El psicólogo Nicolás Andorno advierte que educar a los niños con discursos y creencias sociales con los que se educaron sus padres o sus abuelos, despreparan a los niños que se desenvolverán en otra sociedad, donde deberán esforzarse para poder insertarse y quizás enfrentar problemas para funcionar socialmente. En ese sentido propone a los padres repensar los discursos que transmiten a sus hijos.

Jueves 22 de diciembre de 2022. La subjetividad es el resultado de la historia de vida de un sujeto; la organización mental de una persona; su cúmulo de ideas, creencias y sistemas de valores que se traducen en conductas que pueden ser juzgadas como patológicas, criminales, intelectuales, trabajadoras, advierte el licenciado en Psicología, Nicolás Andorno en Plural TV.
Es el disparador para hablar de la constitución subjetiva de las personas, el tema con que abordó su columna sobre salud mental en el programa periodístico de Canal 4 Posadas. “Cuando hablamos de subjetividad decimos en principio que es la forma de ser de una persona, forma de pensar una realidad; de sentir, de enfrentar los problemas, de relacionarse con los demás, de vérselas con la propia sexualidad; formas de conducirse en la vida. Todas estas formas hacen a la subjetividad de cada uno, donde las conductas y comportamientos no son más que las producciones de esa subjetividad”.
Enfrente, se suele juzgar esas producciones subjetivas, “las conductas, sin contemplar que esas conductas son el producto de un modo de pensar, de sentir, de actuar, que devienen siempre de la historia del sujeto”, advierte.

La exposición de Nicolás Andorno en Plural TV

-¿Con qué tema venís hoy?
-Tenemos un tema bastante complejo, y el desafío va a ser bajarlo a tierra para capitalizarlo y que todos puedan entenderlo: los momentos de constitución subjetiva, de una verdadera prevención en salud mental porque habla de las bases de las cuales surgen esas organizaciones, esas formas de ser, de funcionamiento, que después se traducen en conductas que después podemos diagnosticar y juzgar como patológicas, criminales, intelectuales, trabajadoras, etcétera. Pero esas conductas se basan en lo que vamos a referenciar como subjetividad. Por eso voy a hablar de los momentos en que se va constituyendo esa subjetividad, las condiciones bajo las cuales se va produciendo y también la importancia de los referentes en este proceso de desarrollo personal. Cuando hablamos de subjetividad decimos en principio que es la forma de ser de una persona, forma de pensar una realidad, de sentir, de enfrentar los problemas, de relacionarse con los demás, de vérselas con la propia sexualidad, formas de conducirse en la vida. Todas estas formas hacen a la subjetividad de cada uno, donde las conductas y comportamientos no son más que las producciones de esa subjetividad, y muchas veces nos vemos juzgando las producciones, las conductas, sin contemplar que esas conductas son el producto de un modo de pensar, de sentir, de actuar, que devienen siempre de la historia del sujeto. El concepto de subjetividad me parece mucho más interesante que el de personalidad porque cuando hablamos de subjetividad hablamos de un modo de ser del sujeto que está sujetada a la cultura, a los contextos en que se fue desarrollando.

-¿Se usan como sinónimos en esto?
-Subjetividad deviene de esta cuestión de un ser sujetado a los momentos, a los vínculos que se fue atravesando en la vida. Por eso decimos que la subjetividad es el resultado de la historia de la persona. Cuando pensamos en los momentos de constitución subjetiva también tenemos que hablar de las condiciones en las que se produce esa subjetividad, esa organización mental, ese sistema de ideas, de creencias y de valores. Estos contextos, estas condiciones de producción tienen que ver básicamente con las instituciones que van atravesando la vida del sujeto. A medida que uno va creciendo va pasando por diferentes instituciones y cada una te va dejando marcas, determinadas ideas, creencias, sistemas de valores, modelos ideológicos.

-La escuela, el club, la iglesia, el barrio…
-Primero la familia. Y si me pongo a hablar de la familia sería más conveniente hablar de grupos de crianza, para no quedarnos con la idea de familia tradicional, de mamá mujer, papá varón y un par de chicos con un perro, una casa y un auto. Pensar en grupos de crianza nos lleva a pensar en otros modelos familiares, como monoparentales; homoparentales; familias ensambladas, donde pueden participar la abuela, los tíos, los primos. Cuando hablamos de la familia, esta tiene un rol fundamental, porque no solo tiene la misión de garantizar la supervivencia del ser humano a través de la provisión, del sostén, de la nutrición; sino que también tiene la función de transformar esa bolita de carne que sale del vientre materno en un ser social, que tenga herramientas, recursos y que esté preparado para luego introducirse en la vida social cuando sea adulto. Es todo un proceso. Cuando hablamos de los grupos de crianza hablamos de un lugar fundamental. Después también existe la escuela, como un lugar fundamental que va forjando esa subjetividad; también los clubes, las iglesias, los barrios, la identidad barrial y en última instancia hasta incluiría la cárcel, como la última institución capaz de proveer las herramientas para preparar una sociedad; cosa que desde los hechos sabemos que no sucede. Con esas condiciones de producción de subjetividad y con la importancia de los referentes mientras se va forjando esa subjetividad, suceden los discursos que sostienen estos referentes. Muchas veces me he encontrado -y esto es material de consultorio- con gente que los padres, que por ahí tienen ideas conservadoras y que son cerrados a las transformaciones sociales, y las rechazan; apelan a los modos de crianza con que los criaron a ellos, aplicados a los propios hijos. Lo interesante es que si uno piensa en estos modelos de crianza para preparar a los sujetos para una vida en sociedad, si repito con mis hijos los modos de crianza que tuvieron mis padres conmigo, los estoy preparando para incluirse en una sociedad de los a{os 90 o 2000. Ni siquiera estamos hablando de una preparación para hoy, y mucho menos si lo pensamos en esos términos estos discursos conservadores despreparan para pensar en la sociedad que viene.

