Se trata de un derecho de dedicarse a las tareas que cada persona prefiera, sin estereotipos históricos -y vigentes- que aseguraban que existen trabajos para hombres y otros para mujeres: “ellas en roles ornamentales, livianos o en tareas de cuidado” se pone en tensión con una nueva exigencia del Estado nacional para las empresas que participan de licitaciones de obras públicas, que pide que tengan un piso mínimo de 10 por ciento de mujeres en su planta de trabajadores.

Martes 4 de octubre de 2022. “Me parece importante que se visibilice el valor económico que tienen las tareas que pueden desarrollar las mujeres en la vida económica de un país, intentando sacarla de estos roles que principalmente estereotipan muchísimo sus funciones y que tienen que ver con esta cuestión de objeto decorativo”, dispara Myriam Duarte en su columna de Plural TV, para rescatar que los pliegos de licitaciones de la obra pública en Argentina exigen ahora una participación mínima del diez por ciento de mujeres cuando el promedio apenas llega al cuatro por ciento, básicamente porque no hay capacitaciones para las mujeres que podrían desempeñar esas tareas, dijo.
Esta exigencia disparó demanda que las empresas de construcción que quieran participar de las licitaciones de la obra pública deban capacitar a las mujeres, como parte de su Responsabilidad Social Empresaria (RSE). El Estado nacional promueve así estas capacitaciones que pronto llegarán a Misiones, consideró. Este nuevo paradigma, desestereotipado, amplía derechos a las mujeres de manera equitativa también frente a la posibilidad de que se capaciten en oficios que les interese.
Comparó esta exigencia en las licitaciones que amplía espacios hacia las mujeres, con las tareas de cuidado, donde la mayor parte de estas actividades recaen en ella y que vienen a discutir los estereotipos de roles sobre varones y mujeres.

La exposición de Myriam Duarte en Plural TV

-¿Con qué temas venimos hoy?
-Hoy, continuando con algunas reflexiones que veníamos haciendo respecto de tareas y políticas de cuidado, que ya desarrollamos como los roles de las tareas de cuidado en la civilización, el desarrollo de la civilización y de las tareas de cuidado y su implicancia central en la economía de los países; también hablamos de cómo los Estados promueven y desarrollan políticas de cuidado, que es la forma en que los Estados acompañan esas tareas y que implican para las personas que las desarrollan una posibilidad de capacitación, de reconocimiento formal o remuneración. Hablamos como ejemplo del reconocimiento a las mujeres de años de aportes jubilatorios por cada hijo criado. Hoy hago hincapié en cómo esos roles, que son estereotipados, tienen que ver con una asignación social de cuáles son las funciones y ciertos roles que deben cumplir tanto varones como mujeres, y que implican una cantidad de presiones en cuanto a, por ejemplo, cómo cada uno, una, une, selecciona aquellas carreras o tareas que va a desempeñar en su vida, aquellos perfiles laborales que están más cerca de sus intereses, y una serie de cuestiones que por lo general no se discuten aunque los Estados están empezando a poner en visibilidad y en valor. Hablamos de que los niveles o áreas de capacitación para varones y para mujeres siguen estando muy divididos y muy estereotipados. Sobre todo, cuando las mujeres pasamos a tener un rol ornamental o en el ejercicio de estas tareas de cuidado estrictamente. Nos encontramos con una serie de movimientos, organizaciones y también de demandas del propio Estado de ir incorporando a mujeres dentro de áreas donde no es habitual que se desempeñen. Hay organizaciones nacionales e internacionales que trabajan para incorpora mujeres a las tecnologías. Esto tiene que ver con dos aspectos: con la ampliación del acceso, la equidad en el derecho al acceso a ciertas formaciones profesionales, por ejemplo las que tienen que ver con el desarrollo de tecnología como una forma de trabajo remunerado, y también con desarrollar herramientas y aplicaciones de base tecnológica que tengan como destinatarias a las mujeres, sin la mirada de las mujeres detrás en el diseño, la propuesta y la discusión de la practicidad, y la aplicabilidad de esa herramienta. Muchas veces esto lleva a tener que replantear las mismas herramientas. Como militante del software libre, rescato por ejemplo que tiene a la participación en comunidades como uno de sus ejes. Siempre decimos que los desarrolladores pueden saber mucho del desarrollo de software, pero nada de ciertas disciplinas en las que están desarrollando el software, por tanto, la interacción con los usuarios es fundamental para que ese desarrollo, esa herramienta, sea de utilidad. Cuando hablamos de aplicaciones que tienen que ver específicamente con mujeres, que hay muchísimas, suele pasar que dentro de ese desarrollo no hay comunidades de mujeres aportando; entonces, es importante no solo la participación de mujeres en la evaluación y testeo de estas herramientas, sino también conocer el proceso de producción de esas herramientas que después ellas van a utilizar. También tenemos otras áreas del Estado que se están promoviendo, y esto tiene que ver con dos aristas: una es nuevamente la ruptura de estos roles estereotipados, la propuesta concreta de un acceso equitativo; no podemos hablar de igualdad porque no somos todos iguales y está muy bien reconocer y respetar las diferencias –no me interesa para nada un mundo homogeneizado– pero sí es una responsabilidad del Estado garantizar la equidad en el acceso a los derechos. Por ejemplo, a los roles de capacitación y los roles laborales que cada persona quiere desarrollar. Por ejemplo, cuando hablábamos de tareas de cuidado hacíamos la salvedad de que en general los varones que se ocupan de tareas de cuidado son médicos o enfermeros: ellos eligen roles de cuidado que después son remunerados. Rara vez ocurre lo mismo con las mujeres; los roles de cuidado los desempeñan las mujeres por defecto. Por eso, esa capacidad de acceso de las mujeres a capacitarse como médicas o enfermeras –que también existe desde hace un tiempo pero que no siempre existieron– implica que esas mujeres, además de las tareas de cuidado remuneradas que realizan, deben realizar también las no remuneradas, las de la casa. En estos días revisando un poco -me parece central esto de desestereotipar- nos encontramos con algunas propuestas, que no solo tienen que ver con la equidad del derecho a capacitación en el área que se le ocurra a cualquier varón o mujer, sino que también hablamos de la democratización de esos roles de cuidado. Todavía hay un peso mayor de la carga económica sobre el varón porque las licencias de paternidad siguen siendo mínimas para ellos con respecto al tiempo de licencia de las mujeres cuando tienen o adoptan un hije; estamos hablando también que no hay desde el propio Estado un favorecimiento de que esa práctica sea más democrática. En este contexto me pareció interesante ver qué está pasando en un área que me resulta totalmente interesante y novedosa como es el área de la construcción: como una forma de herramienta en el acceso a la equidad de la que hablaba, que no tiene que ver directamente con tareas de cuidado, pero sí lateralmente, encontré que todos los pliegos de licitación para la obra pública en Argentina, ahora, exigen una participación mínima de un 10 por ciento de mujeres. El piso es del 10 por ciento que hoy no se llega a cubrir, y en las empresas que se ocupan de cubrir ese perfil se llega al 4 por ciento. Y ese 4 por ciento a duras penas se alcanza porque fundamentalmente no hay capacitación en la mayor parte de la población de mujeres que podría desempeñar esas tareas; Argentina tuvo una serie de programas nacionales como el Ellas Hacen, en la época en que Alicia Kirchner fue Ministra de Desarrollo social y promovió este tipo de organizaciones a través de cooperativas organizadas desde el Estado. Se promovió la capacitación laboral en construcción pero no se sostuvieron las cooperativas porque sostener una cooperativa en la práctica sigue siendo sostener una empresa (si bien de base social pero sigue siendo una empresa). Cuando no se comprende esto con claridad, no se puede conducir una cooperativa desde afuera porque se cae. Hay una serie de herramientas que todavía falta trabajar pero, a partir de estos programas desarrollados desde Nación, tenemos empresas privadas proveedoras de insumos para la construcción, que en materia de su responsabilidad social empresaria están desarrollando talleres de capacitación en distintos lugares del país para favorecer la incorporación laboral de mujeres a un mercado que ya existe; simplemente hay que favorecer que las empresas puedan cumplir con ese piso del 10 por ciento, al menos.

