termine, cuál voy a encarar. La gente se pregunta por esas cuestiones, no sobre su propia muerte. La idea de la propia muerte pone en jaque todos aquellos sentidos bajo los cuales pensamos la propia vida. Todos esos sentidos se terminan cayendo, y lo que queda visible es ese gran agujero. Así es que en el consultorio muchas veces los psicólogos tenemos demanda de los pacientes de ser escuchados sobre diferentes problemas, en cambio, la demanda de ser escuchados, ahora era sobre la posibilidad de la propia muerte. La angustia que genera la propia muerte es muy distinta a la que genera que se hayan pinchado distintos proyectos que el sujeto tenía en la vida. La angustia por la propia muerte es una angustia que no se puede articular simbólicamente como para en función de eso construir algo distinto. Así es que esta idea de muerte comenzó a estar mucho más presente. También hay estudios en Argentina, sobre todo el observatorio de psicología social argentino con base en la Universidad Nacional de Buenos Aires, donde se plantea cuestiones estadísticas, que si bien corresponden a una muestra determinada de Capital Federal, lo podemos pensar en función de todo el territorio argentino. Lo que le pasa a las personas. Los resultados fueron que se aumentó un 10% el riesgo a experimentar algún padecimiento mental, un 24% aumentaron los trastornos de ansiedad, depresiones, insomnio, ataques de pánico, síndrome de agotamiento mental frente a veces no hacer nada. Los consumos viciosos se incrementaron, el cigarrillo un 12%, el alcohol un 32%, y yo creo que en Misiones particularmente aumentó un poco más, aumentos de psicofármacos, y consultas psicológicas. Por un lado, está la pandemia, y por otro, las medidas de aislamiento social, que también generan perjuicios para la estabilidad emocional de una persona. Pensemos que todo nuestro mundo imaginario y simbólico se sustenta a partir del entramado social, a partir de las relaciones vinculares. Pensemos en los niños que están construyendo este entramado vincular y se ven afectados de raíz porque los espacios de interacción con pares estaban limitados, en los adultos mayores, que frente al riesgo de contraer esa enfermedad mortal, terminaron coartando vínculos y relaciones. La realidad de eso que te sujeta y te aferra a la vida es dada a partir de la circulación social, si no hay circulación social, la cuestión de la muerte, del sin sentido de la vida se torna a flor de piel. Esta medida de aislamiento que buscaba aplanar la curva de contagios y resguardar la salud física, a nivel de la salud mental afectó muchísimo.
-¿Afectó más a un grupo etario que a otro o a todos por igual?
-Creo que a todos de diferente manera. Las personas que tenían estudios académicos, trabajos… creo que los más airosos fueron los que tuvieron mayor flexibilidad mental para transformar su trabajo, sus rutinas, para transformar y ajustarse a esta medida. Que si bien fue abrupta, y que fue preventiva para el contagio, fue totalmente disruptivo para el funcionamiento de una persona, y el funcionamiento social. Entonces, para un adulto el desafío es encarar distinto el laburo, reconvertir la actividad laboral o académica, donde las personas más rígidas son las más afectadas porque la pandemia terminó generando mucha incertidumbre en la cuestión económica. Que es otro punto más de la pandemia. La incertidumbre económica, la falta de empleo, la inestabilidad en el trabajo, llevar a lo virtual algo que se hacía presencialmente. La crisis económica siempre afectó emocionalmente a las personas, y cuando digo esto no me refiero a que rinda menos en el trabajo, sino que la relación de pareja, con los hijos, es distinta, uno está afectado.
-¿Qué puede dejar en la sociedad el aislamiento?
-Sobre todo van a empezar a ser más visibles esas alteraciones que hacen a un colectivo. Por ejemplo, estas cuestiones de lavarse las manos constantemente, limpiarlas con alcohol, el barbijo, a mucha gente la llevó a desarrollar TOC -trastorno obsesivo compulsivo-. Cuando se levante la pandemia y se vuelva a una normalidad, hay que contemplar que no volvemos a una normalidad, sino que esto nos mete en otra normalidad. Porque la normalidad hoy es el distanciamiento, usar barbijo, tocar las cosas lo menos posible. Cuando se levanten las medidas de aislamiento vamos a ver qué pasa, porque otra vez deberemos cambiar todo el funcionamiento, toda nuestra dedicación y tiempo laboral. Además del consultorio doy clases, y muchas veces pasa que lo hago desde la comodidad de mi living, sin necesidad de llevar los aparatos a otro lugar, ni el proyector, ni la computadora. Ahora que vuelve la presencialidad tenemos que destinarle una hora o más para prepararnos, llegar a la clase antes, los alumnos también. Y en diversas actividades laborales también lo mismo. Modificar nuevamente la cuestión de los horarios, que si bien a todos nos molestaba el aislamiento, lo terminamos normalizando. Así es que en lo social va a seguir afectando en cuanto a acostumbrarnos a la vuelta a lo que éramos.
-¿Hay que prestar atención a esta nueva normalidad o es algo mínimo?
-Creo que no se le prestó mucha atención por mirarlo desde el polo médico, porque lo sanitario es la salud, y en la salud tenemos un discurso médico, mientras que en la salud mental son más diversos, más plurales, más interdisciplinarios, en cambio, el discurso médico es verticalista, es tenemos que cuidar la salud física, y en función de eso debemos poner en marcha el aislamiento. La salud mental es mucho más diversa, más compleja, y obviamente goza de muchísimo menos inversión que la salud física. Es obvio que una persona no puede funcionar mentalmente si no tiene un cuerpo, si se muere de Covid, poro creo que hay cuestiones acá también que hay que atender. Hay dispositivos de salud mental que como provincia tenemos el desafío de implementar.
-¿Respecto a lo que deja todo esto, está pasando lo mismo en todo el mundo?
-Sí, en diferentes niveles. Como decía la columnista (Myriam Duarte), el acceso a los derechos son distintos. Obviamente, los derechos son para todos los seres humanos, pero de a poco se fueron incorporando nuevos sectores de la población. En esto lo mismo. Hay sectores más favorecidos, que tienen más factores para adaptarse, para transformarse y flexibilizar lo que están haciendo. En cambio, otros sectores más frágiles, no tanto.