-¿Hay consciencia de esto?
-No. Absolutamente ninguna consciencia hay de esto. Si uno se replantea la paternidad, la maternidad, o qué estoy haciendo con mis hijos, muchas veces se lo hace desde el lugar de la culpa, o de la queja, que son sentimientos que no llevan a nada. Porque lo importante tiene que ver con qué tan abierto de mente pueda ser o cuánto puedo incorporar a mis discursos las transformaciones sociales, lo que va apareciendo. Y si no tengo la suficiente flexibilidad mental, o pertenezco a un ámbito social súper conservador, súper rígido o súper estructurado, va a ser muy difícil que yo pueda bajarle línea a mi hijo o proveerle de ideas, o de sistemas de valores que realmente le ayuden o lo hagan funcionar en la sociedad en la que se pueda incluir. Lo preparamos para una sociedad anterior y lo despreparamos para insertarse en el futuro, que es donde ellos van a tener que hacer el esfuerzo para introducirse. La cuestión de revisarse como padre o como madre no tiene que ver con la cuestión del tiempo que se pasa con los hijos, sino con la cuestión de, cuando estoy con mi hijo, qué líneas le estoy bajando, qué sistemas de valores, qué sistemas de creencias, qué cuestiones ideológicas le estoy proponiendo. Eso va a crear las referencias en las cuales la subjetividad de esa persona, de ese niño, de ese infante se va forjando. Y a veces estas fallas producidas por los discursos más conservadores aparecen en la escuela a partir de peleas o falta de articulación con su grupo de pares. Con fallas a la hora de relacionarse con adultos, con docentes y demás. Muchas veces lo que los chicos llevan a la escuela tiene que ver con lo que escuchan en la casa; muchas veces con lo que los padres ponen en el televisor. Por eso me parece interesante reflexionar sobre esta cuestión; cuánta flexibilidad mental tengo para poder incorporar y acompañar esa producción. Cuando hablamos de lo difícil que es acompañar a un adolescente, no es solamente bancarse los garrones, los cuestionamientos o los reclamos que el adolescente tenga para hacerme, sino que acompañar tiene que ver muchas veces con que yo mismo me cuestione mis sistemas de ideas, mis propios sistemas de valores, mis propias creencias, y cuestionármelos a mí es una forma de acompañar esa adolescencia o esa transformación entre la infancia y la adultez.

-¿Tienen mucho que ver los tiempos o las épocas?
-Por supuesto que tienen que ver las épocas, porque a lo largo de la vida, gracias a los avances científicos de la medicina y demás, el ser humano vive muchos años. Esto quiere decir que a lo largo de la vida de una persona promedio, uno es espectador y protagonista de muchas transformaciones sociales. La sociedad cambia todo el tiempo, y a veces lo hace con más velocidad de lo que las personas podemos ir asimilando a lo largo de la vida. Cuando los padres son muy jóvenes, por su propia inseguridad, por su juventud reproducen los modelos de crianza de los abuelos; y cuando son muy grandes a veces están un poco rígidos, y un poco duros mentalmente para incorporar las formas, los nuevos discursos, los nuevos valores que van sucediendo. Porque si me pongo muy conservador, muy estructurado puedo decir: “se están perdiendo todos los valores, la fe en un montón de cuestiones, los roles”, y en las transformaciones sociales nunca se pierde nada, aparecen nuevas, no existe una sociedad sin valores, aparecen nuevos. Y que aparezcan nuevos valores porque los sistemas de valores cambian, nos ponen ante un nuevo desafío. Que uno puede decir que prefiere quedarse con los valores de su época, con sus ideas, pero cuando eso se trata de qué estoy haciendo con mi hijo, me parece que ese es el momento en que uno se lo debe replantear.

-Entender los nuevos códigos…
-Así es. Y en la gran mayoría de las fallas en la articulación social que podemos ver en la delincuencia, en las problemáticas con la ley penal, que son fallas grotescas, vamos a hablar de la imposibilidad de crear lazo social, de incluirse socialmente como lo hacemos la mayoría. En esos casos podemos ver una historia signada por la ausencia de referentes válidos. Ahí podemos ver contextos familiares o barriales que por la propia vulnerabilidad desprepararon muchísimo a ese sujeto para vivir en sociedad. Escuché hace poco a un chico que decía: ´yo ya tengo 18 años, ya estoy grande, debo empezar a aportar a mi casa´. Y claramente esa idea atenta contra las posibilidades de él de poder hacer algo con esa edad, hoy. Capaz que con 18 años, hace cincuenta años, uno tenía otras posibilidades; pero hacerle creer eso a esa edad hoy es ponerlo en una exigencia y a repetir una verdad que él se cree y lo hace sentir sobreexigido; se frustra, siente impotencia y termina muchas veces haciendo macana. Por otro lado tenemos la escuela, el club, la iglesia, el barrio, y por otro lado tenemos las cárceles como última institución resociabilizadora. ¿Y qué pasa en las cárceles? ¿Qué tipo de prácticas circulan en la cárcel? Generalmente circulan prácticas que son iguales a los modelos de crianza que tuvieron en la infancia, signadas por el abandono, la violación de derechos, la violencia.