-¿Ese requisito de ese piso es a partir de este año; es algo nuevo?
-Es algo nuevo; los últimos pliegos de licitación están viniendo con esa exigencia; a partir de ahí se convierte en una demanda hacia quienes tengan las herramientas, por ejemplo, los espacios físicos, laboratorios y demás, para ir desarrollando capacitaciones en todas las instancias del proceso constructivo. Estamos hablando desde las tareas más pesadas que tienen que ver con construcción, hasta todo lo que tiene que ver con la terminación de obra y mantenimiento. Las empresas que se dedican a la construcción deben garantizar un piso mínimo de 10 por ciento de mujeres en su plantel.

-¿Eso es para los que presten algún servicio al Estado?
-Es para participar en las licitaciones de obra pública. Es una condición. Por lo tanto, para todas aquellas empresas privadas que pretendan acceder a estas licitaciones es necesario empezar a trabajar en este sentido. Así como digo, hay muchas empresas privadas, hay muchos Estados. El Estado nacional, a través de esta exigencia, está promoviendo la generación de estos espacios de capacitación que prontamente estarán en marcha también en nuestra provincia. Y que me parece muy interesante pensado también desde estos dos lugares: desde el derecho de las mujeres a desarrollar tareas no estereotipadas, la equidad en el acceso al derecho a capacitarse en lo que les interese. Siempre pongo el ejemplo de que yo, si hubiera podido cuando era adolescente, hubiera estudiado en una escuela técnica, pero no pude hacerlo porque en ese momento era una escuela de varones. Además, se favorece esta equidad que tiene que ver con las responsabilidades democráticas y los roles en las tareas de cuidado dentro de los núcleos familiares, que es una de las formas más sencillas y más asequibles de ir modificando las miradas estereotipadas de los roles de las mujeres y varones; sobre todo me parece muy importante que se visibilice el valor económico que tienen las tareas que pueden desarrollar las mujeres en la vida económica de un país, intentando sacarla de estos roles que principalmente estereotipan muchísimo sus funciones, que tienen que ver con esta cuestión de objeto decorativo. Una cuestión ornamental en la cual el rol de la mujer es ser agradable visualmente a los ojos de los varones y además sacarle presión. Me acuerdo de algunas publicidades que existían hace un tiempo respecto a las tareas de las mujeres, que una de ellas es que cuando el señor llega de trabajar, “de trabajar, porque la mujer no trabaja”, y debe atenderlo de determinada manera y desarmarse para que nada moleste al “señor” que “trabaja”. Así que me parece un gran avance.

-No tan de los 70 esas publicidades sino de un poco más acá.
-No, no es tan lejano. Así que me parece muy interesante ir revisando qué va pasando. Sé que en Misiones la Unidad Ejecutora Provincial está trabajando al respecto, y me parece muy interesante ver cómo el Estado, desde sus distintos ámbitos, puede ir promoviendo esta equidad en el acceso a los derechos y la democratización en todas las tareas de cuidado.